1 de julio de 2022 – TO - VIERNES DE LA XIII SEMANA
No he venido a
llamar a los justos sino a los pecadores
Lectura
de la profecía de Amós 8, 4-6. 9-12
Escuchen
esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los
pobres del país.
Ustedes
dicen: «¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el
sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el
precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con
dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos
del trigo.»
Aquel
día -oráculo del Señor- yo haré que el sol se ponga al mediodía, y en pleno día
cubriré la tierra de tinieblas; cambiaré sus fiestas en duelo y todos sus
cantos en lamentaciones; haré que todos se ciñan un sayal y que se rapen todas
las cabezas; haré que estén de duelo como por un hijo único, y su final será
como un día de amargura.
Vendrán
días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre sobre el país, no hambre de pan,
ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Se arrastrarán de un mar
a otro e irán errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero
no la encontrarán.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 118, 2. 10. 20. 30. 40. 131 (R.: Mt 4, 4)
R.
El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios.
Felices
los que cumplen sus prescripciones
y
lo buscan de todo corazón. R.
Yo
te busco de todo corazón:
no
permitas que me aparte de tus mandamientos. R.
Mi
alma se consume,
deseando
siempre tus decisiones. R.
Elegí
el camino de la verdad,
puse
tus decretos delante de mí. R.
Yo
deseo tus mandamientos:
vivifícame
por tu justicia. R.
Abro
mi boca y aspiro hondamente,
porque
anhelo tus mandamientos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
Jesús,
al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de
recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El se levantó y lo siguió.
Mientras
Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se
sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a
los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús,
que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del
médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero
misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En
todas las épocas los fieles han intentado mantener tranquila su conciencia
observando los preceptos rituales El novilunio, como el Sábado, interrumpía las
transacciones comerciales. Muchos, querían cumplir con la ley, absteniéndose de
trabajar los días de fiesta religiosa, pero conservando su avidez de ganancia.
La
voz del profeta se alza sin miedo. Amós denuncia las faltas contra los pobres
porque son faltas contra Dios: explotar al pobre, despojar a los débiles de lo
poco que tienen, hacer trampas con las medidas, abusar de los precios,
aprovecharse incluso de los días sagrados para programar negocios.
Dios
se solidariza con los pobres, víctimas de estas injusticias, y los vengará. Las
fiestas se convertirán en luto.
Vendrá
el «día de Dios», la explotación de los pobres tendrá un fin y en ese día será
castigada toda injusticia.
Ese
«día del Señor» va acompañado de signos cósmicos -temblores del suelo, eclipses
de sol-, pero el castigo mayor será el silencio de Dios: dejará de hablar, no
suscitará profetas, ya que no saben escucharlos.
***
Después
de los tres milagros de los días pasados, el evangelio intercala la llamada de
Mateo, una escena de vocación apostólica. Es el mismo a quien llaman Leví y al
que se atribuye uno de los cuatro evangelios.
El
plan de Dios llevado a cabo en Jesucristo es contrario al plan de Dios que
habían imaginado los judíos. Jesús planteó todo lo contrario a lo que el pueblo
de Israel había creído acerca de Dios. Para los judíos, sólo los de su raza,
más aún, sólo los hombres y los justificados por la ley merecían el amor de
Dios. Se olvidaron que si Dios los amaba era por pura gracia y no porque lo
merecieran.
Jesús
propone a todos el Reino de Dios. Dios no se limita sólo a los hombres y a los
judíos puros, Jesús presenta el amor de Dios a las mujeres, a todos los que la
ley consideraba impuros; a los despreciados y desprotegidos. Por eso,
significativamente elige a un recaudador de impuestos al servicio de la
potencia ocupante, Roma, y, como publicano, con muy mala fama entre el pueblo.
Jesús le da un voto de confianza, sin pedirle confesión pública de conversión.
Mateo,
dejándolo todo, lo sigue inmediatamente. Seguir a Jesús es dejar todo atrás. Es
cargar con el pasado pero no como condena sino como lugar de encuentro con la
gracia salvadora y escuela para una vida nueva, hacia delante, liberado de la
esclavitud del pecado.
Mateo
le ofrece en su casa una comida de agasajo, a la que también invita a otros
publicanos, con gran escándalo para los «creídos por buenos». Para el legalismo
judío la mesa es el lugar donde sólo se podían sentar los que eran puros.
Jesús
con su actitud declara que la misericordia de Dios es abundante, y es para
todos. Se pone así de manifiesto la preferencia del Dios de Jesús por todos
aquellos que aparecen desfavorecidos en la estructura religiosa de la época:
publicanos y pecadores. Ellos son, particularmente, destinatarios de la gracia
salvadora que trae Jesús.
Jesús
pone, por encima de la mera observancia externa y del culto, la misericordia y
la compasión. Así como aparece la cercanía de Jesús hacia los pecadores, al
mismo tiempo se enfrenta y ataca la justicia autosuficiente e inmisericorde de
los fariseos. No tienen curación posible los que no se reconocen enfermos y
buscan al médico.
Jesús
curando a los enfermos, al paralítico, quiere simbolizar que es el
“médico” que sana la enfermedad del pecado, que es la más profunda. Los
caminos de Dios no son los nuestros. El estilo de Dios en su elección y amor no
es el nuestro. El juicio de Dios sobre las personas y sus actitudes, no es como
el nuestro.
El
reino es gracia, don, invitación amorosa y persuasiva. Jesús no es el premio
por buena conducta que Dios nos ofrece: es el médico que necesitan los
enfermos, es el perdón y la gracia que buscan los que se saben pecadores.
PARA DISCERNIR
¿De
qué grupo formo parte, el de las personas perfectas o el de los que se
reconocen sinceramente necesitados?
¿Me
siento “justo” frente a los demás?
¿Juzgo
con facilidad?
¿Me
siento merecedor de Dios?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Quiero
seguirte Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…
“El hambre es mi lugar nativo en la tierra de las pasiones. Hambre de comunión,
hambre de rectitud; comunión basada en la rectitud, y rectitud alcanzada a
través de la comunión. Sólo la vida podrá responder a las preguntas planteadas
por la vida. Esta hambre se sacia sólo plasmando la vida de modo que mi
individualidad sea un puente hacia los otros, una piedra en el edificio de la
rectitud. No nos hemos de temer a nosotros mismos, sino vivir nuestra propia
individualidad de manera acabada, buscando el bien. No hemos de seguir a los
otros para adquirir la comunión, no hemos de erigir las convenciones en leyes
en vez de vivir la rectitud. Libre y responsable. Sólo uno fue creado así, y si
nos traiciona, su contribución faltará eternamente” …
D. Hammersklöld,
Trozos de camino, Milán 1997, p. 77
PARA
REZAR
¡Qué
alegría! JESUCRISTO
¡Qué
alegría!
saber que estás de mi parte,
haga lo que haga,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
poder
decirte «Te quiero»,
y Tú creértelo a pesar de todo,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor.
¡Qué alegría!
descubrir que otros te aman y que Tú les amas,
y saber que sus amores,
como el mío te son imprescindibles,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que Tú me has dado antes,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría me da Señor,
que me quieras tanto!
Jesucristo, por tu amor.
Padre
José María Garbayo
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