31 de
enero de 2020 – TO – VIERNES DE LA III SEMANA
Llega a ser la
más grande de todas
Lectura
del segundo libro de Samuel 11, 1- 4a. 5-10a. 13-17 .27c
Al
comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a
Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y
sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén.
Una
tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la
azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La
mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le
dijeron: «¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!»
Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer quedó
embarazada y envió a David este mensaje: «Estoy embarazada.»
Entonces
David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías, el hitita.» Joab se lo envió, y
cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la
tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate
los pies.» Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de
la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos
los servidores de su señor, y no bajó a su casa.
Informaron
a David que Urías no había bajado a su casa.
Al
día siguiente, David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó.
A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no
bajó a su casa.
A
la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio
de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: «Pongan a Urías en primera
línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que
sea herido y muera.»
Joab,
que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban
los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y
atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió
Urías, el hitita.
Pero
lo que había hecho David desagradó al Señor.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
50, 3-4. 5-6ab. 6cd-7. 10-11 (R.: cf. 3a)
R. Ten
piedad, Señor, porque hemos pecado.
¡Ten
piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por
tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame
totalmente de mi culpa
y
purifícame de mi pecado! R.
Porque
yo reconozco mis faltas
y
mi pecado está siempre ante mí.
Contra
ti, contra ti solo pequé
e
hice lo que es malo a tus ojos. R.
Por
eso, será justa tu sentencia
y
tu juicio será irreprochable;
yo
soy culpable desde que nací;
pecador
me concibió mi madre. R.
Anúnciame
el gozo y la alegría:
que
se alegren los huesos quebrantados.
Aparta
tu vista de mis pecados
y
borra todas mis culpas. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
Jesús
decía a la multitud:
«El
Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que
duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una
espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él
aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.»
También
decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá
para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es
la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada,
crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus
ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra.»
Y
con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que
ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios
discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra
del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
La
Biblia nos relata la historia de un pueblo de pecadores, pero de pecadores
salvados. Hoy asistimos al momento más vergonzoso de la vida de David. A pesar
de su fe y de la hondura de su oración no deja de ser un gran pecador. David ve
a una mujer que se estaba bañando, la desea y la seduce. Pero es la mujer de
otro. David comete adulterio con Betsabé que es la mujer de Urías. Ella será la
madre de Salomón pero antes pasarán por el dolor y el sufrimiento.
El
pecado de David no vino solo. David quiso descargarse de su responsabilidad y endosar
el embarazo al marido legítimo, pero no lo logra. Existía entonces la norma de
la abstención sexual durante una guerra. David instiga a Urías, el esposo de
Betsabé, a beber para hacerlo perder la cabeza y que se acueste con su esposa.
Pero Urías, incluso estando borracho, recuerda la prescripción.
Entonces
premedita el crimen dando la orden de poner a Urías en lo más duro del combate
para que caiga herido y muera.
David
es infiel a ese Dios que lo ha favorecido tanto, y a quien ha hecho tan
hermosas promesas. Toda su inteligencia se ha puesto en el provecho personal
tratando de ocultar su primer pecado.
David
se encuentra atrapado por la dialéctica de su propio pecado. La pasión lo ha
empujado al adulterio, éste lo ha llevado a la hipocresía y después al
homicidio. No sólo peca contra los mandamientos del decálogo, sino que abusa,
en personal beneficio, de la autoridad que Dios le ha dado para procurar el
bien de su pueblo.
El
pecado es simiente de nuevos pecados, si no tenemos la sinceridad de reconocer
la culpa y el coraje de rectificarnos. El famoso salmo «miserere» expresa bien
el arrepentimiento de David. Y la contracara del pecado, es la misericordia de
Dios.
***
Hoy
escuchamos dos parábolas, de las cuatro que trae el evangelio de Marcos. Son
dos parábolas acerca del Reino de Dios, con imágenes muy simples. La primera
nos habla de una semilla que después de ser sembrada, crece sola, sin que el
sembrador esté encima ni sepa cómo. El Reino de Dios, como la semilla, tiene
dentro una fuerza misteriosa, que a pesar de los obstáculos que pueda
encontrar, logra germinar y dar fruto.
Dios
conduce nuestra historia por ese motivo Jesús subraya la fuerza intrínseca de
la gracia y de su intervención. El protagonista de la parábola no es el
labrador ni el terreno bueno o malo, sino la semilla.
