18 de junio de 2018 – TO - LUNES DE LA XI SEMANA
Esta es la piedra angular
Lectura del primer libro de los
Reyes 21, 1-19
Nabot, el izreelita, tenía una viña en Izreel, al
lado del palacio de Ajab, rey de Samaría. Ajab dijo a Nabot: «Dame tu viña para
hacerme una huerta, ya que está justo al lado de mi casa. Yo te daré a cambio
una viña mejor o, si prefieres, te pagaré su valor en dinero.»
Pero Nabot respondió a Ajab: «¡El Señor me libre de
cederte la herencia de mis padres!»
Ajab se fue a su casa malhumorado y muy irritado
por lo que le había dicho Nabot, el izreelita: «No te daré la herencia de mis
padres.» Se tiró en su lecho, dio vuelta la cara y no quiso probar bocado.
Entonces fue a verlo su esposa Jezabel y le
preguntó: «¿Por qué estás tan malhumorado y no comes nada?»
El le dijo: «Porque le hablé a Nabot, el izreelita,
y le propuse: “Véndeme tu viña o, si quieres, te daré otra a cambio.” Pero él
respondió: “No te daré mi viña.”»
Su esposa Jezabel le dijo: «¿Así ejerces tú la
realeza sobre Israel? ¡Levántate, come y alégrate! ¡Yo te daré la viña de
Nabot, el izreelita!»
En seguida escribió una carta en nombre de Ajab, la
selló con el sello del rey y la envió a los ancianos y a los notables de la
ciudad, conciudadanos de Nabot. En esa carta escribió: «Proclamen un ayuno y en
la asamblea del pueblo hagan sentar a Nabot en primera fila. Hagan sentar
enfrente a dos malvados, que atestigüen contra él, diciendo: “Tú has maldecido
a Dios y al rey.” Luego sáquenlo afuera y mátenlo a pedradas.»
Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables,
conciudadanos de Nabot, obraron de acuerdo con lo que les había mandado
Jezabel, según lo que estaba escrito en la carta que les había enviado.
Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot en primera fila. En seguida
llegaron dos malvados que se le sentaron enfrente y atestiguaron contra él
diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Entonces lo sacaron fuera de la
ciudad y lo mataron a pedradas. Y mandaron decir a Jezabel: «Nabot fue
apedreado y murió.»
Cuando Jezabel se enteró de que Nabot había sido
matado a pedradas, dijo a Ajab: «Ya puedes tomar posesión de la viña de Nabot, esa
que él se negaba a venderte, porque Nabot ya no vive: está muerto.»
Apenas oyó Ajab que Nabot estaba muerto, bajó a la
viña de Nabot, el izreelita, para tomar posesión de ella.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 5, 2-3a. 5-6. 7
(R.: 2b)
R. Señor, atiende a mis
gemidos.
Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos;
oye mi clamor, mi Rey y mi Dios. R.
Tú no eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada. R.
Tú detestas a los que hacen el mal
y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor! R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 5, 38-42
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente
por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al
contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale
también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica,
déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina
dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al
que quiere pedirte algo
prestado.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Omri y Acab fueron los reyes de Israel
en la época de Elías. Omri, padre de Acab, hizo de Samaria su nueva capital.
Acab construyó allí su “casa de marfil”, la que más tarde será condenada por el
profeta Amós. Acab mandó reconstruir y fortificar las ciudades, e hizo alianza
con el rey de Tiro. Esta alianza fue sellada por el matrimonio con Jezabel, la
hija del rey de Tiro.
Este desarrollo económico se hacía a
costa de muchas injusticias. Se robaban tierras a los campesinos y los mataban
como si fueran los dueños de la vida y de la muerte de sus súbditos.
El rey ansiaba la viña de su vecino
Nabot. Existía una ley entrada en desuso que prescribía que cada uno
permanecería en la tierra de sus antepasados y condenaba toda compraventa de
propiedad fuera del clan. Esta era una ley agraria que no respondía ya a las
exigencias de la urbanización y de la evolución de la administración de la
corte.
Nabot desea ser feliz en la tierra que
había elegido, por eso, se opone en nombre de la antigua ley al pedido del rey.
Su viña representa para él el lugar de su fidelidad a los antepasados y al
mismo Yahvé. El rey Acab parece resignarse, pero Jezabel sin ningún tipo de
escrúpulos trama la muerte de Nabot para dejar el terreno libre al rey. Es
necesario hacer condenar a Nabot apoyándose en falsos testimonios. La mentira,
el homicidio y el hurto que se realiza contra el campesino israelita ponen de
manifiesto la degradación moral de la monarquía.
***
Frente al mal recibido el primer
impulso que aparece es la venganza, devolver con la misma moneda. En su momento
la ley del talión fue un gran avance porque evitaba la justicia por manos
privadas y la desmesura y desproporción en la aplicación del castigo. El famoso
«ojo por ojo, diente por diente» limitaba el derecho de venganza a una justa
proporción: sólo se puede hacer al prójimo como retribución a un daño recibido
lo mismo que él ha hecho, de lo contrario se comete una injusticia; a “tal”
daño, “tal” respuesta.
