15
de junio de 2020 – TO - LUNES DE LA XI
SEMANA
Esta es la
piedra angular
Lectura
del primer libro de los Reyes 21, 1-19
Nabot,
el izreelita, tenía una viña en Izreel, al lado del palacio de Ajab, rey de
Samaría. Ajab dijo a Nabot: «Dame tu viña para hacerme una huerta, ya que está
justo al lado de mi casa. Yo te daré a cambio una viña mejor o, si prefieres,
te pagaré su valor en dinero.»
Pero
Nabot respondió a Ajab: «¡El Señor me libre de cederte la herencia de mis
padres!»
Ajab
se fue a su casa malhumorado y muy irritado por lo que le había dicho Nabot, el
izreelita: «No te daré la herencia de mis padres.» Se tiró en su lecho, dio
vuelta la cara y no quiso probar bocado.
Entonces
fue a verlo su esposa Jezabel y le preguntó: «¿Por qué estás tan malhumorado y
no comes nada?»
El
le dijo: «Porque le hablé a Nabot, el izreelita, y le propuse: “Véndeme tu viña
o, si quieres, te daré otra a cambio.” Pero él respondió: “No te daré mi
viña.”»
Su
esposa Jezabel le dijo: «¿Así ejerces tú la realeza sobre Israel? ¡Levántate,
come y alégrate! ¡Yo te daré la viña de Nabot, el izreelita!»
En
seguida escribió una carta en nombre de Ajab, la selló con el sello del rey y
la envió a los ancianos y a los notables de la ciudad, conciudadanos de Nabot.
En esa carta escribió: «Proclamen un ayuno y en la asamblea del pueblo hagan
sentar a Nabot en primera fila. Hagan sentar enfrente a dos malvados, que
atestigüen contra él, diciendo: “Tú has maldecido a Dios y al rey.” Luego
sáquenlo afuera y mátenlo a pedradas.»
Los
hombres de la ciudad, los ancianos y notables, conciudadanos de Nabot, obraron
de acuerdo con lo que les había mandado Jezabel, según lo que estaba escrito en
la carta que les había enviado. Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot
en primera fila. En seguida llegaron dos malvados que se le sentaron enfrente y
atestiguaron contra él diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Entonces
lo sacaron fuera de la ciudad y lo mataron a pedradas. Y mandaron decir a
Jezabel: «Nabot fue apedreado y murió.»
Cuando
Jezabel se enteró de que Nabot había sido matado a pedradas, dijo a Ajab: «Ya
puedes tomar posesión de la viña de Nabot, esa que él se negaba a venderte,
porque Nabot ya no vive: está muerto.»
Apenas
oyó Ajab que Nabot estaba muerto, bajó a la viña de Nabot, el izreelita, para
tomar posesión de ella.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
5, 2-3a. 5-6. 7 (R.: 2b)
R. Señor,
atiende a mis gemidos.
Señor,
escucha mis palabras,
atiende
a mis gemidos;
oye
mi clamor, mi Rey y mi Dios. R.
Tú
no eres un Dios que ama la maldad;
ningún
impío será tu huésped,
ni
los orgullosos podrán resistir
delante
de tu mirada. R.
Tú
detestas a los que hacen el mal
y
destruyes a los mentirosos.
¡Al
hombre sanguinario y traicionero
lo
abomina el Señor! R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42
Jesús
dijo a sus discípulos:
Ustedes
han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no
hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada
en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un
juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo
acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da
al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo
prestado.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Omri
y Acab fueron los reyes de Israel en la época de Elías. Omri, padre de Acab,
hizo de Samaria su nueva capital. Acab construyó allí su “casa de marfil”, la
que más tarde será condenada por el profeta Amós. Acab mandó reconstruir y
fortificar las ciudades, e hizo alianza con el rey de Tiro. Esta alianza fue
sellada por el matrimonio con Jezabel, la hija del rey de Tiro.
Este
desarrollo económico se hacía a costa de muchas injusticias. Se robaban tierras
a los campesinos y los mataban como si fueran los dueños de la vida y de la
muerte de sus súbditos.
El
rey ansiaba la viña de su vecino Nabot. Existía una ley entrada en desuso que
prescribía que cada uno permanecería en la tierra de sus antepasados y
condenaba toda compraventa de propiedad fuera del clan. Esta era una ley
agraria que no respondía ya a las exigencias de la urbanización y de la
evolución de la administración de la corte.
Nabot
desea ser feliz en la tierra que había elegido, por eso, se opone en nombre de
la antigua ley al pedido del rey. Su viña representa para él el lugar de su
fidelidad a los antepasados y al mismo Yahvé. El rey Acab parece resignarse,
pero Jezabel sin ningún tipo de escrúpulos trama la muerte de Nabot para dejar
el terreno libre al rey. Es necesario hacer condenar a Nabot apoyándose en
falsos testimonios. La mentira, el homicidio y el hurto que se realiza contra
el campesino israelita ponen de manifiesto la degradación moral de la
monarquía.
***
Frente
al mal recibido el primer impulso que aparece es la venganza, devolver con la
misma moneda. En su momento la ley del talión fue un gran avance porque evitaba
la justicia por manos privadas y la desmesura y desproporción en la aplicación
del castigo. El famoso «ojo por ojo, diente por diente» limitaba el derecho de
venganza a una justa proporción: sólo se puede hacer al prójimo como
retribución a un daño recibido lo mismo que él ha hecho, de lo contrario se
comete una injusticia; a “tal” daño, “tal” respuesta.
