NAVIDAD (Misa de Noche) (24 de diciembre a la noche)
¡Hoy nos ha nacido un
Salvador!
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías 9, 1-3. 5-6
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los
que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se
regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la
alegría por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo
de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque un
niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus
hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para
siempre, Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin
para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el
derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los
ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 95, 1-2a.
2b-3. 11-12. 13 (R.: Lc 2, 11)
R. Hoy nos ha nacido un Salvador, que es
el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2,
11-14
La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se
ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos,
para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras
aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran
Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos
de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de
celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2,
1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando
que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando
Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de
Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse
con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus
rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la
gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero
el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un
Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán
a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto
con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo:
« ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres
amados por él!»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Noche buena auténtica, es aquella en la que podemos revivir y hacer
nuestra, la alegría de la primera Navidad. Poder escuchar en esta noche del 24
de diciembre, con la sorpresa de una buena noticia para todos nuestros pueblos,
lo que los ángeles anunciaron en Belén: “No teman, porque les traigo
una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de
David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
Había tinieblas y sombras de muerte en esa tierra.
Estaban bajo la dominación de los romanos. Losimpuestos se
los llevaba el Imperio. Se infiltraban costumbres ajenas a su cultura,
a sus tradiciones y a su religión. Muchos de los guías espirituales del
pueblo habían endurecido la interpretación de las Escrituras
y cerraban el acceso al Reino de los cielos.
Hoy también hay tinieblas y sombras de muerte en esta tierra, bajo
diversos nombres; son muchos los flagelos camuflados. Hoy no son los romanos,
pero hay otras formas solapadas de totalitarismos, que seducen dominando vidas
y confundiendo conciencias. Los impuestos a la vida, han hipotecado en muchos
la esperanza. Las costumbres que se infiltran despedazan nuestra cultura,
nuestro modo de vivir y nuestra fe. La interpretación de la palabra se nos hace
árida y el camino al reino parece oscurecido.
¡No teman! Ésas fueron las primeras palabras del ángel a los que
cuidaban el rebaño muy cerca del lugar donde nacía Jesús. Había llegado la hora
de alejarse de las tinieblas y del temor que dominaba la tierra. Era la hora de
la verdad y de la gracia, de la confianza y la alegría, de la santidad y de la
paz.
¡No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría! Ha nacido
Jesús, el Salvador. El evangelio hablando de María nos dice que le llegó
su hora. No es solamente la hora que llega a cada mujer cuando va a dar a
luz a su hijo, sino que ese hijo que va a brotar de las entrañas de María,
marca una hora que es plenitud de los tiempos, hora de Dios y hora de los
hombres, hora en que la historia se divide en un antes y después. Un antes en
que todo era esperanza, promesa, profecía. Un hoy en que la esperanza de los
viejos profetas y patriarcas se hace realidad en el niño que nace y podemos
acercarnos a tocar lo que antes solamente intuía y deseaba nuestro corazón.
¡No teman! A partir de Belén, toda aquella esperanza ha llegado a la
plenitud. El Señor es Señor de la historia. El Señor de la historia es llamado
Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios está en Jesús para nosotros, su ser
es un ser para los hombres. Afirmar que Jesús es el Emmanuel, es afirmar
que no estamos solos, que la energía de Dios, la fuerza de su
Espíritu, está dentro mismo, de esta real y concreta historia en la que vamos
caminando. Jesús pertenece a la historia de la humanidad, es totalmente Dios y
es totalmente hombre, y con esa misma totalidad se comprometió con la historia
de su pueblo. Jesús no es una idea o doctrina, no es un mito o una
leyenda. Es realidad histórica; es presencia salvadora, es Dios
haciendo historia de salvación, “El que me ve a mí, ve a mi Padre”,
dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para
todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como
liberación y salvación.
¡No teman! el reino de Dios ya está inaugurado en el tiempo de los
hombres. Desde aquella Navidad todos los años recordamos esta noche que el
reino de Dios ya está en este mundo. El nacimiento de Cristo es el grito
que despierta nuestra conciencia y nos dice que Dios está marchando
con los hombres en la historia, que la aspiración de los hombres por la paz,
por la justicia, por un reino de derecho divino, por algo santo, la podemos
esperar confiadamente, no porque los hombres seamos capaces de construir esa
bienaventuranza, sino porque está ya en medio de los hombres el artífice y
constructor del reino de justicia, de amor y de paz.
¡No teman! A pesar de los desconcertantes caminos de nuestro Dios.
