28
de febrero de 2020 – T. DE CUARESMA – VIERNES DESPUÉS
DE CENIZA
Este
es el ayuno que yo amo
Lectura
del libro del profeta Isaías 58, 1-9a
Así
habla el Señor Dios:
¡Grita
a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a
mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob! Ellos me consultan día
tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica
la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias
justas, les gusta estar cerca de Dios:
«
¿Por qué ayunamos y tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?»
Porque
ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su
servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear
perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su
voz en las alturas.
¿Es
este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo?
Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso
lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?
Este
es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas,
desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos
los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin
techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces
despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante
de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces
llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
50, 3-4. 5-6a. 18-19 (R.: 19b)
R. Tú,
Señor, no desprecias el corazón contrito y humillado.
¡Ten
piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por
tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame
totalmente de mi culpa
y
purifícame de mi pecado! R.
Porque
yo reconozco mis faltas
y
mi pecado está siempre ante mí.
Contra
ti, contra ti solo pequé
e
hice lo que es malo a tus ojos. R.
Los
sacrificios no te satisfacen;
si
ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi
sacrificio es un espíritu contrito,
tú
no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-15
Se
acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos
no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?»
Jesús
les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el
esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y
entonces ayunarán.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
A
ejemplo de la mayoría de las religiones de su tiempo, Israel considera el ayuno
como un acto esencial de su religión, sobre todo con motivo de la fiesta de
expiación o del recuerdo de los días angustiosos del asedio de Jerusalén. El
pueblo de Dios ha vuelto del destierro y se ha instalado en Judea, las obras de
reconstrucción del templo y de las murallas son lentas y desalentadoras.
A
pesar de que la ley sólo prescribía un ayuno al año, el gran día de la
expiación, los días de ayuno se habían multiplicado con motivo de cualquier
calamidad. La voz del profeta sustituye a la trompeta que hasta entonces
convocaba al pueblo a las ceremonias del ayuno. Se trata, en efecto, de invitar
al pueblo a un nuevo género de ayuno. Dios no quiere el ayuno ficticio de quien
se viste de saco e inclina la cabeza, y todavía se extraña de que Dios no le
escuche.
El
ayuno, que originariamente debía servir para unir a los ricos y los pobres en
la conciencia de que unos y otros proceden del mismo polvo, se convierte en una
auténtica provocación: sólo pueden ayunar los ricos, que son los únicos que
tienen el vientre lleno, los únicos que pueden privarse de algo, aunque sea de lo
superfluo y de lo injustamente retenido.
El
profeta denuncia la vaciedad del ayuno exterior, incapaz de transformar la
conducta. Dios quiere que la penitencia lleve a la renovación del espíritu por
la práctica de la justicia y del bien. El Señor sólo está al lado de aquellos
que se esfuerzan en la práctica del amor.
***
Los
discípulos de Juan Bautista están extrañados. Ellos, y los fariseos ayunaban,
hacían sacrificios austeros, se privaban de varias cosas, por generosidad iban
más allá de las observancias judías legales. La respuesta de Jesús pone de
relieve que los discípulos de Juan Bautista no han descubierto aún en Jesús al
“esposo” mesiánico. Porque, si lo hubieran descubierto, hubieran comprendido
que de ahora en adelante el ayuno no tiene el mismo significado.
El
ayuno está relacionado con el tiempo de la espera. Jesús mismo ha ayunado en el
desierto, resumiendo la larga preparación de la humanidad en la instauración
del Reino. Pero, cuando comienza el ministerio público, Jesús puede decir con
toda razón que el Reino está ya allí; ha llegado el esposo, y no conviene que
los “amigos del esposo” ayunen mientras el esposo está con ellos; el ayuno no
tiene sentido en el tiempo del cumplimiento.
La
imagen del esposo era bien conocida por los judíos. En la Biblia este símbolo
es usado muchas veces. Dios ama a su pueblo. Dios es el esposo. Jesús se
presenta como el esposo mesiánico. Para justificar la “alegría” y la ausencia
de “ayuno” de sus discípulos, Jesús los presenta como “compañeros del esposo”.
La
Iglesia es aquí abajo la que espera y posee ya lo que espera. Es la que avanza,
día tras día, hacia el Reino, al mismo tiempo que es ya su manifestación.
Dentro de este ritmo se sitúa el ayuno: está vinculado por la Iglesia a los
días que dedica expresamente a la espera y a la preparación.
Tampoco
nosotros tenemos que conformarnos con un ayuno o con unas prácticas
cuaresmales, meramente externos. Sería muy superficial que quedáramos
satisfechos por haber cumplido todo lo que está mandado en la Cuaresma y no profundizáramos
en lo más importante, de lo que todos los ritos exteriores quieren ser: signo y
recordatorio.
El
ayuno debe conducir a una apertura mayor para con los demás. Ayunar para poder
dar a los más pobres. Si la falta de caridad continúa, si la injusticia está
presente en nuestro modo de actuar con los demás, poco puede agradar a Dios
nuestro ayuno y nuestra Cuaresma.
