28
de diciembre de 2019 – Tiempo de Navidad
28 de diciembre - Los Santos Inocentes, mártires (F)
José se levantó, tomó de noche al
niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5-2, 2
Queridos
hermanos:
La
noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es
luz, y en él no hay tinieblas. Si decimos que estamos en comunión con él y
caminamos en las tinieblas, mentimos y no procedemos conforme a la verdad. Pero
si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos
con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.
Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no
está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo
hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Hijos
míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca,
tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. El es la Víctima
propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también
por los del mundo entero.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
123, 2-3. 4-5. 7b-8 (R.: 7a)
R. Nuestra
vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador.
Si
el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando
los hombres se alzaron contra nosotros,
nos
habrían devorado vivos.
Cuando
ardió su furor contra nosotros. R.
Las
aguas nos habrían inundado,
un
torrente nos habría sumergido,
nos
habrían sumergido las aguas turbulentas. R.
La
trampa del cazador: la trampa se rompió
y
nosotros escapamos.
Nuestra
ayuda está en el nombre del Señor,
que
hizo el cielo y la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 2, 13-18
Después
de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y
le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José
se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí
permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor
había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al
verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y
sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha
que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado
por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es
Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no
existen.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
La
carta de Juan entra en el primer gran tema de su mensaje: Dios es luz, Dios es
«verdadero», Dios es transparencia, Dios es sinceridad. En El no hay ningún
desfase entre “lo que dice o muestra”… y «lo que verdaderamente es».
Jesucristo
está en la luz, y nosotros debemos también caminar en la luz. Juan utiliza
términos que en su contraposición nos hacen más claro el mensaje: amar-odiar,
dar vida-dar muerte, luz-tinieblas.
Juan
se propone “desvelar” el mensaje de Cristo a los destinatarios de la carta
porque deben ahondar cada vez más en sus exigencias.
La
luz, en el lenguaje bíblico, es sinónimo de alegría, de vida, de verdad, de
bondad, de pureza. Lo contrario de todo esto es la tiniebla, la oscuridad, la
penumbra.
Caminar
en la luz significa realizar el proyecto de vivir en comunión con El. Pero
esto, no está al alcance de los solos medios humanos: el pecado obstaculiza
continuamente nuestro caminar en la luz y nos extravía constantemente entre las
tinieblas. Por desgracia todos tenemos la experiencia de nuestra debilidad, y
nos sentimos pecadores. Con humildad, nadie puede decir que no tiene pecado.
Sería engañarnos a nosotros mismos e ir contra la luz. Sin embargo esto no nos
puede llenar de angustia, porque «la sangre de Jesús nos limpia» y «si alguno
peca, tenemos a uno que aboga ante el Padre: Jesucristo, el Justo».
La
confesión de los pecados nos mantiene en la luz y en la comunión con Dios, pues
la actitud misma de confesar los pecados es una llamada al perdón de Dios.
Caminar en la luz de Dios no es un estado adquirido de una vez para siempre; se
trata, por el contrario, de un incesante paso de las tinieblas a la luz por la
conversión y la confesión de los pecados.
El
pecado es también una ocasión de comunión con Dios por el perdón que puede
provocar. Sólo la pretensión de estar sin pecado nos priva de esa comunión
salvadora.
Vivir
«según la verdad», es «vivir según Dios». Es en primer lugar una exigencia de
lucidez, de santidad, de verdad.
El
Jesús de quien habla Juan es el que ha venido en Navidad y a la vez el de la
Cruz, el que con su sangre nos purifica de todo pecado, no sólo a nosotros,
sino a todo el mundo.
***
El
texto del evangelio de san Mateo relata la matanza de los niños inocentes de
Belén por obra del rey Herodes el Grande, despechado porque los magos no le
avisaron del lugar en el que lo encontraron. Este es el fundamento histórico de
este legendario relato que evoca la famosa matanza de los niños israelitas en
Egipto, cuando el faraón ordenó hacerlos morir ahogados en el Nilo, para
controlar así el crecimiento del pueblo hebreo al que consideraba peligroso.
San
Mateo quiere presentar a Jesús como el nuevo Moisés que desde su nacimiento ha
venido para dar al pueblo de Dios la nueva ley, a ser el mediador de una
alianza definitiva y a liberarlo de toda esclavitud. El intento asesino del rey
causa la muerte en torno suyo, pero, en este contexto de homicidio, Dios se
hace presente, de nuevo, por medio de su ángel. Una nueva aparición del ángel
durante el sueño de José prepara lo necesario para el cumplimiento de su
palabra liberadora que se llevará a cabo a través de la fuga a Egipto de José
con el niño y su madre. De esta manera se cumple lo anunciado en Oseas: “De
Egipto llamé a mi hijo” (cf. Os 11,1). En un mundo de muerte causada por el
temor de los poderosos, Dios se revela como Padre, fuente de la vida para su
hijo y, por medio de él, para toda la Humanidad.
