24 de junio de 2018

24 de junio de 2018 – TO – DOMINGO XII - Ciclo B

El nacimiento de San Juan Bautista (S)

Te llamo a ser luz de las naciones

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías    49, 1-6

    ¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza.» Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.» 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 138, 1b-3. 13-14b. 14c-15 (R.: 14a) 
R.    Te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable.

    Señor, tú me sondeas y me conoces,
    tú sabes si me siento o me levanto;
    de lejos percibes lo que pienso,
    te das cuenta si camino o si descanso,
    y todos mis pasos te son familiares. R.

    Tú creaste mis entrañas,
    me plasmaste en el seno de mi madre:
    te doy gracias porque fui formado
    de manera tan admirable.
    ¡Qué maravillosas son tus obras! R.

    Tú conocías hasta el fondo de mi alma
    y nada de mi ser se te ocultaba,
    cuando yo era formado en lo secreto,
    cuando era tejido en lo profundo de la tierra. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de los Hechos de los apóstoles        13, 22-26

    Pablo decía:
    «Cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, e; hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David hizo surgir para Israel un Salvador, qué es Jesús. Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: “Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias”. Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios.» 
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    1, 57-66. 80

    Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
    A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.» Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.» Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.» Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: « ¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Hoy las cuestiones fundamentales de la vida, corren el peligro de ser sofocadas o eludidas. El sentido de la vida, más que buscado viene impuesto: o por lo que se vive en lo inmediato, o por lo que satisface las necesidades; la conciencia llega a ser cada vez más extraña, y las cuestiones más importantes quedan sepultadas.
Un aspecto que caracteriza el tiempo que corre, es la multiplicidad de opciones que se presentan como contracara a la carencia de enfoques, de propuestas, de proyectos. El hoy se asemeja a un panteón de la antigua Roma, a un gran « templo » en el que todas las « divinidades » tienen lugar, y cada « valor » tiene su puesto y su altar.
En este contexto, resulta difícil tener una visión unitaria del mundo y, por lo tanto es muy débil la capacidad de proyectar la vida. Cuando una cultura no define valores como capaces para dar sentido a la vida, sino que pone todo en el mismo plano, todo llega a ser indiferente y sin importancia.
Se busca autenticidad, afecto, relaciones personales, amplitud de horizontes; y por otro lado es muy grande la experiencia de estar solos, «heridos» por el bienestar, engañados por las ideologías, confusos por el relativismo dominante.
El criterio con el que la mentalidad de hoy acostumbra a mirar el futuro se centra en el provecho, el gusto o la comodidad. El camino a elegir, la persona que amar, la profesión a desarrollar, se dispone de modo que se presente como criterio absoluto, la utilidad particular del individuo. Son opciones sin ninguna apertura a lo que el hombre realmente desea, al misterio y a la trascendencia y muchas veces con escasa responsabilidad respecto a la vida, propia y ajena. Predomina una sensibilidad y mentalidad que desestiman la clave vocacional de la vida.
En nuestro mundo complejo y sin puntos veraces de referencia, el modelo que prevalece es el del «hombre sin vocación ». Una cultura de este estilo hace jóvenes con una identidad frágil y fragmentada, con la consiguiente indecisión crónica frente a la opción vocacional. Si por una parte se busca a toda costa, autonomía e independencia, por otra, se tiende, como refugio, a ser dependientes del ambiente socio-cultural y a vivir en función de lo que “pide el cuerpo”, de aquello que” hace sentir bien”, en un mundo afectivo hecho a nuestra medida.