El
ayuno que Dios quiere, porque es misericordioso, es la liberación de los pobres
y oprimidos. Es abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los
cepos, dejar libres a los oprimidos, partir el pan con el hambriento, hospedar
a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrarse a la propia carne. Este
es el ayuno que proclama y practica Jesús, y manda practicar a sus discípulos.
Un ayuno cuaresmal de este estilo no es signo de tristeza. Un ayuno de
preparación, de reorientación continuada de nuestra vida. Un ayuno que
significa relativizar muchas cosas secundarias para no distraernos. Un ayuno
serio, aunque no triste.
El
ayuno nos hace más libres. Nos ofrece la ocasión de poder decir «no» a una
sociedad que continuamente nos invita satisfacer necesidades que nos creamos
nosotros mismos.
La
presencia de Jesús es motivo de alegría. Donde está Jesús, sus amigos no pueden
hacer otra cosa que alegrarse. Nadie puede sentirse deprimido o acongojado,
cuando puede experimentar en su propia vida y en la vida del mundo, el ayuno de
todo egoísmo, el amor generoso, el Reino que está, crece y promete cosecha
abundante. Se ha decretado al mundo la alegría, contra todo escepticismo,
contra toda situación negativa, contra toda desesperanza.
PARA DISCERNIR
¿La
presencia de Jesús es motivo de alegría?
¿De
qué cosas necesito ayunar?
¿Mi
ayuno, es sólo un cumplimiento?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
“Señor,
suelta mis cadenas de iniquidad” (Is 58,6).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…Un
ayuno proporcionado a tus fuerzas favorecerá tu vigilancia espiritual. No se
pueden meditar las cosas de Dios con el estómago lleno, dicen los maestros del
espíritu. Cristo nos dio el ejemplo con su prolongado ayuno; cuando triunfó
sobre el demonio, había ayunado cuarenta días.
Cuando
el estómago está vacío, el corazón es humilde. El que ayuna ora con un corazón
sobrio, mientras que el espíritu del intemperante se disipa en imaginaciones y
pensamientos impuros. El ayuno es un modo de expresar nuestro amor y
generosidad; se sacrifican los placeres terrenos para lograr los del cielo.
Cuando ayunamos sentimos crecer en nosotros el reconocimiento de Dios, que ha
dado al hombre el poder de ayunar. Todos los detalles de tu vida, todo lo que
te sucede y lo que pasa a tu alrededor, se ilumina con nueva luz. El tiempo que
discurre se utiliza de modo nuevo, rico y fecundo. A lo largo de las vigilias,
la modorra y la confusión de pensamiento ceden su espacio a una gran lucidez de
espíritu; en vez de irritarnos contra lo que nos fastidia, lo aceptamos
tranquila-mente, con humildad y acción de gracias…
La
oración, el ayuno y las vigilias son el modo de llamar a la puerta que deseamos
que se nos abra. Los santos padres reflexionaron sobre el ayuno considerándolo
como una medida de capacidad. Si se ayuna mucho es porque se ama mucho, y si se
ama mucho es porque se ha perdonado mucho. El que mucho ayuna, mucho recibirá.
Sin embargo, los santos Padres recomiendan ayunar con medida: no se debe
imponer al cuerpo un cansancio excesivo, so pena de que el alma sufra
detrimento. Eliminar algunos alimentos sería perjudicial: todo alimento es don
de Dios.
T. Colliander,
El camino del asceta.
Iniciación a la
vida espiritual, Brescia 1987, 75s)
PARA REZAR
Cuando
las alegrías de otros tiempos hayan desaparecido
y tesoros una vez míos, no pueda ya exigir,
que esta verdad alimente mi debilitado corazón:
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¡TÚ eres todavía el mismo!
Cuando los arroyos de agradable frescura se hayan secado:
Amistades bendecidas ya no estén;
cuando los cielos bañados por el sol cedan a las nubes,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI!
Todavía mi corazón te tiene a TI.
Cuando las fuerzas hayan fallado,
y los pies, cansados y rendidos,
ya no puedan realizar felices diligencias,
¿por qué he de suspirar, y hacer los días tristes?
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¿Acaso necesito algo más?
Así por los días de la vida, lo que pudiera fallarme,
amigos, amistades, goces, en grado mayor o menor;
el canto puede ser mío, ninguna pena ha de asaltarme,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! Todavía estás en mi corazón.
y tesoros una vez míos, no pueda ya exigir,
que esta verdad alimente mi debilitado corazón:
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¡TÚ eres todavía el mismo!
Cuando los arroyos de agradable frescura se hayan secado:
Amistades bendecidas ya no estén;
cuando los cielos bañados por el sol cedan a las nubes,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI!
Todavía mi corazón te tiene a TI.
Cuando las fuerzas hayan fallado,
y los pies, cansados y rendidos,
ya no puedan realizar felices diligencias,
¿por qué he de suspirar, y hacer los días tristes?
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¿Acaso necesito algo más?
Así por los días de la vida, lo que pudiera fallarme,
amigos, amistades, goces, en grado mayor o menor;
el canto puede ser mío, ninguna pena ha de asaltarme,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! Todavía estás en mi corazón.
María
José Silva
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