6 de octubre de 2018 – TO – SÁBADO DE LA XXVI SEMANA
Que sus nombres estén escritos en el cielo
Lectura del libro de Job 42,
1-3. 5-6. 12-17
Job respondió al Señor, diciendo:
Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es
irrealizable para ti. Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me
sobrepasan y que ignoro. Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto
mis ojos. Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.
El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más
que los primeros. El llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil
yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo además siete hijos y tres hijas. A la
primera la llamó «Paloma», a la segunda «Canela», y a la tercera «Sombra para
los párpados.» En todo el país no había mujeres tan hermosas como las hijas de
Job. Y su padre les dio una parte de herencia entre sus hermanos.
Después de esto, Job vivió todavía ciento cuarenta
años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.
Job murió muy anciano y colmado de días.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 118, 66. 71. 75.
91. 125. 130 (R.: 135a)
R. Señor, que brille sobre
mí la luz de tu rostro.
Enséñame la discreción y la sabiduría,
porque confío en tus mandamientos. R.
Me hizo bien sufrir la humillación,
porque así aprendí tus preceptos. R.
Yo sé que tus juicios son justos, Señor,
y que me has humillado con razón. R.
Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque todas las cosas te están sometidas. R.
Yo soy tu servidor: instrúyeme,
y así conoceré tus prescripciones. R.
La explicación de tu palabra ilumina
y da inteligencia al ignorante. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 10, 17-24
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de
gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre.»
El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como
un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para
vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin
embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus
nombres estén escritos en el cielo.»
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo,
movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me
ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como
nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.»
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús
les dijo a ellos solos: « ¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les
aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo
vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Después de las turbulencias de todo el libro, Job
reconoce la grandeza de Dios y se muestra dispuesto a aceptar sus designios, y
acaba con un poético final feliz. El Dios de Job es misterioso y
desconcertante. Según el autor del libro, el hombre, no es capaz de tener de
Dios un conocimiento que le permita saber siempre, qué significa un suceso de
los que ocurren en el mundo.
No se puede abandonar a Dios en nombre de una
justicia mejor para el hombre. La justicia de Dios se manifiesta a veces de una
manera que supera al hombre, al igual que la creación escapa a su comprensión.
Job confiesa también que todo lo vivido lo ha hecho
madurar, y reconoce que, anteriormente, su encuentro con Dios había sido
defectuoso, que lo conocía sólo de oídas, y ahora lo han visto sus ojos. Si
bien el problema del mal no ha recibido, en el libro de Job, una respuesta
filosóficamente convincente, pero lo ha ayudado a crecer. El sufrimiento le ha
puesto entre la espada y la pared y lo ha obligado, a plantearse unas
cuestiones y a llegar a un encuentro vital con Dios.
Aunque Dios bendice a Job con bienes, incluso
superiores a los que tenía al principio, la conclusión del libro de Job es que
también el hombre justo puede sufrir en esta vida, y tal vez más que los otros.
Pero ni el sufrimiento es un castigo, ni Dios se complace en ver sufrir.
***
Los que habían sido enviados vuelven de la misión y
se toman un tiempo para contarle al Maestro lo que han vivido. Este encuentro
es el punto de partida para nuevas lecciones de Jesús para los misioneros. Los
setenta y dos regresan alegres por el éxito de su trabajo: la victoria sobre el
mal lograda por la invocación del nombre de Jesús. Experimentan la grandeza del
ser discípulos de Jesús, que les ha dado poder sobre todo “poder enemigo”.
Pero Jesús no se queda en la acción, sino que los
invita a levantar sus miradas hacia lo alto y alaba a Dios Padre, por la obra
realizada por sus discípulos. Jesús se goza en la acción de gracias porque la
revelación de Dios, ha llegado a los pequeños y han tenido acceso al corazón de
un Padre que se desvela por sus hijos más pequeños y los ama a través de las acciones
de su Hijo. Sin embargo la verdadera victoria, no es sólo la obra que han
realizado por la salvación de otros sino la misma salvación de ellos.
Como Iglesia evangelizadora no podemos olvidar que
evangelizamos y nos evangelizamos, que siempre somos discípulos, que lo que
anunciamos debe ir en coherencia con lo que vivimos, que lo que proclamamos es
lo que nos esforzamos en creer, que lo que damos es la expresión de lo que
llevamos dentro.
