4
de diciembre de 2019 – ADVIENTO – MIÉRCOLES DE
LA I SEMANA
Todos comieron
hasta saciarse
Lectura
del libro del profeta Isaías 25, 6-10a
En
aquel día:
El
Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un
banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares
suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados.
El
arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los pueblos, el paño
tendido sobre todas las naciones.
Destruirá
la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y
borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho él, el
Señor.
Y
se dirá en aquel día: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la
salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y
regocijémonos de su salvación!» Porque la mano del Señor se posará sobre esta
montaña.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 6cd)
R. Habitaré
en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.
El
Señor es mi pastor,
nada
me puede faltar.
El
me hace descansar en verdes praderas,
me
conduce a las aguas tranquilas
y
repara mis fuerzas. R.
Me
guía por el recto sendero,
por
amor de su Nombre.
Aunque
cruce por oscuras quebradas,
no
temeré ningún mal,
porque
tú estás conmigo:
tu
vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú
preparas ante mí una mesa,
frente
a mis enemigos;
unges
con óleo mi cabeza
y
mi copa rebosa. R.
Tu
bondad y tu gracia me acompañan
a
lo largo de mi vida;
y
habitaré en la Casa del Señor,
por
muy largo tiempo. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
Jesús
llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran
multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos
otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba
al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos
caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de
Israel.
Entonces
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace
tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en
ayunas, porque podrían desfallecer en el camino.»
Los
discípulos le dijeron: «¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado
bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?»
Jesús
les dijo: «¿Cuántos panes tienen?»
Ellos
respondieron: «Siete y unos pocos pescados.»
El
ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los
pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos.
Y
ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con
los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En
las costumbres orientales que aparecen frecuentemente en la Biblia el banquete
forma parte del ritual de entronización de los reyes. Con frecuencia la
fastuosidad en la preparación de la mesa, la calidad de los manjares y de los
vinos son signo del poder de un rey, y muy particularmente son el modo de
celebrar una victoria.
El
texto de lectura del profeta Isaías fue probablemente redactado hacia el siglo
V o IV a.C. y el banquete quiere expresar como se solemniza la victoria de
Israel sobre los demás pueblos que hasta entonces lo han oprimido. Dios es, en
definitiva, el verdadero triunfador ya que ha conducido al pueblo en medio de
calamidades hasta el triunfo; por eso, Dios mismo anuncia que será el anfitrión
de su propia mesa en la que han de participar todos los que han sido fieles a
su palabra. Dios no quiere ver lágrimas en los ojos de nadie, no habrá más luto
ni tristeza; se ha acabado la violencia y la opresión.
Con
toda la poesía y humanidad que tiene la imagen de una comida la Palabra nos
ayuda a entender los planes de Dios. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, Dios al invitarnos a la fiesta celebra la victoria sobre la muerte:
el enemigo más grande, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el
gran absurdo, el símbolo de la fragilidad y del sufrimiento.
***
Mucha
gente se acerca a Jesús llevando lisiados, ciegos, mudos y otros enfermos. La
lista de enfermos pone de relieve la atención de Dios dirigida en primer lugar
hacia las miserias humanas.
En
Jesús de Nazaret se han cumplido las promesas del profeta. Con Él ha llegado la
plenitud de los tiempos. El signo de la venida del Mesías es que el mal
retrocede, la desgracia y la opresión son vencidas.
El
tiempo de la fiesta y de la alegría ha llegado, porque, por fin, el que tenía
cautivo al hombre ha caído, y el llanto de los pobres es secado por el mismo
Dios, que recogiendo sus dolores los transforma en gozo y fiesta.
Jesús
hace de una comida el signo de su gracia: prepara un banquete para los suyos,
con lo que cumple de modo pleno lo anunciado y esperado. Un banquete austero en
cuanto a la comida, pero exuberante y especial en su manera de manifestar la
providencia.
Es
una comida que nace de la compasión; un alimento para no desfallecer por el
camino, comida repartida por los discípulos; comida de acción de gracias capaz
de saciar a todos. Comida que es Él mismo. Su presencia entre nosotros nace de
la compasión de Dios; está a nuestro lado sosteniendo nuestro caminar; llega a
nosotros por ministerio de sus apóstoles y predicadores; Él es nuestra
Eucaristía y puede saciar todo corazón y todo anhelo.
