7
de agosto de 2020 – TO – VIERNES DE LA XVIII
SEMANA
El que pierda
su vida a causa de mí, la encontrará
Lectura
de la profecía de Nahum 2, 1 -3; 3, 1-3. 6-7
Miren
sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la
paz. Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus votos, porque el hombre siniestro no
pasará más por ti: ha sido exterminado por completo. ¡Un destructor te ataca de
frente! ¡Monta guardia en la fortaleza, vigila los accesos, cíñete el cinturón,
concentra todas tus fuerzas!
Sí,
el Señor ha restaurado la viña de Jacob y la viña de Israel. Los salteadores
las habían saqueado y habían destruido sus sarmientos.
¡Ay
de la ciudad sanguinaria, repleta de mentira, llena de rapiña, que nunca suelta
la presa! ¡Chasquido de látigos, estrépito de ruedas, galope de caballos, rodar
de carros, carga de caballería, centelleo de espadas, relampagueo de lanzas!
¡Multitud de víctimas, cuerpos a montones, cadáveres por todas partes! ¡Se
tropiezan con los cadáveres!
Arrojaré
inmundicias sobre ti, te cubriré de ignominia y te expondré como espectáculo.
Así, todo el que te vea huirá lejos de ti, diciendo: «¡Nínive ha sido
devastada! ¿Quién se lamentará por ella? ¿Dónde iré a buscar alguien que te
consuele?»
Palabra
de Dios.
SALMO Deut
32, 35c-36b. 39abcd. 41 (R.: 39c)
R. Yo
doy la muerte y la vida.
Está
cerca el día de su ruina
y
ya se precipita el desenlace.
Sí,
el Señor hará justicia con su pueblo
y
tendrá compasión de sus servidores. R.
Miren
bien que yo, sólo yo soy,
y
no hay otro dios junto a mí.
Yo
doy la muerte y la vida,
yo
hiero y doy la salud. R.
Cuando
afile mi espada fulgurante
y
mi mano empuñe la justicia,
me
vengaré de mis enemigos
y
daré su merecido a mis adversarios. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28
Entonces
Jesús dijo a sus discípulos:
«El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su
vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo
entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque
el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de
los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando
venga en su Reino.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
El
de Nahúm es un libro profético de sólo tres páginas. Nahúm es un contemporáneo
de Jeremías que vive sumergido en el período agitado que precede al
derrumbamiento de Jerusalén.
Cuando
Nahúm profetiza, en 553 a. C., el imperio asirio y sus ejércitos invencibles
han conquistado incluso Tebas, capital del poderoso Egipto. Nínive, capital de
Asiria está en el apogeo de su poder. Esta civilización tan prestigiosa como
violenta, hace temblar al mundo. Nínive es el símbolo del orgullo y de la
violencia, de los “poderosos” de todo orden. Nínive es el tipo de ciudad que
quiere dominar el mundo por medio de violencias, barbarie, brutalidad y
fraudes. Una ciudad de este tipo no podría durar ante Dios sin ser destruida.
Cincuenta
años después, Nínive se derrumba bajo la embestida de Babilonia. Al describir
por adelantado esta caída de la orgullosa Nínive, lo que canta el profeta es la
esperanza de los pobres: todas las pequeñas naciones, hasta ahora aplastadas,
podrán levantar la cabeza.
Después
de esta victoria, volverá la paz. El mensajero corre con todas sus fuerzas para
ir a anunciar a sus conciudadanos y gritar su mensaje, su buena noticia.
La
ruina de los asirios supone, de momento, la paz para Israel y llena de alegría
a Judá. Sin embargo los babilonios no serán mejores y llevarán, a su vez, al
reino del Sur, al destierro.
***
Las
palabras de Jesús parecen como una continuación del reproche que ayer dirigió a
Pedro, al rechazar oír hablar de la cruz.
Jesús
comienza a poner en evidencia la difícil situación que les espera al llegar a
Jerusalén y va revelando a sus discípulos el sentido del camino recorrido y del
camino por recorrer. Las pretensiones mesiánicas de los discípulos,
especialmente de Pedro, se podían convertir en un verdadero tropiezo para la
misión. Jesús presenta claramente las exigencias del discípulo para evitar que
quienes lo sigan se engañen.
Jesús
avisa a sus seguidores que, al igual que El mismo, en su camino hacia la
Pascua, a todos ellos les tocará «negarse a sí mismos», «cargar con la cruz»,
«seguirlo», «perder la vida». Aceptar seguirlo, irse con El, indica el acto de
adhesión inicial que podrá continuar con el seguimiento. Las condiciones que
Jesús les presenta, muestran una identificación con su destino.
Las
condiciones son dos: «negarse a sí mismo» y «cargar con la cruz». La primera: «Negarse
a sí mismo», es una renuncia radical y primera a las propias ambiciones. El
discípulo no puede anteponer sus intereses a la urgencia de realizar el Reino.
Las seguridades humanas y los beneficios personales no son compatibles con el
seguimiento de Jesús.
