12 de octubre de 2018 – TO – VIERNES DE LA XXVII SEMANA
El Reino de Dios ha llegado
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Galacia 3, 7-14
Hermanos:
Reconozcan, entonces, que los verdaderos hijos de
Abraham son los que tienen fe. La Escritura, previendo que Dios justificaría a
los paganos por la fe, anticipó esta buena noticia a Abraham, prometiéndole: En
ti serán bendecidas todas las naciones. De esa manera, los que creen son los
que participan de la bendición de Abraham, el creyente.
En efecto, todos los que confían en las obras de la
Ley están bajo una maldición, porque dice la Escritura: Maldito sea el que no
cumple fielmente todo lo que está escrito en el libro de la Ley.
Es evidente que delante de Dios nadie es
justificado por la Ley, ya que el justo vivirá por la fe. La Ley no tiene en
cuenta la fe, antes bien, el que observa sus preceptos vivirá por ellos.
Cristo nos liberó de esta maldición de la Ley,
haciéndose él mismo maldición por nosotros, porque también está escrito:
Maldito el que está colgado en el patíbulo. Y esto, para que la bendición de
Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos
por la fe el Espíritu prometido.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 110, 1-2. 3-4. 5-6
(R.: 5b)
R. El Señor se acuerda
eternamente de su alianza.
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas. R.
Su obra es esplendor y majestad,
su justicia permanece para siempre.
El hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo. R.
Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.
Manifestó a su pueblo el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11,
15-26
Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de
entre la muchedumbre decían: «Este expulsa a los demonios por el poder de
Belzebul, el Príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, exigían
de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un
reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como
ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo
expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan
los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir
que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia
en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más
fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus
bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no
recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga
por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: “Volveré
a mi casa, de donde salí.” Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada.
Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se
instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Para evitar problemas con los judaizantes, Pedro y
Bernabé estaban dispuestos a aceptar que los cristianos gentiles mantuviesen
las reuniones litúrgicas separados de los judíos. De este modo los judíos
conservarían una apariencia de su pureza legal. Para Pablo esto significaba
ceder en una cuestión de principio. Pedro, ante su reprobación, humildemente le
dio la razón.
Pablo está obstinado con el asunto de la fe y de la
ley, o de la gracia y las obras; a tal punto que no tiene miedo de remachar que
serán malditos, aquellos que piensen salvarse comprometiéndose de una manera
voluntarista en la observancia de la ley, como si el Señor estuviera al margen
de nuestra vida, como un frío espectador y juez remunerador.
Es el tema central de su carta a los gálatas y lo
será también de la carta a los romanos. Se está refiriendo al núcleo mismo de
la existencia cristiana: apoyarnos en nuestros propios méritos o en la bondad
de Dios, centrar la espiritualidad en las obras cumplidas o en la apertura a la
gracia de Dios.
Porque no son las obras de la ley las que hacen al
hombre aceptable delante de Dios, sino la fe en Jesucristo y la vida que nos
viene por esta fe.
Pablo recurre al ejemplo de Abrahán, que pueden
entender muy bien sus interlocutores de Galacia. Los judaizantes se sentían
orgullosos de ser hijos de Abrahán. Pablo usa el argumento a favor del
evangelio, el de Jesús. Abrahán fue aceptado a causa de su fe.
Dios no lo eligió por sus obras, sus méritos
anteriores. Era pagano cuando fue llamado a una misión, que no comprendía
totalmente, pero fiándose de Dios, emprendió su peregrinación. Eso es lo que lo
hace modelo de los creyentes. «Todos» los hombres pueden llegar a ser «hijos de
Abraham», no por la práctica de la ley, sino por la fe.
***
En la enseñanza del “Padre Nuestro”, Jesús invita a
los discípulos que pidan la venida del reino. El “Reino” viene en la persona de
Jesús, y todo lo que hace es signo de que el Reino de Dios está presente en
medio de los seres humanos. La vida en el Reino de Dios supone victoria sobre
las fuerzas del mal.
El recorrido misionero de Jesús ha implicado muchas
cosas, conversiones, descubrimiento del sentido de la vida, pero también
resistencias y obstinaciones. Jesús en este pasaje se enfrenta a un grupo que
se resiste a ver en sus obras, las obras de Dios. Este ataque saca a relucir el
porqué de su confrontación con Satanás.
Esta oposición contra Jesús llega a extremos
curiosos: dicen que echa los demonios por arte de “Belzebul, el príncipe de los
demonios”. Él les responde que dicha afirmación no es coherente, dado que es
absurdo luchar contra el demonio, precisamente en nombre del demonio, además si
fuera como ellos afirman, deberían decir lo mismo de los exorcismos que ellos
mismos acostumbraban realizar.