La
otra parábola presenta la desproporción entre la pequeñez de la semilla y la
grandeza del árbol maduro que brota de ella. Las grandes empresas tienen, con
frecuencia, humildes orígenes. La lógica del Reino de Dios choca con la
mentalidad de este mundo que funciona de modo muy diferente: la santidad de
vida, las grandes obras de misericordia y evangelizadoras, las iniciativas
providenciales…, no dependen de las grandes inversiones. El desarrollo del
Reino de Dios comienza en la pequeñez, en lo aparentemente inútil, en lo
humanamente estéril y pobre, para alcanzar luego una expansión increíble.
Las
dos parábolas de hoy tienen en común el “símbolo” de la germinación, de la
potencia de la “vida naciente”. Jesús ve así su obra; el Reino de Dios es como
una semilla viva, sembrada en un corazón, sembrada en una vida, sembrada en el
mundo, crece de un modo lento, imperceptible, pero continuo.
El
Reino, fuerza de Dios que opera en la vida de los hombres y en la historia,
está más allá de las capacidades del evangelizador como de la debilidad de los
evangelizados. Es el mismo Dios quien se hace presente, superando la acción
humana y la insignificancia de la semilla. El Reino, aunque se apoye en el
hombre, no recibe su fuerza de él.
No
podemos creer que el mundo se va a salvar por nuestras técnicas y esfuerzos.
Dios muchas veces nos muestra que de los medios más pequeños brotan los frutos
menos esperados, ni proporcionados a nuestra organización o a nuestros métodos,
instrumentos o ciencia.
El
Reino de Dios ya está aquí, en medio de nosotros y no viene con el estrépito de
la propaganda, ni con derroche de medios y de fuerza. No es como las grandes
empresas del mercado o los medios de comunicación que planean para producir
grandes ganancias para unos pocos.
No
debemos angustiarnos por miedo al fracaso buscando tener una respuesta
inmediata o exigiendo frutos a corto plazo. Esto sería absolutizar nuestros
méritos y sin verdadera fe en el Dueño de la mies.
A
nosotros se nos pide recibir el Reino; como buena tierra colaborando con
nuestra libertad y trabajo sin impaciencias: porque el protagonista es Dios. El
Reino crece desde dentro, por la energía del Espíritu que, poco a poco, da
abundantes cosechas de solidaridad y de servicio entre los pobres y que echa
ramas en las que pueden cobijarse todos los desamparados de este mundo.
PARA DISCERNIR
¿Confío
en la acción de Dios o trato de buscar otras seguridades?
¿Reconozco
la presencia del Reino en sus pequeñas manifestaciones?
¿Me
impaciento ante la falta de resultados visibles?
REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA
Confío
en tu gracia Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Francisco
indicó que “la semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta
tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas
humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad!”.
“Todos
conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que
verdaderamente mueven las montañas!”.
“Pensemos
por ejemplo –pidió el Papa– en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones
muy pesadas; o en ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten
serenidad a quién los va a visitar. Estas personas, precisamente por su fe, no
se vanaglorian de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen:
‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’”.
“¡Cuánta
gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!”,
exclamó.
El
Santo Padre pidió además que “en este mes de octubre, que está dedicado de modo
particular a las misiones, pensemos en los tantos misioneros, hombres y
mujeres, que para llevar el Evangelio han superado obstáculos de todo tipo, han
dado verdaderamente la vida”.
“Pero
esto atañe a todos. Cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede
dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, con la fuerza de la fe. Con la
fe pequeñísima que nosotros tenemos, pero que es fuerte, con esa fuerza dar
testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida. ¡Con nuestro testimonio!”.
“¿Y
cómo tomamos esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración”….
Papa Francisco
06/10/2013 palabras previas al Angelus
PARA REZAR
Hay
un mundo que vive en la esperanza de un mañana más justo, más fraterno.
Hay
un mundo que sufre los dolores de un nuevo amanecer.
Hay
semillas de vida traspasando la tierra de la muerte.
Tú
me enseñas a verlo, a descubrirlo, Jesús, me das la fe.
Hay
un hombre que vive la miseria, sin poder, sin saber, sólo muriendo.
Hay
un hombre que, pese a todo, espera justicia y libertad.
Hay
dos mundos, tres mundos, divididos por el poder e indiferencia.
Tú
me llamas, Jesús, al compromiso, a la solidaridad.
Yo
sé que no puedo encontrarte a ti, Jesús, sin tu Reino.
Yo
sé que no llega el Reino, si en el centro no estás Tú.
Bendito
el que marcha en tu nombre, bendito el que en el hermano
ve
tu rostro, se detiene y comparte hoy su cruz.
E.
Fernández
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