17
de noviembre de 2018 – TO - SÁBADO DE LA XXXII SEMANA
¿Encontrará fe
sobre la tierra?
Lectura
de la Tercera carta del Apóstol San Juan 5-8
Querido
hermano, tú obras fielmente, al ponerte al servicio de tus hermanos, incluso de
los que están de paso, y ellos dieron testimonio de tu amor delante de la
Iglesia. Harás bien en ayudarlos para que puedan proseguir su viaje de una
manera digna de Dios.
porque
ellos se pusieron en camino para servir a Cristo, sin aceptar nada de los
paganos, Por eso debemos acogerlos, a fin de colaborar con ellos en favor de la
verdad.
Palabra
de Dios
SALMO
Sal 112 (111) ,1-2.3-4.5-6.
R:
Dichoso quien teme al Señor
¡Aleluya!
Feliz el hombre que teme al Señor
y
se complace en sus mandamientos.
Su
descendencia será fuerte en la tierra:
la
posteridad de los justos es bendecida. R.
En
su casa habrá abundancia y riqueza,
su
generosidad permanecerá para siempre.
Para
los buenos brilla una luz en las tinieblas:
es
el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. R.
Dichoso
el que se compadece y da prestado,
y
administra sus negocios con rectitud.
El
justo no vacilará jamás,
su
recuerdo permanecerá para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
Después
Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin
desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban
los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él,
diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’.
Durante
mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me
importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para
que no venga continuamente a fastidiarme’”.
Y
el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los
haga esperar?
Les
aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga
el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Palabra
del Señor
Para reflexionar
Este
es el más personal de los escritos joánicos, y el destinatario es Gayo, un
cristiano que pertenece a una comunidad donde uno de los dirigentes, Diotrefes,
está en conflicto con el anciano. El tema fundamental de esta carta es el de la
acogida o rechazo de los «hermanos» extranjeros.
Gayo
acogió a cristianos forasteros de otra comunidad. Juan lo felicita y le pide
que prosigan su buena obra, dándoles para que puedan seguir su camino.
Estos
forasteros, probablemente sean misioneros itinerantes enviados por el mismo
anciano. Este parece ser el motivo por el que demuestra mucho interés, y desea
que puedan llevar a cabo libremente su actividad.
El
tema de los misioneros es precisamente el punto de conflicto entre el anciano y
Diotrefes.
En
torno a esta circunstancia se desarrolla un punto importante en el conjunto de
los escritos joánicos: el tema de la verdad. Para la conciencia misionera del
autor la verdad se convierte en una realidad operante: los cristianos pueden
ser colaboradores de la verdad.
***
En
el mundo bíblico la viuda equivale a la mujer casada que perdió no sólo al
esposo, sino también y especialmente el soporte financiero de algún miembro
masculino de su familia, y necesita, por tanto, protección legal. El acento
recae, por tanto, en las consecuencias de la viudez. Su condición era
considerada incluso como un oprobio. La viuda era la imagen más viva de soledad
y desamparo. También en aquellos tiempos abundaba la figura del juez como un
personaje corrupto y siniestro.
En
el libro del Éxodo se dice que Dios escucha el clamor de las viudas y sale en
su defensa contra los que abusan de ellas; los profetas denunciaron
frecuentemente la corrupción de la justicia. Esta viuda de la parábola, en
principio, no tiene posibilidad alguna de ser escuchada por el juez injusto.
Sin embargo insiste hasta conseguir que el juez le haga justicia, aunque no sea
más, que para sacársela de encima.
La
insistencia en pedir justicia es el tema central, tanto de la parábola como del
comentario. Esa insistencia explica la necesidad de orar siempre.
Si
un juez injusto no puede resistir el pedido insistente de una viuda
desamparada, con mayor razón Dios, que es bueno, escuchará a los elegidos que
le piden justicia. Sin embargo, pedir insistentemente justicia a Dios es luchar
igualmente con insistencia para establecer entre los hombres la justicia.
El
texto invita a los seguidores de Jesús a tener plena y total confianza en Dios.
El discípulo de Jesús debe saber y sentir que Dios toma partido por él en
cuanto es oprimido y perseguido por causa del Reino.
La
necesidad de la oración de la que trata el texto es la plegaria, el grito, la
súplica del perseguido por causa del Reino de Dios. También la oración de los
elegidos de Dios es una oración para pedir a gritos justicia, día y noche.