Sabiamente elige ser Dios con nosotros por medio de un niño para
arrancarnos toda inseguridad y todo temor. Belén es hora de gracia de
la humanidad. Es causa de alegría y perplejidad para todo el pueblo. El Mesías
aparece en este mundo como un niño, con la sencillez y la sonrisa de un recién
nacido: sin imponer nada, conquistando con delicadeza nuestro
cariño y nuestra admiración, disipando temores y desconfianzas, y
pidiendo simplemente nuestro corazón, aun nuestra ayuda. Acaso ¿qué
podrá ser más lejano al temor que un niño recién nacido?
¡No teman! La noche se hizo más clara que el mismo día. Acaba de
aparecer el sol que nace de lo alto, venido a este mundo a iluminar nuestros
días, nuestros dolores, nuestros desconciertos y desaciertos, para que
amanezcan todas nuestras esperanzas. Acaba de iniciarse en Belén la revelación
más extraordinaria de Dios; Jesús es la manifestación de toda su ternura y
misericordia.
¡No teman! Ciertamente nos desesperanzamos, nos cansamos de luchar, nos
sentimos solos y dejamos a otros en su soledad, desconfiamos de todos y
llegamos a desconfiar de nosotros mismos, nos endurecemos, y alimentamos
rencores, optamos por actitudes soberbias, mezquinas y por exigir más derechos,
por amenazar y por cobrarles cuentas a los otros, también por satisfacer
anhelos a costa de los demás, y así perdemos la paz y caemos en la inseguridad,
la desconfianza y el temor. Por eso le pedimos al Espíritu Santo que
penetre como rocío de esperanza nuestros sentimientos más profundos, y nos
acerque a Dios, como hijos de su perdón y de su benevolencia, y a los hermanos
más queridos, como también a los más alejados.
¡No teman! La noche buena es noche de paz porque Dios optó por un camino
nuevo: no cobrarnos cuentas ni condenarnos, sino acercarse
a nosotros y amarnos primero, sonreírnos en Belén desde el rostro del
Niño, y ofrecernos su perdón hecho caricia. Así Dios nos convoca ahora, a tomar
la iniciativa, como Él, en la generosidad, la ternura y el perdón, ir al
encuentro del que está solo, afligido y desamparado. Nos convoca a erradicar
todo lo que se opone al espíritu de Belén: las enemistades, la violencia y las
injusticias que la provocan, las miserias, las deslealtades, el temor y la desesperanza.
Nos invita a abrir nuestro espíritu para que llegue a Él esa
semilla de un mundo nuevo, que es la buena noticia del nacimiento de Jesús y de
la presencia entre nosotros de su evangelio, ya que Él vino a dirigir nuestros
pasos hacia el camino de la paz.
¡Cómo quisiéramos que también de todos nosotros se diga un día que, vivimos según
los pensamientos y según el corazón de Dios, que pasamos haciendo el bien,
siendo causa de alegría para nuestra familia y nuestros vecinos, para nuestros
compañeros de estudio y de trabajo, para el mundo que camina en tinieblas y
sombras de muerte!
Para
rezar
Pregón de Navidad
Bajen, dejen las torres de su vigilancia
pues, Aquel, al que esperaban ha nacido ya
Despierten, muévanse de su sueño
pues, Aquel que llama a la puerta
es Dios mismo, Dios mismo en persona
Y no teman a nada ni a nadie
ahora, el Señor ha roto las fronteras
se hace fiador, sale al encuentro de cada hombre
entra en nuestras vidas, en la pequeñez de un niño
Ojalá, el Señor, con su nacimiento
rejuvenezca tantos corazones viejos
y, cobren vigor las almas,
de algunos que sintiéndose jóvenes
viven sin ánimo ni entusiasmo para seguir adelante
¡ES NAVIDAD! ¡HA NACIDO EL AMOR!
El Señor vendrá, y lejos de venir y marchar,
se quedará para siempre
Sentiremos su presencia junto a nosotros
Compartirá nuestras lágrimas, cuando lloremos
Nuestros sufrimientos, cuando sangremos
Nuestras alegrías, cuando cantemos
¡ES NAVIDAD!¡CONTEMPLEMOS LA GLORIA DE DIOS!
Bendita sea la Palabra, que hoy se hace carne
Bendito sea Dios, que hoy gime por Jesús
Bendito sea el cielo, que hoy se abre a la tierra
Benditos sean los ángeles, que traen tan buena
noticia
Benditos los pastores, que creen y salen al Portal
Benditos los Magos, que olvidan sus reinos
Bendita la estrella, que nos guía hacia la Verdad
¡ES NAVIDAD!¡ LA LUZ BRILLA SOBRE NOSOTROS!
