9 de octubre de 2018 – TO – MARTES DE LA XXVII SEMANA
Escuchar la palabra y vivirla
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Galacia 1, 13-24
Hermanos:
Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta
anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la
arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en
mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió
desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en
revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato,
sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran
Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco.
Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén
para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol,
sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.
En esto que les escribo, Dios es testigo de que no
miento. Después pasé a las regiones de Siria y Cilicia. Las Iglesias de Judea
que creen en Cristo no me conocían personalmente, sino sólo por lo que habían oído
decir de mí: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que
antes quería destruir.» Y glorificaban a Dios a causa de mí.
Palabra de Dios
SALMO Sal 138, 1-3. 13-14b.
14c-15 (R.: 24b)
R. Señor, llévame por el
camino eterno.
Señor, tú me sondeas y me conoces
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares. R.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras! R.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 10, 38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se
llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que
sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de
la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con
todo el trabajo? Dile que me ayude.»
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te
inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien,
una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Pablo, para defenderse de las alusiones infamantes
de los judaizantes cree útil explicar los acontecimientos que han antecedido y
continuado a su conversión. Si perseguía a la Iglesia de Dios tratando de
destruirla, sobrepasando en el judaísmo a muchos compatriotas, y luego abandonó
la «tradición» recibida en su juventud, fue debido a una llamada personal de
Dios.
Fue Dios quien tuvo la iniciativa y lo separó
«desde el seno de su madre», sin mérito alguno, sin hacer nada por su parte.
Era «perseguidor» pero Dios lo hizo «apóstol».
Pablo se pone como ejemplo de cómo hay que pasar de lo antiguo a lo nuevo, de
la ley a la gracia, sin dar pasos hacia atrás.
El encuentro con Jesús lo prepara para “anunciarlo
a los gentiles”. Pero antes siente la necesidad de subir a Jerusalén y conocer
a Cefas. La “revelación” lo vincula inmediatamente a Jesús, pero también a
todos los que han recibido el mismo don.
Pablo quiere subrayar la unidad de la “misión”
quiere estar de acuerdo con el resto de la Iglesia, y en particular con la
jerarquía de su tiempo, pero subraya con claridad que lo que enseña no lo ha
recibido de los Doce, sino directamente “de Dios”, no obstante es el mismo
evangelio porque Dios no se contradice.
***
Jesús sigue su camino y hace un alto poco antes de
llegar a Jerusalén. El evangelio nos presenta la conocida escena en la casa de
Betania, donde Marta y María, sus amigos de siempre lo reciben.
Como suele ocurrir en muchas casas, la demasiada
preocupación por los preparativos para recibir bien a los invitados hace que se
pase por alto lo esencial: el visitante. Todo tiene que estar bien preparado
para que no pase nada nuevo e inesperado.
Sin embargo María ha elegido “la mejor parte”:
escucha al Señor mientras que Marta; está “atareada en muchos quehaceres”. La
historia se estropea cuando Marta trata de apartar a María de la tarea de
escucha y de adoración que había elegido. Eso es lo que le reprocha Jesús, y no
su deseo de servirlo. Jesús la invita a llegar hasta el fondo de su servicio, a
encontrase con la raíz y no quedarse en lo superficial.
Marta y María aparecen como las dos formas de
escuchar la Palabra, dos formas que no se niegan sino que son complementarias
entre sí. La mejor parte consiste saber adorar a Dios, lo mismo en el templo
que en la vida.
María saborea las palabras de Jesús que quedarán
grabadas en lo más íntimo de su corazón y serán una fuente de seguridad gozosa
que más allá de las evidencias de la muerte, la harán capaz de descubrir la
novedad de la Pascua. La misma que ahora contempla a Jesús, es la que correrá
hasta el sepulcro cuando esté apagada la esperanza de los hombres.
Como Iglesia estamos invitados a recoger con la
palabra del Maestro. Estar en su presencia, aunque luego haya que improvisar un
poco de comida. Una Iglesia que prefiere lo provisorio de las tiendas del
desierto, a la seguridad de las casas demasiado estables, que no tardan en
convertirse en cargas o prisiones.
