7 de junio de 2018 – TO - JUEVES DE LA IX SEMANA
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a Timoteo 2, 8-15
Querido hermano:
Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los
muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico,
por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios
no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a
fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen
de la gloria eterna.
Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con
él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de
él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no
puede renegar de sí mismo.
No dejes de enseñar estas cosas, ni de exhortar
delante de Dios a que se eviten las discusiones inútiles, que sólo sirven para
perdición de quienes las escuchan. Esfuérzate en ser digno de la aprobación de
Dios, presentándote ante él como un obrero que no tienen de qué avergonzarse y
como un fiel dispensador de la Palabra de verdad.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 24, 4-5b. 8-9. 10
y 14 (R.:4a)
R. Muéstrame, Señor, tus
caminos.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi Salvador. R.
El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres. R.
Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
El Señor da su amistad a los que lo temen
y les hace conocer su alianza. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 12, 28-34
Un escriba que los oyó discutir, al ver que les
había respondido bien, se acercó y le preguntó: « ¿Cuál es el primero de los
mandamientos?»
Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel:
el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento más grande que estos.»
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes
razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con
todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los
sacrificios.»
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente,
le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Con una fe inquebrantable, Pablo, encerrado en una
oscura cárcel, anima a Timoteo en su camino. Pablo muestra su amor a su
discípulo predilecto; cada vez que pronuncia su nombre añade: «mi amado hijo»,
“verdadero hijo en la fe” “mi hijo muy amado y fiel en el Señor”. Timoteo es el
hijo que “tiene los mismos sentimientos” de Pablo.
Pablo entiende su propio sufrimiento como un modo
privilegiado de unirse a Cristo. El sentido definitivo de su sufrimiento: vivir
con Jesús, imitar su vida, participar en su obra de salvación. La certeza de
que su sufrimiento es parte del plan de salvación le permite al prisionero
Pablo ser totalmente libre.
Lo único que le preocupa es que pueda frenarse el
anuncio de la Palabra de Dios en el proceso de la evangelización del mundo
aunque tiene la seguridad de que la Palabra no quedará encadenada.
La entrega redentora de Cristo es su modelo y debe
ser también nuestro modelo decisivo: «acuérdate de Jesucristo… si con Él
morimos, viviremos con Él».
***
A los escribas les gustaba mucho discutir sobre la
Ley. Después de fariseos y saduceos, hoy llega un escriba; que es “una buena
persona”. Aunque pertenece al círculo de los adversarios de Jesús, su búsqueda
de la verdad domina sobre su pertenencia al grupo dirigente. No pretende
comprometer a Jesús, sino que, al ver la sabiduría con que interpreta la
Escritura, busca solución a una cuestión muy debatida.
Los judíos se veían como ahogados por tantos
preceptos, complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas
de rabinos, por eso el fondo de la pregunta apunta a descubrir qué es lo más
importante para Dios según la tradición de Israel, cuál es la expresión suprema
de su voluntad y lo primario en el comportamiento del hombre.
Esta vez la pregunta es sincera y merece una
respuesta de Cristo que también provocará una alabanza al letrado ante su buena
reacción. Jesús comienza su respuesta haciendo suyo el llamamiento a Israel de
Dt 6,4-5 …Escucha, Israel…. En tiempos de Jesús esta oración era parte
integrante de la liturgia del templo, pero después de la destrucción de éste
pasó a la liturgia sinagogal como parte de las oraciones de la mañana y de la
tarde.
Jesús, no solamente va a enunciar el mandamiento,
sino que va a proclamarlo, tomando las palabras de Moisés al pueblo; sin citar
a Moisés ni a la Escritura. Recuerda a todo Israel que Dios es su único Señor,
no los dirigentes que explotan y agobian al pueblo, ni el mismo César que lo
somete, ni el dios de muertos. Jesús retoma el fundamento de la fe de Israel y
lo propone a sus discípulos como el primero y el más importante de los
mandamientos: el amor íntegro y total a Dios como único Señor. La suma de los
términos: “corazón, alma, mente, fuerza” quiere significar una plenitud de amor
que comprende todas nuestras facultades de amar.
Jesús avanza sobre la pregunta del letrado y
retomando la escritura deja por sentado que en la antigua alianza no había un
solo mandamiento principal, sino dos, pues el amor a Dios era inseparable del
amor al prójimo. Para ser verdadero, el amor a Dios tenía que traducirse en
amor al hombre.
Jesús define el segundo mandamiento con una fórmula
bíblica, tomada del “código de santidad” del libro del Levítico: … “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”… (Lv 19,18). Jesús se refiere al mandamiento del amor
al prójimo colocándolo al mismo nivel que el primero, en cuanto pertenece a la
misma categoría de principio unificador y fundamental: “No hay mandamiento más
importante que éstos”.