Que brille, la Vida del pesebre, en nuestra pobre
vida
Que hable, la Palabra del pesebre, ante nuestras
dudas
Que venga, el Espíritu del Padre, y disipe toda
tiniebla
Que brote, la Bondad de Belén, y reine la paz
Que hable el silencio, para que escuchemos a Dios
Que, en el pesebre, se acorten –definitivamente-
las distancias que existen entre la tierra y el
cielo
entre el hombre y Dios, el odio y el amor
el egoísmo y la fraternidad, la tristeza y la
alegría
¡ES NAVIDAD! ¡UN NIÑO NOS HA NACIDO YA!
Javier Leoz
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre las montañas los
pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia
la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el
regreso del Señor a Sión.
¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de
Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El
Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los
confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3c)
R. Los confines
de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las
naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a
nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas
maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a
quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
El es el resplandor de su gloria y la
impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después
de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de
Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles,
cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en
herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre
para él y él será para mí un hijo?
Y al introducir a su Primogénito en el mundo,
Dios nos dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Principio del santo Evangelio según san
Juan 1, 1-5. 9-14
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Isaías recuerda la liberación del pueblo
judío de la opresión de Asiria y su retorno del destierro de Babilonia. Un
mensajero trae el pregón de la victoria y la buena noticia de la paz. Los
vigías de las murallas responden con cantos y con gritos de alegría. Es una
alegría tan estrepitosa y atronadora que va creciendo y se amplía hasta los
confines de la tierra, a tal punto que hasta las piedras de las ruinas de la
ciudad, rompen a cantar porque “ya reina tu Dios”.
***
El texto es la introducción a la carta a los
Hebreos. Dios toma la iniciativa y se revela ante el hombre, primero por medio
de los profetas, y ahora por medio de su Hijo, palabra hecha persona. Esta
primera parte resume en pocas líneas el Antiguo Testamento y su fin con la
encarnación del Verbo de Dios. Él es el centro de la creación, por Él se hizo
todo. Es la cima y quien “mantiene el universo”. Es imagen y reflejo del Padre.
Por su sangre realizó la salvación y luego recibió la glorificación. Por ser
Hijo de Dios es superior a los ángeles y recibe el nombre de “Señor”.
***
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Dios crea por su Palabra, re-crea por su Palabra, se hace Palabra en
Jesús. Y Jesús nos revela la vida íntima de Dios, que es la luz de los hombres.
Dios se hace hombre, como uno de nosotros. Desde aquella Navidad Dios tiene un
rostro: Jesús. Él es el rostro de Dios, el lugar de Dios para el hombre. Desde
aquella Navidad la pregunta por Dios, del hombre de hoy y de todos los tiempos,
se concreta y se aclara de forma definitiva. La pregunta por Dios será la
pregunta por Jesús. Las palabras de Jesús son palabras de Dios, las actitudes
de Jesús son actitudes de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Jesús nace en Belén y esto nos grita que Dios está de nuestra parte.
Dios no es un Dios lejano que se coloca frente a nosotros para juzgarnos,
sino el Dios-con-nosotros y en favor nuestro: el Emmanuel. En Jesucristo y por
Jesucristo Dios hizo suya la causa del hombre y ha empeñado su palabra en la
salvación del mundo.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Esta es la culminación de todos los ensayos de Dios para vivir
en medio de los hombres. Se ha encarnado en la historia para orientarla y
hacerla luminosa. Ya no estamos en tinieblas. Existe un sentido en la vida, un
futuro, una esperanza. Siguiendo el camino de Jesús, entramos en comunión con
la vida de Dios. Ha desaparecido la distancia entre Dios y el hombre y la
búsqueda angustiada de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Siendo Dios, se hace hombre, uno cualquiera. Nace de una familia
humilde, en soledad y pobreza, sin protocolos, ni solemnidades palaciegas, sólo
un niño, indefenso, impotente, accesible y que reclama amor. La salvación no
viene de la riqueza, ni del poder, ni de la violencia. El amor será su
predicación, su ley, el motivo de su muerte, y el fundamento de la
resurrección. El amor es el mensaje de Navidad, el amor es la tarea a renovar
cada Navidad.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Dios pone su tienda en el campamento de la humanidad, haciéndose
solidario del empeño humano, de construir la fraternidad universal. Dios se
hace nuestro prójimo, y el prójimo se transforma en el punto de mira que
nos orienta y conduce a Dios. Jesús une indisolublemente el amor a Dios y el
amor al prójimo, de modo que ya no son sino dos caras de la misma moneda. El
nacimiento de Jesús significa el encuentro de Dios con los hombres, pero
significa también el encuentro del hombre -de todos los hombres- con Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Al venir Dios a este mundo abre definitivamente el camino de los
hombres a Dios y a los que lo reciben les da el poder ser hijos de Dios, no por
obra de la raza, sangre o nación, sino por la fe. En Jesús y por Jesús, los
hombres, hijos todos de Dios, debemos aprender a vivir como en familia, como
una gran familia.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Ésta es nuestra fe, Jesús vive y está con nosotros. Esta es nuestra
esperanza también. Lo que celebramos en la Navidad no es sólo aquello que fue,
lo que pasó en aquel tiempo y en aquel lugar, sino lo que sigue pasando en todo
el mundo, porque fue y es una Navidad definitiva.