Necesitamos por la contemplación ver más allá de la
dura realidad humana y descubrir la imposible novedad pascual y la otra cara de
las cosas. Una Iglesia que sólo se preocupa de las muchas cosas, puede
transformarse en empresa en cadena, donde todo está programado y donde todo irá
bien, pero no habrá novedad ni fiesta.
Una Iglesia que no pasa del estar con el Señor a la
acción comprometida, vive alienada de la historia: no ha contemplado al Señor;
simplemente lo ha mirado.
Como Iglesia, para cumplir verdaderamente nuestra
misión, necesitamos pasar primero por el discipulado “a los pies del Señor”. De
este modo, nuestra acción en el mundo no será únicamente un conjunto de
actividades en favor de un proyecto, sino una forma de hacer crecer la
presencia de Dios, su Reino, entre los hombres. Y para esto, necesitamos de la
palabra del Maestro, que nos guíe, ilumine y revele “el quehacer necesario e
importante” en cada momento.
“Dichosos los de escucha atenta y acción vigorosa,
los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Para
discernir
¿Qué es lo necesario para ser discípulo, según
Jesús?
¿Qué privilegio en mi vida de fe: la acción o la
escucha?
¿Qué espacio de nuestra vida dedicamos a la escucha
de la Palabra?
¿Qué lugar le doy a la acción?
Repitamos a
lo largo de este día
Quiero escucharte Señor
Para la
lectura espiritual
…”Jesús no responde a nuestro estilo de vida,
marcado por las preocupaciones, diciendo que no deberíamos dedicarnos tanto a
los asuntos de este mundo. No intenta alejarnos de los acontecimientos, de las
actividades y de las personas que forman parte de nuestra vida. No dice que
todo lo que hacemos es insignificante, carente de valor o inútil. Ni siquiera
nos sugiere que nos retiremos de todas las actividades en las que estamos
comprometidos, para vivir en quietud y tranquilidad lejos de las tensiones del
mundo.
La respuesta de Jesús a las preocupaciones que
colman nuestra vida es muy diferente. Nos pide que transfiramos el centro de
gravedad, que traslademos el centro de nuestra atención, que cambiemos el orden
de nuestras prioridades. Jesús quiere que nos traslademos desde las «muchas
cosas» a la «única cosa necesaria». Es importante que nos demos cuenta de que
Jesús no quiere en absoluto que abandonemos nuestro mundo, tan complejo. Su
voluntad, más bien, es que vivamos en él, firmemente arraigados en el centro de
todas las cosas. Jesús no habla de que cambiemos de tipo de actividad o de que
modifiquemos nuestras relaciones, ni siquiera de que disminuyamos el ritmo.
Jesús nos habla de un cambio del corazón. De una disposición diferente del
corazón que haga todo diferente, aun cuando todo parezca seguir como antes. Eso
significa: «Buscad primero el Reino de Dios… y todas estas cosas se os darán por
añadidura». Lo que cuenta es el empleo de nuestro corazón.
Cuando nos asaltan las preocupaciones, nuestro
corazón se encuentra en el lugar equivocado. Jesús nos pide que traslademos el
corazón al centro, allí donde todo lo demás está en su sitio”…
H. J. M. Nouwen, Invitación a una alta vida espiritual, Brescia 1998.
Para rezar
Ayúdanos Señor a saber a escuchar,
que puestos a tus pies,
que puestos a tus pies,
dejemos que tu palabra nos empape
como suave rocío.
Que al rumiarla
en la lectura de cada día,
se fecunde nuestra vida.
en la lectura de cada día,
se fecunde nuestra vida.
Enséñanos Señor
a escuchar tu Palabra;
que se haga carne de nuestra carne,
a escuchar tu Palabra;
que se haga carne de nuestra carne,
luz de nuestros ojos
para mirar la vida
según tu voluntad
según tu voluntad
para que cada uno
de nuestros gestos y acciones
sean expresión de tu reino ya comenzado.
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