26 de noviembre de 2018 – TO – LUNES DE LA XXXIV SEMANA
Ella dio todo lo que tenía para vivir
Lectura del Libro del Apocalipsis 14,1-3.4-5.
Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el
monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían
escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre.
Oí entonces una voz que venía del cielo, semejante
al estrépito de un torrente y al ruido de un fuerte trueno, y esa voz era como
un concierto de arpas: los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono
de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos. Y nadie
podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían
sido rescatados de la tierra.
Estos son los que no se han contaminado con mujeres
y son vírgenes. Ellos siguen al Cordero donde quiera que vaya. Han sido los
primeros hombres rescatados para Dios y para el Cordero. En su boca nunca hubo
mentira y son inmaculados.
Palabra de Dios
SALMO Sal 24(23), 1-2.3-4.5-6.
R: Éste es el grupo que viene a tu presencia,
Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 21, 1-4
Levantado los ojos, Jesús
vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a
una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y
dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los
demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su
indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Vuelve a aparecer la “liturgia del cielo”, que
vimos la semana pasada. Hoy aparece “el Cordero, de pie, sobre el monte Sión”
junto con “ciento cuarenta y cuatro mil que llevan grabado en la frente el
nombre del Cordero y el del Padre librando la gran batalla contra el mal”. El
cordero llevado al matadero, ahora es el cordero pascual, cabeza de una
multitud.
El número es simbólico: doce por doce por mil.
Significa la plenitud aplicada a las doce tribus de Israel. La visión es
esperanzada, el Cordero que conduce a los suyos a la victoria porque han
permanecido fieles y forman el cortejo triunfal de Cristo. Ellos son las
primicias de la humanidad salvada porque no se han dejado manchar por la
idolatría.
Su actitud martirial es discipular: siguen al
Cordero como los Doce iban siguiendo a Jesús; aman la verdad y no han querido
profesar la falsa doctrina de Satanás y unirse a la bestia; y no se han
prostituido en la adoración de las imágenes idolátricas, ni han sido
colaboracionistas del Imperio.
La segunda visión hace referencia a la conducta de
los idólatras, a quienes se dirige el juicio de Dios pregonado por tres
ángeIes. El primero anuncia el evangelio eterno. El segundo ángel esparce la
noticia de la caída de Babilonia. El tercer enviado predice el castigo terrible
de los adoradores de la bestia con las imágenes del fuego, del azufre y de la
copa que contiene el vino de la ira de Dios.
La bienaventuranza final anuncia que los que al
morir sellan su testimonio, participan de la alegría y del reposo eternos. Han
sufrido como sufrió el Cordero. Desde ahora, pues, son glorificados con Él en
el reino del Padre.
***
Para la fiesta de Pascua acudían a Jerusalén unos
300 a 400 mil peregrinos. El Templo era para los judíos un motivo de orgullo y
su grandeza dependía en gran medida de las donaciones que ellos depositaban en
el arca del Tesoro.
Pero el Templo no era sólo un lugar de culto, en él
se concentraba todo el poder económico, político, militar y religioso. Si bien
el espacio preponderante era el dedicado al culto, allí también estaba el
sanedrín, el arca del tesoro y la guardia.
En tiempo de la dominación romana, el templo era
símbolo de la identidad del pueblo de la alianza y de la resistencia a la
infiltración cultural y religiosa por parte de los romanos. Por eso, los que
donaban grandes sumas de dinero al Templo, eran valorados por razones
religiosas y también por razones políticas. En esta situación los pobres, los
huérfanos, las viudas y los extranjeros era una multitud no tenida en cuenta y
frecuentemente despreciada.
El episodio que narra este pasaje concluye la serie
de discusiones que Jesús mantiene con las sectas judías. Está directamente
unido a la maldición de los escribas que roban a las viudas.
La exaltación de los pobres que aparece
frecuentemente en los discursos de Jesús, le sirve para anunciar la inminencia
del Reino y la transformación que acarreará la nueva vida según Dios, en las
estructuras humanas.
