18 de febrero de 2019 – TO – LUNES DE LA VI SEMANA
¿Por qué esta generación pide un signo?
Lectura del libro del
Génesis 3, 23a; 4, 1-15. 25
El hombre se unió a Eva, su mujer, y
ella concibió y dio a luz a Caín. Entonces dijo: «He procreado un varón, con la
ayuda del Señor.» Más tarde dio a luz a Abel, el hermano de Caín. Abel fue
pastor de ovejas y Caín agricultor.
Al cabo de un tiempo, Caín presentó
como ofrenda al Señor algunos frutos del suelo, mientras que Abel le ofreció
las primicias y lo mejor de su rebaño. El Señor miró con agrado a Abel y su
ofrenda, pero no miró a Caín ni su ofrenda. Caín se mostró muy resentido y
agachó la cabeza.
El Señor le dijo: « ¿Por qué estás
resentido y tienes la cabeza baja? Si obras bien podrás mantenerla erguida; si
obras mal, el pecado está agazapado a la puerta y te acecha, pero tú debes
dominarlo.»
Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos
afuera.» Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo
mató. Entonces el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?»
«No lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo
soy el guardián de mi hermano?»
Pero el Señor le replicó: «¿Qué has
hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo. Por eso
maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para recibir la sangre de tu
hermano derramada por ti. Cuando lo cultives, no te dará más su fruto, y
andarás por la tierra errante y vagabundo.»
Caín respondió al Señor: «Mi castigo es
demasiado grande para poder sobrellevarlo. Hoy me arrojas lejos del suelo
fértil; yo tendré que ocultarme de tu presencia y andar por la tierra errante y
vagabundo, y el primero que me salga al paso me matará.»
«Si es así, le dijo el Señor, el que
mate a Caín deberá pagarlo siete veces.» Y el Señor puso una marca a Caín, para
que al encontrarse con él, nadie se atreviera a matarlo.
Adán se unió a su mujer, y ella tuvo un
hijo, al que puso el nombre de Set, diciendo: «Dios me dio otro descendiente en
lugar de Abel, porque Caín lo mató.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 49, 1y 8. 16b-17. 20-21 (R.: 14a)
R. Ofrece a Dios
un sacrificio de alabanza.
El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
desde la salida del sol hasta el ocaso.
No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi
presencia!» R.
« ¿Cómo te atreves a pregonar mis
mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras? R.
Te sientas a conversar contra tu
hermano,
deshonras al hijo de tu propia madre.
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.»
R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo:
Llegaron los fariseos, que comenzaron a
discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús,
suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les
aseguro que no se le dará ningún signo.»
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia
la otra orilla.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Partiendo de un relato primitivo que
hablaba del origen de los quenitas, el autor del Génesis nos habla de la
violenta conducta humana en los comienzos de la historia. Las consecuencias del
pecado de Adán y Eva no se hizo esperar: se rompe la armonía de relaciones con
Dios y entre los mismos seres humanos. El deterioro de la humanidad se pone de
manifiesto.
La vida agrícola y pastoril
representada por Caín y Abel, simbolizan dos tipos diversos de vida humana.
Unidos como hermanos pero diferentes en su profesión, en sus manifestaciones
cúlticas, en sus actitudes. Caín no acepta que las ofrendas de su hermano al
Señor sean más gratas que las suyas y se enfurece contra él.
El pecado acecha agazapado y se puede
apoderar del hombre en cualquier momento. Caín puede dominarlo, pero, al no
aceptar al hermano, será el pecado el que se apodere de él; así se comete el primer
fratricidio de la historia. El odio, nacido de la envidia, ha ocasionado la
ruptura de la hermandad humana. El intento de querer ser como dioses hace que
no podamos soportar al que está al lado, aunque éste sea nuestro hermano de
sangre.
Dios pide cuentas, le interesa la
justicia entre los hombres. La sangre inocente grita y el Señor no puede dejar
de escuchar. Por eso Caín es maldecido y se le impone el destierro; la misma
tierra, el suelo que él cultivó, también sufre las consecuencias de la sangre derramada:
se lo maldice, se le niega su fuerza maternal. El mundo se convierte así en el
espacio de su infructífero y vano vagar. Y, a pesar del fratricidio, Caín sigue
con vida; Dios nunca destruye al hombre sino que siempre cuida de él a tal
punto que prohíbe terminantemente la venganza.
***
Los milagros de Jesús no son realizados
para asombrar a la pobre gente, sino para mostrarles que la gran noticia es
realmente su liberación total. Por eso los milagros se refieren siempre a la
liberación del hombre: de la enfermedad, de la muerte, de la opresión.
Por el contrario, los fariseos insisten
mucho sobre los aspectos triunfalistas del futuro Mesías. Desde aquí se
comprende la pretensión de los fariseos al reclamar un signo del cielo. Exigen
que Dios dé directamente una prueba de la mesianidad de Jesús. Como
representantes de la religión, deben pronunciarse, y quieren apoyar su opinión
en hechos irrefutables.
Jesús se encuentra entre la indignación
y el estupor. No habrá más signo que su propia vida. Este es el gesto que
manifiesta que Dios actúa: la vida del Nazareno. No se dará otro signo que la
obediencia del Hijo, una vida vivida absolutamente bajo la inspiración del
Espíritu. Su vida habla por sí misma y es la más válida demostración. Estos son
los signos de los tiempos: un hombre que ama hasta el extremo, que habla de
perdón y lo realiza en gestos hasta el punto de dar su vida; un hombre que de
cara al creador en su oración lo llama “Abba- papito”.
