29
de abril de 2020 – T. DE PASCUA – MIÉRCOLES DE
LA III SEMANA
El que ve al
Hijo tiene Vida Eterna
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 8, 1b-8
Ese
mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de
Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de
Judea y Samaría.
Unos
hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar. Saulo, por
su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y
mujeres, llevándolos a la cárcel.
Los
que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra.
Felipe
descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver
los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe.
Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que
estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y
fue grande la alegría de aquella ciudad.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
65, 1-3a. 4-5. 6-7a (R.: 1)
R. ¡Aclame
al Señor toda la tierra!
¡Aclame
al Señor toda la tierra!
¡Canten
la gloria de su Nombre!
Tribútenle
una alabanza gloriosa,
digan
al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.
Toda
la tierra se postra ante ti,
y
canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan
a ver las obras del Señor,
las
cosas admirables que hizo por los hombres. R.
El
convirtió el Mar en tierra firme,
a
pie atravesaron el Río.
Por
eso, alegrémonos en él,
que
gobierna eternamente con su fuerza. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 6, 35-40
Jesús
dijo a la gente:
«Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no
creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo
rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de
aquel que me envió.
La
voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio,
sino que lo resucite en el último día.
Esta
es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida
eterna y que yo lo resucite en el último día.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
La
muerte de Esteban desató una violenta persecución contra la Iglesia de
Jerusalén. Todos, a excepción de los Apóstoles se dispersaron por las regiones
de Judea y Samaría. La persecución ha provocado el comienzo de la gran
«expansión» misionera del evangelio. El movimiento ha comenzado: el evangelio
no queda encerrado en Jerusalén ni en el mundo judío.
La
Iglesia, tal como Jesús la ha querido, llevará el evangelio hasta los «confines
de la tierra», y no será una simple prolongación del judaísmo con sus estrechas
tentaciones nacionalistas. El evangelio está destinado a todas las naciones y
debe ser proclamado en todas las lenguas. El simbolismo del milagro de
Pentecostés tenía que hacerse realidad.
Felipe
huye y en su camino pasa por Samaria. Los judíos despreciaban a los
samaritanos, considerándolos un pueblo bastardo que, al haberse mezclado con
gentiles, habían adquirido costumbres heréticas.
La
multitud unánimemente escucha con atención las palabras de Felipe acerca de
Jesús, y su predicación obtiene un gran éxito en ese mundo nuevo, que no está
aferrado a sus propias certezas y prejuicios.
La
Palabra de Dios, es anunciada en «palabras de hombres», y toca el corazón
provocando una gran alegría.
***
En
el evangelio vemos como Cristo se esfuerza en hacer pasar a sus interlocutores
del recuerdo de los signos realizados por Moisés, a la constatación de los que
El mismo realiza, y desde estos, al misterio de su propia persona y de su
misión.
El
Padre toma la iniciativa porque quiere “salvar” a los hombres. La respuesta por
parte del hombre es “ir a Jesús”. “Ver” al Hijo, es reconocer su relación con
el Padre, expresada por la obediencia a su voluntad y su misión. Para Juan esto
debe reproducirse en la relación de Jesús con el discípulo.
El
Hijo, obediente al Padre es enviado; el discípulo obediente al Hijo es enviado
en su nombre.
“Creer”
y “venir a Jesús”, aparecen aquí como equivalentes. La fe, es una “actitud
vital de adhesión a la persona de Cristo”, más que ser el “asentimiento
intelectual a una suma de verdades” aunque no las excluye. “Venir a Jesús”, es
imitarlo, es reproducir su actitud en nuestra vida.
El
mismo Jesús quiere saciarnos en el hambre que tenemos de una existencia abierta
a la trascendencia, al anhelo de felicidad, justicia, paz y amor verdaderos; a
la vida en la plenitud de sus posibilidades y de su perfecta realización; lo
que el evangelista llama sintéticamente “vida eterna”.
Y
lo hace con su propia vida, que se nos da como alimento. En Él, encontramos la
fuerza para vivir como discípulos, y continuar trabajando como testigos de su
resurrección. Este Pan de Vida nos hace uno con Él, para que continúe su obra
de salvación en el mundo y su historia.
Sólo
unidos a Él, debemos ser un pan que se entrega por el bien de los demás. Si
bien el mal existe en el mundo; mucho más fuerte es la misericordia de Dios,
que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad. Saciar las hambres, levantar a nuestro prójimo de sus miserias,
compartir lo propio con todos, es nuestra contribución para que la resurrección
de Cristo se haga realidad en el mundo.
PARA DISCERNIR
¿Soy
testigo con mi vida de la resurrección de Cristo?
¿Me
acerco a la Eucaristía como a un encuentro con Jesús resucitado?
¿Experimento
la necesidad del Pan de Vida para vivir cristianamente?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
Grandes
son tus obras Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…
Existe una compenetración entre el sufrimiento —llamémoslo cruz, una palabra
que lo resume y transfigura— y el compromiso apostólico, esto es, la
construcción de la Iglesia. No es posible ser apóstol sin cargar con la cruz. Y
si hoy se ofrece el deber y el honor del apostolado a todos los cristianos de
manera indistinta, para que la vida cristiana se revele hoy tal cual es y debe
ser, es señal de que ha sonado la hora para todo el pueblo de Dios: todos
nosotros debemos ser apóstoles, todos nosotros debemos cargar con la cruz.
Para
construir la Iglesia es preciso esforzarse, es preciso sufrir. Esta conclusión
desconcierta ciertas concepciones erróneas de la vida cristiana presentada bajo
el aspecto de la facilidad, de la comodidad, del interés temporal y personal, cuando su rostro tiene que estar siempre marcado por el signo de la cruz, por el signo del sacrificio soportado y realizado por amor: amor a Cristo y a Dios, amor al prójimo, cercano o alejado. Y no es ésta una visión pesimista del cristianismo, sino una visión realista. La Iglesia debe ser un pueblo de fuertes, un pueblo de testigos animosos, un pueblo que sabe sufrir por su fe y por su difusión en el mundo, en silencio, de modo gratuito y con amor…
el aspecto de la facilidad, de la comodidad, del interés temporal y personal, cuando su rostro tiene que estar siempre marcado por el signo de la cruz, por el signo del sacrificio soportado y realizado por amor: amor a Cristo y a Dios, amor al prójimo, cercano o alejado. Y no es ésta una visión pesimista del cristianismo, sino una visión realista. La Iglesia debe ser un pueblo de fuertes, un pueblo de testigos animosos, un pueblo que sabe sufrir por su fe y por su difusión en el mundo, en silencio, de modo gratuito y con amor…
San Pablo
VI, Audiencia general del 1 de septiembre de 1976.
PARA REZAR
GRACIAS
SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA…
Gracias
Señor, porque en la última cena
partiste
tu pan y vino en infinitos trozos,
para
saciar nuestra hambre y nuestra sed…
Gracias
Señor, porque en el pan y el vino nos entregas
tu
vida y nos llenas de tu presencia.
Gracias
Señor, porque nos amaste hasta el final,
hasta
el extremo que se puede amar:
morir
por otro, dar la vida por otro.
Gracias
Señor, porque quisiste celebrar tu entrega,
en
torno a una mesa con tus amigos,
para
que fuesen una comunidad de amor.
Gracias
Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo,
nos
unes a tu vida, en la medida en que estamos
dispuestos
a entregar la nuestra…
Gracias,
Señor, porque todo el día puede ser una preparación
para
celebrar y compartir la eucaristía…
Gracias,
Señor, porque todos los días puedo volver a empezar,
y
continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos,
y
mi camino de transformación en ti.
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