16 de abril de 2020 – JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Soy yo mismo: tóquenme y
vean
Lectura de los Hechos de los
apóstoles 3, 11-26
Como el paralítico que había sido curado no soltaba
a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió hacia ellos, que
estaban en el pórtico de Salomón.
Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: «Israelitas, ¿de
qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por
nuestra santidad, que hemos hecho caminar a este hombre? El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a
quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había
resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y
pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la
vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos.
Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha
devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es
la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar. Ahora bien,
hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes.
Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas:
que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para
que sus pecados sean perdonados. Así el Señor les concederá el tiempo del
consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes. El debe
permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios
anunció antiguamente por medio de sus santos profetas.
Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará
para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes
obedecerán a todo lo que él les diga. El que no escuche a ese profeta será
excluido del pueblo. Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel,
anunciaron también estos días.
Ustedes son los herederos de los profetas y de la
Alianza que Dios hizo con sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu
descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Ante todo para
ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que
cada uno se aparte de sus iniquidades.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 8, 2a y 5. 6-7.
8-9 (R.: 2ab)
R. ¡Señor, nuestro Dios, qué
admirable es tu Nombre en toda la tierra!
¡Señor, nuestro Dios!,
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies. R.
Todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas. R.
SECUENCIA OPTATIVA
Cristianos,
ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza.
El Cordero ha redimido a las ovejas:
Cristo, el inocente,
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron
en un duelo admirable:
el Rey de la vida estuvo muerto,
y ahora vive.
Dinos, María Magdalena,
¿qué viste en el camino?
He visto el sepulcro del Cristo viviente
y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles,
testigos del milagro,
he visto el sudario y las vestiduras.
Ha resucitado a Cristo, mi esperanza,
y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente;
tú, Rey victorioso,
ten piedad de nosotros.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 24, 35-48
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les
había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se
apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes.»
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: « ¿Por qué están turbados y se les presentan esas
dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu
no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.»
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer.
Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron
un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con
ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de
mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.»
Entonces les abrió la inteligencia para que
pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías
debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión
para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Pedro, tomando la palabra en nombre de todos los
discípulos se dirige al pueblo y explica que el milagro que acaba de hacer es
en beneficio del que no podía andar. Reconoce que el «poder» no es suyo sino
que procede de Cristo. Acepta ser un hombre pecador, ni más piadoso, ni más
santo que cualquier otro.
En su discurso asoma espontáneamente un título poco
habitual para hablar de Jesús: “Príncipe de la vida”. Por su resurrección Jesús
es el «Príncipe de la Vida», el Victorioso, el Viviente por excelencia.
La resurrección es una potencia de vida, de
alegría, de exaltación. El salto del hombre, que no había caminado en toda su
vida y que se echa a andar, es el símbolo de la humanidad salvada.
Pedro, intenta ablandar el endurecido entendimiento
de un pueblo demasiado seguro de sus instituciones y sus leyes. Muy pocos
escuchan el mensaje. La mayoría continúa con sus prácticas rituales y con el
legalismo exacerbado.
Sin embargo, Pedro señala la continuidad de la
historia de salvación: el Dios de los patriarcas ha glorificado a Jesús, en
quien culminan los anuncios proféticos de Israel.
Pedro y los apóstoles predican sin parar la
resurrección. El arresto de los predicadores mientras anuncian la salvación en
el templo de Jerusalén, centro de la vida religiosa de Israel, acentúa
gráficamente la oposición entre los dirigentes del judaísmo y la naciente
Iglesia cristiana; oposición y lucha que culminará con la dispersión de la
comunidad y el anuncio del mensaje evangélico a los pueblos gentiles.
***
Los discípulos de Emaús cuentan a la comunidad lo
que han experimentado en el encuentro con el Resucitado, al que han reconocido
al partir el pan. En ese mismo momento se aparece Jesús, saludándolos con el
deseo de la paz. El saludo “shalom” sintetiza lo más grande que nosotros
podemos desear. El Resucitado no promete la prosperidad o el triunfo, sino la
paz. Paz que significa la posibilidad de contemplar todo, incluyendo los
dolores y sufrimientos, con los ojos compasivos de Dios y como camino de
salvación.