Al
igual que el pueblo elegido, la familia de Jesús huye a Egipto para escapar de
las calamidades que sobrevinieron en Palestina hacia el final del reinado de
Herodes el Grande. Esta peregrinación les sirvió para madurar sus opciones de
fe y estar preparados para los continuos llamados de Dios.
El
sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten
en símbolo de tantos niños que son injustamente tratados y han sufrido y siguen
sufriendo sin ninguna culpa.
Estos
niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños que siguen
siendo asesinados víctimas de la pobreza, del desamparo, de la miseria. Mueren
porque sus padres no llegan a los hospitales, porque no pueden pagar sus
medicamentos, o simplemente porque no pueden darles de comer.
La
muerte ronda implacable alrededor de miles de inocentes abandonados por sus
madres a las horas de nacer porque no pueden hacerse cargo de sus vidas, mueren
en la calle, en las villas, en los campos, en los cordones industriales.
Mueren
miles de niños víctimas de la violencia familiar, de la prostitución infantil y
de la delincuencia juvenil. Mueren en las calles, que para muchos es el único
hogar que conocen, con hambre, frío, desnudos, sucios y analfabetos; empachados
de drogas caseras y con la nostalgia de no haber sido amados por alguien.
Mueren también en las cárceles y hogares de reformatorios.
El
amor de Dios se ha manifestado en la Navidad. Pero el mal existe, y el desamor
de los hombres ha ocasionado a lo largo de la historia mucha muerte inocente.
José
y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una
disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un
adorno poético en la historia de la Navidad.
De
esta experiencia brota una enseñanza para la comunidad de discípulos que nace y
crece en un contexto de amenazas a la vida. El discípulo está llamado a hacer
una experiencia de exilio, no de evasión, respecto a su entorno, para trabajar
comprometidamente con la vida amenazada. Nuestra opción de fe nos invita
constantemente a levantarnos, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a
nuestro alrededor, porque es el lugar donde Dios habla.
También
hoy el ángel del Señor nos invita a preservar la vida poniendo distancia de los
que la amenazan y de esa forma, convertirnos en signo de esperanza para los
inocentes que están expuestos a la matanza.
PARA DISCERNIR
¿Nos
quedamos contemplando horrorizados la muerte de los inocentes sin ver la que
ocurre a nuestro alrededor?
¿Tomamos
alguna actitud en defensa de la vida amenazada?
¿Qué
postura tomamos ante la constante amenaza a la vida no nacida?
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Los santos Inocentes, pobres como Cristo pobre
No
muy lejos del primer mártir [Esteban] se encuentran las «flores martyrum», las
tiernas flores que fueron arrancadas antes que pudieran ofrecerse como
víctimas. La piedad popular ha creído siempre que la gracia se adelantó al
proceso natural y concedió a los niños inocentes la comprensión de lo que
sucedería con ellos para hacerles capaces de entregarse libremente y asegurarse
así el premio de los mártires. Sin embargo, ni aun así pueden equipararse al
confesor consciente que con heroísmo se compromete en la causa de Cristo. Ellos
se asemejan más bien a los corderos que, en su indefensa inocencia, «son
llevados al matadero» (Is 53,7; Hch 8,32).
De
este modo son la imagen de la pobreza más extrema. No poseen más riqueza que su
vida. Y ésta también se les quita, sin que ellos opongan resistencia. Ellos
rodean el pesebre para indicarnos cuál es la mirra que hemos de ofrecer al Niño
Dios: quien quiera pertenecerle totalmente, tiene que entregarse a Él sin
reservas y abandonarse a la voluntad divina como esos niños.
Santa Teresa
Benedicta de la Cruz [Edith Stein] (1891-1942), carmelita descalza, mártir,
copatrona de Europa Meditación para el 6 de enero 1941
PARA REZAR
Recibe,
Señor
Recibe,
Señor, nuestros miedos
y
transfórmalos en confianza.
Recibe,
Señor, nuestro sufrimiento
y
transfórmalo en crecimiento.
Recibe,
Señor, nuestro silencio
y
transfórmalo en adoración.
Recibe,
Señor, nuestras crisis
y
transfórmalas en madurez.
Recibe,
Señor, nuestras lágrimas
y
transfórmalas en plegaria.
Recibe,
Señor, nuestra ira
y
transfórmala en intimidad.
Recibe,
Señor, nuestro desánimo
y
transfórmalo en fe.
Recibe,
Señor, nuestra soledad
y
transfórmala en contemplación.
Recibe,
Señor, nuestras amarguras
y
transfórmalas en paz del alma.
Recibe,
Señor, nuestra espera
y
transfórmala en esperanza.
Recibe,
Señor, nuestra muerte
y
transfórmala en resurrección.
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