30
de septiembre de 2019 – TO – LUNES DE LA XXVI
SEMANA
El más pequeño
de ustedes, ése es el más grande
Lectura
de la profecía de Zacarías 8, 1-8
La
palabra del Señor llegó en estos términos: Así habla el Señor de los ejércitos:
Siento un gran celo por Sión y ardo de pasión por ella.
Así
habla el Señor: Yo he vuelto a Sión, y habitaré en medio de Jerusalén.
Jerusalén será llamada «Ciudad de la Fidelidad», y la montaña del Señor de los
ejércitos, «Montaña Santa.»
Así
habla el Señor de los ejércitos: Los ancianos y las ancianas se sentarán de
nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de
sus muchos años. Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas, que
jugarán en ellas.
Si
esto parece imposible a los ojos del resto de este pueblo, ¿será también
imposible para mí? -oráculo del Señor de los ejércitos-.
Así
habla el Señor de los ejércitos: Yo salvo a mi pueblo de los países del
oriente, y de los países donde se pone el sol. Los haré volver y habitarán en
medio de Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y yo seré su Dios, en la fidelidad y
en la justicia.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
101, 16-18. 19-21. 29 y 22-23 (R.: 17)
R. El
Señor reedificará a Sión y aparecerá glorioso en medio de ella.
Las
naciones temerán tu Nombre, Señor,
y
los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando
el Señor reedifique a Sión
y
aparezca glorioso en medio de ella;
cuando
acepte la oración del desvalido
y
no desprecie su plegaria. R.
Quede
esto escrito para el tiempo futuro
y
un pueblo renovado alabe al Señor:
porque
él se inclinó desde su alto Santuario
y
miró a la tierra desde el cielo,
para
escuchar el lamento de los cautivos
y
librar a los condenados a muerte. R.
Los
hijos de tus servidores tendrán una morada
y
su descendencia estará segura ante ti,
para
proclamar en Sión el nombre del Señor
y
su alabanza en Jerusalén,
cuando
se reúnan los pueblos y los reinos,
y
sirvan todos juntos al Señor. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 9, 46-50
A
los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero
Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: «El
que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí,
recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más
grande.»
Juan,
dirigiéndose a Jesús, le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios
en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.»
Pero
Jesús le dijo: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está
con ustedes.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Con
Zacarías seguimos la serie de profetas que hablaron en los tiempos de la vuelta
del destierro de Babilonia. Hoy escuchamos cinco breves oráculos esperanzadores
que empiezan con las palabras “así dice el Señor”. Todos parten de la
convicción de que Dios ama a Sión apasionadamente, hasta celosamente.
Cuando
Dios se revela, se atreve a mostrarse apasionado y entusiasta: es un Dios
tierno y ardiente; es un Dios lleno de humanidad y de celo por cumplir las
promesas mesiánicas comenzando por la glorificación de Jerusalén y de su
templo. Jerusalén gozará de paz, de manera que sus plazas se llenarán de
ancianos y de niños. Aunque eso parezca imposible a los repatriados que padecen
las dificultades del momento presente, no lo es para Dios.
El
retorno incluye a todos los judíos de la diáspora, no solamente a los de
Babilonia. De nuevo se formará el pueblo de Yahvé, con quien estará unido por
la alianza.
El
profeta Zacarías ve en Jerusalén el futuro de una comunidad que vuelve a
apreciar los valores en los que siempre había creído. Siempre es posible, con la
ayuda de Dios, la reconstrucción de la vida según la Alianza.
Se
los llama a proseguir la restauración del templo y de la nación. Están viviendo
el comienzo de una nueva época de prosperidad, que contrasta con la de miseria
y de inseguridad social que habían vivido antes de la reconstrucción del
templo.
Ahora
Yahvé cambiará la maldición por bendición. La maldición es consecuencia del
pecado de Israel; la bendición, en cambio, del amor gratuito de Dios. Para
recibir la bendición de Dios hay una condición: que sean su pueblo viviendo en
la justicia, la verdad, la caridad, que son el origen de la paz.
***
Termina
hoy el relato que nos ha hecho Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea. A
partir de mañana se inicia su viaje a Jerusalén. El sábado, cuando Jesús
anunció a los suyos la muerte que le esperaba, “ellos no entendían este
lenguaje”. En este marco Lucas ubica dos aspectos del discipulado: la cuestión
de quién es el mayor y de quiénes pueden o no ser considerados discípulos.
Siguiendo
la lógica de este mundo parece evidente que lo más importante dentro de la comunidad
son aquéllos que destacan por sus cualidades o por la responsabilidad de las
funciones que están desarrollando. Por eso, los apóstoles discutían sobre el
puesto y nombre del mayor como lo hacen tantos todavía. Desde el ejemplo del
niño, la respuesta de Jesús sigue siendo tan cortante ahora como entonces: el
mayor y más valioso es simplemente el más necesitado, el indefenso. El niño es
mayor no por sus valores, su inocencia, su simplicidad o su ternura. Su
importancia radica en su pobreza, en su necesidad de los otros y su incapacidad
para resolver la vida por sí mismo. En este aspecto, son valiosos con el niño
todos los que están más alejados, perdidos, indefensos, pobres. Ellos son el
centro de atención de Cristo. Ellos seguirán siendo el centro de los cuidados
de la Iglesia. Por eso son los más valiosos e importantes.