Jesús
ofrece fiesta, no tristeza. Fiesta en la que sólo se quiere expresar lo
desbordante de la vida que Dios nos regala. El manjar, si bien es para todos,
no es el mismo. Tendrá la medida del hambre y el sabor de aquello en que nos
sentimos más hambrientos. Nuestra esperanza se alimenta de nuestra hambre,
crece con el hambre.
El
Adviento es para los que nos sabemos débiles, hambrientos y pecadores y
acudimos a Jesús; el Salvador que se compadece, seca nuestras lágrimas, nos da
de comer, anuncia su palabra de vida y de fiesta y nos acoge a todos. Adviento
es ir tras la promesa de la fiesta y la comida para los pobres entre los cuales
debemos incluirnos y aceptarnos, no sólo con la pobreza de ser pecadores, sino
con la pobreza más radical de ser lisiados, de haber sido heridos por una vida
que exigimos con todo nuestro ser y que nunca se nos da más que a medias. Una pobreza
que nos envuelve como un manto de luto.
Aceptar
esta pobreza es clamar sin dudas a Dios que viene a transformar nuestro luto en
danza y nuestro desierto en mesa de fiesta.
PARA DISCERNIR
¿Cuáles
son mis hambres más profundas?
¿De
qué necesito que Dios se compadezca y me salve?
¿Cuáles
son los motivos por los que quiero hacer fiesta de la vida?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Tú
estás conmigo
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…”Buscas
maneras de encontrar a Jesús. Intentas conseguirlo, no sólo en tu mente sino
también en tu cuerpo. Buscas su afecto y sabes que éste implica a su cuerpo lo
mismo que al tuyo. Se hizo carne por ti, para que tú pudieras encontrarle en la
carne y recibir su amor en ella.
Pero
hay algo en ti que impide ese encuentro. Hay todavía mucha vergüenza y mucho
sentido de culpabilidad en tu cuerpo, bloqueando la presencia de Jesús. Cuando
estás en tu cuerpo, no te sientes realmente en casa; vives como arrojado en él,
como si no fuera un lugar suficientemente bueno, suficientemente bello o
suficientemente puro para encontrarte con Jesús.
Cuando
examinas con atención tu vida, te das cuenta de hasta qué punto se ha visto
llena de miedos, especialmente de miedo a las personas con autoridad: tus
padres, profesores, obispos, directores espirituales, incluso de miedo a tus
amigos. Nunca te consideras igual a ellos y te colocas debajo cuando te
encuentras delante de ellos. Durante la mayor parte de tu vida has sentido como
si necesitaras su permiso para ser tú mismo (…).
No
podrás encontrarte con Jesús en tu cuerpo mientras éste siga con montones de
dudas y miedos. Jesús vino para librarte de esos lazos y crear en ti un espacio
en el que pudieras estar con él. Quiere que vivas la libertad de los hijos de
Dios.
No
desesperes pensando que no puedes cambiar después de tantos años. Sencillamente
entra en la presencia de Jesús como eres y pídele que te dé un corazón libre de
todo miedo en el que él pueda estar contigo. No puedes hacerte a ti mismo
diferente. Jesús vino para darte un corazón nuevo, un espíritu nuevo, una mente
nueva y un cuerpo nuevo. Deja que él te transforme por su amor y te permita
recibir su afecto en todo tu ser”…
H. J. M.
Nouwen, La voz interior del amor
PARA REZAR
Ven
Señor Jesús
Ven
Señor Jesús y acrecienta la feliz esperanza,
el
hambre por el banquete de la vida plena y definitiva,
que
con el Padre preparas para todos los hombres.
Te
bendecimos por el pan de cada día,
signo
de tu preocupación por nosotros.
Te
bendecimos por el amor de cada día
que
nos impulsa a buscar el pan que necesitamos,
para
nosotros y para los que más necesitan.
Te
bendecimos por tu amor que se hace amor
en
nuestras pobres manos
y
busca alimentar la esperanza de tu pueblo.
Ven
Señor Jesús, a mi vida,
y
desde mi vida a la vida del mundo.
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