8 de septiembre de 2028 - TO – SÁBADO DE LA XXII SEMANA
8 de Septiembre - Natividad de la Santísima Virgen
María (F)
Él salvará a su Pueblo
Lectura de la profecía de
Miqueas 5, 1-4a
Así habla el Señor:
Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de
Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan
al pasado, a un tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento
en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos
volverá junto a los israelitas. El se mantendrá de pie y los apacentará con la
fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios.
Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande
hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz!
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 8,
28-30
Hermanos:
Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas
para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio.
En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito
entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que
llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 12, 6ab. 6c (R.:
Is 61, 10)
R. Yo desbordo de alegría en
el Señor.
Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me salvaste. R.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido! R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 1, 1-16. 18-23
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de
Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos
fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de
Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre
de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de
este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David.
David fue padre de Salomón, y la madre de este fue
la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de
Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám;
Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz,
padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón
padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el
destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue
padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud;
Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc;
Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar,
padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María,
tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu
Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él
salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el
Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo
a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios con
nosotros.»
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 1, 18-23
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María,
tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu
Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él
salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el
Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo
a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios con
nosotros.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Para explicar el origen de Jesús, en el evangelio
de hoy Mateo emplea un recurso literario utilizado en la antigüedad, que es la
genealogía. Las genealogías servían para conocer los antepasados de una
persona, y esto era de suma importancia en la cultura de los pueblos del
oriente antiguo, en la que el individuo se entendía a sí mismo, y era visto por
los demás, como parte de un grupo con el que establecía una relación de
parentela por los lazos de la sangre y de la carne. La familia era el depósito
de honor acumulado por todos los antepasados, y cada uno de sus miembros
participaba de dicho honor y estaba obligado a defenderlo.
La intención de Mateo al comenzar su evangelio con
esta genealogía es dar a conocer la ilustre ascendencia de Jesús, que se
remonta nada menos que a David y a Abraham, presentándolo así como un personaje
muy importante y honorable a los ojos de sus contemporáneos.
Los textos litúrgicos de la Escritura seleccionados
para honrar hoy a María no hablan de su Natividad, este hecho quedó desde el
primer momento perdido en un anonimato similar al de cientos de hijos de
Israel.
En los planes de Dios, la humildad, el silencio, el
pasar desapercibido, se hacen habituales. El misterio escondido en el
nacimiento será iluminado desde acontecimientos posteriores.
Por eso, la liturgia se fija en el gran
acontecimiento de la natividad de un Niño, de un Elegido, Predestinado, Jesús,
que, proviniendo de la casa y familia de David, da cumplimiento a cuanto en la
Biblia se dijo sobre el Mesías, Salvador.
Los textos muestran con claridad que hemos conocido
la verdadera historia de la predestinación de María a través de la sorprendente
historia de salvación que realizó su Hijo, Jesús.
Hoy nosotros, desde la salvación que Jesús nos
ofrece con su muerte y resurrección, orientamos nuestra mirada hacia la Mujer que
fue objeto de predilección, haciendo nuestra la aclamación: ¡Dichoso el vientre
que te llevó y los pechos que te amamantaron!
Todos los títulos de grandeza de María, desde su
concepción hasta su coronación en el cielo, derivan de la misión de Madre del
Mesías. ¡Dichosa porque has creído y has sido llamada para ser Madre de Dios y
Madre nuestra!
Celebremos esta fiesta evocando en nuestra memoria
el recuerdo de aquellos que nos han marcado un camino en la fe. Que el recuerdo
de María como Madre de Jesús, parte de una familia y de un pueblo nos ayude a
asumir nuestra responsabilidad histórica de hacer crecer y pasar la herencia de
la fe.
Para
discernir
¿Discierno mi vida sabiéndome inserto en el plan de
salvación de Dios?
¿He tenido experiencia que los caminos de Dios no
son mis caminos? ¿Lo he vivido con docilidad y humildad?
¿Qué pasos de profundidad tengo que dar en mi
pertenencia a la Iglesia?
Repitamos a
lo largo de este día
El plan del Señor subsiste para siempre
Para la lectura
espiritual
Fiesta de la de la Natividad de la Santísima virgen
María
“Una fiesta como la de la Natividad de la Santísima
Virgen María, por la época en que se celebra —es decir, cuando el tiempo,
después de los calores estivales, se hace más suave, y cuando la uva y tantos
otros frutos llegan a madurar— expresa muy bien dos conceptos: el de la
“plenitud de los tiempos” (Cf. Gál 4,4; Ef. 1,10; Heb 9,26) y el del alivio
beneficioso aportado por el nacimiento de María.
Todo en el AT converge hacia el tiempo de la Encarnación,
y en este punto comienza el NT. En ese momento de plenitud se inserta María, La
Natividad de María —comenta san Andrés de Creta en la homilía sobre la segunda
lectura del oficio de la fiesta (Cf. Sermón 1: PG 97, 810) — “representa el
tránsito de un régimen al otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no
era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo”.
