12 de octubre de 2019


12 de octubre de 2019 – TO – SÁBADO DE LA XXVII SEMANA

Felices los que escuchan la palabra de Dios y la practican

Lectura de la profecía de Joel    4, 12-21

Así habla el Señor:
¡Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat! Porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Pongan mano a la hoz: la mies está madura; vengan a pisar: el lagar está lleno; las cubas desbordan: ¡tan grande es su maldad!
¡Multitudes innumerables en el valle de la Decisión! Porque se acerca el Día del Señor en el valle de la Decisión. El sol y la luna se oscurecen, las estrellas pierden su brillo. El Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz: ¡tiemblan el cielo y la tierra! ¡Pero el Señor será un refugio para su pueblo, un resguardo para los israelitas!
Así ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi santa Montaña. Jerusalén será un lugar santo, y los extranjeros no pasarán más por ella.
Aquel día, las montañas destilarán vino nuevo y manará leche de las colinas; por todos los torrentes de Judá correrán las aguas, y brotará un manantial de la Casa del Señor, que regará el valle de las Acacias. Egipto se convertirá en una desolación y Edóm en un desierto desolado, a causa de la violencia cometida contra los hijos de Judá, cuya sangre inocente derramaron en su país. Pero Judá será habitada para siempre y Jerusalén por todas las generaciones. Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune, y el Señor tendrá su morada en Sión. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 96, 1-2. 5-6. 11-12 (R.: 12a) 
R.    Alégrense, justos, en el Señor.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.

Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    11, 27-28

Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!»
Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Para los profetas, la vuelta del cautiverio de Babilonia representa el comienzo de la era mesiánica; y el triunfo de Israel supone la condena de sus enemigos. La respuesta divina a la oración y penitencia del pueblo había sido la promesa de bendiciones materiales. Ahora se añaden los dones espirituales: la efusión del Espíritu, el anuncio de los signos precursores del «día de Yahvé» y de la salvación de Sión.
A diferencia de los tiempos antiguos, en los que la palabra de Yahvé era rara, en el tiempo mesiánico será abundante, habrá una íntima comunicación entre Dios y el pueblo elegido. Israel no dependerá de un caudillo ni de un profeta ocasional. Todos los israelitas serán profetas: sabrán descubrir el verdadero sentido religioso de la vida y de los acontecimientos. Los sueños y las visiones son tomados como los medios ordinarios de comunicación con Dios.
Junto con la efusión del Espíritu aparece el juicio vindicativo de Dios contra las naciones paganas. El «Día de Yahvé» es descrito con imágenes apocalípticas que no pueden tomarse en sentido literal.
Se describe esta intervención de Dios como una convulsión del cosmos. El sol, la luna y los demás astros eran tenidos por dioses en el mundo gentil. La destrucción de estas divinidades simboliza la manifestación de Dios. Las imágenes de la siega y de la vendimia le sirven para expresar el juicio sobre el bien y el mal que tendrá lugar aquel día.
Joel se imagina una gran asamblea de todas las naciones, como una alusión al juicio de las naciones paganas, que se llevará a cabo en el “Valle de Josafat”, que significa «Yahvé juzgará»; nombre simbólico que no corresponde a ningún lugar geográfico.
Para los que se han esforzado por seguir a Dios, este anuncio es un presagio de esperanza porque el Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel”, porque en aquel día “el Señor habitará en Sión”. Así el Pueblo de Dios sabrá cuánto lo ama el Señor que hizo Alianza con sus antiguos Padres, y que es fiel a la misma con los hijos de los patriarcas.
***
Bienaventurados eran aquellos que habían alcanzado el favor de Dios y lo gozaban en el presente. En el evangelio de hoy encontramos por tercera vez una “bienaventuranza” aplicada a María: La primera la hace su prima Isabel al recibirla, la segunda la proclama la misma María en el magnificat. Ahora, es una mujer del pueblo que interrumpe la enseñanza de Jesús y proclama a María como una mujer bienaventurada: ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!
Jesús no rechaza la alabanza de la mujer, la eleva. No es la carne ni la sangre lo que marca el vínculo con Él. La comunión con Jesús viene del “sí” dado a la Palabra de Dios. Los que escuchan y practican la Palabra de Dios participan de la bienaventuranza de María que supo responder a la invitación divina. María es la esclava del Señor porque se hace discípula de la Palabra.
María ha engendrado a Jesús a la vida; en el discipulado el maestro engendra a la vida del Reino por la fuerza de la Palabra, al discípulo. Lo que sucede entre María y Jesús en el campo natural, se realiza de modo espiritual dentro de las condiciones posibles, entre el maestro y el discípulo.
María es la discípula que cubierta “con la sombra del Altísimo” ha escuchado y guardado la Palabra en su corazón. Jesús usa la exaltación de esta mujer del pueblo, para mostrar por donde pasa el camino de la verdadera Bienaventuranza, en la cual María, tiene el primer lugar.
Jesús rompe con la tradición, y no es la pertenencia a Israel lo que da la garantía de acceder al Reino de Dios. Para el proyecto de la nueva humanidad, Jesús forma una comunidad en la que ni la sangre ni la carne son la clave de pertenencia. Quien hace fructificar su vida con actitudes palpables y con acciones reales lo que ha escuchado de Jesús, ése es discípulo; el verdaderamente dichoso.
Los cristianos, corremos el riesgo de creernos que somos bienaventurados por recibir los sacramentos o por asistir a misa. Eso para Jesús y para la vida del reino no cuenta, si nuestra vida no está de acuerdo con su propuesta, y si no demostramos que hemos asumido su proyecto.
La única realidad que garantiza nuestra pertenencia al Reino son las actitudes coherentes con la novedad del Evangelio. El Reino no se mide por actos de piedad ni por actos de caridad. El Reino se mide por la justicia, la verdad y el amor con que vivimos y la forma responsable de como asumimos nuestra existencia. Así, podremos ser dichosos como fue María, no sólo por ser la que engendró y amamantó a Jesús, sino por escuchar atentamente la Palabra, rumiarla en su corazón y vivirla.