En
el contexto de las bienaventuranzas desde la cuales el discípulo está llamado a
ser sal de la tierra y luz del mundo Jesús enseña que el odio se supera en
el perdón y la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo cuando, en la
cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen». Esta novedad evangélica que no es resignación piadosa ni sumisión
fatalista que no están en el proyecto del Reino.
Frecuentemente
se confunde la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a
nuestros derechos legítimos. Sin embargo poner la otra mejilla quiere
decir denunciar e interpelar a quien nos ha agredido con un gesto pacífico pero
decidido. El perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo
porque nos vemos imposibilitados o disminuidos.
El
discípulo no debe buscar revancha, pero sí mantenerse firme; estar abierto al
perdón y decir las cosas claramente. Ciertamente no es un arte fácil, pero es
el único modo de frenar el odio y la violencia y manifestar la vida nueva del
Evangelio a un mundo a menudo carente de amor auténtico y transformador. Se
trata poner en marcha el compromiso de transformar el espiral de violencia que
domina el mundo con una actitud propositiva que brota un cambio profundo y
radical sostenido por la gracia.
Para discernir
¿Qué
concepto de justicia manejo en mi relación con los demás?
¿Qué
actitudes tomé ante el mal recibido?
¿Caí
en la venganza? ¿Cómo me sentí?
Repitamos a lo largo de este día
Demos
siempre al que nos pide
Para la lectura espiritual
Sermones
al pueblo, n° 23, 4-5, inspirándose de san Agustín – «Yo les digo que no
respondan al malvado»
«Quien
observa toda la ley pero falta en un solo precepto, infringe el conjunto de la
Ley» (St 2,10). ¿Cuál es ese único precepto sino el verdadero amor, la caridad
perfecta? Es de ella que el apóstol Pablo ha dicho también: «Una sola formula
contiene toda la Ley en su plenitud: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Pues
la verdadera caridad es paciente en la adversidad y moderada en la prosperidad.
Es fuerte en el doloroso sufrimiento, alegre en las buenas obras, perfectamente
segura en la tentación. La caridad es mansa entre los verdaderos hermanos, y muy
paciente entre los falsos. Es inocente en medio de las emboscadas; gime en
medio de la maldad; respira en la verdad. Es casta en Susana casada, viuda en
Ana, virgen en María (Dn 13, 1s; Lc 2:36). Es humilde en la obediencia de Pedro
y libre en la argumentación de Pablo. Es humana en los testimonios de los
cristianos, divina en el perdón de Cristo. Pues la verdadera caridad, hermanos
muy queridos, es el alma de todas las Escrituras, la fuerza de la profecía, el
armazón del conocimiento, el fruto de la fe, la riqueza de los pobres, la vida
de los moribundos. Guárdenla entonces fielmente; aprécienla de todo su corazón
y de toda la fuerza de su espíritu (Mc 12:30).
San Cesáreo de
Arlés (470-543), monje y obispo
Para rezar
Amar
es darlo todo y darse a sí mismo
Vivir
de Amor, es darse sin medida
sin reclamar ningún salario aquí abajo.
¡Ah! doy sin contar, estando muy segura
que cuando se ama, no se calcula!
Al Divino Corazón, desbordante de ternura,
se lo he dado todo… corro ligera.
No me queda nada más que mi única riqueza:
Vivir de Amor.
Vivir de Amor, es expulsar todo temor,
todo recuerdo de las faltas pasadas.
De mis pecados no veo ninguna huella,
¡en un instante el amor lo que quemado todo!
Llamarada divina, oh dulce hoguera,
en tu hogar he fijado mi estancia.
Es en tu fuego que yo canto a mi placer (cf Dn 3,51):
«¡Vivo de Amor!»…
«Vivir de Amor, ¡qué extraña locura!»
El mundo me dice: «¡Ah! deja de cantar,
no pierdas tus perfumes, tu vida:
sepas emplearlas útilmente!»
Amarte, Jesús ¡qué perdida tan fecunda!
Todos mis perfumes son tuyos para siempre,
Quiero cantar al salir de este mundo:
«¡Muero de Amor!»
sin reclamar ningún salario aquí abajo.
¡Ah! doy sin contar, estando muy segura
que cuando se ama, no se calcula!
Al Divino Corazón, desbordante de ternura,
se lo he dado todo… corro ligera.
No me queda nada más que mi única riqueza:
Vivir de Amor.
Vivir de Amor, es expulsar todo temor,
todo recuerdo de las faltas pasadas.
De mis pecados no veo ninguna huella,
¡en un instante el amor lo que quemado todo!
Llamarada divina, oh dulce hoguera,
en tu hogar he fijado mi estancia.
Es en tu fuego que yo canto a mi placer (cf Dn 3,51):
«¡Vivo de Amor!»…
«Vivir de Amor, ¡qué extraña locura!»
El mundo me dice: «¡Ah! deja de cantar,
no pierdas tus perfumes, tu vida:
sepas emplearlas útilmente!»
Amarte, Jesús ¡qué perdida tan fecunda!
Todos mis perfumes son tuyos para siempre,
Quiero cantar al salir de este mundo:
«¡Muero de Amor!»
Santa Teresa del Niño Jesús. Poesías
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