La vocación fundamental del hombre, se contiene en la vocación a la vida y a una vida concebida desde su origen, a semejanza de la vida de Dios. El acto creador del Padre, es lo que provoca el conocimiento de que la vida es una entrega a la libertad del hombre, llamado a dar respuesta personalísima y original, responsable y llena de gratitud.
Dios me ha llamado de la nada. Entre los miles de millones de seres posibles, Él me ha elegido y me ha llamado a mí. Mi vida está constituida por esa llamada. Mi vida continúa porque Él continúa llamándome, impidiendo que vuelva a caer en el silencio de la nada del que fui sacado. Mi existencia es fruto del amor creador de Dios, de su palabra creadora. Vengo a la vida porque soy amado, pensado y querido por una Voluntad que nos ha preferido a la no-existencia, que nos ha amado antes de que fuésemos.
Mi vida es una Voz que me llama, la Voz potente de Aquél a quien se debe todo lo que existe; mi vida es una respuesta obligatoria a esa Voz que me está llamando.
En la existencia de algunos hombres, esta llamada de Dios se ha dejado realmente sentir con la inmediatez concreta de una voz humana, de acontecimientos, de necesidades, suscitando la sorpresa o el sobresalto que se experimenta cuando somos llamados por nuestro nombre a aquello que humanamente nos sobrepasa.
Y esto es lo que explica, en la raíz, el misterio de la vida del hombre, que es misterio de predilección y gratuidad absoluta. Como proyecto de vida, la vocación es proyecto total de existencia. Nada queda fuera de ella, nada queda al margen de ella, todo tiene un nuevo sentido. Hay cosas en nuestra vida que la vocación revoca, porque no pueden seguir igual, exigen una conformación con lo que Dios quiere. La vocación como compromiso exige dar la vida, entregarla sin cálculo, generosamente, con la seguridad puesta en quien llama.
***
En el Evangelio de hoy los vecinos se hacían la pregunta justa: “¿Qué va a ser este niño?”. Era y es la pregunta que todos nos hacemos ante un recién nacido. ¿Qué mundo le tocará? ¿Qué profesión tendrá? ¿Será feliz? Un niño recién nacido es siempre un libro abierto y en blanco. Todas las páginas están por llenar. Cada niño que nace tiene siempre algo de profecía, de ruptura con el pasado y comienzo de algo nuevo. Es siempre un misterio.
Hoy celebramos el nacimiento de Juan Bautista. Una vocación grabada a fuego desde el vientre materno. Su futuro será sorprendente: anunciar la presencia de Jesús, el Salvador, y preparar sus caminos. Nunca los padres imaginaron así el futuro de su hijo.
Lo que más se destaca en la vocación de Juan es su total dedicación a la tarea de convertir al pueblo ante la venida del Señor. Él ha visto la situación de su pueblo, ha experimentado que era necesario hacer algo, ha sentido que Dios lo llamaba, y se ha lanzado. Juan habla con dureza, es exigente, combate las desigualdades, las injusticias, las autosatisfacciones, la búsqueda indiscriminada del placer. Juan es tan exigente consigo mismo, hasta el punto que, comparado con Jesús, aparece casi exageradamente ascético; esa es su manera de mostrar que el proyecto de Dios es lo único importante.
Al contemplar el testimonio personal de Juan, contemplamos también su papel en la historia de la salvación. Contemplamos como Dios va marcando caminos, y escoge a hombres y mujeres para realizar su plan salvador. Juan es escogido con una función especialmente decisiva.
La primera lectura, le aplica a Juan el segundo cántico del Siervo de Yahvé, para señalar esta elección, que consistirá en empezar a encender en medio del pueblo de Israel la luz; que después será luz para todas las naciones.
Juan es una señal del amor de Dios por su pueblo. El nombre de “Juan” quiere decir “Dios concede su favor”, y se aplica hoy tanto al nivel doméstico de la vida de Zacarías e Isabel, que siendo ya ancianos tienen un hijo, como en el nivel de la historia de la salvación de Dios para todos los hombres.
