5 de noviembre de 2018 – TO – LUNES DE LA XXXI SEMANA
No invites a quienes pueden devolverte
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2,
1-4
Hermanos:
Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún
valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el
Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría,
permaneciendo bien unidos.
Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo
pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la
humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que
cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 130, 1. 2. 3
R. Señor, guarda mi alma en
la paz, junto a ti.
Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas. R.
No, yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su madre,
así está mi alma dentro de mí. R.
Espere Israel en el Señor,
desde ahora y para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 14, 12-14
Jesús dijo al que lo había invitado: «Cuando des un
almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así
tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo
retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Pablo está en la cárcel, probablemente en Éfeso.
Cuando escribe a los filipenses ya ha comparecido ante el tribunal, pero la
sentencia está todavía pendiente. Encarcelado y juzgado por ser cristiano,
Pablo puede pedir con coherencia y autoridad a los miembros de la comunidad de
Filipos, que den a su vez testimonio cristiano; y se ha ofrecido a sí mismo
como modelo de lucha contra los enemigos del Evangelio.
La carta a los Filipenses está llena de cariño por
parte de Pablo, correspondiendo así al afecto que le tenía aquella comunidad.
La comunidad cristiana de Filipos debió, como todas las demás, sentirse agitada
por disensiones de grupos opuestos. Este parece ser el motivo por el que les
pide encarecidamente que le den la gran alegría de mantenerse unánimes y
concordes, con un mismo amor y un mismo sentir.
Para Pablo los motivos para vivir esta unidad se
apoyan sobre todo en la fe, dado que nos une el mismo Espíritu. Las divisiones
vienen de que cada uno se cree superior a los demás y se preocupa de lo suyo,
sin prestar atención a lo que interesa a los demás.
No obrar por envidia ni por ostentación,
considerando siempre superiores a los demás, sin encerrarse en los propios
intereses, sino buscando el interés de los demás, son las condiciones que
ayudarán a mantener esta unanimidad.
***
Jesús ya recomendó no ir buscando los primeros
puestos al ser invitados. Ahora, en el marco de una gran cena en casa de uno de
los jefes de los fariseos, anuncia de una manera radical algunas de las exigencias
del Reino de Dios.
Al que lo había invitado le dice “Cuando des una
comida o una cena, no invites a tus “amigos”, ni a tus “hermanos” ni a tus
“parientes”, ni a tus “vecinos ricos” si lo hacemos así, lo que estamos
buscando en el fondo, es que luego ellos nos inviten.
Si seguimos el criterio de Jesús y la nueva lógica
del reino, si invitamos “a pobres, lisiados, cojos y ciegos”, no podrán
pagarnos, y entonces el que nos premiará será Dios.
El evangelio se nos presenta muchas veces opuesto a
nuestros criterios espontáneos y a las directrices de este mundo. En el mundo
todo se calcula y se mide, la rentabilidad es la norma y alcanzar el éxito es
el valor supremo. Los importantes son los que saben manejarse, “todos trepan” y
muchos sólo cuentan cuando sirven a intereses personales y satisfacen los
deseos y necesidades de los que alcanzaron el primer lugar.
A pesar de esto, las palabras del evangelio de hoy,
desvelan el fondo del corazón de Dios y son una invitación a nuestra
conversión. Jesús invierte el orden de valores, o los pone en su verdadero
lugar: grande es el que sirve; vive el que muere a sí mismo; rico es el que se
desprende de todo para ser colmado con lo que recibe y recoge.
Dios llama gratuitamente; y los destinatarios serán
todos aquellos a quienes los hombres atribuyen los últimos lugares. Sin
embargo, a los ojos de Dios son los más queridos, porque no tienen nada de qué
presumir y no tendrán con qué pagar.
El discípulo de Jesús no se mueve por el egoísmo
que busca la recompensa de sus servicios. Da, ama, sin buscar nada a cambio.
