19 de febrero de 2019


19 de febrero de 2019 – TO – MARTES DE LA VI SEMANA

Cuídense de la mala levadura

Lectura del libro del Génesis    6, 5-8; 7, 1-5. 10

Cuando el Señor vio qué grande era la maldad del hombre en la tierra y cómo todos los designios que forjaba su mente tendían constantemente al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la tierra, y sintió pesar en su corazón. Por eso el Señor dijo: «Voy a eliminar de la superficie del suelo a los hombres que he creado -y junto con ellos a las bestias, los reptiles y los pájaros del cielo- porque me arrepiento de haberlos hecho.» Pero Noé fue agradable a los ojos del Señor.
Entonces el Señor dijo a Noé: «Entra en el arca, junto con toda tu familia, porque he visto que eres el único verdaderamente justo en medio de esta generación. Lleva siete parejas de todas las especies de animales puros y una pareja de los impuros, los machos con sus hembras -también siete parejas de todas las clases de pájaros- para perpetuar sus especies sobre la tierra. Porque dentro de siete días haré llover durante cuarenta días y cuarenta noches, y eliminaré de la superficie de la tierra a todos los seres que hice.» Y Noé cumplió la orden que Dios le dio.
A los siete días, las aguas del Diluvio cayeron sobre la tierra. 
Palabra de Dios.

SALMO     Sal 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9c-10 (R.:11b) 
R.    El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Aclamen al Señor, hijos de Dios!
¡Aclamen la gloria del nombre del Señor,
adórenlo al manifestarse su santidad! R.

¡La voz del Señor sobre las aguas!
El Señor está sobre las aguas torrenciales.
¡La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es majestuosa! R.

El Dios de la gloria hace oír su trueno.
En su Templo, todos dicen: «¡Gloria!»
El Señor tiene su trono sobre las aguas celestiales,
el Señor se sienta en su trono de Rey eterno. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    8, 13-21

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.» Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»
Ellos le respondieron: «Doce.»
«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?»
Ellos le respondieron: «Siete.»
Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

En todos los pueblos de la tierra, desde las culturas más primitivas a las más altas, se conocen relatos del diluvio. El relato del Génesis pertenece a una leyenda popular muy extendida en el Oriente Medio, originada tal vez por alguna gran inundación en Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates.
El escritor bíblico dibuja con trazos claros y decididos la situación de la humanidad: “… la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso…”. La realidad del pecado se va haciendo cada vez más ancha y funesta; la negativa con que los hombres se enfrentaban a Dios era cada vez más profunda e insistente. Este pecado que primeramente se había manifestado sólo en la persona de Caín, devora ya a toda la humanidad.
La figura de Dios aparece con rasgos humanos inauditos. Dios no es el que lo sabe todo, y se ha visto sorprendido por el modo de obrar de los hombres, hasta el punto de sentir la desilusión y el desaliento ante su creación. Este arrepentimiento de Dios quiere dar a entender su gran interés por los hombres.
El diluvio pone de relieve la contingencia de todo lo creado y la fuerza devastadora de los pecados de los hombres. El diluvio, es un juicio contra el pecado y la maldad, que progresivamente había llevado a la humanidad a un deterioro extremo. Dios se reserva la familia de Noé, para empezar de nuevo la aventura de la historia. Una vez más aparece la gratuidad sorprendente de Dios que va eligiendo a los que Él quiere. Dios purifica y castiga, pero también anuncia la salvación.
***
Jesús va sacando enseñanzas de las cosas de la vida, aunque sus oyentes esta vez, como tantas otras, no acaban de entenderle. Al subir en la barca, los discípulos se habían olvidado de llevarse pan; por casualidad les quedaba un pequeño pedazo. Jesús los invita a “cuidarse de la levadura de los fariseos y de Herodes”. Los discípulos no entienden; a lo sumo creen que se trata de un reto por no haber llevado el alimento necesario. Sin embargo, el significado de aquellas palabras era más profundo.
La palabra “levadura” posee un significado particular. La fiesta de la pascua implicaba, entre otras cosas, el rito de comer panes no fermentados. La levadura era considerada como signo y causa de corrupción. La pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo. Pero en la literatura de ese momento, la metáfora de la levadura, se aplicaba frecuentemente no a cualquier “corrupción” moral, sino muy concretamente al orgullo, a la soberbia, a la hipocresía.
Jesús quiere poner a los discípulos en guardia contra el orgullo y la soberbia de los fariseos, que pensaban en un Mesías triunfal, en un jefe, que con prodigios grandiosos someta al mundo. Para Jesús no se trata de alcanzar el poder, sino de servir a la humanidad necesitada.
Jesús, evoca el recuerdo de los dos relatos de multiplicación de los panes, para que los discípulos puedan entender que lo opuesto a la levadura de los fariseos y los herodianos, es el repartir o compartir el pan con los necesitados. Este es el único milagro que se debe realizar en este mundo, mientras se va proclamando la gran noticia del reino de Dios. El hecho de compartir el pan no empobrece, sino que, todo lo contrario, enriquece; sólo así se recoge la riqueza del Reino de Dios.
Tenemos que pedir la gracia de poder discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Si la levadura no es buena, el pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte.
Existen muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte. En nosotros, con la ayuda del Espíritu, está el elegir todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todo aquello que, aún con hermosas y prometedoras apariencias es portador de muerte, de injusticia e infelicidad.