El
texto termina con una pregunta realista y preocupada: Cuando venga el Hijo del
Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Una vida de oración sólo es posible
cuando hay fe. Con esta pregunta, Jesús nos insiste para que mantengamos la fe
hasta el último día. Entonces, en el día del Señor, comprenderemos que Dios no
es un sordomudo ante los gritos de los justos que le piden justicia,
comprenderemos que si ahora parece que calla es sólo porque nos escucha y
espera darnos al fin la respuesta definitiva. Mientras tanto, la lucha que los
hombres fieles mantienen sin descanso por una mayor justicia en el mundo, es en
cierto sentido una respuesta de Dios.
Para discernir
¿Es
insistente mi oración?
¿Bajo
los brazos y abandono los esfuerzos con facilidad?
¿Mi
oración busca la justicia?
Repitamos a lo largo de este día
…Señor
te invoco de todo corazón, respóndeme…
Para la lectura espiritual
…”La
fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en
efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu
atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al
alma, como lo dice el mismo Señor: Quien escucha mi Palabra y cree al que me
envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio; y añade: El que cree en
el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
¡Oh
gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente,
pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida, mas
lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años,
eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto,
crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos,
conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por el mismo que recibió en
su Reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si eso va a ser posible o
no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe te
salvará también a ti si crees.
La
otra clase de fe es esa que Cristo concede a algunos como don gratuito: Uno
recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia,
según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la
fe, y otro, por el mismo Espíritu, el don de curar.
Esta
gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, sino
también en esa otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad
humana; quien tiene esta fe podría decir a una montaña que viniera aquí, y
vendría. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin dudar en su
corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don de
esta fe.
Es
de esta fe de la que se afirma: Si fuera vuestra fe como un grano de mostaza…
Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño de tamaño, está dotado de
una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo,
produce grandes ramas donde pueden cobijarse las aves del cielo, así también la
fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El
alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una
imagen de Dios y llega incluso a contemplar al mismo Dios en la medida en que
eso es posible; le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del
fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.
Procura,
pues, llegar a esa fe que de ti depende y que conduce al Señor a quien la
posee, y así el Señor te dará también esa otra que actúa por encima de las
fuerzas humanas”…
Cirilo
de Jerusalén, Catequesis 5, sobre la fe y el símbolo, 10-11
Para rezar
Oración
Dios de las
personas que luchan por abrirse camino,
santificado sea
tu nombre,
haz que se
cumpla la promesa de una vida abundante
y nuestro anhelo
por la justicia y la paz.
Perdona nuestra
cómoda vida
si nos volvemos
insensibles a los gritos de los demás.
Perdona nuestras
oraciones diarias
si nuestros ojos
y nuestros corazones ignoran las necesidades de la mayoría.
Perdona nuestro
acto de caridad
si nos ha
impedido trabajar por la justicia.
Perdona nuestro
silencio y nuestra soledad
si nos han
alejado de servir a los oprimidos con entusiasmo.
Míranos:
el comercio
injusto está legalizado,
las
instituciones y los que mandan
establecen las
reglas.
Los poderosos y
los ricos
siguen
explotando las riquezas de la tierra
pero la inmensa
mayoría vive en la miseria y la pobreza.
Oye nuestros
gritos:
la corrupción y
la violencia nos gobiernan,
unos pocos ricos
explotan a los muchos pobres,
los trabajadores
no reciben salarios justos,
a los campesinos
y los pueblos indígenas se les aleja de la tierra,
los fuertes
impuestos y los altos precios aumentan la carga de la inmensa mayoría,
la salud, la
educación, los servicios sociales no son accesibles;
aquellos que
claman justicia y derechos humanos son silenciados,
aquellos que
trabajan por una paz verdadera son asesinados.
Sigue desafiando
nuestra fe y nuestro amor;
nutre la
esperanza en nuestro interior;
fortalece
nuestra pasión por servir y viajar con los demás;
acompáñanos en
nuestro camino;
danos la fuerza
del águila, la humildad de la paloma, la sabiduría de la serpiente
al unirnos a los
demás en la búsqueda de la paz duradera basada en la Justicia. Amén.
Norma
P. Dollaga
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