29 de noviembre de 2018 – TO – JUEVES DE LA XXXIV SEMANA
Levanten la cabeza porque llega la liberación
Lectura del Libro del Apocalipsis 18, 1-2.21-23.19,
1-3.9.
Después vi que otro Angel descendía del cielo con
gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor.
Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído
Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de
toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes.
Y un Angel poderoso tomó una piedra del tamaño de
una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada
Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá”.
Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que
tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no
se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de
la rueda del molino.
No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni
tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran
los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
Después oí algo parecido al clamor de una enorme
multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la
gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos
y justos. El ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su
lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores”.
Y volvieron a decir: “¡Aleluya! La humareda de la
Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”. Después el Angel me dijo:
“Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del
Cordero”. Y agregó: “Estas son verdaderas palabras de Dios”.
Palabra de Dios
SALMO Sal 100,2.3.4.5.
R: Dichosos los invitados al banquete de bodas del
Cordero.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.
“El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.” R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 21, 20-28
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos,
sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las
montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en
los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que
todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de
pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios
pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos
a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el
tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el
rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo
por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una
nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y
levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
La escena de hoy resume toda la lucha entre el bien
y el mal, entre Cristo y la Bestia. Describe la ruina de Babilonia, de Roma.
La imagen de una gran piedra que es lanzada al
fondo del mar, es muy expresiva para describir la destrucción de la Bestia. En
su territorio ya no habrá música, ni fiesta, ni luz de lámparas, ni voz de
novio, o de novia. Silencio, oscuridad, ruina, muerte.
Por otro lado, con voces de una gran muchedumbre
cantando himnos y aleluyas, la victoria.
El Apocalipsis es un libro guerrero y valiente, nos
da ánimos en la lucha y nos hace mirar hacia el futuro confiados en el triunfo
de Cristo y los suyos.
La comunidad del Cordero, los que no han apostatado
ni se han dejado manchar por la corrupción, sigue en pie y no deja de cantar.
Entonamos aleluyas a Dios y a Cristo, lo hacemos
con alegría agradecida, humildemente, con el deseo de que esta salvación sea
universal, que nadie quede fuera de este cortejo, que todos puedan pasar a
gozar para siempre de la vida de Dios.
***
Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la
destrucción de Jerusalén. Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén
que probablemente ya había sucedido cuando él escribe este evangelio y la
segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas, el
estruendo del mar, el miedo y la ansiedad “ante lo que se avecina”.
Los discípulos habían preguntado por la señal que
daría paso a la restauración de Israel. Jesús les responde ahora hablándoles de
señales cósmicas que ya, en los profetas, eran símbolo de la caída de un orden
social injusto y la inauguración de un mundo distinto. La caída del régimen
opresor judío, vendrá seguida de la caída sucesiva de los opresores paganos.
La caída de la ciudad santa es entendida como la
consecuencia de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús. Jesús
expresa su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para
que no perezcan. Lo visto y experimentado en la caída de la ciudad se convierte
en urgente invitación a aceptar aquella propuesta.
Por otro lado, el tiempo que se inaugura a partir
de ese acontecimiento, deberá ser leído en clave positiva. La visión profética
trata de descubrir en el desarrollo de la historia las oportunidades de
salvación que se presentan, por eso, tanto la destrucción de Jerusalén y del
poder de los paganos que los oprimía es también ocasión de la proclamación del
anuncio de salvación.
Por eso la perspectiva ante la venida con poder del
Hijo del Hombre es optimista: el anuncio no quiere entristecer, sino animar
invitando a alzar la cabeza porque se acercan los tiempos nuevos marcados por
la liberación.
Sea en el momento de nuestra muerte, que no es
final, sino comienzo de una nueva manera de existir mucho más plena; sea en el
momento del final de la historia, con la venida de Cristo no en humildad y
pobreza, como en Belén, sino en gloria y majestad; sea en cada acontecimiento
del presente donde descubrimos el paso de Dios somos llamados a alzar la cabeza
y levantarnos, porque son tiempos de salvación. Somos nuevamente invitados a
tener confianza en la victoria de Cristo Jesús: el Hijo del Hombre viene a
salvar a los hombres y a renovar la creación.
