15
de noviembre de 2018 – TO - JUEVES DE LA XXXII SEMANA
El reino de
Dios está entres ustedes
Lectura
de la carta del apóstol
San
Pablo a Filemón 7- 20
Querido
hermano:
Me
alegró y animó mucho tu caridad, hermano, porque tú has aliviado los
sufrimientos de los santos. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para
mandarte lo que conviene hacer, prefiero rogártelo apelando a tu caridad, yo,
Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús.
Te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión, que antes
era tan inútil para ti, y ahora, en cambio, es tan útil para ti y para mí; te
lo envío como algo de mis entrañas.
Me
hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta
prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar
contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se
apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino
mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de
querer tú, como hombre y como cristiano.
Si
me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. Si en algo te ha
perjudicado y te debe algo, ponlo en mi cuenta; yo, Pablo, te firmo el pagaré
de mi puño y letra, para no hablar de que tú me debes tu propia persona. Por
Dios, hermano, a ver si me das esta satisfacción en el Señor; alivia mi
ansiedad, por amor a Cristo.
Palabra
de Dios
SALMO
Sal: 145,7.9b.8d.10
R:
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob.
Que
mantiene su fidelidad perpetuamente,
que
hace justicia a los oprimidos,
que
da pan a los hambrientos.
El
Señor liberta a los cautivos. R.
El
Señor abre los ojos al ciego,
el
Señor endereza a los que ya se doblan,
el
Señor ama a los justos.
El
Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta
al huérfano y a la viuda
y
trastorna el camino de los malvados.
El
Señor reina eternamente,
tu
Dios, Sión, de edad en edad. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
Los
fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El
Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: “Está aquí” o
“Está allí.” Porque el Reino de Dios está entre ustedes.»
Jesús
dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver
uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: “Está aquí”
o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo
al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes
tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
La
carta de Pablo a Filemón es breve y con mucho sentimiento en pocos versículos
aborda una cuestión decisiva: la experiencia cristiana debe influir en la
transformación de las estructuras sociales.
Onésimo,
esclavo perteneciente a Filemón, es de la comunidad de Colosas, y había huido
enojado con su amo; llega a la prisión donde se encuentra Pablo y se convierte
a la fe. Pablo reconoce los derechos civiles de Filemón sobre Onésimo. Por eso
devuelve el esclavo a su amo con una carta de recomendación.
Pablo
apela al amor y la gratitud que Filemón siente por él, para que reciba bien a
Onésimo. Con esta carta intercede ante Filemón para que lo perdone, y lo acepte
de nuevo, ya no “como esclavo, sino como hermano querido”, dado que ahora los
dos, tanto el amo como el esclavo, son cristianos.
El
tema no es tanto la esclavitud y su supresión, realidades de la situación
social en que se mueven, que ni Pablo ni la primera comunidad pueden cambiar de
golpe. Sin embargo con las consignas que da va sentando un precedente que, a su
tiempo, harán evolucionar desde dentro, la situación social y llegarán a
suprimir la esclavitud. Pablo espera, que Filemón saque consecuencias civiles
de este hecho, implícitas en una fe que no hace distinción entre esclavos y
libres.
***
Para
los antiguos, los acontecimientos de la naturaleza, de la vida colectiva y de
la existencia cotidiana, eran expresiones inmediatas de la voluntad divina.
Hasta que llegó Cristo, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se
le imponía desde fuera. El judío, a pesar de que ansiaba un tiempo de tipo
lineal e “histórico”, seguía concibiendo su evolución como una iniciativa
exclusiva de Dios.
Por
eso estaban quienes trataban de descifrar por cambios de la naturaleza lo que
sucedería, y quienes oficialmente se dedicaban a seguir las fases de la luna,
para determinar exactamente las fiestas del calendario.
Jesús,
intenta sin duda desanimar a sus discípulos para que no sigan pensando en la
fecha concreta de la llegada del Reino, como si fuera una invasión militar o un
golpe político. Quiere cambiarles la mentalidad acerca de una venida del Reino
que se pueda calcular, son ellos los que deben prepararse a la venida del
Espíritu “dentro de los corazones”.
La
expresión Reino de Dios, para los judíos, contenía como en concentrado, toda la
espera de Israel del día en que Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo
de todos sus opresores. Era la espera de días mejores, la espera de la gran
noche, el deseo de una humanidad feliz.
Lucas,
sin embargo, plantea que el Reino ya está presente en la vida de cada uno; y
este esperar masivamente los acontecimientos de tipo apocalíptico, como
expresiones de la llegada del Reino, es no comprender esta interpretación.
No
son los signos de la naturaleza los que anuncian el tiempo del reino, sino que,
el mismo hombre lo define, mediante su compromiso con la realidad cotidiana.
Cristo
no esperó un “día extraordinario”; vivió hasta el final siendo fiel a su
condición de hombre, y “su día” fue continuamente el día de su fidelidad a
Dios, en lo que la realidad le iba presentando.
El
reino de Dios es una realidad palpable aquí y ahora. Allí donde, Dios a través
de Jesús interviene y salva una vida; allí donde, hay hombres como Jesús que
tienen el valor y la fe suficientes para comprender que esta salvación es un
don de Dios, y abrirla a los demás hombres; allí donde, hombres y mujeres se
comprometen en la justicia por el bien de todos; allí ha empezado ya el reino
de Dios.
Para discernir
¿Qué
imagen tengo del reino de Dios?
¿Trabajo
por el reino, quiero que venga?
¿Cuál
es mi aporte para el establecimiento del reino?
Repitamos a lo largo de este día
…Que
venga tu Reino Señor…
Para la lectura espiritual
El Reino de Dios
está en medio de vosotros
..”El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí mismo. El es quien nos revela que «Dios es amor» (1Jn 4,8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, es el mandamiento nuevo del amor… Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria. El, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia.
Constituido
Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el
cielo y en la tierra (Mt 28,18), obra ya por la virtud de su Espíritu en el
corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino
alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos
propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia
vida y someter la tierra a este fin. Mas los dones del Espíritu Santo son
diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto con el anhelo de la
morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama
para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen la
materia del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la
abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida,
se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se
convertirá en oblación acepta a Dios.
«Señor,
que fructifique en nosotros la celebración de la Eucaristía con la que tú nos
enseñas, ya en nuestra vida mortal, a descubrir el valor de los bienes eternos
y a poner en ellos nuestro corazón». (Misal romano: oración de postcomunión del
1er domingo de Adviento)
Concilio
Vaticano II – Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy – Gaudium et
spes», 38
Para rezar
El Reino, los
cielos nuevos y la tierra nueva,
que anuncia
Jesús no tiene un estilo espectacular,
llamativo o
estrepitoso.
Para Jesús es
como el fermento,
que actúa en lo
escondido,
es como la
semilla que sepultada en la tierra,
va produciendo
su fruto.
Jesús, que
“venga a nosotros tu Reino”.
Tu Reino es
imprevisible, está oculto,
pero ya está
actuando: en la Iglesia,
en su Palabra,
en los sacramentos,
en la fuerza y
entrega de tantos cristianos,
que creen en el
evangelio y lo viven sin medir consecuencias.
Ya está presente
en los humildes y sencillos,
en los limpios
de corazón y en los que buscan la paz,
en los que lloran
y en los que ríen,
en todos los que
te buscan con sincero corazón.
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