8 de agosto de 2019


8 de agosto de 2019 – TO – JUEVES DE LA XVIII SEMANA

Esto lo revela mi Padre que está en el cielo

Lectura del libro de los Números    20, 1-13

Toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Cin, y el pueblo se estableció en Cades. Allí murió y fue enterrada Miriam.
Como la comunidad no tenía agua, se produjo un amotinamiento contra Moisés y Aarón. El pueblo promovió una querella contra Moisés diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto cuando murieron nuestros hermanos delante del Señor! ¿Por qué trajeron a este desierto a la asamblea del Señor, para que muriéramos aquí, nosotros y nuestro ganado? ¿Por qué nos hicieron salir de Egipto, para traernos a este lugar miserable, donde no hay sembrados, ni higueras, ni viñas, ni granados, y donde ni siquiera hay agua para beber?»
Moisés y Aarón, apartándose de la asamblea, fueron a la entrada de la Carpa del Encuentro y cayeron con el rostro en tierra. Entonces se les apareció la gloria del Señor, y el Señor dijo a Moisés: «Toma el bastón y convoca a la comunidad, junto con tu hermano Aarón. Después, a la vista de todos, manden a la roca que dé sus aguas. Así harás brotar para ellos agua de la roca y darás de beber a la comunidad y a su ganado.»
Moisés tomó el bastón que estaba delante del Señor, como él se lo había mandado. Luego Moisés y Aarón reunieron a la asamblea frente a la roca, y Moisés les dijo: «¡Escuchen, rebeldes! ¿Podemos hacer que brote agua de esta roca para ustedes?» Y alzando su mano, golpeó la roca dos veces con el bastón. El agua brotó abundantemente, y bebieron la comunidad y el ganado.
Pero el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Por no haber confiado lo bastante en mí para que yo manifestara mi santidad ante los israelitas, les aseguro que no llevarán a este pueblo hasta la tierra que les he dado.»
Estas son las aguas de Meribá -que significa «Querella»- donde los israelitas promovieron una querella contra el Señor y con las que él manifestó su santidad. 
Palabra de Dios. 

SALMO    Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 7d-8a) 
R.    Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras. R.
   
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    16, 13-23

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?» Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.» Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.»
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Hoy nos es propuesto el célebre episodio de las aguas de Meribá: el término «Meribá» quiere decir «contestación». Todo el pueblo se estableció en Cadés. El desierto resulta realmente incómodo, y cuando no falta una cosa falta otra. Hoy es el agua para las personas y para el ganado lo que lleva a un nuevo brote de rebelión y protesta.
Entonces se amotinaron contra Moisés y Aarón quejándose por haber salido de Egipto para ir a ese lugar siniestro. Un lugar donde no hay sembrados, ni higueras, ni viñas, ni granados, ni siquiera agua para beber.
Dios oirá una vez más esta oración. Dejando la asamblea, Moisés y Aarón se fueron a la entrada de la Tienda de reunión y cayeron rostro en tierra; como un reflejo, en los momentos de dificultad, con esta oración, imploran por el pueblo que les ha sido confiado.
Es Dios el que responde diciendo a Moisés que hará brotar para ellos agua de la peña para que puedan beber la comunidad y sus ganados.
Estas son las «Aguas de Meribá», donde protestaron los hijos de Israel contra el Señor y con las que El manifestó su santidad. Dios, una vez más, se ha mostrado benigno con su pueblo.
***
El gran misterio de la fe de Pedro ante Jesús. La página de Mateo contiene una alabanza de Jesús a Pedro, constituyéndolo como autoridad en su Iglesia y, a la vez, una reprimenda muy dura al mismo Pedro, porque no entiende las cosas de Dios.
La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del Antiguo Testamento. O bien es una reencarnación de Juan Bautista o Elías, cuyo retorno estaba anunciado. Ven en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del Antiguo Testamento. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la novedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.
Por eso pregunta a los discípulos, que lo han acompañado en su actividad y han recibido su enseñanza, quién piensan que es él. La doble pregunta de Jesús hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de los discípulos.
Pedro, en nombre de sus compañeros, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Estos dos títulos resumen la fe de la Iglesia de Mateo. No es suficiente decir que Jesús es el Mesías esperado por Israel; hay que añadir, que es el Hijo de Dios.
La alabanza brota de los labios de Jesús y declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.
Pedro, en cuanto es quien da testimonio de la verdadera identidad de Jesús, es la roca sobre la cual Jesús va a construir la nueva comunidad de salvación.
La fórmula con la que Pedro profesa la fe en Jesús describe perfectamente su ser y su misión. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. La imagen de las “llaves del reino” es un llamado a cuidar de la casa del amo de acuerdo con los deseos de éste, pero también con responsabilidad y libertad de discernimiento personal.
Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella y así dar a los hombres que buscan salvación, la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.
Pero enseguida aparecen otras palabras en labios de Jesús. Esta vez muy duras. Cuando anuncia su muerte y resurrección, Pedro cree hacerle un favor no permitiendo que eso suceda pero Jesús llamándolo Satanás le pedirá que se aparte de su vista. Antes Jesús alaba a Pedro porque habla según Dios. Ahora lo reprende porque habla como los hombres. Así como lo ha llamado «roca y piedra» de construcción, ahora, es piedra de escándalo para el mismo Jesús.
La fe de Pedro no es madura: no ha captado que el mesianismo que él espera no coincide con el que anuncia Jesús, que inevitablemente incluye su muerte en la cruz.
En todos nosotros puede coexistir una fe muy fuerte, un amor entrañable hacia Cristo y, a la vez, la debilidad y la superficialidad en el modo de entenderlo y seguirlo.
Casi de forma inconsciente tendemos a seleccionar en el seguimiento de Cristo; así como lo confesamos como Mesías e Hijo de Dios, nos cuesta entender que acepte la renuncia y la muerte; que sea un Mesías «crucificado». Nos cuesta aceptar que sus discípulos debamos recorrer su mismo camino. Nos identificamos más con el monte de la transfiguración, que con el monte de la cruz. A Jesús se lo acepta entero, sin elegir las partes del evangelio que más nos convengan, que vayan con nuestra sensibilidad, criterios o con nuestros gustos.
Más tarde, las lecciones de la vida y la gracia del resucitado llevarán a Pedro a aceptar valientemente cárceles, azotes, y, sobre todo el martirio de la cruz.
En el corazón de cada uno de los creyentes está presente el mismo peligro que acechaba a Pedro. La confesión de la propia fe no puede coexistir con la práctica de la competitividad y exitismo en la vida social. El riesgo de no adecuar la proclamación a una práctica coherente es una seria advertencia a aquellos que quieran vivir como discípulos misioneros de Jesús en el corazón del mundo.

