20
de mayo de 2018 – DOMINGO DE PENTECOSTÉS (S) – Ciclo B
¡¡Reciban el Espíritu Santo!!
PRIMERA
LECTURA
Lectura
de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11
Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas
lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas
lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había
en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse
este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los
oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían:
«¿Acaso
estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de
nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que
habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en
Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los
peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos
proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal
103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R.: cf. 30)
R. Señor,
envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra.
Bendice
al Señor, alma mía:
¡Señor,
Dios mío, qué grande eres!
¡Qué
variadas son tus obras, Señor!
la
tierra está llena de tus criaturas! R.
Si
les quitas el aliento,
expiran
y vuelven al polvo.
Si
envías tu aliento, son creados,
y
renuevas la superficie de la tierra. R.
¡Gloria
al Señor para siempre,
alégrese
el Señor por sus obras!
que
mi canto le sea agradable,
y
yo me alegraré en el Señor. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 12, 3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie,
movido por el Espíritu de Dios, puede decir: «Maldito sea Jesús.» Y nadie puede
decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo.
Ciertamente,
hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad
de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el
mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta
para el bien común.
Así
como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros,
a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con
Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un
solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido
de un mismo Espíritu.
Palabra
de Dios.
SECUENCIA
Ven,
Espíritu Santo,
y
envía desde el cielo
un
rayo de tu luz.
Ven,
Padre de los pobres,
ven
a darnos tus dones,
ven
a darnos tu luz.
Consolador
lleno de bondad,
dulce
huésped del alma
suave
alivio de los hombres.
Tú
eres descanso en el trabajo,
templanza
de la pasiones,
alegría
en nuestro llanto.
Penetra
con tu santa luz
en
lo más íntimo
del
corazón de tus fieles.
Sin
tu ayuda divina
no
hay nada en el hombre,
nada
que sea inocente.
Lava
nuestras manchas,
riega
nuestra aridez,
cura
nuestras heridas.
Suaviza
nuestra dureza,
elimina
con tu calor nuestra frialdad,
corrige
nuestros desvíos.
Concede
a tus fieles,
que
confían en tí,
tus
siete dones sagrados.
Premia
nuestra virtud,
salva
nuestras almas,
danos
la eterna alegría.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al
atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas
del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó
Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras
decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de
alegría cuando vieron al Señor.
Jesús
les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo
también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió
«Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se
los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Hemos
aprendido a prolongar la vida con toda clase de técnicas,
pero no acertamos luego a darle un contenido y un sentido satisfactorio. Hemos
logrado elevar el nivel de bienestar pero son cada día más los que
experimentan una sensación difusa de vacío y malestar. Se han multiplicado
nuestras relaciones y contactos a través de toda clase de medios de
comunicación y, sin embargo, crece la experiencia de aislamiento y
soledad de muchas personas.
La
vida lleva hoy a muchos hombres y mujeres a vivir volcados hacia lo exterior,
los ruidos, el apuro y la agitación. Al hombre de hoy le cuesta adentrarse en
su propia interioridad. Tiene miedo a encontrarse consigo mismo,
con lo que hay dentro de él o con su propio vacío.
Por
otra parte, se han producido cambios tan profundos durante estos años
que, la fe se ha visto gravemente sacudida. Son muchos los que no sienten
nada por dentro y Dios ha quedado como algo muy lejano e irreal, alguien con
quien ya no se sabe cómo encontrarse.
“La
humanidad actual tiene «una cabeza demasiado grande para su alma”. H. Bergson.
***
El relato
de Pentecostés que hoy leemos en la primera lectura es un
conjunto que abarca muchas experiencias a la vez, no solamente de un día.
Esta fiesta de la Iglesia, que nace en la Pascua de su Señor, es como
su bautismo de fuego. El día de la fiesta del Pentecostés, en que se
celebraba la fiesta del don de la ley en el Sinaí, como don de la Alianza
de Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los
discípulos del Señor, se operó un cambio definitivo por medio del
Espíritu.
De
esa manera se quiere significar que desde ahora, Dios conducirá a su
pueblo, un pueblo nuevo, la Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la
ley. La Iglesia debe estar abierta a todos los hombres, a todas las
razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la salvación de Dios. De
ahí que se quiera significar todo ello con el don de lenguas, o mejor, con que
todos los hombres, entiendan ese proyecto salvífico de Dios en su propia lengua
y en su propia cultura.
***
La segunda
carta a los Gálatas, nos muestra en este pasaje, la vida según el
Espíritu. Pablo ha mantenido un pulso a muerte con los adversarios de esta
comunidad galaica, que querían imponer otro evangelio en ausencia del Apóstol,
que no era en realidad evangelio. La llamada a la libertad es la
primera afirmación del texto.