En el contexto de las bienaventuranzas
desde la cuales el discípulo está llamado a ser sal de la tierra y luz del
mundo Jesús enseña que el odio se supera en el
perdón y la venganza con el amor;
así lo expresó Él mismo cuando, en la cruz, intercedió por sus verdugos:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Esta novedad evangélica que
no es resignación piadosa ni sumisión fatalista que no están en el proyecto del
Reino.
Frecuentemente se confunde la expresión
“poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos
legítimos. Sin embargo poner la otra mejilla
quiere decir denunciar e interpelar a quien nos ha agredido con un gesto
pacífico pero decidido. El perdón debe
acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo porque nos vemos
imposibilitados o disminuidos.
El discípulo no debe buscar revancha,
pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente.
Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar el odio y la
violencia y manifestar la vida nueva del Evangelio a un mundo a menudo carente
de amor auténtico y transformador. Se trata poner en marcha el compromiso de
transformar el espiral de violencia que domina el mundo con una actitud
propositiva que brota un cambio profundo y radical sostenido por la gracia.
Para
discernir
¿Qué concepto de justicia manejo en mi
relación con los demás?
¿Qué actitudes tomé ante el mal
recibido?
¿Caí en la venganza? ¿Cómo me sentí?
Repitamos a
lo largo de este día
Demos siempre al que nos pide
Para la
lectura espiritual
Sermones al pueblo, n° 23, 4-5, inspirándose de san
Agustín – «Yo les digo que no respondan al malvado»
«Quien observa toda la ley pero falta
en un solo precepto, infringe el conjunto de la Ley» (St 2,10). ¿Cuál es ese
único precepto sino el verdadero amor, la caridad perfecta? Es de ella que el
apóstol Pablo ha dicho también: «Una sola formula contiene toda la Ley en su
plenitud: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Pues la verdadera caridad es paciente
en la adversidad y moderada en la prosperidad. Es fuerte en el doloroso
sufrimiento, alegre en las buenas obras, perfectamente segura en la tentación.
La caridad es mansa entre los verdaderos hermanos, y muy paciente entre los
falsos. Es inocente en medio de las emboscadas; gime en medio de la maldad; respira
en la verdad. Es casta en Susana casada, viuda en Ana, virgen en María (Dn 13,
1s; Lc 2:36). Es humilde en la obediencia de Pedro y libre en la argumentación
de Pablo. Es humana en los testimonios de los cristianos, divina en el perdón
de Cristo. Pues la verdadera caridad, hermanos muy queridos, es el alma de
todas las Escrituras, la fuerza de la profecía, el armazón del conocimiento, el
fruto de la fe, la riqueza de los pobres, la vida de los moribundos. Guárdenla
entonces fielmente; aprécienla de todo su corazón y de toda la fuerza de su
espíritu (Mc 12:30).
San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo
Para rezar
Amar es darlo todo y darse a sí mismo
Vivir de Amor, es darse sin medida
sin reclamar ningún salario aquí abajo.
¡Ah! doy sin contar, estando muy segura
que cuando se ama, no se calcula!
Al Divino Corazón, desbordante de ternura,
se lo he dado todo… corro ligera.
No me queda nada más que mi única riqueza:
Vivir de Amor.
Vivir de Amor, es expulsar todo temor,
todo recuerdo de las faltas pasadas.
De mis pecados no veo ninguna huella,
¡en un instante el amor lo que quemado todo!
Llamarada divina, oh dulce hoguera,
en tu hogar he fijado mi estancia.
Es en tu fuego que yo canto a mi placer (cf Dn 3,51):
«¡Vivo de Amor!»…
«Vivir de Amor, ¡qué extraña locura!»
El mundo me dice: «¡Ah! deja de cantar,
no pierdas tus perfumes, tu vida:
sepas emplearlas útilmente!»
Amarte, Jesús ¡qué perdida tan fecunda!
Todos mis perfumes son tuyos para siempre,
Quiero cantar al salir de este mundo:
«¡Muero de Amor!»
sin reclamar ningún salario aquí abajo.
¡Ah! doy sin contar, estando muy segura
que cuando se ama, no se calcula!
Al Divino Corazón, desbordante de ternura,
se lo he dado todo… corro ligera.
No me queda nada más que mi única riqueza:
Vivir de Amor.
Vivir de Amor, es expulsar todo temor,
todo recuerdo de las faltas pasadas.
De mis pecados no veo ninguna huella,
¡en un instante el amor lo que quemado todo!
Llamarada divina, oh dulce hoguera,
en tu hogar he fijado mi estancia.
Es en tu fuego que yo canto a mi placer (cf Dn 3,51):
«¡Vivo de Amor!»…
«Vivir de Amor, ¡qué extraña locura!»
El mundo me dice: «¡Ah! deja de cantar,
no pierdas tus perfumes, tu vida:
sepas emplearlas útilmente!»
Amarte, Jesús ¡qué perdida tan fecunda!
Todos mis perfumes son tuyos para siempre,
Quiero cantar al salir de este mundo:
«¡Muero de Amor!»
Santa Teresa del Niño Jesús. Poesías
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