La Palabra se hace carne y acampa entre
nosotros. Dios nos ha hecho hijos suyos por nuestra unión a Jesús, su Hijo
único hecho uno de nosotros. Por eso también nosotros estamos llamados ser, en
el mundo, el resplandor de la Gloria del Padre por nuestras actitudes de amor,
de rectitud, de bondad, de misericordia. Este es el mejor regalo que Dios
quiere dar a la humanidad: una Iglesia que sabe amar, que sabe perdonar, que
sabe salvar porque, desde ella, continúa actualizándose en el mundo el poder
amoroso, misericordioso y salvador de Dios a favor de toda la humanidad.
Para la lectura espiritual
Paz
en la tierra
Paz en la tierra a los hombres que Dios ama.
La vida del hombre está llena de conflictos,
enfrentamientos violentos y mutua agresividad. Las relaciones entre los pueblos
están salpicadas de guerras. Encontramos conflictos en las familias y grupos
sociales. Lo detectamos en nuestra propia persona. La falta de paz en el mundo
es como una maldición implacable que se ha apoderado de la humanidad y amenaza
con destruirla.
Ante los conflictos, los hombres tanto
individualmente como colectivamente, tienen que hacer una opción: escoger el
camino del diálogo, de la razón, del mutuo entendimiento o seguir los caminos
de la violencia.
El hombre ha escogido casi siempre este
segundo camino. Y a pesar de que todas las generaciones han ido experimentando
el poder destructivo y absurdo que se encierra en la violencia, el hombre no ha
sabido renunciar a ella.
Incluso, en nuestros días, en que siente con
horror la amenaza de una posible aniquilación total de la vida sobre el
planeta, parece que nada le puede detener en este camino de destrucción.
Desde estas tinieblas de violencia hemos de
escuchar los creyentes el mensaje de Navidad: «Paz en la tierra a los hombres
que ama el Señor». La paz firme, duradera y estable no se impondrá por las
armas sino con el amor. La salvación del mundo no está en manos de las armas
sino en manos de Dios.
Por eso nos atrevemos a celebrar una vez más
la Navidad, pese a la angustia, la falta de paz y las guerras que siguen
acosando al hombre y en vez de disminuir, siguen aumentando.
Navidad es una fiesta que no la hemos
inventado ni hecho los hombres, sino que nos ha sido regalada por el mismo
Dios. Este Niño es para nosotros el signo y la garantía de que Dios tiene la
última palabra en la historia del mundo.
Cuando sentimos que las tinieblas del mal y
la violencia crecen, los cristianos celebramos a este Niño como la única
esperanza verdadera del mundo. Creemos que en este pequeño se encierra la
fuerza salvadora de la humanidad.
Este día de Navidad se nos pide confiarnos a
Dios. Creer en la fuerza del amor. Descubrirla en lo pequeño y humilde.
Cada uno de nosotros hemos de sentirnos
llamados a llenar nuestro corazón de amor, no de violencia, de ternura, no de
agresividad, de diálogo, no de guerra. Entonces podremos cantar también este
año: «Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que ama
Dios».
José Antonio Pagola
Para rezar
¡Ven Señor Jesús!
¡Ven Señor Jesús! Señor, vivimos tiempos
difíciles y duros:
las naciones se agitan temerosas unas de
otras.
Millones de seres humanos viven en la extrema
pobreza
mientras unos pocos acaparan inmensas
fortunas.
¡Ven Señor Jesús! Vivimos en medio de odios
raciales y religiosos,
de luchas sociales, de miedos y
persecuciones…
Aumenta el hambre, la pobreza, el abandono de
los niños,
la penuria de los ancianos, la miseria de los
marginados…
¡Ven Señor Jesús! necesitamos Tu presencia,
la que nos trae tu reino de amor, de
comprensión,
de justicia, de paz, de perdón y de
reconciliación.
¡Ven Señor Jesús! Porque llega el reino que
nos anunciaste,
la nueva humanidad donde brilla la armonía y
la paz,
pues los lobos habitan con los corderos
mientras que los niños juegan con las
serpientes,
porque los que se odiaban ya se han perdonado
y los que estaban distantes ya se han unido.
¡Ven Señor Jesús! Porque tu reino ya está
cerca,
porque ya percibimos sus signos entre
nosotros,
porque esta comunidad también ha sido llamada
y elegida,
porque sabemos que nos amas y que nos salvas.
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