Por eso sirve a los pobres, a los excluidos; hasta a los enemigos. Sólo así se
asegurará la única recompensa, la del Padre, la que tiene valor definitivo.
Esta nueva actitud surge de una profunda experiencia
de la misericordia de Dios, que gratuitamente se ha acercado a los hombres.
Sólo, con esa manera de vivir el creyente se hace en el mundo signo del amor
del Dios bueno, que hace salir el sol sobre justos e injustos. Sólo el Padre es
recompensa auténtica para el servicio desinteresado del creyente.
Para
discernir
¿Creo vínculos interesados?
¿Sé dar sin esperar nada a cambio?
¿Me acerco a aquellos que no pueden brindarme nada?
Repitamos a
lo largo de este día
que dé Señor sin esperar recompensa
Para la
lectura espiritual
«Te pagarán cuando resuciten los justos»
…”El amor tiene un gran poder; es nuestra fuerza.
Si carecemos de amor, todo el resto no nos servirá de nada. «Yo podría hablar
las lenguas de los hombres y de los ángeles, dice el apóstol Pablo, si no tengo
amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden» (1C 13,
1). Escuchad seguidamente esta magnífica palabra: «Podría repartir en limosna
todo lo que tengo, y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me
sirve» (v. 3). Si sólo tienes amor, aunque no puedas dar nada a los pobres,
amas. Aunque no dieras más que «un vaso de agua fresca» (Mt 10,42) eso solo ya
sería suficiente para obtener la misma recompensa que Zaqueo, que distribuyó la
mitad de su fortuna (Lc 19,8) ¿Cómo puede ser esto? ¿Uno da poco, el otro mucho
y sus gestos tienen el mismo precio? Pues sí –los recursos son desiguales pero
el amor es el mismo…
El salmista dice: «Vamos a la casa del Señor» (Sl
121,4). Es a nosotros que nos toca ver si realmente vamos. No son nuestros
pies, sino nuestros corazones los que nos conducen hasta allí. Ved si vamos
hacia allá; que cada uno se pregunte: ¿Qué haces para el fiel pobre, para tu
hermano indigente o para el mendigo que tiende su mano? Fíjate en si tu corazón
es estrecho… «Buscad lo que construye la paz de Jerusalén» (v. 6). ¿Qué es lo
que hace que
haya paz en Jerusalén? «La abundancia para los que te aman» (Vulg). El salmista se dirige a Jerusalén: «Los que te aman vivirán en la abundancia» –la abundancia después del despojo. Aquí abajo, la miseria, allá arriba, la abundancia; aquí, la debilidad, allá, la fuerza; los que son pobres aquí, allá arriba serán ricos. ¿De donde les viene su riqueza? De haber dado aquí los bienes, recibidos de Dios, que poseían por un tiempo; allá reciben lo que Dios les da por toda la eternidad.
haya paz en Jerusalén? «La abundancia para los que te aman» (Vulg). El salmista se dirige a Jerusalén: «Los que te aman vivirán en la abundancia» –la abundancia después del despojo. Aquí abajo, la miseria, allá arriba, la abundancia; aquí, la debilidad, allá, la fuerza; los que son pobres aquí, allá arriba serán ricos. ¿De donde les viene su riqueza? De haber dado aquí los bienes, recibidos de Dios, que poseían por un tiempo; allá reciben lo que Dios les da por toda la eternidad.
Hermanos míos: aquí los ricos son los pobres; es
bueno que el rico descubra su pobreza. ¿Se cree que está lleno? Es
hinchamiento, no plenitud. Que reconozca su vaciedad para poder ser colmado.
¿Qué es lo que posee? Oro. ¿Qué es lo que todavía le falta? La vida eterna. Que
mire bien lo que tiene y reconozca lo que le falta. Hermanos, que dé lo que
posee a fin de recibir lo que no tiene”…
San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte) y
doctor de la Iglesia – Exposición sobre el salmo 121
Para rezar
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
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