9
de mayo de 2020 – T. DE PASCUA – SÁBADO DE LA IV
SEMANA
El que me ha
visto ha visto al Padre
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 13, 44-52
Casi
toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios.
Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias
contradecían las palabras de Pablo.
Entonces
Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron:
«A
ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la
rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los
paganos. Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de
las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra.»
Al
oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos
los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del
Señor se iba extendiendo por toda la región.
Pero
los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia
y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y
Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el polvo de sus pies
en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio.
Los
discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: 3cd)
R. Los
confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten
al Señor un canto nuevo,
porque
él hizo maravillas:
su
mano derecha y su santo brazo
le
obtuvieron la victoria. R.
El
Señor manifestó su victoria,
reveló
su justicia a los ojos de las naciones:
se
acordó de su amor y su fidelidad
en
favor del pueblo de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado
el
triunfo de nuestro Dios.
Aclame
al Señor toda la tierra,
prorrumpan
en cantos jubilosos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14
Jesús
dijo a sus discípulos:
«Si
ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y
lo han visto.»
Felipe
le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.»
Jesús
le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no
me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al
Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las
obras.
Créanme:
yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les
aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún
mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi
Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo
en mi Nombre, yo lo haré.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
El
sábado que siguió a la predicación de Pablo en la sinagoga de Antioquía de
Pisidia casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Dios. Ocho días
después, la buena noticia del Evangelio había recorrido toda la ciudad. Los judíos
al ver lo que sucedía se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias todo
lo que Pablo anunciaba.
Los
apóstoles, después de haber predicado primero a los judíos en las sinagogas, se
verán obligados a dirigirse a los gentiles en los que encontraron oyentes mejor
dispuestos. El pueblo de la antigua alianza había sido elegido primero, pero
por esto no podían pretender monopolizar la salvación de Dios. Su elección era
sólo el inicio de algo que tenía que extenderse a todos los pueblos.
El
Dios creador del cielo y de la tierra ama a todos los hombres y quiere que
todos se salven. Pablo y Bernabé llevan adelante algo que repetirán en muchas
ciudades: si son rechazados por los judíos, van a predicar a los paganos.
Siempre siguen el mismo orden: «anuncian primero la Palabra de Dios a los
judíos, pero cuando la rechazan, se dedican a los gentiles». Esto era para lo
que Dios había elegido particularmente a Pablo.
Al
oír esto, los paganos se alegraron y glorificaban a Dios. Sin embargo los
judíos incitaron a algunos notables del país y promovieron una persecución
contra Pablo y Bernabé; estos sacudiendo ante ellos el polvo de sus pies, se
fueron a Iconio.
***
En
el momento de la partida de Jesús de este mundo al Padre, el anhelo profundo y
escondido de todo hombre de querer ver al Padre aparece en los labios de
Felipe. En el evangelio nos encontramos con la médula de la revelación que
Jesús hace de su propia persona y de su relación con el Padre. Los apóstoles
creen que podrían ver al Padre como ven al Hijo. El Padre no es accesible a las
miradas, sino a la contemplación, y esta se apoya en el signo por excelencia
que es mismo Hijo y sus obras.
La
pregunta de Felipe conduce a Jesús a la afirmación decisiva de que Él está en
el Padre y el Padre en Él y que Él mismo hace las obras del Padre. Al Padre
nadie lo ha visto: pero el que ha visto a Jesús, ya ha visto al Padre.
El
que cree y acepta a Cristo, ha creído y aceptado al mismo Dios. Jesús es la
puerta, el camino, la luz, y en él tenemos acceso a Dios Padre. También la
fecundidad de nuestra oración queda asegurada al pedir “en el nombre de Jesús”.
Pedir “en el nombre de Jesús” equivale, efectivamente, a pedir la presencia de
Cristo en el actuar humano, a fin de que sea verdaderamente signo de la
presencia de Dios.
Tenemos
en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará, si nosotros
estamos unidos a Él, que nuestra oración sea siempre escuchada.
El
conocimiento que pide Jesús a Felipe significa pasar de una lógica, racional y
fría, a tener ojos para la realidad interior. Esta es la mirada de fe que pide
Jesús a Felipe. Dios no es algo que está arriba, ni abajo; está entre los
hombres y se llama Jesús.
Jesús
es el rostro del Padre, la imagen acabada del Padre. Está entre nosotros,
acompaña nuestra existencia, vela por nuestra vida, tiene compasión de los
enfermos, atiende a los pobres. Sus predilectos son los excluidos, los
pecadores, los menospreciados de la sociedad. Va en busca de la oveja
descarriada a la que trae sobre los hombros.
Jesús,
el rostro del Padre, nos da esperanza a los hombres de que un día, después de
haber caminado en esta tierra, se nos regalará la vida definitiva en Dios.
Donde
hay hombres y mujeres que tienen la mirada limpia y el corazón abierto para
recibir a sus hermanos, donde hay alguien que ama y anda por un camino que le
puede costar su tranquilidad por vivir a favor de sus hermanos, donde existen
hombres que no se preocupan obsesivamente del mañana porque viven en las manos
del Padre, allí está Dios. Dios anda entre las cosas de esta vida y está
hablando: hay que saber escucharlo.
A
través de Jesús, el amor del Padre seguirá manifestándose en la ayuda a los
discípulos para su misión. Esa es nuestra certeza más profunda y la fuente de
todo gozo a pesar de las dificultades y persecuciones.
PARA DISCERNIR
¿Qué
rostro de Dios ando buscando?
¿Qué
rostro de Jesús me revela el rostro de Dios?
¿Cuáles
son los signos que hacen creíble mi amor?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
Muéstrame,
Señor, tus caminos
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…Te
revelaste, Señor, como invisible; eres un Dios escondido e inefable. Pero te
haces visible en cada ser: la criatura es la flor de tu mirada. Tu mirada
confiere el ser, Dios mío, tú te haces visible en la criatura.
Soy
incapaz de darte un nombre, estás más allá del límite de toda definición
humana. Socorre a los hijos de los hombres: ellos te veneran en figuras
diferentes y eres para ellos causa de guerras religiosas. Sin embargo, ellos te
desean, Bien único, oh Inefable y Sin Nombre.
No
sigas oculto aún, manifiesta tu rostro: así seremos salvos. Responde a nuestra
oración: desaparecerán la espada y el odio, encontraremos la unidad en la
diversidad. Aplácate, Señor, tu justicia es misericordia: ten piedad de
nosotros, frágiles criaturas…
Nicolás de Cusa,
cit. en G. Vannucci,
11 Libro de la
oración universal, Florencia, 1985, p. 367.
PARA REZAR
Ante
Ti, Señor
Jesús,
Estar aquí, ante Tí, y ya está todo,
Cerrar los ojos de mi cuerpo
Cerrar los ojos de mi alma
y quedarme así, inmóvil, silencioso,
abrirme ante tí, que estás abierto a mí.
estar presente ante tí, el infinito presente.
Yo acepto, Señor, este no sentir nada,
no ver nada,
no oír nada,
vacío de toda idea,
de toda imagen,
en la noche.
Heme aquí simplemente
para encontrarte sin obstáculo
en el silencio de la Fe,
ante Tí, Señor.
Amén.
Michel
Quoist
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