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de diciembre de 2018 – ADVIENTO – 22 DE DICIEMBRE
Dios miró con bondad mi pequeñez
Lectura
del primer libro de Samuel 1,19b-20. 24-28
Cuando
el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres
años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor
en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo
llevaron a Elí.
Ella
dijo: «Perdón, señor mío; ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo
aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al
Señor, y él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él:
para toda su vida queda cedido al Señor.»
Después
se postraron delante del Señor.
Palabra
de Dios.
SALMO 1
Sam 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. 1a)
R. Mi
corazón se regocija en el Señor, mi salvador.
Mi
corazón se regocija en el Señor,
tengo
la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi
boca se ríe de mis enemigos,
porque
tu salvación me ha llenado de alegría. R.
El
arco de los valientes se ha quebrado,
y
los vacilantes se ciñen de vigor;
los
satisfechos se contratan por un pedazo de pan,
y
los hambrientos dejan de fatigarse;
la
mujer estéril da a luz siete veces,
y
la madre de muchos hijos se marchita. R.
El
Señor da la muerte y la vida,
hunde
en el Abismo y levanta de él.
El
Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla
y también enaltece. R.
El
levanta del polvo al desvalido
y
alza al pobre de la miseria,
para
hacerlos sentar con los príncipes
y
darles en herencia un trono de gloria. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-55
María
dijo entonces:
«Mi
alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios,
mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante
todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí
grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación
en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y
elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos
con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y
de su descendencia para siempre.»
María
permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Dios
no olvida. Tiene buena memoria. Es fiel. Mantiene su palabra y cumple sus
promesas. Ana, la esposa de Elcaná, avergonzada por su esterilidad, había
pedido insistentemente en su oración poder superar esta afrenta. Vuelve al
templo a dar gracias a Dios por haber sido escuchada, y consagró a Dios a su
hijo, el pequeño Samuel que será importante en la historia de Israel. Su
cántico contiene exactamente los mismos temas que el “Magnificat” de María que
se lee en este día.
La
maternidad excepcional de esa mujer, hasta ahora, estéril, anuncia también por
adelantado las dos maternidades excepcionales de Isabel y de María.
También
María, en casa de Isabel, después de escuchar las alabanzas de su prima,
prorrumpe en un cántico agradecido por lo que Dios ha hecho en ella, y sobre
todo por lo que sigue haciendo por Israel, con el que está plenamente
solidarizada.
***
El
cántico de María tiende un puente entre el Antiguo Testamento como tiempo de la
espera, y el Nuevo Testamento como el tiempo de la realización. María aparece
aquí como la voz que proclama el cambio ya empezado con la venida del Salvador.
En
el Magnificat de María resuena el clamor de los humillados y oprimidos de todos
los tiempos, de los sometidos y desheredados de la tierra, pero al mismo tiempo
se hace eco del cambio profundo que va a producirse en las entrañas de la
historia: Dios ha intervenido ya personalmente y ha apostado a favor de los
pobres. Los “anawim”, los pobres son los preferidos por Dios.
La
“pobreza” es una disposición esencial del corazón para el encuentro con la
salvación que Dios viene a ofrecer. Una copa llena no puede llenarse. Hay que
estar vacío de sí mismo para recibir a Dios. El hombre satisfecho, el que todo
lo alcanza, no tiene nada que esperar.
En
boca de María, aparece la gran liberación que Dios ha llevado a cabo en Israel
y que se propone extender a toda la humanidad. María proclama la grandeza de
Dios por el cambio personal que ha experimentado, y se alegra porque se ha
fijado en la situación humillante de su pueblo, y ha venido a salvarlo. Lo
alaba porque “dispersa a los soberbios, derriba del trono a los poderosos,
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos”.
