20 de
noviembre de 2018 – TO – MARTES DE LA XXXIII SEMANA
Hoy tengo que alojarme en tu casa
Lectura del libro del Apocalipsis 3,1-6.14-22
Escribe al Angel de la Iglesia de Sardes: “El que
posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: “Conozco tus
obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. Permanece alerta y
reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta
no es perfecta delante de mi Dios. Recuerda cómo has recibido y escuchado la
Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré
como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé. Sin embargo, tienes
todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me
acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido. El vencedor recibirá
una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré
su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles”. El que pueda entender, que
entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
Escribe al Angel de la Iglesia de Laodicea: “El que
es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios,
afirma: “Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o
caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas
diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que
eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo:
cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para
revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y
recobrar la vista. Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y
arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me
abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo
en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”.
El que pueda entender, que entienda lo que el
Espíritu dice a las Iglesias”.
Palabra de Dios
SALMO Sal 15(14), 2-3.3-4.5.
R: Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono,
junto a mí.
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 19, 1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí
vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. El
quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de
baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo,
porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le
dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Zaqueo
bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido
a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor:
«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a
alguien, le daré cuatro veces más». Y
Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este
hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a
salvar lo que estaba perdido.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
A través de lo que estas cartas nos manifiestan,
podemos hacernos una idea de la situación de las Iglesias.
La visita inesperada del Señor «como un ladrón»
exige vigilar constantemente, estar preparado para acogerlo. En Sardes, la conversión
es necesaria de manera urgente, ya que si bien unos pocos se han mantenido sin
mancha; muchos están muertos, porque se olvidaron de lo que les fue anunciado
con obras y palabras.
La más dura de las cartas, la última, contiene el
mensaje a los de Laodicea. El gran obstáculo para estos cristianos son las
riquezas. Se sienten seguros de sí mismos y de sus bienes, expresan una fe
vivida a medias, una fe tibia. El Ángel los exhorta a adornarse con buenas
obras.
Somos invitados a abrir al Señor que viene pronto y
llama. Estar vigilantes.
***
Lucas es el único evangelista que nos cuenta la
famosa escena de la conversión de Zaqueo. Es el evangelista de la misericordia
y del perdón. Ayer Jesús devolvió la vista a un ciego, hoy devuelve la paz a un
publicano con una vida aparentemente perdida. El publicano era un funcionario
de aduanas y normalmente era ladrón y por eso rico.
Zaqueo como publicano, recaudador de impuestos para
la potencia ocupante, era despreciado por sus negocios dudosos y la corrupción
con la que obraba. Su oficio era también criticado por los fariseos porque los
publicanos estaban en permanente contacto con los extranjeros, considerados
impuros y con monedas profanas.
A pesar de todo, Zaqueo quiere ver a Jesús. En este
ver, no hay sólo curiosidad, sino una búsqueda que superando todos los
obstáculos que se le presentan lo llevan al encuentro con Jesús.
Su baja estatura – física o moral- no le da otra
opción que treparse a un árbol para poder verlo porque la gente se lo impide.
Pero Jesús es el que toma la iniciativa: lo mira y rompiendo todo prejuicio,
con delicadeza, se hace invitar a su casa.
Esta decisión escandaliza a todos los que se creen
santos y puros: un profeta y maestro se aloja en la casa de un pecador. Jesús
come con él y consigue lo que quería, lo que había venido a hacer a este mundo:
“buscar y salvar lo que estaba perdido”.
En la acción de Jesús se pone de manifiesto, una
vez más, el carácter universal de la misericordia de Dios, en la respuesta de
Zaqueo se revela el camino de una sincera voluntad de conversión y sus
consecuencias.
Es ahora Zaqueo el que toma la iniciativa y reconoce que se ha enriquecido con la pobreza ajena, por eso decide devolver lo que ha conseguido legal, pero injustamente. Sus bienes irán a parar al lugar de donde originalmente vinieron. La crítica dirigida a la actitud de Jesús se convierte en ocasión para mostrar por donde pasa el “Hoy” salvífico de Dios.
Es ahora Zaqueo el que toma la iniciativa y reconoce que se ha enriquecido con la pobreza ajena, por eso decide devolver lo que ha conseguido legal, pero injustamente. Sus bienes irán a parar al lugar de donde originalmente vinieron. La crítica dirigida a la actitud de Jesús se convierte en ocasión para mostrar por donde pasa el “Hoy” salvífico de Dios.
Zaqueo ha comprendido que la integración a ese
misterio de amor y misericordia que ha descubierto en Jesús, debe
transparentarse en todos los órdenes de su vida, incluso en el económico.
