11
de marzo de 2020 – T. DE CUARESMA - MIÉRCOLES DE
LA II SEMANA
El
que quiera ser primero que se haga servidor
Lectura
del libro del profeta Jeremías 18, 18-20
Ellos
dijeron: «¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la
instrucción al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta!
Vengan, inventemos algún cargo contra él, y no prestemos atención a sus
palabras.»
¡Préstame
atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan! ¿Acaso se devuelve mal por
bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de
ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
30, 5-6. 14. 15- 16 (R.: 17b)
R. Sálvame,
Señor, por tu misericordia.
Sácame
de la red que me han tendido,
porque
tú eres mi refugio.
Yo
pongo mi vida en tus manos:
tú
me rescatarás, Señor, Dios fiel. R.
Oigo
los rumores de la gente
y
amenazas por todas partes,
mientras
se confabulan contra mí
y
traman quitarme la vida. R.
Pero
yo confío en ti, Señor,
y
te digo: «Tú eres mi Dios,
mi
destino está en tus manos.»
Líbrame
del poder de mis enemigos
y
de aquellos que me persiguen. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 20, 17-28
Cuando
Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el
camino les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte
y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado,
pero al tercer día resucitará.»
Entonces
la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se
postró ante él para pedirle algo.
«¿Qué
quieres?», le preguntó Jesús.
Ella
le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda.»
«No
saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos»,
le respondieron.
«Está
bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi
derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son
para quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al
oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los
llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre
ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe
suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo
del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en
rescate por una multitud.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jeremías
había denunciado los pecados del pueblo y, en especial, los pecados de los jefes
del pueblo, de los representantes oficiales de la ley religiosa; era su deber
como profeta, y lo hacía en nombre de Dios para suscitar la conversión.
La
lectura nos describe el complot contra Jeremías, por parte de sus hermanos de
raza y de fe, por los cuales ha intercedido el profeta. Lo acusan de
“perturbador del orden” y lo espían para sorprenderlo en algo de qué acusarlo,
y de ese modo acabar con él y desentenderse de su palabra porque no pueden
dejar de reconocerlo como profeta. La súplica que dirige a Dios en esta
circunstancia, es el clamor del justo que se ve perseguido a causa de la misión
que Dios le ha confiado.
El
profeta se lamenta ante Dios de que los mismos a quienes él sirve con la
palabra y por quienes intercede, ahora lo persiguen.
***
Jesús
y sus discípulos suben a Jerusalén que era el centro del poder judío. En este
camino, Jesús les advierte a sus discípulos que le espera la muerte, al igual
que todo aquel que asumiendo su causa con radicalidad anuncia el Reino de Dios.
Este es el tercero de los anuncios que hace de su pasión a sus asustados
seguidores, que no entienden o no quieren entender que el Hijo del Hombre ha
venido a dar su vida por muchos.
Los
discípulos de Jesús estaban convencidos de que el mesianismo de Jesús era la
inauguración de un tiempo de fortalecimiento político y militar. Los criterios
de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder,
el prestigio, el éxito humano; y no habían entendido que el mesianismo de Jesús
iba por el servicio y la entrega al hermano, dando incluso la vida si fuera
necesario.
La
madre de los Zebedeo, le pide a Jesús que otorgue puestos importantes a sus
hijos en el “reino” que Jesús iba a iniciar. Ella estaba imaginando el Reino al
estilo del reino de David.
Jesús
se ve precisado a enseñar que es necesario, cambiar los esquemas que tienen
hasta ahora, para dar paso a la novedad del Evangelio y a la fuerza del
Espíritu, para que sea posible una nueva sociedad en la que todos sean hermanos
entre sí, hijos de un Padre común. Esa nueva realidad será posible con un
«nuevo espíritu» que haga que los hombres busquen ser los primeros en ser
servir. Todo esto Jesús lo predica con su palabra, con su vida y sus hechos. La
indignación de los otros diez es porque ellos esperaban lo mismo para sí. Ante
el triunfalismo de sus seguidores, Jesús les promete que enfrentarán su misma
prueba. Por otro lado, el “lugar” pedido, sólo depende del juicio del Padre, y
se realizará sobre la base de la asimilación del proyecto del reino de Jesús,
realizada por cada uno.