La liturgia de la fiesta de la Natividad de
la Santísima Virgen María reafirma en diversos tonos la idea de la plenitud de
los tiempos: en la primera lectura del oficio se preanuncia el gran momento de
la aparición de la íntima colaboradora de aquel que conseguiría la victoria
definitiva sobre la serpiente infernal, aparición, por ello, destinada a
iluminar a toda la iglesia.
a) María es “la virgen que concebirá”. La profecía de Miqueas representa una de las profecías mesiánicas más conocidas. El profeta ha anunciado la ruina de los reinos del norte y del sur como castigo de sus pecados; pero en medio de las tinieblas he aquí que brilla una luz… ¡Siempre es así! Dios entregará a los hijos de Israel al poder de otro hasta que… El autor parece que se quiere hacer el misterioso, el enigmático, porque sabe que va a decir una cosa ya muy sabida: que de Belén de Efratá “saldrá” el abanderado, el nuevo guía.
Verdaderamente, el autor piensa en Belén, patria de
David, y en el Mesías, descendiente de David como si la historia se hubiese
detenido y empezase otra vez con un nuevo David, el Mesías. Pero ya en los
tiempos de Jesús (Cf. Mt 2,5-6) la expresión era entendida no sólo en el
sentido teológico de un recomenzar la historia, sino en sentido geográfico
verdadero y propio. Miqueas, de una manera que podría parecer cuando menos
curiosa, presenta, más que al nuevo guía, a la mujer que lo va a dar a luz. Del
guía dice que será un dominador que pastoreará con la gracia del Señor, y que
su reino será un reino de paz universal. De la madre dice palabras más
maravillosas todavía y envueltas en un cierto halo de misterio, pero que sus
contemporáneos ya estaban en condiciones de comprender y valorar: “…hasta el
tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz” (5,2). Es evidente que Miqueas,
y con él sus destinatarios, pensarían en el célebre oráculo de la álmah de Is
7,14s pronunciado unos treinta años antes. El mismo VAT II reconoce “apertis
verbis” que la profecía de Miqueas encuentra cumplimiento en María: “Ella es la
Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, cuyo nombre será Emmanuel” (Cf. Is
7,14; Miq 5,2-3; Mt 1,22-23). “Ella misma sobresale entre los humildes y pobres
del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación. En fin, con Ella,
excelsa hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de
los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de
Ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los
misterios de su carne” (LG 55).
b) María es la “madre del Hombre nuevo”. La segunda
lectura está tomada de Rm.8, 28-30 y trata de la justificación que encuentra su
culminación en la vida futura. En esta visión se inscribe el papel de la
Virgen, destinada ab aeterno a ser la madre del Salvador, el alma colaboradora
en toda la obra de la salvación. Hay que precisar que Pablo no separa nunca a
Dios creador del Dios salvador, de modo que el hombre creatura está ligado al
hombre que hay que salvar, y toda la creación, unida a su vez al hombre, está
destinada asimismo a la salvación. La creación entera está sometida a la
vanidad o caducidad en el sentido de que el hombre está llamado a dar
significado y valor a la creación, y cuando el hombre no se sirve de ella según
los planes de Dios, las creaturas, violentadas, gimen y sufren. La creación,
por tanto, está sometida al destino del hombre y, por consiguiente, está
fundamentada sobre la condición, o sea sobre la esperanza de la
liberación del hombre, liberación futura. Se trata de un mundo nuevo en
gestación en el actual, y que supera a éste en plenitud.
El hombre deberá salvarse con la creación y en la
creación; su quehacer de salvarse, con la gracia de Dios, se refiere a su alma
y a su cuerpo, más aún: a todas las creaturas. El esfuerzo del hombre consiste
en mejorar el mundo; por eso aquellos que aman a Dios colaboran en ello
activamente. Es un quehacer extraordinario y comprometido. Para conseguir
realizarlo, el hombre debe ser una copia de la imagen del Hijo de Dios: debe
asociarse con Cristo, transformarse en él, asumiendo sus directrices y sus
comportamientos.
Como consecuencia de esta semejanza con Cristo se
seguirá una relación de fraternidad, porque “Cristo es el primogénito entre
muchos hermanos”. En este punto Pablo pone en relación encadenada los diversos
estadios de la iniciativa divina, considerándolos, sin embargo, más allá de la
actuación en el tiempo; por eso usa siempre el aoristo: “… ha conocido…, ha
predestinado…, ha llamado…, ha justificado…, ha glorificado…” (Cf. vv. 29-30).
En esta visión el nacimiento de la Virgen
aparece íntimamente ligado a la salvación del hombre y de la creatura entera.
María es verdaderamente la aurora de un mundo nuevo, mejor: del mundo nuevo tal
como había sido pensado por Dios desde la eternidad. “Ella, la Mujer nueva,
está junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente encuentra
verdadera luz el misterio del hombre” (MC 57; GS 22).
c) “José, el esposo de María, de la cual
nació Jesús, llamado Cristo”. El relato evangélico (Mt.1, 1-16.18-23) presenta
una genealogía de Jesús a primera vista no necesaria, y refiere cómo José asume
la paternidad legal de Jesús. Después de haber relatado lo referente al nombre
del protagonista de su evangelio, Jesucristo, Mateo nos ofrece una demostración
de la realidad singular del mismo con una genealogía voluntariamente
artificiosa: el mismo número “14″ (7 + 7) de los tres grupos en que subdivide
la prehistoria de Cristo indica perfección y plenitud. En nuestro caso la
perfección es la providencia especial de Dios en la disposición de la historia
salvífica, que culmina en Cristo: historia presentada en sus orígenes, en sus
momentos más importantes y en su coronamiento y plenitud”.
Benedicto XVI
Para rezar
Poesía a la Natividad de María
Canten hoy, pues nacéis Vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por Vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Amén.
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por Vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Amén.
Lope de Vega
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