31 de octubre de 2018 – TO – MIÉRCOLES DE LA XXX SEMANA
Traten de entrar por la puerta estrecha
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso 6,1-9
Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor porque
esto es lo justo, ya que el primer mandamiento que contiene una promesa es
este: Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y tengas una larga
vida en la tierra.
Padres, no irriten a sus hijos; al contrario,
edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor.
Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y
respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo; no con una
obediencia fingida que trata de agradar a los hombres, sino como servidores de
Cristo, cumpliendo de todo corazón la voluntad de Dios.
Sirvan a sus dueños de buena gana, como si se
tratara del Señor y no de los hombres, teniendo en cuenta que el Señor
retribuirá a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre.
Y ustedes, patrones, compórtense de la misma manera
con sus servidores y dejen a un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de
ellos, que lo es también de ustedes, está en el cielo, y no hace acepción de
personas.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 145(144), 10-14
R. El Señor es fiel a sus
palabras.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 13, 22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos,
mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad
que son pocos los que se salvan?»
El respondió: «Traten de entrar por la puerta
estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En
cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera,
se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos.” Y él les
responderá: “No sé de dónde son ustedes.”
Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido
contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas.” Pero él les dirá: “No sé de dónde
son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando
vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y
ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del
Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los
primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
La recomendación de Pablo a los efesios de que sean
“buenos, comprensivos”, y que “se perdonen unos a otros como Dios los perdonó
en Cristo”, las refiere hoy a las relaciones de los hijos con los padres, de
los esclavos con sus dueños, y viceversa.
Para los hijos, la obediencia a sus padres, lleva a
cumplimiento el antiguo pero siempre actual mandamiento, de honrar a los
padres. Por otro lado, recuerda a los padres que deben ejercer su autoridad
como haría el Señor, sin tiranía, ni exasperando a sus hijos.
Sin que justifique la esclavitud a nivel de
derecho, se le presenta como un hecho, y en la misma línea de las llamadas
anteriores pide a los esclavos que “obedezcan a sus amos como quien sirve al
Señor y no a hombres”. Mientras que a los amos les recuerda que “tienen un amo
en el cielo y que ése no es parcial con nadie”.
Pablo no pretende cambiar las estructuras sociales
de su época, pero sí presentar criterios que provoquen un cambio radical en las
mentalidades y en los corazones, que las transformen desde dentro.
***
Alguien se acerca y le hace una pregunta que tiene
su origen en una curiosidad que siempre ha existido: “¿Cuántos serán los que se
salven?”. Jesús sabe que en la mentalidad del que pregunta, anidaba la idea de
que sólo se salvarán, los que pertenecen al pueblo judío. Jesús, como de
costumbre, no contesta esta pregunta, y aprovecha para dar su lección:
“Esfuércense en entrar por la puerta estrecha”. El Reino es exigente, no se
gana cómodamente.
Hay personas que podrían parecer últimas y serán
primeras, y otras que se consideraban primeras en el pueblo de Israel, serán
últimas. El Reino es exigente y, a la vez, abierto a todos. No se decidirá por
la raza o la asociación a la que uno pertenezca, sino por la respuesta de fe
que hayamos dado en nuestra vida.
Para Jesús no hay israelitas privilegiados, ni
siquiera el resto de Israel, que se ha constituido como núcleo del pueblo
salvado por Dios. La ‘puerta estrecha’ es la entrada en la comunidad que vive
las bienaventuranzas. No entrará en ella ninguno de los que «no practican la
justicia», por mucho que hayan convivido con Él, y hayan escuchado su
enseñanza. Ya no hay prerrogativas nacionales, incluso las del pueblo de Dios.
Solamente entrarán los que hayan seguido su enseñanza, pertenezcan a Israel o
no.
El pertenecer a una u otra raza no determina la
entrada al banquete escatológico: judíos y paganos se sentarán a la misma mesa.
Abraham, Isaac, Jacob, los Profetas, y los paganos venidos de todos los
diversos países. Una sola condición es necesaria: haber reconocido a Jesús y
haber tomado la decisión de seguirlo por la fe.
El evangelio de Lucas nos previene contra la
tentación de creer que “ya estamos aprobados” y que, por lo tanto, da igual
vivir de cualquier manera. Ya estamos salvados. Esta es la buena noticia.
Precisamente por eso nos esforzamos en ofrecer signos de salvación, nos sentimos
urgidos a vivir una vida nueva.
No basta con pertenecer a su Iglesia o haber
celebrado la Eucaristía y escuchado su Palabra: podríamos correr el riesgo de
que “se cierre la puerta y nos quedemos fuera del banquete”. Depende de si
hemos sabido corresponder a esos dones.
Para
discernir
¿Vivo la pertenencia a la Iglesia como un
privilegio?
¿Experimento el trabajo por la justicia como
condición para la entrada en el Reino?
¿Me conformo con cumplir?
Repitamos a
lo largo de este día
Ayúdame Señor a elegir la puerta estrecha
Para la
lectura espiritual
…”Nuestra misión es una misión de amor. Es una
misión de bondad, sobre todo hoy, en que hay tanta hambre de Dios. Noto que,
con el tiempo, cada uno de nosotros se transformará en mensajero del amor de
Dios. Para obtener esto, debemos ahondar en nuestra vida de amor, de oración,
de sacrificio. Es muy difícil dar a Jesús a los otros si no lo tenemos en
nuestros corazones. Si esto no nos interesa, estamos perdiendo el tiempo,
porque limitarse a trabajar no es un motivo suficiente: sí lo es, en cambio,
llevar la paz, el amor y la bondad al mundo de hoy, y para eso no tenemos
necesidad ni de ametralladoras, ni de bombas. Necesitamos un amor profundo y
una profunda unión con Cristo para ser capaces de dar a Cristo a los otros.
Ahora bien, antes de poder vivir esta vida con el exterior, debemos vivirla en
nuestras familias. El amor empieza en casa, y debemos ser capaces de mirar a
nuestro alrededor y decir: «Sí, el amor empieza en la familia». Por eso nuestro
primer esfuerzo debe ir encaminado a hacer de nuestras familias otros tantos
Nazarets donde reinen el amor y la paz. Esto sólo se consigue cuando la familia
se mantiene unida y reza unida.
A todos vosotros os ofrece una magnífica
oportunidad la gran misión de vivir esta vida de amor, de paz, de unidad. Y,
haciendo esto, proclamaréis a los cuatro vientos que Cristo está vivo”…
Madre Teresa de Calcuta, La alegría de darse a los otros.
Para rezar
Jesús, querido maestro,
quiero ayudarte a construir el Reino.
Dame fuerzas para vivir
siempre de acuerdo a tus enseñanzas.
Que ayude siempre a los demás,
que respete a todos,
y los trate de buenas maneras.
Que aprenda a perdonar
y no guarde rencor.
Que sepa compartir
y dar de corazón.
Enseñame a rezar con ganas
para que venga tu Reino.
Para que vivamos en una sociedad más justa,
donde no haya gente que sufra,
o le falte lo necesario para vivir.
quiero ayudarte a construir el Reino.
Dame fuerzas para vivir
siempre de acuerdo a tus enseñanzas.
Que ayude siempre a los demás,
que respete a todos,
y los trate de buenas maneras.
Que aprenda a perdonar
y no guarde rencor.
Que sepa compartir
y dar de corazón.
Enseñame a rezar con ganas
para que venga tu Reino.
Para que vivamos en una sociedad más justa,
donde no haya gente que sufra,
o le falte lo necesario para vivir.
Marcelo Murúa
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