Para discernir

¿Cómo vivimos nuestro cristianismo?
¿Qué lugar le damos al sufrimiento y al dolor?
¿Descubro en la cruz las huellas que Jesús me marca?

Repitamos a lo largo de este día

Quiero escuchar tu voz Señor

Para la lectura espiritual

“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18)

Hermanos, cuando se trata de cumplir con mi deber de obispo, descubro que soy débil y cobarde, cargado con la fragilidad de mi propia condición, cuando, en realidad, deseo actuar con generosidad y valentía. Con todo, mi fuerza viene de la intercesión del Sacerdote supremo y eterno, semejante a nosotros pero igual al Padre, que se ha abajado en su divinidad al nivel de la humanidad y ha elevado la humanidad al nivel de Dios. Encuentro un gozo santo y justo en las disposiciones que él ha tomado. En efecto, si bien ha delegado en numerosos pastores el cuidado de su rebaño, no ha abandonado el pastoreo de sus amadas ovejas. Gracias a esta vigilancia fundamental y eterna, he recibido yo a mi vez la protección y el apoyo del apóstol Pedro que no abandona su función tampoco. Este fundamento sólido sobre el que se construye todo el edificio de la Iglesia, no dejará que se derrumbe la fábrica del edifico que descansa sobre él.
No desfallecerá nunca la firmeza de la fe por la que el primer apóstol fue alabado por el Señor. Del mismo modo que todo lo que Pedro confesó acerca de Cristo permanecerá, permanecerá también lo que Cristo prometió a Pedro… La disposición querida por la verdad de Dios permanece. San Pedro persevera en la firmeza que ha recibido; no ha abandonado el gobierno de la Iglesia a él confiada. Así, hermanos míos, lo que Pedro obtuvo por su profesión de fe, inspirado por Dios Padre, es la firmeza de una roca que ningún poder podrá jamás hacer perecer. En la Iglesia entera, Pedro dice cada día: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. (Mt 16,16)

San León I el Magno (c.400-461), papa 440-461, doctor de la Iglesia
Sermón para el aniversario de su ordenación episcopal

Para rezar

La fuerza de la Vida

Creo en un Dios impotente,
débil y debilitado;
creo en un Dios que no puede;
que no triunfa. Derrotado.
Creo en un Dios ¡tan vecino!
que se vuelve un Dios-humano;
que su vida entre nosotros,
es muerte que le entregamos.
Creo en un Dios sin poder,
hecho hombre y torturado;
y por coronas, ¡espinas!
y por respuesta, ¡insultado!
Creo en un Dios impotente,
un Dios de brazos atados;
un Dios distinto a los hombres,
poderosos, soberanos…
Creo en un Dios
que no sabe negar lo que ha declarado;
creo en un Dios impotente,
¡impotente de enamorado!
Creo en un Dios novedoso,
de novedad siempre a mano;
que genera a cada instante
lo que el amor va dictando.
Creo en un Dios generoso,
del amor crucificado;
creo en un Dios también pobre,
que tiene a los pobres al lado.
Creo en un Dios que no puede,
¡es el amor quien lo ha atado!
Creo en un Dios sin poder;
pobre… ¡Resucitado!

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