La Iglesia es dichosa por la obra que se le
encomienda pero sobre todo porque la Palabra de gracia sigue resonando en su
interior y la invita a renovarse constantemente.
Hoy más que nunca, nuestro testimonio de vida es
condición esencial para la eficacia de la misión. Debemos hacernos responsables
del Evangelio que proclamamos.
Es necesario que nuestro esfuerzo evangelizador
brote de una verdadera santidad de vida y que el anuncio, animado con la
oración y el amor a la Eucaristía, vaya santificándonos. El mundo exige y
espera de nosotros: sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con
todos y especialmente con los pequeños y los pobres, humildad, generosidad y
alegre renuncia. Sólo es creíble para el mundo de hoy un Evangelio encarnado.
Para discernir
¿Experimento mi vida como misión?
¿Me alegro de que la buena noticia llegue a los
hombres?
¿Dónde está mi felicidad como evangelizador?
Repitamos a lo largo de
este día
Te alabo Padre
Para la lectura espiritual
«En aquel momento, Jesús se llenó de alegría»
…”Por su misma esencia, el gozo cristiano es la
participación espiritual en el gozo insondable, conjuntamente divino y humano,
que está en el corazón de Jesucristo glorificado…Contemplémosle a lo largo de
su vida terrestre; en su humanidad hizo experiencia de nuestros gozos. Jesús,
manifiestamente ha conocido, apreciado, celebrado toda una gama de gozos
humanos, de estos gozos simples y cotidianos, al alcance de todos. La
profundidad de su vida interior no ha debilitado lo concreto de su mirada, ni
su sensibilidad. Admira los pájaros y los lirios del campo. De buenas a
primeras une en su mirar, la mirada de Dios sobre la creación al amanecer de la
historia. Gustosamente exalta el gozo del sembrador y del segador, el del
hombre que encuentra un tesoro escondido, el del pastor que recupera su oveja o
el de la mujer que encuentra la moneda perdida, el gozo de los invitados a la
fiesta, el gozo de las bodas. El del padre que acoge a su hijo el regresar de
una vida de pródigo y el de la mujer que acaba de dar a luz a un hijo.
Estos gozos humanos tienen para Jesús tanta
consistencia que para él son signos de los gozos espirituales del Reino de
Dios: gozo de los hombres que entran en este Reino, que vuelven a él o trabajan
en él, gozo del Padre que los acoge. Por su parte, Jesús mismo manifiesta su
satisfacción y su ternura cuando encuentra a unos niños que desean acercársele,
a un hombre rico, fiel y preocupado de hacer todo de su parte, amigos que le
abren la puerta de su casa como Marta, María, Lázaro. Su dicha se encuentra
sobre todo al ver acogida la Palabra, liberados los posesos, convertirse a una
mujer pecadora o un publicano como Zaqueo, una viuda que coge de su propia
indigencia para dar. Exulta igualmente de gozo cuando constata que la
revelación del Reino, que permanece escondida a los sabios y entendidos, se da
a los más pequeños. Sí, puesto que Cristo vivió nuestra condición humana y fue
«probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» (Heb 4,15) acogió y
experimentó los gozos afectivos y espirituales como un don de Dios. Y no cesó
en su empeño hasta que no hubo «anunciado a los pobres la Buena Noticia, y a
los afligidos el gozo» (cfr. Lc 4,10)”…
Pablo VI, papa de 1963-1978
Exhortación apostólica sobre el gozo cristiano «Gaudete in Domino»
Para rezar
Señor ayúdame a anunciar a todos tu evangelio.
Que no me cierre a nadie,
Que no me cierre a nadie,
y mire especialmente a los que más te necesitan.
Quiero caminar con ojos abiertos, pie firme
Quiero caminar con ojos abiertos, pie firme
y con el corazón en la mano,
mostrando mi fe, sin miedo ni vergüenza,
simplemente, viviéndola.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
simplemente, viviéndola.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
construyendo una Iglesia unida, justa y fraternal.
Que pueda vivir cada día, aún a costa mía,
Que pueda vivir cada día, aún a costa mía,
la radicalidad del Evangelio,
para no desfigurar el mensaje de salvación
que los hombres merecen encontrar.
Amén
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