4
de octubre de 2019 – TO – VIERNES DE LA XXVI SEMANA
4 de octubre - San Francisco de Asís
El que me
rechaza, rechaza a aquel que me envió
Lectura
del libro del profeta Baruc 1, 15-22
Al
Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza
reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy: vergüenza para los
hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, para nuestros reyes y nuestros
jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres. Porque
hemos pecado contra el Señor, le hemos sido infieles y no hemos escuchado la
voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso
delante de nosotros.
Desde
el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta
el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos
preocupado por escuchar su voz. Por eso han caído sobre nosotros tantas
calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de
Moisés, su servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de
Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede
en el día de hoy.
Nosotros
no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las
palabras de los profetas que él nos envió. Cada uno se dejó llevar por los
caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a
los ojos del Señor, nuestro Dios.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
78, 1-2. 3-5. 8. 9 (R.: 9b)
R. Líbranos,
Señor, a causa de tu Nombre.
Señor,
los paganos invadieron tu herencia,
profanaron
tu santo Templo,
hicieron
de Jerusalén un montón de ruinas;
dieron
los cadáveres de tus servidores
como
pasto a las aves del cielo,
y
la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra. R.
Derramaron
su sangre como agua
alrededor
de Jerusalén,
y
nadie les daba sepultura.
Fuimos
el escarnio de nuestros vecinos,
la
irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta
cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre?
¿Arderán
tus celos como un fuego? R.
No
recuerdes para nuestro mal
las
culpas de otros tiempos;
compadécete
pronto de nosotros,
porque
estamos totalmente abatidos. R.
Ayúdanos,
Dios salvador nuestro,
por
el honor de tu Nombre;
líbranos
y perdona nuestros pecados,
a
causa de tu Nombre. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 10, 13-16
¡Ay
de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran
hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían
convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón,
en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y
tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás
precipitada hasta el infierno.
El
que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me
rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Este
Baruc es probablemente el secretario y hombre de confianza del profeta
Jeremías. Lo encontramos en Babilonia, a la muerte de Jeremías, hacia el 580 antes
de Cristo.
En
esta época muchos judíos se encontraban en la Dispersión, reunidos en pequeñas
comunidades en ciudades paganas.
Esta
situación ha hecho que el pueblo reflexione sobre su «historia nacional» de
pecado y clame a Yahvé.
Los
textos que leemos hoy contienen una larga oración litúrgica. Es una oración
emocionada, humilde, en la que reconocen que son culpables de lo que les está
pasando, porque todos han sido infieles a Dios, empezando por los políticos y
sacerdotes.
El
pensamiento judío, como también el pensamiento popular de muchos pueblos,
piensa que hay una relación entre el pecado y la desgracia, por eso la plegaria
empieza con una confesión sincera y lúcida de los pecados de toda la comunidad
de ahora y de antes, sigue con el reconocimiento del sentido del castigo divino
y termina pidiendo misericordia. En un clima de serenidad aparece claramente la
teología del pecado, de la conversión y del perdón,
El
principal pecado, del que todos son responsables, reside en haber despreciado
la palabra de Dios: «Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de
Egipto hasta hoy no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios. Se recuerda
constantemente el beneficio del éxodo, que contrasta con la dureza de corazón
del pueblo.
Dios
es siempre fiel a su amor por nosotros. Jamás dejará de amarnos, por muchas
ofensas y rebeldías que hayamos hecho en contra suya, pues en medio de nuestras
infidelidades, Él permanece fiel, ya que no puede desdecirse a sí mismo.
Como
respuesta a esta fidelidad y amor no sólo hemos de reconocer nuestras faltas,
sino que necesitamos arrepentirnos y pedir perdón, lo que nos llevará a
reiniciar un nuevo camino de lealtad en la presencia del Señor.
***
Jesús
y los suyos tenían ya experiencia de fracaso en su trabajo evangelizador. Acababan
de dejar Galilea, de donde conservaban algunos recuerdos amargos. En su paso
por Samaria no los habían querido hospedar y en Jerusalén les esperaban cosas
aún peores.
El
Evangelio de hoy narra las tres lamentaciones de Jesús contra tres ciudades
galileas: Betsaida, Corozaín y Cafarnaún. La decepción es mayor por Cafarnaún,
ciudad que Jesús había hecho centro de su predicación. Ha constatado con dolor
que en los lugares donde se podía esperar una buena aceptación de su mensaje es
donde encuentra más obstinación y dureza de corazón. Por el contrario, en las
ciudades de Tiro y de Sidón, donde no esperaba nada ha encontrado mejor
disposición para aceptar el mensaje.
Jesús
culmina su lamento poniendo de manifiesto la íntima relación entre él y su
Padre que lo ha enviado y anuncia que, al final, habrá un juicio duro para los
que no han sabido acoger al enviado de Dios.
También
hoy encontraríamos esta lamentación ante muchas de nuestras actitudes.
Frecuentemente, por haber recibido y aceptado el anuncio nos colocamos en una
posición de superioridad, que nos hace creer que ya lo sabemos todo, que no hay
nada nuevo que podamos aprender. Nos armamos de una falsa seguridad que nos
aísla del llamado incesante que hay en la vida al cambio y al crecimiento. Nos
cerramos en una fe estática que anula nuestra capacidad de cambio, de ajuste de
nuestro modo de ver, sentir, pensar.