Jesús aclara que sus exorcismos son precisamente
una señal del cielo porque se trata del “dedo de Dios”, el poder de Dios,
realizando esta obra. Toda la vida de Jesús revela que Él actúa con el poder de
Dios para hacer que el bien reine en la humanidad. Mientras Él expulsa los
demonios como una manifestación auténtica del obrar de Dios, ellos no hacen más
que realizar actos mágicos que, a la hora de la verdad, no tienen eficacia a
fondo sobre el mal. Toda la vida de Jesús revela que las victorias sobre los
“demonios” que se realizan a lo largo de su ministerio, son un anticipo de la
victoria final sobre Satanás que se realizará en la Cruz.
Tanto el ministerio de Jesús como nuestra vida de
cristianos, se presenta como un campo de batalla en el que tenemos que tomar
posición. En su Pascua Jesús se ha revelado como “el más fuerte” que ha vencido
al poder del mal y ahora nos invita a que nos unamos a Él en esa lucha. No
podemos ser meros espectadores en la gran batalla. El mal sigue existiendo y
nos obliga a no permanecer neutrales, sino a posicionarnos estando siempre vigilantes.
Vigilancia que no es estar a la defensiva, sino construyendo cotidianamente el
bien, para no dar espacio ni lugar al mal. No basta con no hacer el mal o
tratar de evitarlo. El mal se vence a fuerza de bien.
La lucha contra el mal es cotidiana porque somos
frágiles e inestables y podemos volver a caer. Los poderes del mal aspiran
siempre a volver a ocupar su antiguo lugar. No hay que dormirse teniendo una
falsa seguridad en nuestra vida, creyendo que ya estamos salvados y hemos
superado lo que nos ataba. La excesiva confianza en nosotros mismos, nos hace
muchas veces imprudentes y descuidados.
No hay que darle chance al demonio con un
retroceso. Para impedirlo, hay mantenerse en el campo de Jesús, construyendo la
fidelidad en el aprendizaje del Evangelio, llenándonos de Dios para poder hacer
el bien y por el bien hecho, quedar llenos de Dios. Esto es estar y recoger con
Jesús.
Para
discernir
¿Trato de vencer el mal con mis solas fuerzas?
¿Venzo el mal a fuerza de bien?
¿Hice una opción fundamental por el Reino?
Repitamos a
lo largo de este día
Contigo, Jesús, contigo venceré al mal
Para la
lectura espiritual
…”Vivir la vida cristiana significa vivir en el
mundo sin ser del mundo. Es en la soledad donde esta libertad interior puede
crecer y desarrollarse. Jesús se marchó a un lugar solitario para orar, es
decir, para hacer crecer en él la conciencia de que todo el poder que poseía le
había sido conferido; de que todas las palabras que profería venían de su
Padre, y de que todas las obras que realizaba no eran realmente suyas, sino
obras de aquel que le había enviado. En aquel lugar donde reinaba la soledad,
Jesús fue dejado libre de fracasar.
Una vida que no conozca un ámbito de soledad —es
decir, una vida privada de un centro de quietud— se vuelve fácilmente presa de
dinámicas destructivas. Cuando nos aferramos a los resultados de nuestras
acciones convirtiéndolos en nuestro único medio de autoidentificación, nos
volvemos posesivos, proclives a mantenernos a la defensiva, a considerar a
nuestro prójimo más como un enemigo al que debemos mantener a distancia que
como un amigo con el que compartir los dones de la vida.
En la soledad, en cambio, vamos adquiriendo
gradualmente la capacidad de desenmascarar la naturaleza ilusoria de nuestro
carácter posesivo y de descubrir, en lo hondo de nuestro ser, que no somos algo
que podamos conquistar, sino algo que nos ha sido dado. En la soledad podemos
escuchar la voz de aquel que nos habló antes de que nosotros pudiéramos
proferir una sola palabra, que nos sanó antes de que nosotros pudiéramos hacer
un solo gesto de ayuda a los otros, que nos liberó mucho antes de que nosotros
estuviéramos en condiciones de liberar a otros, que nos amó mucho antes de que
nosotros pudiéramos amar a cualquier otro. En esta soledad es donde descubrimos
que ser es más importante que tener, y que nuestro valor consiste en algo más
importante que los meros resultados de nuestros esfuerzos. En la soledad
descubrimos que nuestra vida no es una obsesión que debamos defender, sino un don
para compartir [...], que el amor que consigamos expresar forma parte de un
amor más grande”…
H. J. M. Nouwen, La fuerza de la soledad, Brescia 1998, pp. 19-21.
Para rezar
Dios, en tus manos me abandono
Yo me abandono ¡oh Dios! en tus manos.
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
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