28
de agosto de 2019 – TO - MIÉRCOLES DE LA XXI
SEMANA
Ay de ustedes
que por fuera parecen justos
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Tesalónica 2, 9-13
Recuerden,
hermanos, nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena
Noticia de Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga. Nuestra
conducta con ustedes, los creyentes, fue siempre santa, justa e irreprochable:
ustedes son testigos, y Dios también. Y como recordarán, los hemos exhortado y
animado a cada uno personalmente, como un padre a sus hijos, instándoles a que
lleven una vida digna del Dios que los llamó a su Reino y a su gloria.
Nosotros,
por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque cuando recibieron
la Palabra que les predicamos, ustedes la aceptaron no como palabra humana,
sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios, que actúa en ustedes, los
que creen.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
138, 7-8. 9-10. 11-12b (R.: 1)
R. Señor,
tú me sondeas y me conoces.
¿A
dónde iré para estar lejos de tu espíritu?
¿A
dónde huiré de tu presencia?
Si
subo al cielo, allí estás tú;
si
me tiendo en el Abismo, estás presente. R.
Si
tomara las alas de la aurora
y
fuera a habitar en los confines del mar,
también
allí me llevaría tu mano
y
me sostendría tu derecha. R.
Si
dijera: «¡Que me cubran las tinieblas
y
la luz sea como la noche a mi alrededor!»,
las
tinieblas no serían oscuras para ti
y
la noche sería clara como el día. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32
Jesús
habló diciendo:
¡Ay
de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados:
hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de
podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los
hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay
de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los
profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en
el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la
sangre de los profetas»! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son
hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus
padres!
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Pablo
era tejedor, fabricante de lonas. En Corinto trabajaba en un taller, en casa de
Aquila y Priscila (Hch 18, 3). Los paganos de cultura griega despreciaban el
trabajo manual, considerándolo indigno de un hombre libre. Para Pablo, en
cambio, como para los intelectuales judíos, el trabajo manual era un medio para
«no ser gravoso a los demás» y poder proclamar así el evangelio gratuitamente,
y en la más perfecta independencia frente al poder del dinero.
Pablo
comprende que lo que cuenta ante Dios son las actitudes de santidad, de
justicia, de perfección. El da testimonio con su vida de todas ellas.
Ayer
comparaba su amor al de una madre, hoy nos dice que «tratamos con cada uno de
ustedes personalmente, como un padre con sus hijos»; y hace notar que el amor
de un padre presenta matices distintos, ya que emplea con ellos un tono suave y
enérgico.
Su
ministerio en Tesalónica es muy positivo, y Pablo da gracias a Dios porque en
esta ciudad hubo bastantes personas que acogieron la predicación, «no como
palabra de hombre, sino, como es en verdad, como palabra de Dios».
***
Nos
encontramos con las últimas lamentaciones lanzadas por Jesús a causa de los
fariseos y maestros de la ley. Para Jesús, no hay peor cosa que tratar de
aparentar algo distinto a lo que se es, los fariseos eran muy cuidadosos de que
su imagen tuviera una correcta relación con lo que se encontraba en la ley,
aunque no fuera realidad en sus vidas concretas.
Escribas
y fariseos habían identificado el reino de Dios con las estructuras religiosas
del judaísmo, pretendían defender los derechos de Dios defendiendo un cúmulo de
leyes, preceptos y tradiciones que consideraban inamovibles.
Jesús
es misericordioso y compasivo con los pecadores y débiles, pero lo descubrimos
condenando actitudes hipócritas y forzadas. Jesús apuesta a una valoración
incondicional de la vida de la persona. La vida humana está por encima de
instituciones y leyes. Lo que cuenta es lo que somos ante Dios, y no lo que
aparentamos delante de los hombres.
El
fariseísmo, tal como fue denunciado por Jesús es la sombra de la actitud
religiosa, es su trampa y nadie está exento de caer en ella. Cuando todo el
esfuerzo se coloca en mantener viva una estructura y una fachada, corremos el
riesgo que el interior no se desarrolle ni crezca. La tentación constante de
todo creyente, será siempre, hacer de la religión una máscara con la que cubrir
su verdadero rostro, una postura que le impida su verdadero cambio interior.
La
lucha del hombre de fe, será batallar contra la fina hipocresía de predicar sin
poner en práctica, de decir sin hacer, de aparentar sin ser, de buscar un
lugar, de odiar con el pretexto de defender los derechos de aquel que es el
amor por excelencia.
Jesús
confirma como perenne y absoluta, y por lo tanto perteneciente al reino la ley
suprema del amor a Dios y al prójimo. Este amor sincero que nos da la humildad
como para hacernos los últimos, los servidores de los hermanos, de tal modo que
brille en todo y en todos, la luz del reino.
Para reflexionar
¿Descubrimos
las leyes como mediaciones y no como fin en nuestro camino de fe?
¿En
qué espacios descubrimos que se nos filtra el espíritu de hipocresía?
¿Vivimos
las instituciones como espacios de humanización y valores cristianos?
Repitamos a lo largo de este día
¡Escucha,
Señor, ten compasión de mí. Señor, ven en mi ayuda!
Para la lectura espiritual
«Señor,
quita mi corazón de piedra»
… Amamos
a Cristo como él nos ha amado. Nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus
huellas (1P2, 21). Porque él dice: «Ponme como un sello sobre tu corazón» (Ct
8,6), esto viene a decir: «Ámame como yo te amo. Llévame en tu espíritu, en tu
memoria, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y tus sollozos.
Acuérdate, hombre en qué estado yo te he creado, cuánto te he elevado por
encima de otras criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he
coronado de gloria y honor, cómo te he situado un poco inferior a los ángeles,
y cómo todo lo he puesto bajo tus pies (Ps 8). Acuérdate no solo de todo esto
que he hecho por ti sino de qué pruebas y qué humillaciones he sufrido por ti…Y
tú, si me amas, muéstralo; no de palabra y de lengua, sino en acto y
verdad…Ponme como un sello sobre tu corazón y ámame con todas tus fuerzas»…
Señor,
quita mi corazón de piedra, este corazón duro e incircunciso. Dame un corazón
nuevo, un corazón de carne, un corazón puro (Ez 36, 26). Tú que purificas los
corazones, que amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón, ven y
vive…
Baudoin de Ford
(? 1190), abad cisterciense Tratado 10.
Para rezar
Jesús,
tú fuiste coherente, verdadero hasta el fondo contigo mismo: proclamaste tu
Evangelio con alegría.
Tú
pusiste la luz en lo alto para que alumbrase a todos.
Tú
sembraste por los caminos semillas de vida.
Tú
miraste a los ojos del hombre con un corazón limpio.
Tú
dijiste que lo esencial era amar, amar siempre.
Tú
buscaste lo mejor del hombre.
Te
pusiste al lado del pobre y del indefenso.
Tocaste
con tu mano al marginado.
Acogiste
con ternura a los más abandonados.
Llevaste
por los caminos la alegría y la paz.
Dejaste
un beso de ternura en todos los dolores.
Aquí
estoy ante ti, callado y desconcertado.
Sin
entender del todo los porqués, pero abierto a tu palabra, a tu misterio.
Dime,
también hoy, tu palabra. Dime, Señor, tu amor.
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