30
de agosto de 2019 – TO - VIERNES DE LA XXI
SEMANA
30 de agosto – Sta. Rosa de Lima, Virgen (F)
Vende todo lo
que posee y compra el campo
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 10, 17-11, 2
Hermanos:
El
que se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque el que vale no es el que se recomienda
a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda.
¡Ojalá
quisieran tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo
estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único
Esposo, Cristo, para presentarlos a Él como una virgen pura.
Palabra
de Dios.
SALMO
148, 1-2. 11-13a. 13c-14
R.
¡Los jóvenes y las vírgenes, alaben el nombre del Señor!
Alaben
al Señor desde el cielo,
alábenlo
en las alturas;
alábenlo,
todos sus ángeles,
alábenlo,
todos sus ejércitos. R.
Los
reyes de la tierra y todas las naciones,
los
príncipes y los gobernantes de la tierra;
los
ancianos, los jóvenes y los niños,
alaben
el Nombre del Señor. R.
Su
majestad está sobre el cielo y la tierra,
y
Él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A
Él, la alabanza de todos sus fieles,
y
de Israel, el pueblo de sus amigos! R.
EVANGELIO
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44-46
Jesús
dijo a la multitud:
El
Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y
compra el campo.
El
Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar
perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía
y la compró.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
verdadero apóstol no puede basar la eficacia de la Palabra en la ciencia humana.
El verdadero apóstol es consciente de que es una persona, puesta por Dios, para
colaborar en la construcción del Reino de Dios entre nosotros. Su orgullo será
haber sido dócil al Espíritu.
Para
lograr eso el Señor ha entregado su vida, para purificarnos de todo pecado.
Pero esa purificación no se puede quedar en la simple confesión de los pecados,
sino que debe llevarnos a volver con sinceridad a Dios y a dejarnos transformar
por Él en criaturas nuevas. Entonces seremos, realmente, dignos del Señor.
***
El
Reino es Cristo. Y Él nos ha amado de tal forma que lo dejó todo, incluso entregó
su propia vida con tal de “comprarnos” para Dios, de manera que no vivamos ya
para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.
En
la medida que hemos sido amados por Dios, estamos llamados a amar a nuestro
prójimo de tal forma que no sólo le anunciemos el Evangelio de la gracia, sino
que seamos capaces de entregarlo todo con tal de que, junto con nosotros,
alcance la salvación que Dios ofrece a todos. Es necesario abrir los ojos para
trabajar de una y mil formas para que el Reino de Dios se haga realidad en el
corazón del mundo.
El
Señor nos ofrece lo más grande de sí mismo: Su Vida y su Espíritu, para que,
recibidos por nosotros, nos transformen, cada día en mejores hijos de nuestro
Dios y Padre.
Aceptar
el compromiso de la fe que nos une al Señor, nos abre a nuestro trabajo por el
Reino. Abramos los ojos ante la realidad que nos rodea. En el campo del mundo,
hay mucha riqueza escondida a causa de los miedos de quienes prefieren vivir su
fe en la oscuridad de su propio interior. En medio de un mundo, en el cual
anidan muchas posibilidades, en medio de muchas esperanzas perdidas, la Iglesia
está llamada a entregarse para que salgan a la luz todos esos tesoros
escondidos, y así, todos juntos podamos construir una sociedad más fraterna,
más justa y más solidaria.
El
Señor espera de su Iglesia que trabaje con fervor para que su Evangelio se
encarne en los hombres de nuestro tiempo. Entonces el Reino de Dios habrá
empezado a hacerse realidad entre nosotros.
Para discernir
¿Qué
docilidad me reclama el Espíritu hoy?
¿En
qué realidad me toca hoy hacer presente el Reino, dónde hace falta vivir los
valores del Reino?
¿De
qué manera hacemos crecer los dones de gracia recibidos?
Repitamos a lo largo de este día
Qué
venga tu Reino Señor
Para la lectura espiritual
De
los escritos de santa Rosa de Lima.
El
salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad: “¡Conozcan todos que
la gracia sigue a la tribulación.
Sepan
que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia.
Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta
juntamente la medida de los carismas. ¡Que nadie se engañe: esta es la única
verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se
pueda subir al cielo!”
Oídas
estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza
para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier
edad, sexo, estado y condición que fuesen:
“Oíd
pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas
de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer
aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la
participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y
la perfecta hermosura del alma.”
Este
mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina
gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el
alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión
y, libre y sola, con más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
“¡Oh,
si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble,
qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos
y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar
penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias,
enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último
de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los
trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para
repartir- los entre los hombres.”
Para rezar
Oración
Van a pasar por manos laboriosas
Los granos de un rosario de ilusiones,
Acógelas, Señor, que son hermosas,
Amor y don de nuestros corazones.
Mujer llena de Dios, oh Santa Rosa,
Vivir para el Señor, para el Amado,
Fue el ansia de tu amor, gracia divina,
Llevada de su fuerza y de su mano.
No olvides los que vamos de camino
Siguiendo en el desierto tus pisadas,
Aboga ante el Señor favor divino,
Seguir como seguiste sus llamadas.
Proclamen nuestros labios la grandeza
Del Padre que en el Hijo nos dio gozo,
Y, siendo nuestra herencia la pobreza,
Nos colma de su amor el Fuego Santo. Amén
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