Juan supo recoger toda la esperanza y anhelo de salvación que estaba en el corazón de su pueblo. Su palabra, atenta al devenir de la vida de los hombres de su tiempo, llegaba al interior de cada uno suscitando provocación, inquietud y haciendo que los ojos se abrieran al futuro. Su palabra
tambaleaba seguridades, fue “espada cortante” que llamaba con ímpetu, como la palabra de los profetas, a la conversión.
Juan representa el último escalón de la preparación de la venida del Mesías. El relato de Lucas, nos describe su figura con todos los rasgos característicos de los verdaderos profetas: la vocación que se manifiesta desde el nacimiento mismo, la posesión del Espíritu, la ascesis. Juan nace de unas entrañas estériles; es de familia sacerdotal y es profeta, destinado a designar al Mesías.
Como profeta capta los signos de los tiempos, en el punto preciso en el que el futuro le dará significación. No se expresa mediante conceptos; recurre a los signos y a los gestos, más que de solucionarlos, es capaz de vislumbrar los problemas. Su lenguaje es directo y crudo. Transmite un ‘mensaje’: es el heraldo del Mesías, que ha venido y que ha de venir”.
A la pregunta: “¿Qué va a ser este niño?”; le responde la primera lectura: “Te hago luz de las naciones“, pero al mismo tiempo la segunda lectura lo presenta lleno de humildad y totalmente subordinado a Jesús: “Yo no soy quien piensan, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias”. El propio Jesús define la figura de Juan: “entre todos los nacidos de mujer no hay profeta mayor que Juan; pero el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él”.
La grandeza de su vocación y la grandeza de la fidelidad con la que él la vive consiste en no ahorrar sacrificio, sabiéndose retirar cuando su misión está realizada, no pretendiendo entender más de lo que le es dado, sabiendo morir para no traicionar su verdad. Sabe disminuir y desaparecer para dar paso al único y verdadero Salvador.
La actitud clave que permite al Bautista actuar de esta manera es su desprendimiento. Juan no construye nada para él, ni siquiera un grupo de seguidores. Obra en función de otro. Tiene clara conciencia de ser puente y camino. Él no es el fin.
Para nosotros Jesucristo no es “el que ha de venir” sino “el que ha venido”. Pero igualmente podemos hablar de una necesidad de continuar su venida y por lo tanto, de una necesidad de continuar el trabajo de Juan: preparar la venida de Jesucristo a cada uno de nosotros, a cada hombre, a la humanidad, en cada momento de la historia. La voluntad de Dios y nuestra responsabilidad es que Jesucristo sea conocido y seguido a través de lo que nosotros hacemos. La vocación fundamental de cada cristiano es ser fiel a la misión de preparar el camino.
De ello depende el que la Buena Noticia de Jesucristo quede desconocida, falseada, o sea un anuncio que libere, que comunique fuerza, que renueve al hombre. Esta misión, cada uno tiene su modo de realizarla sin excusas.
Hoy el ejemplo de Juan nos muestra caminos para realizar nuestra vocación. Juan une la radicalidad de su palabra y la exigencia de su propia vida, con la fidelidad a lo que él dice. Es un hombre que dice y hace con exigencia, con radicalidad.
Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Juan nos enseña a cumplir con nuestra misión de discípulos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia. Nos hace ver la importancia del reconocimiento y arrepentimiento de los pecados.
En cierto modo, estas características de Juan son las que debemos tener como Iglesia con respecto a la persona y a la obra de Jesús. La vocación propia de la Iglesia es preparar el camino para el encuentro salvador de los hombres con Jesús. Su razón de ser radica en la misión de precursora de Jesús. Como Juan, la Iglesia está llamada a señalar a los hombres dónde se encuentra la verdadera salvación.
Ella sabe que los hombres pueden encontrar a Jesús de muchas maneras, y su mayor alegría consiste en disminuir para que Jesús crezca en el corazón de los hombres. El ejemplo de Juan nos debe estimular a la aceptación gozosa de nuestro papel, relativo y subordinado, pero lleno de la verdadera grandeza.