Expresará su conversión de una manera concreta: dará la mitad de sus bienes a
los pobres y devolverá el cuádruplo a aquellos a quienes defraudó. Su fe toma
la forma de acciones de justicia y solidaridad.
El encuentro con Jesús es encuentro de conversión.
Su amor recrea la comunión entre los hombres sobre la base del amor
misericordioso y liberador del Padre, para todos.
Somos hombres que buscamos a Dios porque somos débiles.
Personas que, a pesar de nuestra baja estatura en el espíritu, somos invitados
a subir a un árbol, porque a toda costa Jesús quiere encontrar nuestra mirada y
hospedarse en nuestra casa.
La conciencia de nuestra pobreza y fragilidad no
nos deben llevar a la desconfianza ni a la desesperación. La conciencia de que
estamos hechos de barro nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra
esperanza en Cristo Jesús. A pesar de rompernos en mil pedazos, sabemos que
siempre podemos volver a Él, “porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y
salvar lo que estaba perdido”.
La veracidad de su presencia en nuestra vida toma
el camino del amor servicial hacia nuestro prójimo, dando de lo nuestro y
dándonos nosotros mismos.
Para
discernir
¿Vamos a buscar al que se ha alejado?
¿Nos alegramos del acercamiento de los alejados?
¿Tenemos corazón misericordioso o nos encastillamos
en una justicia humana?
Repitamos a
lo largo de este día
Quiero verte Señor
Para la
lectura espiritual
«Hoy tengo que alojarme en tu casa»
…”Algunas personas se parecen a Zaqueo. Desean ver
a Jesús para saber quién es, pero para llegar a saberlo, saben que cualquier
razonamiento o luz natural se quedan cortos de talla. Estas personas, pues,
corren más allá de toda la multitud y de toda dispersión de las criaturas. Por
la fe y el amor, trepan hasta la cumbre de su pensamiento, allá donde el
espíritu no queda afectado por ninguna imagen y no encuentran impedimento
alguno en su libertad. Es allí que Jesús es visto, reconocido y amado en su
divinidad. Porque él está siempre presente a todos los espíritus libres y
elevados que, amándole, se han visto elevados por encima de sí mismos. Es allí
que desbordan en plenitud de dones y gracias.
Y sin embargo dice a cada una de éstas: «Baja
enseguida, porque una libertad elevada por encima del espíritu no se puede
mantener si no se tiene un espíritu humilde y obediente. Porque te es necesario
reconocerme y amarme como Dios y como hombre, al mismo tiempo exaltado más allá
de todo y abajado por debajo de todo. Es de esta manera que tú podrás
saborearme, cuando yo te levante por encima de todo y por encima de ti mismo,
en mi, y cuando tú te abajes por debajo de todo y por debajo de ti mismo,
conmigo y por mi causa. Entonces podré venir a tu casa, quedarme en ella y
permanecer contigo y en ti, y tú conmigo y en mi».
Cuando alguien conoce esto, lo saborea y lo siente
en sí, desciende rápidamente no estimándose en nada y diciendo con corazón
humilde, decepcionado de su vida y de todas sus obras: «Señor, yo no soy digno
de que entre (Mt 8,8) en la morada de pecado que son mi cuerpo y mi alma, tu
cuerpo glorioso que está en el Santísimo Sacramento. Mas tú, Señor, muéstrame
tu gracia y ten piedad de mi pobre vida y de todas mis debilidades»”…
Beato Juan van Ruysbroeck (1293-1381), canónigo regular
El Espejo de la bienaventuranza eterna
Para rezar
Anímate a caminar intensamente
este tiempo para la conversión,
para producir el cambio;
para pasar de la muerte a la vida,
del egoísmo al amor,
del odio al perdón,
del rencor a la reconciliación,
de la cobardía al coraje,
del miedo a la valentía,
de la esclavitud a la libertad,
de la injusticia a la justicia,
del desaliento a la esperanza,
de la indiferencia al compromiso,
de la oscuridad a la luz,
de la mentira a la verdad,
de la estupidez a la sabiduría,
de lo menos humano a lo más humano,
de lo humano a lo divino…
este tiempo para la conversión,
para producir el cambio;
para pasar de la muerte a la vida,
del egoísmo al amor,
del odio al perdón,
del rencor a la reconciliación,
de la cobardía al coraje,
del miedo a la valentía,
de la esclavitud a la libertad,
de la injusticia a la justicia,
del desaliento a la esperanza,
de la indiferencia al compromiso,
de la oscuridad a la luz,
de la mentira a la verdad,
de la estupidez a la sabiduría,
de lo menos humano a lo más humano,
de lo humano a lo divino…
René J. Trossero
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