Al afirmar que no hay ningún mandamiento mayor que
éstos relativiza Jesús todos los demás, que aparecen como secundarios,
accesorios, dispensables. Son estos dos los que deben regular la vida del
israelita; ninguna otra práctica es esencial. Del amor a Dios no se deriva el
culto religioso, sino el amor al hombre, su imagen.
La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume
toda la ley. Un amor en dos direcciones. Amar a Dios, dándole el primer lugar
en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Un
amor a Dios que nos significa escucharlo, adorarlo, encontrarnos con El en la
oración, amar lo que ama Él.
Amar al prójimo con todo el corazón, a los que nos
agradan y a los que no, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo
se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles
daño, sino ayudarlos, comprenderlos, perdonarlos.
Jesús une las dos direcciones en la única ley del
amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las
dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No
vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones
sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.
Por eso el amor concreto debe partir de las
necesidades del hermano a quien se ama. El amor no son palabras que se dicen
nada más, no son discursos demagógicos que se pronuncian para tranquilizar la
conciencia. La obligación de amar al hermano se ha convertido en un imperativo
del seguimiento a Jesús que se concretiza en la vida fraterna. Jesús invitó a
sus discípulos a una vida de amor fuerte y concreto. El amor a los hermanos
debe ser testimonio de seguimiento y testimonio de vida cristiana.
Para discernir
¿Qué lugar ocupa mi amor a Dios?
¿Cómo lo expreso?
¿Qué lugar ocupa el amor a los hermanos?
Repitamos
lo largo de este día
…Enséñame a amar…
Para la
lectura espiritual
Amor a los hombres, amor de Dios
…”Hijo mío, esfuérzate con toda tu alma a adquirir
el amor a los hombres, en el cual y a través del cual te elevarás hasta el amor
de Dios que es el fin de todos los fines. Vanos son todos los trabajos que no
se hacen en caridad.
Todas las buenas obras y todos los trabajos
conducen al hombre hasta la puerta del palacio real; pero el amor es el que nos
hace permanecer en él y nos hace descansar en el seno de Cristo (Jn. 13, 25).
Hijo mío, que tu amor no esté dividido,
interesadamente, sino que sea desinteresado, derramado por todas partes, a la
vista de Dios. Cristo te dará el conocimiento necesario para comprender el
misterio de esta palabra. Ama a todos los hombres como a ti mismo; más aún, ama
a tu hermano más que a ti mismo; no busques sólo lo que te conviene a ti, sino
lo que es útil a tu hermano. Menospréciate a ti mismo por amor a tu hermano, a
fin de que Cristo sea misericordioso y haga de ti un coheredero de su amor.
Cuida bien de no descuidar esto, porque Dios nos ha amado primero y entregó su
Hijo a la muerte por todos. «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo
único» dice el apóstol Juan, testigo de la verdad (Jn 3,16). El que camina por
este sendero del amor, gracias a su trabajo llegará pronto a la mansión que es
el fin de sus esfuerzos. No pienses, pues, hijo mío, que el hombre puede
alcanzar el amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, antes de haber
amado a sus hermanos en humanidad”…
Youssef Bousnaya (hacia 869-979), monje sirio
Para rezar
Señor:
Sólo Tú puedes soportar ofensas, indiferencia,
ingratitud, abandono y permanecer inalterable.
Dame Señor un corazón como el tuyo disponible para todos
por igual, sin egoísmos para que pueda servir a los demás
y no fallarles, para que mi amor sea siempre sincero,
constante, grande y perfecto como el Tuyo.
Bendice a los que me aman y a los que Tú sabes que no.
Reconozco que soy quien levanto barreras de prevención
y miedo, indiferencias y rechazos, disgustos y reclamos.
Permíteme dar un testimonio vivo de amor que no sea sólo apariencia.
Te pido que pongas en mi corazón sentimientos más puros y sinceros.
Necesito generosidad, renuncia, comprensión y confianza.
Tú me amas Señor, no por lo que soy sino a pesar de lo que soy.
¡ENSÉÑAME A AMAR!
Sólo Tú puedes soportar ofensas, indiferencia,
ingratitud, abandono y permanecer inalterable.
Dame Señor un corazón como el tuyo disponible para todos
por igual, sin egoísmos para que pueda servir a los demás
y no fallarles, para que mi amor sea siempre sincero,
constante, grande y perfecto como el Tuyo.
Bendice a los que me aman y a los que Tú sabes que no.
Reconozco que soy quien levanto barreras de prevención
y miedo, indiferencias y rechazos, disgustos y reclamos.
Permíteme dar un testimonio vivo de amor que no sea sólo apariencia.
Te pido que pongas en mi corazón sentimientos más puros y sinceros.
Necesito generosidad, renuncia, comprensión y confianza.
Tú me amas Señor, no por lo que soy sino a pesar de lo que soy.
¡ENSÉÑAME A AMAR!
María Eugenia Ochoa
Medina -MVP – Colombia
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