Para discernir

¿Experimento mi vida como la realización de una vocación?
¿Qué determina mi respuesta cotidiana?
¿Valoro el papel que tengo en la construcción del reino?

Repitamos a lo largo de este día

..Llamado a preparar su camino…

Para la lectura espiritual

«Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos.» (Lc 1,76)

…”Con razón el nacimiento de este niño fue para muchos causa de alegría. Lo sigue siendo hoy. Nacido en la vejez de sus padres, vino a predicar a un mundo envejecido la gracia de un nuevo nacimiento. Es justo que la Iglesia celebre este nacimiento con solemnidad, ya que se trata de un hecho maravilloso de la gracia, del que la naturaleza se admira.
A mí mismo, esta lámpara que ilumina al mundo (Jn 5,35) me trae con su aparición una alegría nueva, ya que es gracia a ella que he reconocido al que es la luz verdadera que alumbra en las tinieblas, pero las tinieblas no la han acogido. (Jn 1,5; 9) Sí, el nacimiento de este niño me trae una alegría inefable ya que es para el mundo entero fuente de inestimables bienes. Juan, el primero, instruye a la Iglesia, empieza a educarla por la penitencia, la prepara por el bautismo, y, una vez preparada, la entrega a Cristo y la une a él. (Jn 3,29). Enseña a la Iglesia a vivir en la sobriedad, y por el ejemplo de su propia muerte le concede la fortaleza para morir animosa. Por todo ello prepara al Señor un pueblo bien dispuesto”… (Lc 1,17) 
Beato Guerric d’Igny (hacia 1080-1157) abad cisterciense
Sermón 1 para la fiesta de S. Juan Bautista

Para rezar

Hoy te bendecimos, Dios de los apóstoles y de los profetas,
por la figura y testimonio de Juan el Bautista,
el precursor humilde e insobornable del Mesías, Cristo Jesús.
haz que nos tomemos muy en serio su mensaje siempre actual.

Así, convertidos al amor y la justicia de tu reino,
te cantamos a boca llena el canto de gozo de los convertidos.
Éramos tierra yerma y erial calcinado por el egoísmo,
pero tú eres capaz de hacer florecer nuestro desierto inhóspito.

Enséñanos a vivir en tu presencia y alabarte siempre
con el corazón alegre por tu amorosa gratitud de Padre,
porque todo es presencia y gracia, ternura y cariño tuyo.

Amén.


B. Caballero

24 de junio de 2018 – TO - DOMINGO XII – Ciclo B

…¿Por qué tienen miedo?…

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Job 38, 1, 8-11 

El señor habló a Job desde la tempestad, diciendo: ¡¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del vientre materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones?! Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas y le dije: “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.
Palabra de Dios

SALMO          
Sal 106, 23-26. 28-31
R. ¡Den gloria al señor porque es bueno,
porque es eterno su amor!

Los que viajaron en barco por el mar
para traficar por las aguas inmensas,
contemplaron las obras del Señor,
sus maravillas en el océano profundo.

Con su palabra desafió el vendaval,
que encrespaba las olas de océano:
ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,
se sentían desfallecer por el mareo.

Pero en la angustia invocaron al Señor,
y él los libró de las tribulaciones:
cambió el huracán en una brisa suave
y se aplacaron las olas del mar.

Entonces se alegraron de aquella calma,
el Señor los condujo al puerto deseado.
Den gracias al Señor por su misericordia
y por sus maravillas a favor de los hombres.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo
a los cristianos de Corinto 2 Cor 5,14-17

Hermanos:
El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno sólo murió por todos, entonces todos han muerto. Y El murió por todos a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos, y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hacho presente.
Palabra de Dios

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos         4.35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos dejando a la multitud lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿no te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?”.
 Palabra del Señor