Para discernir

¿Cuáles son nuestras expectativas frente al Reino de Dios?
¿Qué levaduras hacen crecer nuestra vida?
¿Experimento la riqueza del compartir?

Repitamos a lo largo de este día

Quiero ser buena levadura Señor

Para la lectura espiritual

..”«El buen Dios, que nos ama tanto, ya tiene bastante pena con estar obligado a dejarnos cumplir nuestro tiempo de prueba en la tierra, sin que vengamos constantemente a decirle que estamos mal en ella; no tenemos que adoptar el aspecto de que nos damos cuenta de ello» (CSG, 58).
Este pasaje de santa Teresa, cuando lo comparamos con la idea generalmente difundida, tiene un carácter singular. Se ha empleado tanto el vocabulario del sufrimiento en la teología occidental que parece que Dios, sin complacerse propiamente en el sufrimiento del hombre, lo desea en sí mismo. Recordemos, por ejemplo, a Pascal diciendo que la enfermedad es el estado natural del cristiano, que debe asombrarse de estar sano: ¡qué horrible proposición!
Ahora bien, el pasaje de santa Teresa que acabamos de citar implica una sensibilidad nueva en relación con el sufrimiento. No se trata de que santa Teresa quiera una vida sembrada de facilidades: es sabido que siempre tomó en la religión su dimensión de austeridad y de esfuerzo, que siempre tuvo una devoción particular al rostro crucificado del Señor, hasta el punto de llevar su nombre. En efecto, se llama Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se puede decir que su corta vida fue una sucesión de pruebas, la más dolorosa de las cuales fue la parálisis de su padre, antes de que llegara su consunción. Pero no atribuye a este sufrimiento un valor de salvación en cuanto es sufrimiento, como a menudo hacen los cristianos, y, sobre todo, como los adversarios del cristianismo les reprochan.
El sufrimiento, para Teresa, es un medio en vistas a un fin. Eso supone unirse a la idea profunda de la epístola a los Filipenses y de la epístola a los Hebreos: el sufrimiento de Cristo es una consecuencia de su obediencia al Padre. No le fue impuesto a causa de ningún valor del sufrimiento en sí mismo. Ahora bien, tras la caída, el sufrimiento (por el que podemos brindar a Dios una adhesión desinteresada y redimir el mal uso de la libertad), el sufrimiento, decía, es un medio corto de acercarnos a nuestro fin. Dios, que lo ve y lo quiere, lo ve y lo quiere a la manera de un remedio o de una operación de cirugía. Y este medio violento es tan pasajero, y sobre todo es tan ínfimo, cuando lo comparamos con lo que obtiene, que es de otro orden: eterno, dichoso, inmutable. Por eso, se comprende que la hermana de Teresa haya condensado su pensamiento sobre el mal en esta imagen atrevida y virgiliana: Dios sufre por nuestro sufrimiento, El nos lo envía volviendo la cabeza.
Desde esta perspectiva, el Dios de los cristianos no es un Dios «vengador», sino un Amor eterno, educador, prudente y sabio, que, lejos de multiplicar las penas, se las ingenia para abreviarlas, suspenderlas y reducirlas, en la medida en que ello es divinamente posible, para satisfacer su justicia, que, por lo demás, es idéntica a la gloria que desea para las almas.
