12 de diciembre de 2019


12 de diciembre de 2019 – ADVIENTO – JUEVES DE LA II SEMANA

Nuestra Señora de Guadalupe (F)

¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? 

Lectura del libro del Profeta Isaías    7,10-14; 8,10

Una vez más, el Señor habló a Ajaz en estos términos: “Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas”.
Pero Ajaz respondió: “No lo pediré ni tentaré al Señor”.
Isaías dijo: “Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel.
Hagan un proyecto: ¡fracasará! Digan una palabra: ¡no se realizará! Porque Dios está con nosotros.
Palabra de Dios.

SALMO    66, 2-3. 5. 7-8 
R: ¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor:
“¡Qué admirables son tus obras!”. R.

Por la inmensidad de tu poder,
tus enemigos te rinden reverencia.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres. R.

El gobierna eternamente con su fuerza;
sus ojos vigilan a las naciones.
Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan oír bien alto su alabanza. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    1, 39-48

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz.» 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina. En su rostro indígena, en el rostro moreno de María reconocemos nuestra propia raza, los hijos de esta tierra latinoamericana a quienes María quiere hacer llegar su maternal protección.
Dios ha irrumpido en la historia del hombre haciéndose uno de nosotros. El Hijo de Dios, encarnado en María, lleva a su pleno cumplimiento las promesas hechas a nuestros antiguos padres. María, la Madre del Hijo de Dios Encarnado, se convierte en la portadora de esa salvación para Isabel que queda llena del Espíritu Santo, el cual es el único que nos hace participar de la Vida y Salvación que Dios nos ofrece en Jesús.
Una de las constantes en la vida de María fue y ha sido su servicio. María se presenta como la servidora, la que está siempre atenta a las necesidades del prójimo. Desde que Jesús nos la dejó como Madre, ella, con gran amor continúa realizando esta acción de amor en sus hijos.
María recoge las expectativas y esperanzas de salvación del “pequeño resto” de Israel, y hoy sigue siendo el prototipo de madre y mediadora que recoge los anhelos y esperanzas de los más pobres.
María, además de Madre de Jesús, es para nosotros figura y prototipo de la Iglesia que se convierte en misionera, en portadora de la salvación, en engendradora del Salvador, en el corazón de todos los hombres, por la fuerza del Espíritu Santo que habita en ella.
El pueblo indígena se encuentra en crisis después de la caída del Imperio Azteca. La presencia de María de Guadalupe viene a darle nuevas fuerzas, viene a ser Evangelio: buena noticia para este pueblo.
El acontecimiento encierra diferentes Buenas Nuevas. La Virgen de Guadalupe – es “La que Procede de la Región de la Luz como Águila de Fuego”-. Y el Fuego que la transforma en Sol, es el Niño-Sol que lleva en su seno. Es la Noticia portadora de Alegría.
Es Buena Noticia porque Guadalupe reivindica a Juan Diego en su dignidad de persona, de protagonista responsable de una historia, capaz de llevar una misión a su exitosa culminación.
Su Buena Noticia es una palabra eficaz. Cura sin duda al tío Bernardino que ya agoniza a causa de una enfermedad mortal. Juan Bernardino personifica al Pueblo Mexicano conquistado, abatido, contagiado. Pero Guadalupe transforma al Tepeyacac en un jardín de exquisitas, frescas, perfumadas y significativas rosas. No era el tiempo ni el lugar apropiado para que las hubiera.
Nuestra Señora, transforma también el corazón de quien se abre a la novedad: Fray Juan de Zumárraga tendrá que reconocer la fuerza de lo verdadero que proviene del mundo nuevo de los conquistados. De todos ellos se hará eco y voz Santa María de Guadalupe, desde el TEPEYAC.
Las palabras que dice a Juan Diego: ¿Por qué temes?, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre? son el signo y a la vez promesa que invitan a confiar en ella y en su poderosa intercesión.
Hoy en América Latina Nuestra Señora de Guadalupe, despierta en nuestro pueblo una gran confianza de hijos, ya que desde su misma imagen mestiza se presenta cercana y unida al pueblo pobre para ayudarlo y defenderlo en sus dolores y angustias más profundas; y al mostrar su predilección por los humildes y necesitados nos impulsa a vivir un amor generoso y compasivo.

PARA DISCERNIR

¿Experimento el cuidado de la Santísima Virgen?
¿Me identifico con los más pobres de mi pueblo?
¿Me siento parte del pueblo latinoamericano?

PARA REZAR

Oración a la Virgen de Guadalupe

Préstame Madre tus ojos,
para con ellos poder mirar,
porque si con ellos miro,
nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios,
para con ellos rezar,
porque si con ellos rezo,
Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua,
para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos,
para poder trabajar,
que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto,
para cubrir mi maldad,
pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo,
para poder yo amar.
Si tú me das a Jesús,
qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha
por toda la eternidad.
Amén.


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