Para reflexionar

Ciertamente vivir no resulta fácil. El sentimiento de inseguridad es uno de los condicionantes más fuertes y una de las causas más grandes de frustraciones, de violencia, de angustia. La experiencia de vida amenazada nos va tomando poco a poco y se va trasladando a nuestras opciones, decisiones y comportamientos.
En nuestra vid de fe están las amenazas que provienen del medio: la injusticia, la violencia, la corrupción, el consumismo, el relativismo y el sensualismo. Están las amenazas de dentro. Las de la misma Iglesia, las de la comunidad en la que no siempre vemos reflejado el rostro de Cristo y traen como consecuencia la burla, el descrédito, la intolerancia. Ante esto nos avergonzamos o abatimos pensando si el esfuerzo vale la pena.
También están las amenazas de dentro nuestro, cuando descubrimos tristemente que no somos todo lo que pensábamos que éramos y que “el tiempo no para”.
Esta lucha provoca cansancio, duda, miedo. Miedo a la verdad, miedo a los sentimientos, miedo a perder, miedo a lo nuevo, miedo al cambio, miedo al miedo. Y así, cuando la realidad nos ahoga y nos sentimos perdidos y desorientados abandonamos todo esfuerzo y dejamos que la barca de la vida sea empujada por su propio viento y que la historia se construya sola. 
***
Todo el libro de Job es un esfuerzo pedagógico de la Palabra de Dios a fin de que el hombre reflexione sobre el problema del mal, sobre las injusticias en el mundo, y, sobre todo, en el hecho insólito de que sufra el hombre justo Job se lamenta del trato que recibe después de una vida entregada a hacer el bien. Pero Dios no responde Su lógica es distinta de la nuestra. Dios, es siempre misterio para el hombre pero puede ser contemplado en sus obras, en la creación. En el universo entero hay huellas del su amor y sabiduría infinita. Se encuentra con Dios, y entonces sus interrogantes ya no piden respuesta.
***
Pablo se defiende contra la opinión de ciertos grupos de Corinto que sólo se fijan en las apariencias y menosprecian su persona y su actuación, llegando a decir de él que no está en sus cabales y que ha perdido la cabeza. Pablo comienza su exposición diciendo que la base de su proceder es el amor que Cristo ha mostrado a los hombres. El tomó nuestra muerte y así nosotros podemos tomar su vida. Esto es lo que impulsa a quien se siente identificado con Cristo a proceder como Él superando el egoísmo del hombre viejo viviendo para los demás. Este cambio se produce en la más profunda intimidad , y aquellos que se no se someten a esta transformación radical del amor siguen juzgando a las persona según los viejos prejuicios de la carne y el egoísmo. 
***
El evangelio no es una crónica periodística o histórica, sino una reflexión de fe con la mirada puesta en Jesús, desde el ambiente de las nacientes comunidades cristianas que van creciendo en medio de conflictos y dificultades. Están insertas en una historia concreta que experimenta el asedio de muchas amenazas internas y externas. Son comunidades nuevas, perseguidas y surge en ellas la desesperación, el desencanto. Este relato quiere animar a las comunidades agobiadas y desalentadas por tantos enfrentamientos a permanecer mantener
una fe inquebrantable
en Jesús en medio de los apuros y tribulaciones de su existencia y a pesar de todo lo oscuro y tambaleante que pueda parecerles el panorama que tienen delante. La garantía se les propone a través de la victoria de Jesús sobre la tormenta del lago. Es el sentido del evangelio que hoy leemos.
***
La narración de la tempestad que calmó Jesús en el lago de Galilea viene a continuación de unas enseñanzas en parábolas. Jesús se daba cuenta de la incomprensión y hostilidad que lo rodeaba. 
El mar en la literatura bíblica, por influencia de las literaturas primitivas, está relacionado con los enemigos de Dios, es signo de los poderes del mal, de las fuerzas que pretenden acabar con su obra.
En medio del lago de Genesaret se levanta repentinamente una gran tempestad. Las tempestades de este tipo aunque duran poco tiempo, son muy peligrosas para las pequeñas barcas de pescadores. Sin embargo el tema central es la barca que está en peligro de hundirse y la palabra eficaz y definitiva de Jesús. La tradición cristiana ha visto desde siempre a la barca como símbolo de la Iglesia, que navega por las aguas tempestuosas del mundo y de la vida.
El incidente tiene lugar de noche. Los símbolos que se utilizan son los más sugestivos para presentar a la embarcación cercada por todos los peligros imaginables.
El sueño de Jesús simboliza su ausencia, indica que los discípulos no son conscientes de su presencia hasta el momento del peligro. Los discípulos lo despiertan: pidiéndole que los salve porque se hunden. Se sienten perdidos y no encuentran ayuda ni en su experiencia ni en sus propias fuerzas. Es una llamada de desesperación, pero también de confianza.
Jesús se dirige a los discípulos y a la tempestad. “El viento cesó y vino una gran calma. El reproche de Jesús no se hizo esperar. Ya lo habían visto expulsando demonios y curando enfermedades, ahora les manifiesta su señorío dominando las fuerzas de la naturaleza. 