En
nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy el modelo de
Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va
camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación
de todos. «No ha venido a ser servido, sino a dar la vida por los demás». Se
trata de otro tipo de preeminencia, la del servicio, que impulsa a la búsqueda
del último lugar.
En
este mundo, en el que se busca contemporizar y seguir las consignas de búsqueda
del bienestar personal, independientemente de lo que vive el resto; el camino
de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un
Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña no a buscar los primeros
puestos, sino a ser los servidores de los demás. Estas son las leyes del nuevo
Reino presentes y vivas en la conciencia y en la práctica de Jesús.
En
este Evangelio encontramos una serie de características que tiene que tener
nuestra vida de discípulos: estar dispuestos a servir a los demás, estar
dispuestos a beber el cáliz del Señor, y estar dispuestos a ir con Cristo, como
corredentores, por el bien de los todos los hombres.
Nuestro
camino hacia la Gloria tendrá que pasar, necesariamente, por la cruz de cada
día. Aún los actos más pequeños y aparentemente insignificantes, deben
contribuir para que el anuncio del Evangelio llegue a todos. Si queremos ser
importantes, tal vez no ante los hombres pero sí ante Dios, convirtámonos en
servidores fieles del Evangelio que se nos ha confiado.
PARA DISCERNIR
¿A
qué lugares aspiro en la vida?
¿Cómo
busco conseguirlos?
¿Qué
espacio le doy al amor y al servicio?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
En
tus manos encomiendo mi espíritu
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…La
ley de Cristo sólo puede vivirse por corazones mansos y humildes. Cualquiera
que sean sus dones personales y su puesto en la sociedad, sus funciones o sus
bienes, su clase o su raza, los cristianos permanecen como personas humildes:
pequeños.
Pequeños
ante Dios, porque son creados por Él y de Él dependen. Cualquiera que sea el
camino de la vida o de sus bienes, Dios está en el origen y fin de toda cosa.
Mansos como niños y débiles y amantes, cercanos al Padre fuerte y amante.
Pequeños porque están ante Dios, porque saben pocas cosas, porque son limitados
en conocimiento y amor, porque son capaces de muy poco. No discuten la voluntad
de Dios en los acontecimientos que suceden ni lo que Cristo ha mandado hacer:
en tales acontecimientos, sólo cumplen la voluntad de Dios.
Pequeños
ante los hombres. Pequeños, no importantes, no superhombres: sin privilegios,
sin derechos, sin posesiones, sin superioridad. Mansos, porque son tiernamente
respetuosos con lo creado por Dios y está maltratado o lesionado por la violencia.
Mansos, porque ellos mismos son víctimas del mal y están contaminados por el
mal. Todos tienen la vocación de perdonados, no de inocentes. El cristiano es
lanzado a la lucha. No tiene privilegios. No tiene derechos. Tiene el deber de
luchar contra la desdicha, consecuencia del mal. Por esta razón, sólo dispone
de un arma: su fe. Fe que debe proclamar, fe que transforma el mal en bien, si
sabe acoger el sufrimiento como energía de salvación para el mundo; si morir
para él es dar la vida; si hace suyo el dolor de los demás.
En
el tiempo, por su palabra y sus acciones, a través de su sufrimiento y su
muerte, trabaja como Cristo, con Cristo, por Cristo…
M.
Delbrél, La alegría de creer, Santander 1997.
PARA REZAR
Hijo,
habla así en cualquier cosa:
Señor,
si te agrada, hágase esto así.
Señor,
si es honra tuya, hágase esto en tu nombre.
Señor,
si ves que lo que me conviene
y
hallas que me es provechoso,
concédemelo,
para que use de ello a honra tuya.
Más
si conoces que puede hacerme daño
y
nada provechoso a la salvación de mi alma,
desvía
de mí tal deseo.
Porque
no todo deseo procede del Espíritu Santo,
aunque
parezca justo y bueno al hombre.
Dame
lo que quieras, y cuanto quieras y cuando quieras.
Haz
conmigo como lo que sabes, y como más desees,
y
sea para mayor honra tuya.
Adap.
de la Imitación de Cristo, III, 15,1-2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.