Las
santas mujeres, protagonistas de este día, se hacen nuestras maestras en la
oración esperanzada. Ellas dan gracias: por el pan, por los hijos, por la
intervención de Dios a favor de los pobres y humildes, por una vida más justa,
por el cumplimiento de las promesas, por la posibilidad de mirar el futuro con
esperanza y en actitud confiada, por la salvación total, la dignidad, el alma,
los sueños, las necesidades más vitales e inmediatas, pero también las más
escondidas; no por eso menos importantes; como encontrar el sentido de la vida
en el amor dado y compartido teniendo la seguridad de que el amor no muere
nunca.
Jesús,
con su clara opción preferencial por los pobres y humildes, por los oprimidos y
marginados, es la concreción pastoral de lo que dice el Magnificat.
La
oración de María tiene que ser oración de la comunidad de Jesús, que no deja de
sorprenderse por la actuación de Dios en la historia, que anhela la
transformación de nuestro mundo, que dos mil años después del nacimiento de
Jesús, ha sido realizada muy parcialmente. Necesitamos tomarnos en serio el
evangelio y empeñarnos en anunciarlo y realizarlo. Toda una tarea, porque la
salvación de Dios comienza a realizarse aquí en la tierra.
En
la cercanía de la Navidad, Dios nos invita a pronunciar nuestro propio canto.
Un canto que se amasa y madura en el silencio contemplativo de nuestra
historia, que se hace luminosa junto a la palabra que nos revela, como a María,
el sentido profundo de nuestra vida y misión.
Para discernir
¿Cuáles
son los motivos más grandes por los cuales puedo dar gracias a Dios?
¿En
qué circunstancias me sentí socorrido por Dios?
¿Dónde
descubro que Dios hace historia de salvación con su pueblo?
Repitamos a lo largo de este día
Te
alabo Señor
Para la lectura espiritual
«María dio
gracias al Señor»
…”El Magnificat
de María –retrato, por decirlo de alguna manera, de su alma- está enteramente
bordado con hilos de la Escritura Sagrada, con hilos sacados de la Palabra de
Dios. Con ello queda demostrado que en la Palabra de Dios, María se encuentra
verdaderamente en su casa, entra y sale de ella con gran naturalidad. Habla y
piensa por medio de la Palabra de Dios; la Palabra de Dios es su palabra, y su
palabra nace de la Palabra de Dios. Además, así manifiesta que sus pensamientos
son el diapasón de los pensamientos de Dios, que su voluntad consiste en querer
con Dios. Estando profundamente penetrada por la Palabra de Dios, puede llegar
a ser la madre de la Palabra encarnada.
María es, en
fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otra manera? Como creyente que, en
la fe piensa con el pensar de Dios y quiere con la voluntad de Dios, sólo puede
ser una mujer que ama. Lo percibimos a través de sus gestos silenciosos, los
que se narran en los relatos de los evangelios de la infancia. Lo vemos a
través de la delicadeza con la que, en Caná, se da cuenta de las necesidades en
las que se encuentran los esposos y las presenta a Jesús. Lo vemos en la
humildad con que acepta estar abandonada durante el periodo de la vida pública
de Jesús, sabiendo que su hijo deber fundar una nueva familia y que la hora de
su madre llegará tan sólo en el momento de la cruz… En Pentecostés serán los
discípulos los que se reunirán a su alrededor esperando el Espíritu Santo (Hch
1,14)”…
Papa Benedicto
XVI – Encíclica «Deus caritas est», § 41
Para rezar
Ven Señor Jesús
Ven Señor Jesús,
para que pueda con humildad
cantar las
maravillas del Señor,
por lo que día a
día hace por nosotros.
Ven Señor Jesús,
para que pueda sentirme feliz
en medio de tu
pueblo,
deseoso de tu
presencia, y contagiar a todos este gozo
que nace de
sentir la misericordia de Dios.
Ven Señor Jesús,
para hacer proezas con tu brazo,
derramando tu
amor y tu misericordia a los humildes
y a todos los
que te buscan con sincero corazón.
Ven Señor Jesús,
a cambiar el corazón de los poderosos
para que no
nieguen de tu pan a los hambrientos
y todos se
colmen con tus bienes.
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