Hoy Igual que en las primeras comunidades, en las que la fe de muchos naufragaba ante las amenazas y las presiones del medio, nos urge recordar que Jesús no ha abandonado la barca. El navega con nosotros. Es capaz de derrotar la tempestad. La certeza de la presencia de Jesús debe fortalecer la frágil fe de la comunidad.
Seguir el camino de Jesús, es vivir comprometidos con la novedad del Evangelio. Con Cristo lo viejo ya ha pasado, se impone lo nuevo. La misión de la Iglesia es impregnar la vida y la historia con verdaderos “criterios” cristianos, trabajar sin descanso con la misma vocación del maestro de Nazaret en la construcción de una nueva tierra en habitada por la justicia y el amor. Impregnar la cultura desde la vida personal y social “de Evangelio”, para que abandonada la injusticia, el odio, la ambición, se alcance la fraternidad, la paz, la solidaridad y la justicia entre los hombres. Esto supone por lo tanto lucha, esfuerzo, opción y persecución. 
A los discípulos no se nos ha prometido un crucero apacible por el mar de esta vida. Nuestra historia, como la de los demás hombres, es muchas veces una historia de tempestades. 
En el empeño por la fidelidad al Evangelio y a los propios ideales, tantas veces contrapuestos a los ideales del “mundo”, en el sueño de una vida transformada no faltarán mares inquietos y movidos, peligros, mareos de toda clase, miedos, cobardías, desorientación, cansancios. Tampoco faltarán crisis internas y externas, tensiones dentro y persecuciones u hostilidad fuera, y podemos tener la sensación de que nos hundimos, que la barca, personal o comunitaria va a zozobrar.  Si la realidad nos muestra esto en el camino de la realización del reino; a la le vez Jesús nos dice que nos estamos solos. 
La vida está cada día realizándose, tiene algo de dramático pero mucho de esperanzador que necesitamos interpretar todos los días. Venimos con un pasado escrito y abiertos a un futuro por escribir lleno de posibilidades. Aceptar la propia vida como llamado de Dios y querer realizarla exige sinceridad, coraje, valentía y un serio compromiso para no perderla dejándonos llevar por el viento de turno que sople. Dios no quiere nuestro naufragio, sino que lleguemos a la otra orilla.
Cristo como vencedor, es la respuesta definitiva de Dios. Sólo Jesús es el Mesías, y sólo en Él en podemos fiarnos para encontrar la salida y el sentido para todos nuestros problemas, sólo él puede dar respuesta a todas nuestras ilusiones. 
Esta fe suprime el temor porque llena de Dios nuestra vida, disipando las tinieblas de todos los rincones, sacudiendo las preocupaciones y disipando las angustias. Pero, muchas veces, como los discípulos de la barca: esperamos la ayuda del Padre, pero no toda la ayuda y de ese modo creemos, pero no nos abandonamos.
Igual que aquella noche, para los discípulos los peligros son sólo aparentes. Tener fe es creer en Cristo como Señor de la vida, no huyendo ante los peligros o compromisos que puedan traernos su seguimiento aunque se nublen los ideales, surjan las dificultades, nos sintamos lejos de la orilla y parezca que ya no hay nada que hacer.
Si Jesús está «dormido» es porque confía en nosotros y en nuestras posibilidades cuando nos entregamos incondicionalmente a la fuerza poderosa de su Palabra encarnada en el día a día con la certeza de que es Él quien realmente conduce la barca de nuestra vida y la de la comunidad cristiana que cree. El poder de Jesús exige nuestra confianza, necesita de ella: “Todo lo puedo, si creo”. Con la fe todo se pone en pie, todo puede ocurrir. Sin ella, nada. Jesús nos invita a creer antes de hacer cualquier cosa, y también a medida que la hacemos.
La fe no elimina las situaciones de peligro ni evita las contradicciones y los males pero lo que cambia con la fe en Cristo, el Señor, es la forma de afrontar la vida. Tanto la calma o la tormenta, la salud o enfermedad, la vida o muerte, son aspectos relativos en la vida de un hombre nuevo que con Cristo puede ver las cosas «desde el final», «desde la pascua», que nos traduce la fidelidad de Dios que conduce los hilos de la historia por oscuras encrucijadas, pero siempre hacia una meta de plenitud y de paz. 
Aunque a menudo podamos tener la sensación de que estamos a merced de las olas, la fuerza de Dios tiene sus propios caminos para salvarnos que casi siempre pasan a través de nuestra existencia pobre y frágil. Lo que salva al hombre es su fe, y lo que lo hunde es la falta de fe.
Contra viento y marea a los discípulos somos invitados a fiarnos de Dios y a una fe que elimine ese miedo a afrontar la vida. Una fe que nos madure para mirar de frente los acontecimientos y encontrar el sentido hacia el que apuntan. Cristo Jesús, que por su Pascua ha vencido ya radicalmente el mal, y que aunque parezca dormido, está presente y conduce nuestra existencia. En Él ha mostrado Dios toda la fuerza de su plan salvador y liberador. 
La fe no nos da la seguridad de la posesión, hoy y aquí, de un mundo feliz, sino la seguridad de que por Jesús hay valores que no serán destruidos y que por eso vale la pena arriesgar hasta la misma vida. 
La certeza de que Jesús camina con nosotros nos puede ayudar a vencer los miedos y las incertidumbres, y a «remar decididamente mar adentro». …”Cristo está dormido en ti, es decir, has olvidado a Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, que Cristo despierte en ti; piensa en Él”. (San Agustín)