Nos hace bien en este tiempo pensar que la meta es
la victoria final, junto al Hijo del Hombre: Él ya atravesó en su Pascua la
frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia,
los cielos nuevos y la tierra nueva. Nos toca ahora trabajar, para alcanzarlos,
llevando a cabo la misión que inició Cristo y que nos confió a nosotros.
Esperar activamente, levantar la cabeza y no bajar los brazos: esto es caminar
en esperanza.
Para
discernir
¿Estoy atento a los signos que Dios me va mostrando
en la vida cotidiana?
¿Mi esperanza se agota en esta vida?
¿Experimento el llamado a construir los cielos
nuevos y la tierra nueva?
Repitamos a
lo largo de este día
Quiero seguirte y vivir en esperanza Señor
Para la
lectura espiritual
«Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación»
…”«Aclamen los árboles del bosque, delante del
Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra» (Sl 95 12-13). El Señor vino
una primera vez y vendrá de nuevo. Vino una primera vez «sobre las nubes» (Mt
26,64) en su Iglesia. ¿Cuáles son las nubes que lo trajeron? Los apóstoles, los
predicadores… Vino una primera vez llevado por sus predicadores, y llenó toda
la tierra. No nos resistamos a su primera venida si no queremos temer la
segunda…
¿Qué es lo que debe hacer, pues, el cristiano?
Aprovecharse de este mundo, pero no servirse de este mundo. ¿En qué consiste
esto? «Poseer como si no se poseyera». Es eso lo que dice san Pablo: «Hermanos,
el momento es apremiante… Desde ahora, los que lloran como si no lloraran; los
que están alegres como si no lo estuvieran; los que compran como si no
poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque
la representación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis
preocupaciones» (1C 7, 29-32). El que está libre de preocupaciones espera con
confianza la venida de su Señor. Porque ¿ama uno a su Señor si teme su venida?
Hermanos míos, ¿no enrojecemos? Le amamos ¿y tememos su venida? Verdaderamente
le amamos ¿o es que más bien amamos nuestros pecados? Odiemos, pues, nuestros
pecados, y amemos a Aquel que ha de venir…
«Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor
que ya llega», porque el Señor vino una primera vez… Vino una primera vez, y
volverá para juzgar la tierra; entonces encontrará llenos de alegría a todos
los que habrán creído en su primera venida.
San Agustín (354-430),
obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Disertación sobre el salmo 95
Para rezar
Espera en Dios. Espera.
El no se desdice. El no te miente.
El Dios de la Paz te dará la Paz.
El Dios del Amor te dará Amor.
Amor para recibir, para dar, para vivir.
El Dios gozoso te hará gozoso.
El no se guarda sus tesoros.
El no escatima sus dones.
El no olvida sus promesas.
Él te conoce.
Él te nombra y te ama.
Él te amó primero.
Él se dejó encontrar.
Confía.
No te perderás sus riquezas.
Pasarás en paz. El Caos no te alcanza.
Porque Dios es tu escudo.
Le invocas. Él viene.
Le llamas. Él está ya en tu puerta.
Le pides y Él ya te lo dio.
El no se desdice. El no te miente.
El Dios de la Paz te dará la Paz.
El Dios del Amor te dará Amor.
Amor para recibir, para dar, para vivir.
El Dios gozoso te hará gozoso.
El no se guarda sus tesoros.
El no escatima sus dones.
El no olvida sus promesas.
Él te conoce.
Él te nombra y te ama.
Él te amó primero.
Él se dejó encontrar.
Confía.
No te perderás sus riquezas.
Pasarás en paz. El Caos no te alcanza.
Porque Dios es tu escudo.
Le invocas. Él viene.
Le llamas. Él está ya en tu puerta.
Le pides y Él ya te lo dio.
Estiras las manos y Él ya las colmó.
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