4 de mayo de 2020 – T. DE PASCUA – LUNES DE LA IV SEMANA
Yo soy la puerta
Lectura de los
Hechos de los Apóstoles 11, 1-18
En aquellos
días:
paganos habían
recibido la Palabra de Dios. Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes
de origen judío lo interpelaron, diciéndole: « ¿Cómo entraste en la casa de
gente no judía y comiste con ellos?»
Pedro comenzó a
contarles detalladamente lo que había sucedido: «Yo estaba orando en la ciudad
de Jope, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi que bajaba del cielo algo
parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí.
Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes,
reptiles y aves.
Y oí una voz que
me dijo: “Vamos, Pedro, mata y come.” “De ninguna manera, Señor, respondí, yo
nunca he comido nada manchado ni impuro.” Por segunda vez, oí la voz del cielo
que me dijo: “No consideres manchado lo que Dios purificó.” Esto se repitió
tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo.
En ese momento,
se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados
desde Cesarea para buscarme. El Espíritu Santo me ordenó que fuera con ellos
sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a
la casa de aquel hombre.
Este nos contó
en qué forma se le había aparecido un ángel, diciéndole: “Envía a alguien a
Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro. El te anunciará un mensaje de salvación
para ti y para toda tu familia.”
Apenas comencé a
hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio
sobre nosotros. Me acordé entonces de la Palabra del Señor: “Juan bautizó con
agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.” Por lo tanto, si
Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el
Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?»
Después de
escuchar estas palabras, se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo:
«También a los paganos ha concedido Dios el don de la conversión que conduce a
la Vida.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal
41, 2-3; Sal 42, 3. 4 (R.: Cf. 41, 3a)
R. Mi
alma tiene sed de tí, Dios viviente.
Como la cierva
sedienta
busca las
corrientes de agua,
así mi alma
suspira por ti, mi Dios.
Mi alma tiene
sed de Dios,
del Dios
viviente:
¿Cuándo iré a
contemplar
el rostro de
Dios? R.
Envíame tu luz y
tu verdad:
que ellas me
encaminen
y me guíen a tu
santa Montaña,
hasta el lugar
donde habitas. R.
Y llegaré al
altar de Dios,
el Dios que es
la alegría de mi vida;
y te daré
gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.
R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo,
dijo Jesús:
«Yo soy el buen
Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es
pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y
el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan
las ovejas.
Yo soy el buen
Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me
conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además,
otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y
escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama
el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita,
sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder
para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra del
Señor.
PARA
REFLEXIONAR
En el transcurso
de un viaje misionero, a través de algunas ciudades de la costa occidental de
Palestina, Pedro es aleccionado por una serie de hechos sobrenaturales y se
decide a anunciar el evangelio e incorporar a la Iglesia por el bautismo, al
centurión Cornelio, y a su familia. Todos eran piadosos y temerosos de Dios,
pero incircuncisos.
La visión que
tiene Pedro resulta confirmante de su actitud. El mantel con cuatro puntas, que
coinciden con los puntos cardinales en el que hay diversos animales, es una
representación de la totalidad del mundo. Los animales de diferentes especies
sobre un único mantel, representan la totalidad de la creación participando de
la misma dignidad.
Se inauguraba
oficialmente la apertura de la Iglesia a la gentilidad, en igualdad de
condiciones con los judíos, y sin la imposición de sus prácticas religiosas y
cultuales. Ciertos miembros de la comunidad, querían imponer a los demás sus
propias costumbres, y acusan a Pedro de ser traidor a su patria por el hecho de
ir hacia los gentiles. En Jerusalén, al ser cuestionado «por estos partidarios
de la circuncisión», Pedro da razón de su actitud, invocando los sucesos
sobrenaturales con los cuales el Espíritu Santo se le anticipaba, y lo lleva a
actuar en esa dirección.
La toma de
posición audaz de Pedro en la casa de Cornelio, es una medida pastoral
profética y ejemplificadora para la Iglesia naciente.
El llamado
“Pentecostés de los gentiles”, daba lugar a un nuevo signo de los tiempos, al
mismo tiempo que mantenía una unidad dinámica y peregrinante de la comunidad
cristiana.