Jesús observa que mientras los más ricos, echaban
grandes donaciones en el arca del templo una viuda pobre echó lo poco que
tenía. Ella sólo posee lo que ha dado. Lo que dio era todo lo que tenía.
La viuda era por su condición de mujer, pobre y
marginada, sin embargo al depositar su ofrenda con un inmenso esfuerzo, daba
todo lo que le era necesario para vivir. Se entregaba totalmente a Dios con
modestia y humildad. Los ricos y poderosos ofrecían lo que tenían de sobra
fruto de sus negocios; ofrenda que venía muchas veces manchada por el hambre y
la indigencia de peones y esclavos, sometidos para poder alcanzar esa riqueza.
Jesús pensando en la nueva comunidad, aprovecha la
actitud de la viuda para una enseñar que a Dios no le podemos ofrecer lo que
nos sobra, aquello de lo que podemos prescindir. La ofrenda es verdadera,
cuando damos desde nuestra pobreza, lo que somos y tenemos. Dios no recibe
cosas; cuando le entregamos algo material, le estamos entregando ante todo
nuestra vida. Y se la entregamos generosamente porque sabemos que Él hará con
ella lo mejor para nosotros y para nuestra comunidad.
Jesús no se aferró a su dignidad de Hijo Único de
Dios; despojándose de todo se humilló y bajó hasta nuestra miseria para
enriquecernos; elevándonos así, a la dignidad de hijos en el Hijo de Dios. No
nos dio de lo que le sobraba, sino que lo dio todo amándonos hasta el extremo,
viviendo Él mismo, las palabras que había pronunciado: Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos.
El Señor nos pide que por el bien de nuestros
hermanos lo demos todo, porque toda nuestra vida, por la entrega generosa en la
comunión, en el servicio y en el amor con Cristo, se ha de convertir en causa
de salvación para todos.
Para
discernir
¿Qué damos nosotros: lo que nos sobra o lo que
necesitamos?
¿Damos con sencillez o con ostentación,
gratuitamente o pasando factura?
¿Ponemos nuestras cualidades y talentos a
disposición de la comunidad, de la familia, de la sociedad, o los guardamos
mezquinamente?
Repitamos a
lo largo de este día
Quiero ser generoso Señor
Para la
lectura espiritual
«Ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir»
…” Acordémonos de esta viuda que, preocupada por
los pobres, se olvida de ella misma hasta el punto de dar todo lo que le
quedaba para vivir, pensando sólo en la vida futura, tal como lo atestigua el
mismo Señor. Los demás habían dado de lo que les sobraba, pero ella, quizás más
pobre que muchos pobres –puesto que toda su fortuna quedaba reducida a dos
monedas- en su corazón era más rica que todos los ricos. Sólo dirigía su mirada
hacia las riquezas de la recompensa eterna; deseosa de los tesoros celestiales,
renunció a todo lo que poseía como a bienes que proceden de la tierra y a la
tierra regresan (Gn 3,19). Dio lo que tenía para alcanzar lo que no veía. Dio
bienes perecederos para adquirir bienes inmortales. Esta pobre mujer no se
olvidó de los bienes previstos y dispuestos por el Señor para obtener la
recompensa futura. Por eso el Señor, tampoco se olvidó de ella, y el juez de
este mundo pronunció por adelantado su sentencia: elogia a aquella que coronará
en el día del juicio”…
San Paulino de Nola (355-431), obispo – Carta 34, 2-4: PL 61, 345-346
Para rezar
UNA ORACION DE GENEROSIDAD
Querido Señor, enseñame a ser generoso,
enseñame a servirte como Tú mereces
a dar y no contar el costo,
a luchar y no prestar atención a la herida,
a trabajar duro y no buscar el descanso,
a trabajar y no buscar la recompensa,
excepto el saber que hago tu voluntad.
San Ignacio de Loyola
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