8 de noviembre de 2018 -TO – JUEVES DE LA XXXI SEMANA
Hay alegría en el cielo cuando un pecador se convierte
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Filipos 3, 3-8
Hermanos:
Los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que
ofrecemos un culto inspirado en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo
Jesús, en lugar de poner nuestra confianza en la carne, aunque yo también tengo
motivos para poner mi confianza en ella.
Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo
puedo hacerlo con mayor razón; circuncidado al octavo día; de la raza de Israel
y de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un
fariseo; por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se
refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable.
Pero todo lo que hasta ahora consideraba una
ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una
desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como
desperdicio, con tal de ganar a Cristo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 104, 2-3. 4-5. 6-7
(R.: 3b)
R. Alégrense, los que buscan
al Señor.
¡Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor! R.
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca! R.
Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a
Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este
hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien
tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo
y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré
la oveja que se me había perdido.”
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse.»
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez
dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con
cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas,
y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había
perdido.”
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los
ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
En Filipos, había problemas con los judaizantes,
que, provenientes del pueblo de Israel, además del evangelio de Jesús se
aferraban a la necesidad de seguir la ley de Moisés. De hecho son judaizantes
de antigua observancia, que se glorían de poseer ventajas humanas innegables y
ciertos privilegios por el hecho de ser del pueblo elegido. Los que encarcelan
a Pablo y quieren su condena y muerte.
Pablo se pone a sí mismo como ejemplo. Está
orgulloso de pertenecer al pueblo de Israel: de haber sido circuncidado a los
ocho días de nacer, como los buenos judíos, de pertenecer a la tribu de
Benjamín, de ser “hebreo por los cuatro costados” y, en concreto, de ser
fariseo. Si él predica la liberación de la ley antigua, no es porque no sea o
no se sienta judío.
Pero su encuentro con Cristo Jesús ha sido decisivo
en su vida. Antes como buen fariseo, Pablo trataba de vivir
«irreprochablemente», y por eso se apoyaba en «títulos», en «pertenencias» a
grupos.
Pero, desde que fue alcanzado por Jesucristo, todo
lo que antes para él era ganancia, lo consideró pérdida, “lo estimó basura”,
“con tal de ganar a Cristo”.
***
El capítulo 15 de San Lucas nos transmite las
parábolas de la misericordia. Para muchos aquí se encuentra “el corazón del
evangelio”. Hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida.
La ocasión para decirlas, se la brindan a Jesús los
fariseos y los letrados, que murmuraban porque Él recibía y comía con los
publicanos y pecadores que solían acercarse para escucharlo.
La ley de Israel estaba hecha para que el pueblo,
luego de la liberación de Egipto, llegara a ser autónomo, equitativo y
auténtico. Jesús se enfrenta a muchos que se creían los más grandes de la
sociedad porque «cumplían» la ley. Pero, la realidad era que cumplían sólo la
letra, olvidando el espíritu de la ley porque la usaban para beneficio propio y
en muchos casos era fuente de división y exclusión.
Dios ofrece una ley a su pueblo para liberarlo y no
para que se sienta esclavizado. Dios quiere que el hombre se salve de la
injusticia y de la marginación.
La justicia para los letrados y fariseos era
pensada como el estricto cumplimiento de la ley. Las imágenes del pastor que,
lleno de alegría, se carga sobre los hombros a la oveja perdida, y la de la
mujer que reúne a sus vecinas para comunicarles su alegría por la moneda
encontrada, quieren mostrar el gozo de un Dios lleno de comprensión y
clemencia, cuya justicia está impregnada de misericordia.
La lógica de las parábolas desafía el pensamiento
común del ser humano. Que una oveja suscite más preocupación que las noventa y
nueve restantes, y una dracma provoque más inquietud que las otras nueve,
muestran que esta misericordia divina supera cualquier cálculo y medida humana.
El Buen Pastor no da por definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas.
Para Jesús, el hombre que busca lo perdido y la
mujer que busca su dracma, son las únicas formas adecuadas de expresar la
actitud misericordiosa de Dios.