Pablo opone
la vida según el Espíritu a la vida según la carne, concepto que significa
aquellos criterios del mundo que nos apartan de Dios y de la libertad
verdadera. Pero la vida según el Espíritu, es para Pablo la vida según el
evangelio: amor, alegría, bondad, benevolencia y equilibrio; por consiguiente,
la vida abierta a la generosidad, como Dios ha hecho con nosotros.
El
catálogo de virtudes y vicios tiene mucho, sin duda, de retórico,
pero es la vida misma la que nos muestra que eso es así. La lista podía
ampliarse en uno y otro sentido. Y lo importante no es solamente la enumeración
de cada uno de los frutos, sino el conjunto de todos, los que nos
hace “vivir en Cristo” y “vivir en Dios”.
***
Con
la fiesta de Pentecostés llega a su término y a su culminación, la
celebración de la cincuentena pascual. Después de haber celebrado a lo largo de
estos 50 días la victoria de Jesús sobre la muerte, su manifestación a los
discípulos y su exaltación a la derecha del Padre, hoy la Iglesia celebra
la presencia del Espíritu de Dios, y la entrega por el Resucitado de su
Espíritu a los suyos, para hacerlos participar de su misma vida y constituir
con ellos el nuevo Pueblo de Dios.
El
Espíritu que había descendido sobre Jesús en el bautismo y lo llenó de su
gozo, revelando el misterio de Dios a los sencillos, ha manifestado su poder
resucitándolo de los muertos, y concediéndole tener parte en la vida y la
gloria de Dios. Como la Pascua del Señor es el comienzo de una humanidad
nueva, el Resucitado otorga su Espíritu a los suyos para
renovarlos interiormente, incorporarlos a su nueva humanidad, instaurar con ellos el nuevo Pueblo de Dios y enviarlos como fermento al mundo para su total renovación.
renovarlos interiormente, incorporarlos a su nueva humanidad, instaurar con ellos el nuevo Pueblo de Dios y enviarlos como fermento al mundo para su total renovación.
La
lectura del evangelio de Juan nos da otra versión de Pentecostés,
diferente de la que leímos en Hechos. Para san Juan, el Espíritu, es
un don que procede directamente de Cristo Resucitado: es
su aliento, su soplo vital. Con el “don” del Espíritu de Jesús
resucitado, podemos decir que Dios es definitivamente el “Emmanuel”, el
Dios-con-nosotros. Y donde está el Espíritu, está también el Padre y el Hijo.
“Estaban los
discípulos en casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”, con
el desconcierto de la pasión y de la muerte de Jesús, que para ellos fue
también un escándalo, y llenos de miedo por la hostilidad de los judíos. El
Señor Resucitado se pone en su presencia, deseándoles reiteradamente la
paz, identificándose como el Jesús de Nazaret que ellos habían conocido; el
crucificado muestra las llagas de las manos y del costado.
La paz que Jesús da a los discípulos es más que un saludo.
Jesús “exhaló su aliento sobre ellos”. En este “exhalar” del resucitado sobre sus discípulos, contemplamos que son creados de nuevo. La imagen del Espíritu es viento, el soplo, el aire en movimiento, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Pero no es el simple viento de la tierra, sino el soplo que sale de las entrañas mismas del Resucitado, pues en El está presente el Espíritu Divino que lo ha resucitado de entre los muertos, y por eso puede comunicarlo a otros sin medida. “Se llenaron todos de Espíritu Santo”.
La paz que Jesús da a los discípulos es más que un saludo.
Jesús “exhaló su aliento sobre ellos”. En este “exhalar” del resucitado sobre sus discípulos, contemplamos que son creados de nuevo. La imagen del Espíritu es viento, el soplo, el aire en movimiento, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Pero no es el simple viento de la tierra, sino el soplo que sale de las entrañas mismas del Resucitado, pues en El está presente el Espíritu Divino que lo ha resucitado de entre los muertos, y por eso puede comunicarlo a otros sin medida. “Se llenaron todos de Espíritu Santo”.
El
Espíritu Santo es el gran artífice de la gran obra de
Cristo, que no es otra que la Iglesia, entendida como comunidad de
los hombres que, a través de los tiempos, habrían de vivir al estilo de Cristo.
El Espíritu pone en nosotros la vida de Jesús. Esta vida de Jesús en nosotros,
en la Iglesia, en la humanidad, no es sólo un recuerdo que tenemos, como el
recuerdo de un gran personaje para seguir sus ejemplos. Es mucho más, es la
vida de Jesús que se ha metido dentro de nosotros y nos ha cambiado. Él
transforma nuestro interior dándonos la posibilidad de decir: “Jesús es el
Señor” y de invocar a Dios como “Abbá”, “papito”, poniendo en nuestros
labios una oración que nuestro espíritu humano por simple voluntad no sería
capaz de engendrar.
Él profundiza
la capacidad de nuestra mente, ayudándonos a penetrar en el misterio de Dios, y
gozar de la experiencia de su gracia; a conocer de verdad a Jesús, a
interpretar sus palabras, a penetrar en su íntimo modo de ser, a ver el mundo
con sus ojos.
