14 de septiembre de 2018 – TO – VIERNES DE LA XXIII SEMANA
14 de septiembre - Exaltación de la Cruz (F)
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9
En el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto?
¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de
esta comida miserable!»
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas
serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos
israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: «Hemos pecado
hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que
aleje de nosotros esas serpientes.»
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le
dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que
haya sido mordido, al mirarla, quedará curado.»
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre
un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la
serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está
sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el
cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de
Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.: cf.
7b)
R. No olviden las proezas del Señor.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza. R.
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17
Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió
del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la
serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea
levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo
único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.»
Palabra del Señor
Para
reflexionar
En el libro de los Números la serpiente de bronce
es levantada por Moisés sobre un asta en medio del campamento. Todos los
israelitas que mordidos por las serpientes venenosas, habían sido castigados
por sus rebeldías; miraban la serpiente de bronce y se curaban. La exaltación
de esa serpiente portadora de muerte se convertía para el pueblo arrepentido en
portadora de vida.
***
En san Pablo Jesucristo quiso acreditarse como
verdadero hombre y vivir como uno de tantos. Por su obediencia al Padre y por
su solidaridad con todos los pecadores, Cristo se anonadó hasta el límite de la
muerte y muerte de cruz.
Pero Dios lo ensalzó para darle un “nombre” que
está por encima de todo nombre. El nombre es para los hebreos la expresión del
propio ser, la proclamación de lo que uno es y de su misión; al recibir Jesús
el “nombre-sobre-todo-nombre” Pablo expresa que Jesús es el Señor. Jesús ha
querido ser Dios para nosotros, haciéndose verdaderamente hombre solidario en
todo.
***
Juan utiliza la narración de la serpiente de
bronce, elevada por Moisés en el desierto, como figura que ilustra
proféticamente lo que sucede en la “elevación” del Hijo del Hombre en la cruz.
Hacia ese Jesús elevado en señal de oprobio,
nosotros levantamos nuestros ojos de la fe, porque reconocemos en Él el amor
salvador del Padre y el amor fiel y salvador del Hijo, que ha aceptado perder
la vida, es decir, entregarla al Padre y a todos nosotros.
Las palabras de Jesús a Juan expresan en forma
resumida su misión, que consiste en dar al hombre “vida eterna”, la misma vida
de Dios, y que se concede a los hombres en virtud de su elevación.
El levantamiento de Jesús es a la vez su muerte en
cruz y su glorificación; es fruto del rechazo del mundo y atracción salvadora
de todos los hombres; Jesús es elevado para morir en manos del mundo y es
elevado para salvar por el Padre; “para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”.
Jesús elevado, atrae a todos los hombres; es la luz verdadera que ilumina a
todos.
Jesús no es juicio sino salvación. Dios no es el
que juzga, sino el que salva. La salvación tiene lugar por la fe. El propósito
y la voluntad de Dios es la salvación del mundo, no su condenación. Dios ama al
mundo con un amor incomprensible e inconmensurable. El Dios que revela Jesús no
es un Dios a imagen de los hombres, que se dedica a garantizar el orden en el
mundo, ni un super vigilante del escenario del mundo, ni el custodio del orden
moral. Dios ama, Dios es amor. Sólo Jesús, con sus palabras y sus gestos que lo
conducen a la cruz, puede dejar entrever esto.
El Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la
solidaridad con los hombres. Jesús sabe que la salvación no le llega al hombre
por la huida de la realidad humana, sino por la identificación hasta el fondo
con ella. Jesús se comportó como un hombre cualquiera. Nada le fue ahorrado de
la común condición humana sino que la asumió hasta la muerte. Esta profunda comunión
con nosotros es lo que hace a Jesús tan entrañable y tan próximo a cada uno de
nosotros.
El Padre no envía al Hijo a la muerte sino al
cumplimiento fiel de su misión de revelar el amor de Dios, su misericordia
sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es una consecuencia de su obrar.
Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre corre este riesgo que no “escatimó″.
Se trata, por tanto, de un claro predominio del
designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el mundo; de una
prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata de un triunfo de la
salvación.
La cruz fue para Cristo la voluntad del Padre
cumplida hasta el extremo, su última palabra y la más elocuente. La cruz fue
para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el mejor servicio a todos los
hombres. Para servir hay que ponerse en la cola, en el último lugar, descendió
el que vino al mundo a servir y no a ser servido. Por eso fue también la cruz
el trono de su exaltación y su gloria.