La narración de estas parábolas, son una invitación
para que tratemos de imitar la actitud de ese Dios, que busca a los que han
fallado, uno por uno, haciéndoles fácil el camino de vuelta, acogiéndolos y
alegrándose. El Reino de Dios es una casa donde todos son admitidos, donde no
hay excluidos.
El discípulo no es más que su maestro. La
tolerancia, la paciencia, el respeto y la delicadeza, que tiene Jesucristo
cuando sale muchas veces a buscarnos, es la que nos invita a vivir con nuestros
hermanos. No basta con saber esperar que vuelva el que se ha alejado, el amor
del discípulo impone salir a buscarlo.
Para
discernir
¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
¿Acogemos nosotros así a los demás cuando han
fallado y se arrepienten?
¿Damos margen para la rehabilitación a los que han
fallado?
Repitamos a
lo largo de este día
Que se alegren los que buscan al Señor
Para la
lectura espiritual
En busca de la oveja perdida
…”Me alejaba, me alejaba cada vez más, mi Señor y
mi vida, y mi vida comenzaba a ser una muerte, o mejor aún, era ya una muerte a
vuestros ojos. Y todavía en este estado de muerte Vos me conservabais… Había
desaparecido del todo la fe, pero el respeto y la estima permanecían intactos.
Vos me hacíais otras gracias, Dios mío, me conservabais el gusto por el
estudio, las lecturas serias, las cosas bellas, el asco por el vicio y la
abyección. Yo hacía el mal, pero no lo aprobaba ni me gustaba… Vos me distes
esta vaga inquietud de una conciencia que, a pesar de estar adormecida, no
estaba del todo muerta.
Jamás he sentido esta misma tristeza, este
malestar, esta inquietud de entonces. Dios mío, era, sin duda, un don vuestro;
¡qué lejos estaba de sospecharlo! ¡Cuán bueno sois! Y al mismo tiempo que, por
una invitación de vuestro amor, privabais a mi alma de ahogarse
irremediablemente, guardabais mi cuerpo: porque si entonces hubiera muerto
hubiera ido al infierno… ¡Cómo por milagro me habéis hecho salir de estos peligros
en viajes, tan grandes y múltiples! ¡Esta inalterable salud en los lugares más
malsanos, a pesar de mis grandes fatigas! ¡Oh, Dios mío, cómo teníais vuestra
mano sobre mí, y qué poco la sentía yo! ¡Cómo me habéis guardado! ¡Cómo me
cobijabais bajo vuestras alas siendo así que yo ni tan solo creía en vuestra
existencia! Y mientras así me guardabais, pasaba el tiempo, y juzgasteis que se
acercaba el momento oportuno de hacerme entrar en el redil.
A pesar de todo, habéis desatado todas mis malas
ligaduras que me hubieran mantenido alejado de Vos; incluso habéis desatado los
lazos buenos que me hubieran privado de ser un día vuestro del todo…Vuestra
mano sola ha hecho esto al principio, en medio y al fin. ¡Cuán bueno sois! Era
necesario para preparar mi alma a la verdad; el demonio es demasiado dueño de
un alma que no es casta para dejar entrar en ella la verdad; Vos no podíais
entrar, Dios mío, en un alma en la que el demonio de las pasiones inmundas
reinaba como señor. Vos querías entrar en la mía, o buen Pastor, y Vos mismo
habéis echado fuera a vuestro enemigo”…
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Retiro en Nazaret, noviembre 1897
Para rezar
Oración del perdón
Padre bueno y misericordioso digno de
alabanza y adoración; hoy te doy gracias
por tu amor tierno y compasivo porque
perdonas mis faltas y las apartas de tu vista
sin que ellas disminuyan tu amor por mí.
Hoy quiero suplicarte una gracia especial,
concedele a mi corazón el poder comprender
la debilidad de mis hermanos, el entender
que aquellos que me han herido tal vez
también estaban heridos, que no podían
dar lo que no tenían, por inmadurez o
ignorancia.
Dame, mi Dios, un corazón tolerante,
comprensivo y misericordioso como el tuyo.
Señor, dame la gracia de amar con tu
corazón.
Amén
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