Para discernir

¿Cuáles son mis miedos e incertidumbres en el camino de la construcción del Reino?
¿Qué cosas me detienen o paralizan?
¿Qué debilidades descubro? 
¿Clamo al Señor? ¿Tengo certeza de su presencia?

Repitamos a lo largo de este día

…Jesús, que no tema…

Para la lectura espiritual

Tu nave es tu corazón

Le hemos invocado. Levántese, pues; tome sus armas y venga en nuestra ayuda. ¿De dónde ha de levantarse? Se le invoca en otro lugar con estas palabras: Levántate, Señor, ¿por qué duermes? (Sal 43,23). Cuando se dice que duerme él, somos nosotros quienes dormimos, y cuando se dice que se levanta él, somos nosotros quienes nos levantamos. El Señor dormía también en la nave, que zozobraba porque dormía Jesús. Si Jesús hubiese estado despierto, no hubiera zozobrado. Tu nave es tu corazón. Jesús estaba en la nave: la fe habita en tu corazón. Si traes a la memoria tu fe, no vacilará tu corazón; si olvidas la fe, Cristo duerme y el naufragio está a las puertas. Por tanto, haz lo que falta, para que, si se encuentra dormido, despierte. Dile: «Despierta, Señor, que perecemos», para que dé órdenes a los vientos y se produzca la bonanza en tu corazón (Mt 8,24). Cuando Cristo, es decir, cuando tu fe está despierta en tu corazón, se alejan todas las tentaciones o, al menos, pierden toda su fuerza. Por tanto, ¿qué significa levántate? Muéstrate, manifiéstate, hazte notar. Levántate, Señor, y ven en mi auxilio 
San Agustín – Comentario al salmo 34,1, 3.

Para rezar

Señor Jesucristo, te damos gracias porque eres nuestro hermano.
Porque siendo Dios, quisiste hacerte uno como nosotros, igual en
todo, menos en el pecado.
Porque viviendo eternamente con el Padre, viniste al mundo, a
experimentar la vida humana con todas sus consecuencias. Y entre
nosotros sentiste la vida, la alegría, el dolor, la compasión,
y el amor.
Te hiciste hombre como nosotros, para que nosotros nos acercáramos
a Tí. ¡Qué bueno eres con tus hermanos, Jesús! Y por eso, te damos gracias y te pedimos que nos ayudes a asemejarnos a Tí, buen Jesús.
Que nos ayudes imitarte, en la bondad, en la paciencia, en la alegría, en el optimismo. En la lucha decidida contra el pecado, personal y social.
Ayúdanos Señor Jesucristo, a vivir la unidad en la familia, en la Iglesia y en la sociedad.
Ayúdanos Señor, a construir la paz ahí donde hace tanta falta, ahí donde reina la discordia; danos tu paz para hacerla presente.
Danos tu gracia, Cristo, para que seamos tus testigos, y los hombres crean en Tí.
Gracias Jesús por tu presencia en medio de nosotros, gracias por tu amor que nos salva. Amén.

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