La
Iglesia no es una sociedad que está formada sobre el valor de las personas que
la integran, sino sobre las necesidades y miserias de aquéllos que precisan
recibir su ayuda. Su misión no es la de conservar estáticamente lo que ha
recibido, sino vivirlo como fuerza por la que sale de sí misma y lo ofrece a
los que están necesitados.
Discípulo
es el que escucha la palabra sobre el Reino, haciéndose niño y recibiendo la
ayuda que le ofrece Cristo. Y a su vez, vive preocupado por los otros, por los
pequeños y simplemente los sirve.
La
grandeza para Jesús no es reinar, sino servir y su destino personal ha estado
en contradicción total con lo que los hombres sueñan habitualmente.
El
espíritu del poder es difícil de vencer. Jesús tiene que luchar también con la
tentación de tener la exclusividad del poder sobre el mal. Los discípulos
tienen envidia del éxito ajeno. Consideran su vocación, su elección, como un
privilegio. Jesús muestra que lo importante es que se haga el bien, que la
evangelización se realice. Hacerse pequeño implica también rechazar la
tentación de excluir a alguien por el hecho de no “ser de los nuestros”. Jesús
enseña que todo el que obra el bien lo hace en definitiva movido por las
semillas que Dios mismo ha esparcido en el mundo. También los que “no son de
los nuestros”, sea cual sea su lugar y realidad pueden ser dignos de nuestro
crédito.
Jesús
nos llama una vez más a que en lugar de preocuparnos por los primeros lugares,
que provocan celos y envidias de los demás, nos esforcemos por tratar de ver
cómo cooperamos más y mejor en la construcción y propagación del reino, de un
reino en el que seguramente todos tenemos cabida, pues es Reino del Padre Dios.
Todos
los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos y todas sus producciones, no
valen lo que el menor gesto de caridad…” (Pascal).
Para discernir
¿Nos
creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien?
¿Tenemos
un corazón que se hace pequeño para recibir y grande para dar?
¿Sabemos
alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen
algún éxito?
Repitamos a lo largo de este día
Señor
fiel y salvador, te sigo
Para la lectura espiritual
…El
pequeño monje era hijo de su tiempo, es decir, de nuestro tiempo. Los esfuerzos
de sus contemporáneos para promover todas las grandezas del hombre le
entusiasmaban; por amor a la humanidad, por su honor y su gloria, también él
intentaba ser grande. Así, desde el comienzo de su profesión, se sintió un
tanto desorientado por ciertas máximas evangélicas. Intuía de una manera
confusa que su rica personalidad podría incurrir en riesgos. Por eso redactó
estas notas:
«Si
quieres hacerte pequeño, no desprecies la grandeza de los otros (excitado por
una admiración no dirigida a él).
Si
descubres que eres pequeño, no concluyas que eres una perla (después de ciertas
fulgurantes iluminaciones sobre su pequeñez).
Quien
se considera “extremadamente pequeño”, raramente lo es; los verdaderos pequeños
saben que están en los comienzos de la pequeñez (un día que se había mostrado
humilde en todo y para todo).
Si
no puedes admirar tu virtud, no admires tu arrepentimiento (el día que se apartó
de todo para encerrarse en el remordimiento).
Tu
gran hombre lo llevas en ti; san Pablo lo llama el hombre viejo (una noche que
había concluido brillantemente cierto asunto).
La
importancia de los grandes hombres no cambia nada de lo que tú eres: precisamente
porque Dios es grande eres tú pequeño (el día que el corazón del pequeño monje
latía de admiración).
No
llegar el último con el aspecto de alguien que ha ganado el Tour de Francia (un
día en que se encontraba maravillosamente pequeño).
Sé
pequeño, pero sin creer que un gramo tuyo vale lo que un kilo de tu hermano (como
arriba)»
M. Delbrêl, El
pequeño rey. Diario espiritual, Turin1990, pp. 53-55.
Para rezar
Señor
Dios
ayúdanos
a trabajar en comunidad.
Que
cada uno aprenda a poner en común,
esa
parte de verdad y de bien
que
todos poseemos.
Que
no haya egoísmos.
Danos
valor y comprensión.
Que
nunca callemos
cuando
debamos hablar
y
que nunca digamos
ni
una sola palabra de más
cuando
tenemos que callar.
Te
pedimos constancia y entusiasmo,
ganas de participar y fuerzas para hacerlo.
Que nos queme el fuego del servicio,
los deseos de salir de adentro nuestro
para correr hacia Vos que estás en los otros,
en el hermano que pasa a nuestro lado.
ganas de participar y fuerzas para hacerlo.
Que nos queme el fuego del servicio,
los deseos de salir de adentro nuestro
para correr hacia Vos que estás en los otros,
en el hermano que pasa a nuestro lado.
Que
sepamos servir con alegría
porque ser alegres nos llena de vida
y sabemos que a tu lado, es posible.
porque ser alegres nos llena de vida
y sabemos que a tu lado, es posible.
Amén.
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