***
El nombre de
pastor es muy expresivo para la cultura en la que se movía el pueblo judío. En
el Antiguo Testamento, se aplica a Dios con relación a su pueblo, y también a
los reyes como David, a los sacerdotes, o a los gobernantes, y ahora en el
Evangelio a Cristo, y más tarde al ministerio de Pedro.
A veces se habla
de malos pastores, como los descritos por Ezequiel. Otras, del auténtico
pastor: Yahvé en el Antiguo Testamento, Jesús en el Nuevo Testamento.
El capítulo 10
de san Juan, que leemos hoy y mañana, está dedicado al Buen Pastor desde
diversas perspectivas. El pasaje de hoy no habla tanto del pastor, sino de la
puerta.
Para comprender
bien la imagen que presenta Jesús, conviene conocer las costumbres de los
pastores de oriente. Durante la noche, varios pastores se turnan entre sí para
agrupar sus rebaños en un solo redil, vigilado por uno solo. Los ladrones sólo
pueden entrar saltando las cercas. Al llegar la madrugada, los pastores
retornan al redil y el cuidador de turno, les abre y pueden llamar a sus ovejas
para llevarlas a pastar.
Las ovejas oyen
su voz, y él las llama por su nombre y las saca afuera; y cuando las ha sacado
todas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque han reconocido su
voz. Al extraño no lo seguirán sino que huirán de él.
Como todo
oriental, Jesús utiliza las comparaciones en abundancia; y a través de ellas se
presenta como Aquel que abre a la humanidad a una nueva realidad. El buen
pastor nos conduce hacia la felicidad, hacia los verdaderos alimentos.
La metáfora de
Cristo como puerta, nos sitúa ante el siempre actual dilema de aceptar o no a
Cristo, como el camino y el único Mediador, que da sentido a nuestra vida. Sólo
por Él tenemos acceso a la seguridad del redil. Sólo por Él podemos salir a los
pastos buenos. Jesús es el único Mediador, por el que la gracia y la palabra de
Dios alcanzan a todos, y por el que nuestra respuesta de fe llega al Padre.
Sólo el que pasa por él, el que cree en él, entra en la vida.
Fuera de El, la
humanidad queda encerrada en sí misma porque ninguna teoría, ninguna ideología,
ninguna religión o sistema puede liberarla de “no ser más que hombres, y por lo
tanto, de morir”. Jesús nos saca de esta impotencia y nos introduce en el
ámbito de Dios, un “espacio infinito, eterno se abre a nosotros, por esta
Puerta”. En Jesús la eternidad se hace tiempo.
Jesús, Buen
Pastor, es el espejo en que tenemos que mirarnos todos los que de alguna manera
somos «pastores», es decir, tenemos cargos de autoridad con relación a otros,
en la Iglesia, en la familia, o en cualquier ámbito de la comunidad.
Cristo como buen
Pastor, se nos da Él mismo en la Eucaristía; como la Palabra que ilumina, y nos
da su Cuerpo y su Sangre como alimento que nos fortalece, para entrar por Él y
guiar a otros por mismo camino.
PARA
DISCERNIR
En este momento
preciso de mi vida, ¿qué aspecto de la vida de Jesús debo seguir?
¿Somos dóciles a
los signos con los que el Espíritu nos quiere conducir?
¿Cómo resolvemos
las tensiones inevitables que se crean en una comunidad, ante situaciones
nuevas y pareceres diferentes?
¿Nos buscamos a
nosotros mismos o la voluntad de Dios y el bien de la comunidad?
REPITAMOS
A LO LARGO DE ESTE DIA
El Señor es mi
pastor, nada me falta
PARA
LA LECTURA ESPIRITUAL
… El Verbo hecho
hombre es esta puerta; se abrió en su encarnación y no volvió a cerrarse ya
después de su muerte. En el momento de su muerte se rasga, no sólo en el Templo
de Jerusalén, sino también en el templo de la Sión celestial, el velo que
ocultaba el Santo de los Santos. El acceso “al Rey de los siglos, inmortal,
invisible, único Dios” (1 Tm 1, 17), que “habita una luz inaccesible, a quien
ningún hombre vio ni puede ver” (1 Tm 6, 16), se ha abierto de una manera
maravillosa e inefable. La Santa humanidad de Cristo es la puerta. “Abrió las
puertas del cielo y llovió sobre ellos el maná” (Sal 77, 23-24). Descendió del
Padre como “pan del cielo” y “alimento de los ángeles”. Como “Pastor” abrió las
puertas, y ha salido por ella como “Cordero de Dios”.
