27
de febrero de 2020 – T. DE CUARESMA – JUEVES DESPUÉS
DE CENIZA
Pongo
delante tuyo la bendición y la maldición
Lectura
del libro del Deuteronomio 30, 15-20
Moisés
habló al pueblo diciendo:
Hoy
pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si
escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al
Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces
vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde
ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.
Pero
si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte
ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán
irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer
después de cruzar el Jordán.
Hoy
tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra: yo he puesto delante
de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás,
tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y
le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la
tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: 39, 5a)
R. ¡Feliz
el que pone en el Señor toda su confianza!
¡Feliz
el hombre
que
no sigue el consejo de los malvados,
ni
se detiene en el camino de los pecadores,
ni
se sienta en la reunión de los impíos,
sino
que se complace en la ley del Señor
y
la medita de día y de noche! R.
El
es como un árbol
plantado
al borde de las aguas,
que
produce fruto a su debido tiempo,
y
cuyas hojas nunca se marchitan:
todo
lo que haga le saldrá bien. R.
No
sucede así con los malvados:
ellos
son como paja que se lleva el viento.
Porque
el Señor cuida el camino de los justos,
pero
el camino de los malvados termina mal. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25
Jesús
dijo a sus discípulos:
«El
Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al
tercer día.»
Después
dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que
cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al
hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Moisés
se dirige al pueblo antes de la entrada en la tierra prometida. Han soportado
la travesía a través del desierto, han comenzado el proceso de convertirse en
el pueblo de Yahvé. Es el pueblo que pertenece a Dios, en el que pertenecerse
unos a otros, y que pertenecen a la tierra prometida.
Han
entrado en la alianza con Dios y están íntimamente unidos por la ley y el poder
de Dios que se manifestó en Moisés y Josué.
A
partir de sus elecciones, de su fidelidad o infidelidad, continuarán viviendo o
correrán hacia la muerte y la destrucción. Sin el apoyo y la cercanía de Dios
estarán desamparados frente a todo lo que deberán afrontar. No entrarán sólo en
un nuevo país, sino en nuevo nivel de intimidad y de conocimiento de Dios. Es
un tiempo para que elijan con un solo corazón, una sola mente y un solo
objetivo.
***
Lucas
en el evangelio reafirma esta necesidad de elección a los que se inclinan a
seguir al Hijo de Dios, que va trazando un camino de entrega no exento de
dolor, de rechazo y de cruz. Si queremos seguirlo debemos, como Èl, negarnos a
nosotros mismos, tomando nuestra cruz y siguiendo sus pasos. Los primeros
cristianos vivieron esta elección renunciando a los bienes y servicios
personales para compartirlos con los demás miembros de la comunidad.
El
segundo día de Cuaresma se nos dice que ésta debe ser nuestra disciplina diaria
y una elección de por vida: optar por el bien común, que cuida la vida de los
otros, que confía en Dios ante las dificultades y pruebas y por esa misma
confianza se convierte en vida abundante para todos.
Es
tiempo de elegir la vida y la bendición, la justicia y santidad. Al principio
puede parecer abrumador, pero seguimos las huellas de Aquel que garantiza
nuestros pasos y son muchos los que nos han precedido en la fe.
PARA DISCERNIR
¿Qué
elijo para mi vida?
¿Qué
es bendición para mi vida? ¿Qué maldición?
¿Cuándo
elijo una y cuando la otra?
¿Qué
fuerza tienen las elecciones en mi vida?
¿Qué
elijo diariamente como paso de bendición para mi vida?
¿A
qué tengo que renunciar para vivir la bendición?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
“Si
morimos con él, viviremos con él” (2 Tim 2,11).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Por
encima de la finitud, del espacio y del tiempo, el amor infinitamente infinito
de Dios viene y nos toma. Llega justo a su hora. Tenemos la posibilidad de
aceptarlo o rechazarlo. Si permanecemos sordos, volverá una y otra vez como un
mendigo, pero también como un mendigo llegará el día en que ya no vuelva. Si
aceptamos, Dios depositará en nosotros una semillita y se irá. A partir de ese
momento, Dios no tiene que hacer nada más, ni tampoco nosotros, sino esperar.
Pero sin lamentarnos del consentimiento dado, del “sí” nupcial. Esto no es tan
fácil como parece, pues el crecimiento de la semilla en nosotros es doloroso.
Además, por el hecho mismo de aceptarlo, no podemos dejar de destruir lo que le
molesta; tenemos que arrancar las malas hierbas, cortar la grama. Y,
desgraciadamente, esta grama forma parte de nuestra propia carne, de modo que
esos cuidados de jardinero son una operación cruenta. Sin embargo, en cualquier
caso la semilla crece sola. Llega un día en que el alma pertenece a Dios, en
que no solamente da su consentimiento al amor, sino en que, de forma verdadera
y afectiva, ama. Debe entonces, a su vez, atravesar el universo para llegar
hasta Dios. El alma no ama como una criatura, con amor creado. El amor que hay
en ella es divino, increado, pues es el amor de Dios hacia Dios que pasa por
ella. Sólo Dios es capaz de amar a Dios. Lo único que nosotros podemos hacer es
renunciar a nuestros propios sentimientos para dejar paso a ese amor en nuestra
alma. Esto significa negarse a sí mismo. Sólo para este consentimiento hemos
sido creados.
S. Weil, A la
espera de Dios, Madrid 1993, 84
PARA REZAR
Señor,
acercarme a Vos
es
prepararme para la prueba.
Dame
la capacidad de orientar bien mi corazón
y
mantenerme firme para no confundirme
en
el tiempo del dolor.
Quiero
pegarme a Vos Señor y no alejarme,
aceptando
lo que venga con paciencia
en
los dolores y los fracasos.
Así
como en el fuego se prueba el oro,
en
el horno de la humildad el camino cierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.