Para discernir

¿Qué palabras son las que más rondan mi corazón?
¿Qué tengo que “conservar” en mi corazón?
¿Qué reclama Jesús a sus discípulos?

Repitamos a lo largo de este día

Que yo sea feliz, escuchando y viviendo tu Palabra

Para la lectura espiritual

«Dichosa la que ha creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá»
(Lc 1,45)

…”En la Antigua Alianza los hombres estaban bajo el régimen de los símbolos. Por la gracia de Cristo, presente en la carne, la misma verdad ha resplandecido para nosotros. Y sin embargo, con relación al mundo venidero, todavía vivimos, en cierta manera, en la sombra de la verdad. El apóstol Pablo escribe: «Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce» (1C 13,9) y «no es que ya haya conseguido el premio» (Flp 3,13). En efecto, ¿cómo no hacer diferencia entre el que camina en la fe o el que se encuentra ya en la clara visión? Así «el justo vive de fe» (Ha 2,4; Rm 1,17) –es el bienaventurado que exulta por la visión de la verdad; mientras, el hombre santo vive todavía en la sombra de Cristo… Es buena esta oscuridad de la fe; filtra la luz cegadora para nuestra mirada todavía en la tiniebla y prepara nuestro ojo para que pueda soportar la luz. En efecto, está escrito: «Dios ha purificado sus corazones a través de la fe» (Hch 15,9). Porque el efecto de la fe no es apagar la luz, sino conservarla. Todo lo que los ángeles contemplan a rostro descubierto, la fe lo guarda oculto para mí; lo hace descansar en su seno para revelarlo en el momento querido. ¿Acaso no es una buena cosa que tenga envuelto lo que tú todavía no puedes captar sin velo?
Por otra parte, la madre del Señor también vivía en la oscuridad de la fe, puesto que le fue dicho: «Dichosa tú que has creído» (Lc 1,45). También del cuerpo de Cristo recibió una sombra, según el mensaje del ángel: «El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35). Esta sombra pues, no tiene nada de despreciable porque es el poder del Altísimo que la proyecta. Sí, verdaderamente, en la carne de Cristo había una fuerza que cubría a la Virgen con su sombra, a fin de que la pantalla de su cuerpo vivificante le permitiera soportar la presencia divina, aguantar el resplandor de la luz inaccesible, lo cual era imposible a una mujer mortal. Este poder ha domado toda fuerza adversa; la fuerza de esta sombra echa fuera los demonios y protege a los hombres. ¡Poder verdaderamente vivificador y sombra verdaderamente refrigerante! Y es totalmente en la sombra de Cristo que nosotros vivimos, puesto que caminamos por la fe y recibimos la vida alimentándonos con su carne”…

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón 31 sobre el Cantar de los Cantares

Para rezar

“¡Oh Virgen Inmaculada, la más tierna de las madres
al escuchar a Jesús, Tú en modo alguno te entristeces.
Antes bien, te alegras de que Él pueda decirnos
que aquí abajo en su familia nuestra alma se convierte.
Sí, te alegras de que Él nos dé su vida,
¡Los tesoros infinitos de su divinidad!…
¿Cómo no amarte, querida Madre mía
viendo tal grado de amor y de humildad?”

Santa Teresita del Niño Jesús

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