Es a la vez, el
pastor, el cordero, el pan del cielo, y también la puerta que permite la salida
de estas maravillas del mundo oculto de Dios. Pero la puerta supone separación
entre interior y exterior. Cristo ha salido del interior, del seno del Padre, a
quien “nadie vio jamás” (Jn 1, 18). Ha venido a nosotros para darnos noticia
del Padre, y de nuevo ha vuelto a El para esperarnos en el trono de Dios. La
puerta ha quedado abierta, pues la ha abierto para nosotros -el pastor para su
rebaño-, para que le sigamos. “Yo soy la puerta; el que por mí entrare se
salvará, y entrará y saldrá y hallará pastor”. Con El, que por su muerte y
resurrección ha entrado allí para siempre, entramos también nosotros en la
misteriosa morada de Dios. Lo que allí nos espera, nos lo dice Clemente de
Alejandría, con su habitual maestría: “Yo soy la puerta, dice el Señor: esta
puerta ha de conocerla quien quiera conocer a Dios. Espirituales son las
puertas del Verbo y las abren las llaves de la fe. A Dios no le ha conocido
nadie sino el Hijo, y aquellos a quienes el Hijo quiso revelarle. Pero quien
abre la puerta cerrada, después consigue descubrir también el interior y
contempla cosas que ni soñar podía. Esto solo es posible a través de Cristo, ya
que El es la única forma de contemplar a Dios” (Exhortatio, 10, 2 ss.). Pero
aún no hemos entrado para siempre. Debemos, mientras continuemos en esta vida,
volver a salir de nuevo, como El salió por nosotros para abrirnos la puerta;
volver a salir hacia aquellos que aún continúan fuera, para darles noticia del
interior, abrir la puerta para enseñarles el camino y conducir el rebaño al
redil.
Emiliana Lohr. El año del Señor, El misterio de
Cristo en el año litúrgico Edic.Guadarrama- Madrid 1962.Pág. 215 ss.
PARA
REZAR
No te alejes de
nosotros, Señor…
Mi Señor, mi
Buen Pastor, Hijo del Padre,
fuente de luz,
tormenta de fe,
que vienes a
sacudir nuestra dormida esperanza,
que nos envías a
Tu Madre para enamorar
nuestros fríos
corazones,
que luchas con
amor para conquistar los espíritus inquietos
por las
angustias del mundo.
Óyenos Señor, escucha a tus hermanos aquí,
Óyenos Señor, escucha a tus hermanos aquí,
juntos queremos
seguirte,
donde Tú quieras
que nuestros pasos se dirijan.
Nuestros corazones quieren pertenecerte, por siempre.
Nuestras almas sedientas de Tu luz
Nuestros corazones quieren pertenecerte, por siempre.
Nuestras almas sedientas de Tu luz
solo quieren
verte sonreír junto a Tu Madre.
Danos el consuelo infinito de saber
Danos el consuelo infinito de saber
que Tu
Misericordia ve con ojos agradables
nuestro
arrepentimiento por tanto error cometido.
Haznos fuertes, Señor, haznos fuertes
Haznos fuertes, Señor, haznos fuertes
en la entrega a
Vos, nuestro Dios.
Haznos pequeños y dóciles para que dejemos actuar
Haznos pequeños y dóciles para que dejemos actuar
a Tu Santo
Espíritu en nosotros,
para que Tú te
hagas cargo de nuestra vida.
Haznos confiadas ovejas de Tu rebaño,
Haznos confiadas ovejas de Tu rebaño,
Señor, danos el
abrazo de Tu Voluntad, Señor.
Que seas Tu
quien nos guíe, que sea tu Madre quien nos proteja.
No te alejes de nosotros, Señor,
No te alejes de nosotros, Señor,
perdona nuestros
errores y pecados, y nuestra falta de fe.
Amén.
Amén.
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