Para Jesús la cruz no fue un final desgraciado o
inesperado, sino la culminación de su camino. No hay quiebre entre lo que hizo
durante su vida pública y su cruz. La cruz es camino de vida, se trata de
seguir a Jesús, en el intento de vivir como Él viviría en este tiempo y en
nuestra realidad concreta. Escoger un camino que sea consecuente con lo que Él
nos enseñó: un camino que, sirva a la verdad y no a la mentira, al amor
generoso y no al egoísmo insolidario, a la justicia de cada día y no al
aprovecharse de los débiles.
En el desierto que nos presenta el mundo, de
nosotros depende levantar el signo de un futuro más fuerte que la muerte. No se
trata de colocar crucifijos por todas partes; se trata de que nosotros mismos
estemos marcados por el amor de tal manera que todo hombre pueda reconocer el rostro
de Cristo y la esperanza de curación.
La cruz que exaltamos no son los maderos cruzados
sino el coraje de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor a las
consecuencias a que lo iban a llevar. La exaltación de la cruz es la exaltación
de la fidelidad de Jesús a la causa del Reino. Cruz es el sufrimiento que se
producirá en nuestra vida como consecuencia de seguir a Jesús y los valores del
evangelio.
Esta celebración tiene que ser para nosotros la
ocasión de hacer memoria, de recordar y proclamar muy alto que Cristo ha sido
exaltado en la cruz y que todos los que son de Cristo no podemos pretender otra
gloria que ésta. Tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo y no
conformarnos a este mundo. Si somos discípulos de Cristo estaremos siempre con
Él en la cruz, en la contradicción.
Los creyentes no vivimos la cruz como derrotados,
sino como portadores de una esperanza final. Si asumimos esa cruz inevitable en
todo aquel que se esfuerza por ser fiel a su vocación y por construir un mundo
más humano, más habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y
de nosotros el mal y el sufrimiento. A una cruz como la de Jesús, sólo le
espera resurrección. Por eso, aunque parezca contradictorio, nos gozamos y
hacemos fiesta contemplando la cruz, por encima de otras exaltaciones pasajeras
y mundanas que nos embotan cada día.
La exaltación de la cruz no es la exaltación del
sufrimiento y del sacrificio, ni la consagración del dolor, sino revelación
cumbre del amor y la posibilidad de transformar el abatimiento en construcción
de vida humana plena. Jesús nos enseña cómo pasar de la muerte a la vida.
Para
discernir
¿Busco la verdad a toda costa, sin acobardarme ante
la posibilidad de que me pongan la cruz?
¿Acepto las cruces (históricas, no naturales) que
ya cargo? (Enumerarlas, revisarlas ante mí mismo).
¿Soy capaz de rebajarme por el bien de otros?
Repitamos a
lo largo de este día
Jesucristo es el Señor
Para la
lectura espiritual
«Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí»
…”Hoy es el día de la Exaltación de la Santa Cruz;
cruz que merece nuestro amor y a la cual, por nuestro amor, ha sido suspendido
el Salvador del mundo entero. Nuestro Señor ha dicho: «Cuando haya sido elevado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Con estas palabras quiere decir que su
deseo más grande es atraer hacia Él nuestros corazones terrenos, poseídos por
el amor hacia las cosas de este mundo; quiere atraer hacia Él nuestra sed de
gozos y satisfacciones de la tierra. Nuestra alma, bella y orgullosa, retenida
por la complacencia en sí misma, por el amor a la satisfacción material de
nuestra sensibilidad, quisiera Él atraerla totalmente hacia Sí. Sí, a fin de
que Él sea elevado en nosotros y crezca en nuestros corazones. Porque para
aquellos que Dios ha sido siempre grande, todas las cosas creadas son pequeñas,
y las cosas pequeñas las consideran como si nada fuesen.
La belleza de esta Cruz es Cristo crucificado
elevado de manera inimaginable, muy por encima de todos los santos, de todos
los ángeles, de todos los gozos, delicias y felicidades que todos juntos
poseen. Y puesto que su verdadera mansión se encuentra en lo más alto de los
cielos, quiere habitar en eso que hay en lo más alto de nosotros mismos, es
decir, en nuestro amor y en nuestros sentimientos más elevados, más íntimos,
más delicados. Quiere atraer hacia Él los aspectos más simples de nuestro
espíritu y de nuestra alma en lo que tienen de más eminente, y elevar todo ello
hasta Él. Si logramos que esto sea una realidad en nosotros, Él nos atraerá
hasta su mansión más elevada y la más íntima… Cuanto más ahora yo le dé lo que
es mío, lo que tengo, tanto más Él me dará lo que es suyo”…
Juan Taulero. Sermón 58
Para rezar
Nos acercamos a los crucificados
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
y nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.
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