Estamos lejos de la idea del valle de lágrimas. Tampoco se trata de la lluvia de rosas que el lector superficial de santa Teresa se imagina que la santa quería que cayera continuamente sobre sus amigos. Estamos más allá de ambas imágenes, comprendemos el sufrimiento en su finalidad profunda: lo trasladamos a su medida divina.
Volvemos a encontrar aquí, bajo una forma muy sencilla, la enseñanza de san Pedro y san Pablo cuando decían, sin haberse puesto de acuerdo y partiendo de puntos de vista bastante diferentes, que los sufrimientos de este tiempo no tienen ninguna comparación con el peso eterno de la gloria, o que estamos tristes durante un breve lapso de tiempo por diversas pruebas, puesto que es necesario.
Y podríamos decir que ése es también, en san Lucas, el pensamiento de Jesús resucitado, cuando conversa con los discípulos por el camino de Emaús: Jesús no hace alusión a la rapidez de la cruz, pero los tres compañeros sabían que la cosa había sido rápida, puesto que el jueves precedente ya no se hablaba de ella. Y Jesús recuerda la ley de toda carne y de todo espíritu: « ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24,26).
Cuando se piensa en la objeción del racionalismo, del humanismo y del comunismo contra la doctrina cristiana como enemiga de la felicidad, se puede calibrar qué oportuna es esta dirección de la mística teresiana.
El sufrimiento no es obra de Dios, del Dios bueno, del Padre de quien viene todo bien; es obra del pecado, fruto de la desgracia original: pero la adorable misericordia divina transforma ese fruto amargo en un remedio «ennoblecedor». Goza ya de nosotros. « ¡Oh, cuánto bien hace este pensamiento a mi alma -escribe Teresa-, comprendo entonces por qué El nos deja sufrir!»”…

J. Guitton, El genio de Teresa de Lisieux, Edicep, Valencia 1996, pp. 33-35.

Para rezar

Oración de Abandono

Cuán difícil es alabarte en medio de la prueba Señor,
pero hoy lo quiero hacer.
Cuán difícil es abandonarme a tu Santa Voluntad,
pero hoy lo quiero hacer.
Cuán difícil es confiar me medio las malas noticias,
pero hoy lo quiero hacer.
Por eso en medio de toda la prueba,
gracias Señor por las cosas que permites.
Hoy me abandono por completo en tus manos
al enfrentarme a cosas tan grandes para mí,
pero tan pequeñas para tí.
Y hoy, hoy confío en que tengo un Padre Celestial
para quien las malas noticias que yo recibo
son la forma de mostrar su poder y su amor.
Por eso aunque no pueda entender, te alabo.
Aunque me sea difícil, me abandono.
Y aunque las malas noticias caigan de todas partes,
hoy confío en ti, Señor.
De esta forma seré testigo de tu poder,
tu amor, tu grandeza y de cómo enseñas estas cosas
a los mansos y humildes,
para confundir a los poderosos y fuertes de este mundo
.
Amén.

Piera Ferrari


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