Es
llevar a la práctica de forma concreta la primera bienaventuranza, «elegir ser
pobre». Los que “ganan el mundo”, empeñan la propia vida en una cantidad muy
grande de trabajos y preocupaciones con la ilusión de que les traerán la
felicidad en esta vida y en la otra. La realidad, sin embargo, es otra. Los que
ganan este mundo pierden su propia vida.
El
camino del Maestro es el camino del discípulo. Desde el momento en que el
discípulo decide seguir a Jesús se abre completamente a la novedad de Dios y, a
la vez, acepta el conflicto que lo enfrentará con los criterios de este mundo.
En
el camino del seguimiento: «cargar con la propia cruz» significa aceptar ser
perseguido y aún condenado a muerte, vivir sin concesiones la última
bienaventuranza: «ser perseguidos a causa de la fidelidad al reino». Vivir
estas dos bienaventuranzas constituyen la esencia del camino del discípulo; son
la “regla de oro” que ningún discípulo puede dejar de aceptar.
La
vida no está hecha para ser guardada, sino para ser entregada. Amar no es
“sentir emoción”, no es desear poseer al otro, es olvidarse de sí mismo para
darse al otro. “Tomar” para sí es dejar de amar. Amar de verdad, implica ser
capaz de renunciar, de morir a uno mismo en beneficio de aquel a quien se ama.
La renuncia no tiene su fin en sí misma; es la condición de una “vida” en
plenitud. La “cruz” de Jesús no es solamente un instrumento de tortura y
suplicio: es el signo del amor más grande que haya podido abrazar a un corazón.
Por
la renuncia y la cruz, Jesús no propone una destrucción, sino un
perfeccionamiento, una transformación, un crecimiento total y definitivo.
Nuestra
esperanza está íntimamente asociada a la realidad del dolor y el sufrimiento
humano. Las circunstancias en que se desarrolla la vida del discípulo exigen la
capacidad de asumir el padecimiento necesario para la transformación de la
realidad, para poder llevar a cabo el plan de Dios.
Las
acciones humanas adquieren consistencia en Dios. La capacidad y donación
semejantes a las mostradas por Jesús en su vida terrena, son los únicos
criterios que pueden asegurar la vida presente en íntima relación con el futuro
definitivo.
De
esa forma, el futuro, se hace realidad en la existencia del discípulo, que
tiene la posibilidad de acceder a ese Reino, anticipadamente, identificándose
con la vida del Maestro y compartiendo su suerte.
PARA DISCERNIR
¿Soy
capaz de sacrificarme por los demás?
¿Vivo
la cruz como un castigo o como una opción?
¿Experimento
la cruz como fuente de gracia y bendición?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Envía
Señor a tu mensajero de paz
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Que
tome su cruz y me siga»
…
“A lo largo de tu vida Cristo no te pide que lleves con él toda su pesada cruz,
sino tan sólo una pequeña parte aceptando tus sufrimientos. No tienes nada que
temer. Por el contrario, tente por muy dichosa de haber sido juzgada digna de
tener parte en los sufrimientos del Hombre-Dios. Por parte del Señor, no se
trata de un abandono ni de un castigo; por el contrario, es un testimonio de su
amor, de un gran amor para contigo. Debes dar gracias al Señor y resignarte a
beber el cáliz de Getsemaní.
A
veces el Señor te hace sentir el peso de la cruz, este peso te parece
insoportable y, sin embargo, lo llevas porque el Señor, rico en amor y
misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza necesaria. El Señor, ante la
falta de compasión de los hombres, tiene necesidad de personas que sufran con
él. Es por esta razón por la que te lleva por los caminos dolorosos de los que
me hablas en tu carta. Así pues, que el Señor sea siempre bendito, porque su
amor trae suavidad en medio de la amargura; él cambia los sufrimientos
pasajeros de esta vida en méritos para la eternidad” …
San Pío de
Pietrelcina (1887-1968),
capuchino FSP,
119; Ep 3, 441; CE, 21; Ep 3, 413
PARA REZAR
Dar
hasta que duela.
El
amor, para que sea auténtico,
tiene
que pasar por el crisol del sufrimiento.
Si
Cristo no hubiera derramado su sangre,
no
hubiera llegado la salvación.
Sin sufrimiento, nuestro amor y caridad
Sin sufrimiento, nuestro amor y caridad
no
sería más que una asistencia social,
pero
no sería el verdadero amor redentor.
Sólo
compartiendo con el prójimo sus sufrimientos,
siendo
parte de los que sufren, podemos redimirlos,
podemos
llevarlos a Dios y hacer que Dios,
que
es Amor, entre en sus vidas.
Un amor que no está dispuesto a compartir los sufrimientos
Un amor que no está dispuesto a compartir los sufrimientos
con
la persona amada, en el fondo no es más
que
un egoísmo disfrazado.
Hay
que amar hasta que duela.
El
dolor es la prueba del verdadero amor.
Dime
cuanto sufres y te diré cuanto amas.
El dolor por sí mismo, independiente del amor,
El dolor por sí mismo, independiente del amor,
conduce
al masoquismo o a un orgulloso estoicismo.
Lo que no se asume, no se redime.
Lo que no se asume, no se redime.
Solamente
los que son capaces de bajar
al
infierno de la desesperación de los pobres,
podrán
sacar de la miseria material y espiritual a los marginados.
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