Él cambia
nuestra vida de discípulos de Jesús, haciéndonos transformar el mundo, y
dándonos fuerza para vivir en el amor mutuo, el gozo, la paz, la magnanimidad,
la paciencia, la fidelidad.
La
unción del Espíritu nos hace ser como Él, nos hace participes de su
misión. Se nos envía, como a Él, para “anunciar el Evangelio a los
pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor”.
La
unción del Espíritu descubre al mundo la veracidad de la misión recibida
por parte de Cristo. El Espíritu Santo hace que una tímida comunidad
cristiana salga al mundo y continúe su misión. El Espíritu edifica la
Iglesia. Este mismo Espíritu que abre la boca de los testigos, es el
que abre los oídos a los creyentes, vengan de donde vengan y cualquiera que sea
su lengua.
Sólo
el don del Espíritu puede transformar interiormente hombres y estructuras. No
hay hombre nuevo y nueva comunidad, sin envío, sin misión. Este envío se hace
en un contexto, en que se desea y comunica la paz como un don precioso, que
debemos transmitir y comunicar a todos los hombres. El hombre y la comunidad en
el Espíritu están reconciliados consigo mismo y por eso la misión a la que
se les envía fundamentalmente es de paz.
Como
Jesús fue enviado por el Padre, así también Cristo envía a sus apóstoles.
Nosotros que, por la misericordia de Dios sabemos que existe el Espíritu Santo,
tenemos la absoluta obligación de intentar que no pase de largo en
nuestra vida, sino de instarle a que se detenga y nos envuelva en su
ruido, y nos empuje a confesar a Dios ante los hombres, de la única
forma que los hombres admiten esta confesión: viviendo como Dios, nuestro
Dios, quiere que vivamos. En una palabra, viviendo como Cristo lo hizo.
PARA DISCERNIR
¿Rezo
pidiendo el Espíritu Santo?
¿Noto
su obra silenciosa en la historia y la vida de la Iglesia?
¿Siento
que su fuerza me impulsa a testimoniar y confesar a Dios?
¿Tengo
experiencia del Espíritu como don, como soplo vital que me hace nuevo/a?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
…Ven
Espíritu Santo, ven…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…El
Espíritu, dinamismo misterioso de la vida íntima de Dios, es el regalo que el
Padre nos hace en Jesús a los creyentes, para llenarnos de vida. Es ese
Espíritu el que nos enseña a saborear la vida en toda su hondura, a no
malgastarla de cualquier manera, a no pasar superficialmente junto a lo
esencial. Es ese Espíritu el que nos infunde un gusto nuevo por la existencia y
nos ayuda a encontrar una armonía nueva con el ritmo más profundo de nuestra
vida.
Es
ese Espíritu el que nos abre a una comunicación nueva y más profunda con Dios,
con nosotros mismos y con los demás. Es ese Espíritu el que nos invade con una
alegría secreta, dándonos una transparencia interior, una confianza en nosotros
mismos y una amistad nueva con las cosas.
Es
ese Espíritu el que nos libra del vacío interior y la difícil soledad,
devolviéndonos la capacidad de dar y recibir, de amar y ser amados. Es ese Espíritu
el que nos enseña a estar atentos a todo lo bueno y sencillo, con una atención
especialmente fraterna a quien sufre porque le falta la alegría de vivir.
Es
ese Espíritu el que nos hace renacer cada día y nos permite un nuevo comienzo a
pesar del desgaste, el pecado y el deterioro del vivir diario. Este Espíritu es
la vida misma de Dios que se nos ofrece como don. El hombre más rico, poderoso
y satisfecho, es un desgraciado si le falta esta vida del Espíritu. Este
Espíritu no se compra, no se adquiere, no se inventa ni se fabrica. Es un
regalo de Dios. Lo único que podemos hacer es preparar nuestro corazón para
acogerlo con fe sencilla y atención interior…
José
Antonio Pagola
PARA REZAR
«Cuando el vivir
diario, amargo,
decepcionante y
aniquilador se vive con perseverancia
hasta el final,
con una fuerza cuyo origen no podemos
abarcar ni
dominar…
Cuando uno corre
el riesgo de orar en medio
de las tinieblas
silenciosas sabiendo
que siempre
somos escuchados,
aunque no
percibimos una respuesta
que se pueda
razonar o disputar…
Cuando uno
acepta y lleva libremente una
responsabilidad
sin tener claras perspectivas
de éxito y de
utilidad…
Cuando se
experimenta la desesperación
y
misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil…
Cuando se da una
esperanza total que prevalece
sobre las demás
esperanzas particulares
y abarca con su
suavidad y silenciosa promesa
todos los
crecimientos y todas las caídas…
Entonces el
Espíritu de Dios está trabajando.
Allí está Dios.
Allí es Pentecostés».
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