Otras
veces aceptamos parcialmente el mensaje tratando de acomodarlo a nuestras
conveniencias y negando aquello que nos resulta arduo o enfrentado a nuestros
intereses. No se trata muchas veces de un rechazo explícito y verbal pero sí es
el rechazo práctico de mutilar o hacer caso omiso de los aspectos más
comprometedores y de mayor exigencia del evangelio.
Lo
mismo sucede en el plano institucional. Nos apegamos a costumbres, tradiciones,
mandatos y dogmatismos cerrándonos a la acción siempre novedosa del Espíritu;
empobreciendo cada vez más las posibilidades de enriquecimiento del mensaje.
Nos creemos poseedores de una verdad dada, fuera de la cual nadie tiene nada
que decir, nada que aportar. Nos conformamos con repetir, sin llegar a la raíz
de la vida para dejarnos transformar, y transformar desde ahí la realidad, con
la novedad que Jesús trae.
Las
palabras finales de este Evangelio son una llamada a la conversión y traen
esperanza. Escuchemos la voz de Jesús para que el amor supere progresivamente
el egoísmo arraigado en nuestra vida y en nuestras estructuras. La conversión
es un trabajo siempre inacabado y es el camino por el cual Dios nos recreará y
recreará su Iglesia.
Para discernir
¿Qué
frutos de conversión da en mí el anuncio del evangelio?
¿Me
acostumbré a la Palabra de Jesús?
¿Vivo
en espíritu de conversión constante?
Para la lectura espiritual
«El
que os escucha a vosotros a mí me escucha; el que os rechaza a vosotros a mí me
rechaza»
Nuestro
tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinador. Mientras por un lado los
hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de
sumergirse cada vez más en el materialismo consumista, por otro, manifiestan la
angustiosa búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad, el deseo de
aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración. No sólo en las
culturas impregnadas de religiosidad, sino también en las sociedades secularizadas,
se busca la dimensión espiritual de la vida como antídoto a la deshumanización…
La Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad:
en Cristo, que se proclama «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6).
La
Iglesia debe de ser fiel a Cristo; ella es su cuerpo y recibe la misión de
hacerle presente. Es necesario que “siga el mismo camino que Cristo, el camino
de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí hasta la
muerte, de la cual salió victorioso por su resurrección” (Vaticano II, AG 59).
Así pues, la Iglesia debe hacer todo lo posible para realizar su misión en el
mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho, concedido por
Dios, de llevar a cabo la realización de su plan. La libertad religiosa, a
veces todavía limitada o restringida, es la condición y la garantía de todas
las libertades que fundamentan el bien común de las personas y de los pueblos.
Es de desear que se conceda a todos y en todo lugar la verdadera libertad
religiosa… Se trata de un derecho inalienable de toda persona humana.
Por
otra parte, la Iglesia se dirige al hombre en el respeto total hacia su
libertad; la misión no restringe la libertad sino que la favorece. La Iglesia
propone; no impone jamás; respeta a las personas y a las culturas, y se detiene
ante el altar de la conciencia. A los que, bajo diversos pretextos, se oponen a
su actividad misionera, la Iglesia les repite: “¡Abrid las puertas a Cristo!”
San Juan Pablo
II (1920-2005), Papa
Encíclica “Redemptoris missio”, § 38-39 (trad. Libreria Editrice Vaticana)
Encíclica “Redemptoris missio”, § 38-39 (trad. Libreria Editrice Vaticana)
Para rezar
Oración
de amor y amistad
Señor:
Qué hermoso es tener un corazón
con capacidad para amar y perdonar,
para ayudar y comprender,
para creer y confiar.
Pero qué difícil me resulta practicarlo,
hacerlo vida en mis actos de cada día.
Mis fuerzas son muy limitadas
y son más las horas bajas que las buenas.
Tú siempre estás ahí, esperándome,
creyendo en mí, confiando en mí.
Que una caída de hoy sea un peldaño
que me acerque más a ti y a mis hermanos;
que cada día tenga el coraje
de volver a empezar en el camino del amor.
Que al cerrar cada noche,
pueda refugiarme en tu regazo
de Padre compresivo y amoroso.
Dame la valentía de saber unir
mi mano a otros hombres, mis hermanos,
para hacer crecer entre todos
el arco iris del amor y de la amistad.
Qué hermoso es tener un corazón
con capacidad para amar y perdonar,
para ayudar y comprender,
para creer y confiar.
Pero qué difícil me resulta practicarlo,
hacerlo vida en mis actos de cada día.
Mis fuerzas son muy limitadas
y son más las horas bajas que las buenas.
Tú siempre estás ahí, esperándome,
creyendo en mí, confiando en mí.
Que una caída de hoy sea un peldaño
que me acerque más a ti y a mis hermanos;
que cada día tenga el coraje
de volver a empezar en el camino del amor.
Que al cerrar cada noche,
pueda refugiarme en tu regazo
de Padre compresivo y amoroso.
Dame la valentía de saber unir
mi mano a otros hombres, mis hermanos,
para hacer crecer entre todos
el arco iris del amor y de la amistad.
Lidia
María de Jesús
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