Llenos de miedo, los discípulos creían ver un
espíritu. Los “once” como todos los demás hasta aquí, fueron incrédulos. En
todos los relatos se subraya la “duda”. Jesús, tiene que calmar a los
discípulos, y los convence de su nueva realidad comiendo con ellos. Como a los
discípulos de Emaús, ahora, Jesús a los discípulos, «les abre el entendimiento»,
explicándoles las Escrituras y hace ver a todo el grupo, la unidad del plan
salvador de Dios y el cumplimiento de las promesas.
La muerte y resurrección del Mesías son el punto
crucial de la historia de salvación. Los discípulos viven su fe con dudas y temores
muchas veces, pero poco a poco van comprendiendo que el Maestro ya no está en
la tumba, y que, por lo tanto, ya no es posible vivir en la pasividad y el
miedo, que son un antitestimonio de la resurrección.
El Resucitado es experiencia de unidad. Ante su
presencia la experiencia individual, comienza a ser comunitaria, sin destruir
la experiencia personal. Al resucitado se lo reconoce en comunidad.
El Resucitado es fuerza que interpela a la
comunidad. A la comunidad, Jesús le promete la fuerza del Espíritu Santo,
fuerza que les hará comprender toda la Escritura, y que les hará asumir con fe,
la nueva experiencia de vida que se les ha regalado en la Resurrección de
Jesucristo.
Al Resucitado se lo reconoce tocando sus heridas;
cuando nos atrevemos a meter la mano en nuestras heridas o en las de nuestros
semejantes. Ahí estamos palpando un anticipo de la muerte, pero también un
rastro del Señor que ha vencido a la muerte. “Donde están nuestras heridas está
nuestra salvación”.
La alegría que nos regala el Resucitado, es la de
la victoria sobre la muerte. Porque Jesús nos invita a reconocerlo en sus
heridas, la alegría pascual no es una huida, sino una cercanía mayor a los
crucificados de nuestro tiempo.
Los seguidores del Nazareno, ahora, tenemos que
testimoniar con nuestras vidas la justicia y misericordia declarada por Dios en
la resurrección de su Hijo Jesucristo. Este testimonio será creíble, en la
medida que sepamos encarnar un proyecto de vida que crea, y por eso construya y
asuma el Reino de Dios, como la nueva experiencia de vida para todos los
hombres y mujeres de buena voluntad.
Para discernir
¿Qué de nuevo le aporta a mi vida la experiencia de
la resurrección de Jesús?
¿Necesito poner a prueba la veracidad de Dios
pretendiendo ver para creer?
¿En qué cosas me doy cuenta que tengo que
abandonarme a la fe porque los criterios del mundo me ofrecen otra cosa?
Repitamos a lo largo de este día
…Nosotros somos testigos de estas cosas…
Para la lectura espiritual
…La evangelización del mundo está basada en el
testimonio. Jesús les dice a los que lo vieron, a los que comieron con él:
“Ustedes son testigos de estas cosas”. Ciertamente nosotros no somos testigos
oculares de la resurrección de Jesús, nosotros aceptamos el testimonio de la
Iglesia y de la Escritura y creemos en estos fieles testigos. Sin embargo,
Jesús se sigue presentando en nuestras asambleas litúrgicas, en nuestra misma
oración personal para, de una manera misteriosa, asegurarnos, por medio de la
fe, que está vivo. Por ello, nosotros también estamos unidos a la obra de la
evangelización. Nuestra evangelización será tan poderosa y convincente como
nuestra experiencia de Jesús resucitado. Hemos vivido en estos últimos días una
fuerte experiencia del amor de Dios, al celebrar una vez más los misterios de
la resurrección de Cristo, ¿Podríamos decir que nuestra experiencia de Dios es
más fuerte que el año anterior? Si alguien te preguntara sobre Jesús y tu
relación con él, ¿tendrías una experiencia en tu propia vida que testificara tu
fe en Jesús? La Pascua es esencialmente un tiempo maravilloso para tener un
encuentro personal con Cristo que sea capaz de cambiar nuestra vida y
convertirnos en sus testigos. Abre bien tus ojos y oídos…
Ernesto María Caro
Para rezar
Por la resurrección de Jesús de entre los muertos,
nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza
viva,
Queremos ser los testigos de esa resurrección y
vida nueva,
pues, aunque no hemos visto las llagas de Jesús
ni hemos metido las manos en su costado, como
Tomás,
queremos sentir en el corazón el fuego de su
presencia.
Y por esa misma fe en la presencia de Cristo
resucitado,
queremos vivir como hermanos, constantes en la
oración,
en la vida comunitaria, en la fracción del pan
eucarístico
y en la escucha constante de tu Palabra.
Santos Benetti.
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