El signo de salvación que Dios da es la
vida entregada de su Hijo Predilecto, que llega hasta las últimas consecuencias
del amor. Signo para nosotros debe ser la comunidad reunida, la palabra
proclamada, el pan y el vino de la Eucaristía, la gracia del perdón, la entrega
de muchos por los más pobres y necesitados. Signo para el pueblo será hoy
nuestra vida de hombres serenos y esperanzados ante las dificultades, nuestra
constancia en buscar el bien a costa muchas veces de renuncias, nuestra
fidelidad a la llamada recibida desde la vida vivida en clave misionera, nuestra
apertura y capacidad de comprensión ante los errores y pecados de los otros.
Siempre ha existido y existirá la
tentación “farisaica” de buscar y ofrecer señales asombrosas, que hagan callar
a los adversarios. Esta tentación llega casi siempre en momentos críticos de
decadencia de la fe: no teniendo que ofrecer a los otros testimonios vivos y
reales, se intenta seguir presentes a través de fenómenos sobrenaturales, muy
lejos del espíritu de los milagros de Jesús, y muy cerca de los resultados que
buscan los medios de comunicación y la propaganda.
Jesús, el Hijo de Dios, se manifiesta
de manera discreta en medio de nuestra vida y ha elegido precisamente lo débil
para confundir a los poderosos. La fe en Jesús, en Dios, no se compra, no se
condiciona, no se somete a juicios humanos de convalidación. Es don, y los
dones se piden y reciben sencillamente como gracia.
Para
discernir
¿Ando buscando signos para hacer crecer
mi fe?
¿Qué signos pido?
¿Qué signos doy?
Repitamos a
lo largo de este día
Quiero descubrirte y manifestarte Señor
Para la
lectura espiritual
¿Por qué esta generación reclama un signo?
… “Padre Santo, Dios todopoderoso…,
cuando yo elevo la débil luz de mis ojos, ¿puedo dudar de que eso es tu cielo?
Cuando contemplo el curso de las estrellas, su retorno en el ciclo anual,
cuando veo las Pléyades, la Osa menor y la Estrella de la mañana y considero
que cada una brilla en el lugar que tú le has asignado, comprendo, oh Dios, que
tú estás allí, en estos astros que yo no comprendo. Cuando veo «las soberbias
olas del mar» (sl 92,4), no comprendo el origen de esta agua, ni tampoco
comprendo quien es que pone en movimiento su flujo y reflujo regular y, sin
embargo, creo que hay una causa –ciertamente para mí impenetrable- en estas realidades
que yo ignoro, y también allí percibo tu presencia.
Si vuelvo mi espíritu hacia la tierra
que, por el dinamismo de unas fuerzas escondidas, descompone todas las semillas
que antes ha acogido en su seno, las hace germinar lentamente y las multiplica,
después las hace crecer, no encuentro allí nada que pueda comprender con mi
inteligencia; pero esta misma ignorancia me ayuda a discernirte, a ti, puesto
que, si soy incapaz de comprender la naturaleza que ha sido puesta a mi
servicio, sin embargo te encuentro a través de este mismo hecho de que ella
está allí, para mi uso.
Si me vuelvo hacia ti, la experiencia
me dice que yo no me conozco a mi mismo, y te admiro tanto más por el hecho de
ser yo un desconocido para mí mismo. En efecto, aunque yo no los puedo
comprender, sí tengo experiencia de los movimientos de mi espíritu que juzga
sus operaciones, su vida, y esta experiencia te la debo sólo a ti, a ti que me
has hecho participar de esta naturaleza sensible que me da un gran gozo, aunque
su origen se encuentra más allá de lo que alcanza mi inteligencia. No me
conozco a mi mismo, pero te encuentro en mí y, encontrándote, te adoro”…
San Hilario (hacia 315-367), obispo de Poitiers y
doctor de la Iglesia
La Trinidad, libro 12, 52-53
Para rezar
Tu eres el Hijo de Dios que te hiciste hermano y
amigo nuestro.
Gracias, Jesús porque me quieres.
Tu viniste a enseñarnos el camino del cielo
Tu viniste a salvarnos del pecado y de la muerte.
Tú viniste a decirnos que Dios es un Padre que nos ama.
Tú viniste a enseñarnos a construir un mundo mas digno del hombre.
Tu viniste a animarnos y ha darnos fuerza para ser mejores.
Tú viniste a consolarnos en nuestras tristezas y a traer alegría a
nuestra vida.
Tú viniste a enseñarnos como amarnos y perdonarnos unos a otros.
Padre Dios, Tu nos amaste tanto que nos enviaste a Jesús, tu propio
Hijo, para salvarnos; ayúdanos a escuchar y cumplir siempre lo que El
nos dice.
Te lo pedimos por el mismo Cristo Jesús.
Amén.
Gracias, Jesús porque me quieres.
Tu viniste a enseñarnos el camino del cielo
Tu viniste a salvarnos del pecado y de la muerte.
Tú viniste a decirnos que Dios es un Padre que nos ama.
Tú viniste a enseñarnos a construir un mundo mas digno del hombre.
Tu viniste a animarnos y ha darnos fuerza para ser mejores.
Tú viniste a consolarnos en nuestras tristezas y a traer alegría a
nuestra vida.
Tú viniste a enseñarnos como amarnos y perdonarnos unos a otros.
Padre Dios, Tu nos amaste tanto que nos enviaste a Jesús, tu propio
Hijo, para salvarnos; ayúdanos a escuchar y cumplir siempre lo que El
nos dice.
Te lo pedimos por el mismo Cristo Jesús.
Amén.
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