20
de agosto de 2019 – TO - MARTES DE LA XX SEMANA
Para Dios todo
es posible
Lectura
del libro de los Jueces 6, 11-24a
El
Ángel del Señor fue a sentarse bajo la encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de
Abiézer. Su hijo Gedeón estaba moliendo trigo en el lagar, para ocultárselo a
los madianitas. El Ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está
contigo, valiente guerrero.»
«Perdón,
señor, le respondió Gedeón; pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos
sucede todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nos contaron nuestros
padres, cuando nos decían: “El Señor nos hizo subir de Egipto”? Pero ahora él
nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián.»
El
Señor se volvió hacia él y le dijo: «Ve, y con tu fuerza salvarás a Israel del
poder de los madianitas. Soy yo el que te envío.»
Gedeón
le respondió: «Perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan
es el más humilde de Manasés y yo soy el más joven en la casa de mi padre?»
«Yo
estaré contigo, le dijo el Señor, y tú derrotarás a Madián como si fuera un
solo hombre.»
Entonces
Gedeón respondió: «Señor, si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres
realmente tú el que está hablando conmigo. Te ruego que no te muevas de aquí
hasta que yo regrese. En seguida traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti.»
El
Señor le respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas.»
Gedeón
fue a cocinar un cabrito y preparó unos panes sin levadura con una medida de
harina. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla; los llevó
debajo de la encina y se los presentó.
El
Ángel del Señor le dijo: «Toma la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre esta
roca y derrama sobre ellos el caldo.»
Así
lo hizo Gedeón. Entonces el Ángel del Señor tocó la carne y los panes ácimos
con la punta del bastón que llevaba en la mano, y salió de la roca un fuego que
los consumió. En seguida el Ángel del Señor desapareció de su vista.
Gedeón
reconoció entonces que era el Ángel del Señor, y exclamó: « ¡Ay de mí, Señor,
porque he visto cara a cara al Ángel del Señor!» Pero el Señor le respondió:
«Quédate en paz. No temas, no morirás.» Gedeón erigió allí un altar al Señor y
lo llamó: «El Señor es la paz.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
84, 9. 11-12. 13-14 (R.: 9b)
R. El
Señor promete la paz para su pueblo.
Voy
a proclamar lo que dice el Señor:
el
Señor promete la paz,
la
paz para su pueblo y sus amigos,
y
para los que se convierten de corazón. R.
El
Amor y la Verdad se encontrarán,
la
Justicia y la Paz se abrazarán;
la
Verdad brotará de la tierra
y
la Justicia mirará desde el cielo. R.
El
mismo Señor nos dará sus bienes
y
nuestra tierra producirá sus frutos.
La
Justicia irá delante de él,
y
la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 19, 23-30
Jesús
dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará
en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por
el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos.»
Los
discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién
podrá salvarse?»
Jesús,
fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero
para Dios todo es posible.»
Pedro,
tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?»
Jesús
les respondió: «Les aseguro que, en la regeneración del mundo, cuando el Hijo
del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido,
también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y
el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos
o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos
de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
pueblo de Israel, después de establecido por Josué en su tierra, fue haciendo
camino como los demás pueblos hacia una organización cada vez más perfecta de
su vida, estructura social y política. Comenzó con una mínima organización
tribal y fue progresando hacia otra organización monárquica.
Los
llamados Jueces ‘mayores’, como Débora, Barac, Gedeón, Abimelec, y otros
`menores’, como Jefté y Sansón son los animadores de este camino.
El
libro de los jueces presenta la historia de Gedeón, un labrador que está
ocupado en tratar de salvar su cosecha en tiempo de inseguridad y que ante el
llamado de Yahvé supo organizar las tribus del norte para hacer frente a los
madianitas, enemigos temibles que invadían precisamente Israel cuando los
campos estaban a punto para la cosecha.
El
narrador atribuye a la decadencia religiosa, la impotencia de Israel para
enfrentarse a los madianitas, que tenían superioridad por el hecho de poseer
camellos domesticados con los que realizaban ataques rápidos y por sorpresa.
Hasta que por fin los israelitas “clamaron a Yahvé”.
La
vocación de Gedeón concreta la respuesta del Señor al grito angustioso del
pueblo. Igual que a Moisés, a Gedeón el que se le aparece es el ángel de Yahvé,
aunque quien les habla es Yahvé mismo, y le confía el Señor una misión
liberadora. De Gedeón se subraya además su coraje y valentía. Gedeón dialoga
con Dios de un modo muy vivo, desde una actitud de sentido común y realismo:
primero, pidiendo cuentas de cómo puede permitir Dios que a su pueblo le pasen
tantas desgracias y, luego, pidiendo una señal para saber que, en efecto, esa
voz es de Dios, cosa que se le concede con la llamarada que consume el
sacrificio que ha preparado. Es la hora de recordar la palabra de Dios a Gedeón
y a todos sus llamados: «no temas, yo estoy contigo».
Estamos
colaborando con Dios, no somos protagonistas, no salvamos nosotros al mundo con
nuestras fuerzas. Y Dios parece tener preferencias por los débiles.
***
Una
vez que el joven ha salido de la escena, sigue el diálogo entre Jesús y los
discípulos. El fracaso que acaban de ver es un “hecho de vida”, que invita a
reflexionar y a juzgarlo a la luz del Reino de Dios. El comentario de Jesús
sigue a la breve escena de ayer, la del joven que no se decidió a abandonar sus
riquezas para seguir a Jesús.
Por
eso Pedro le dice que ellos lo han abandonado «todo» y lo han seguido. Se ve en
seguida que, ni por parte de Pedro ni de los demás, es muy gratuito este
seguimiento, porque especulan que les va a tocar. Jesús los ubica en la
perspectiva correcta. Jesús les promete un premio cien veces mayor que lo que
han dejado.
La
imagen de la aguja de coser utilizada por Jesús expresa y designa el sentido de
una cosa absolutamente imposible. Jesús se refiere a los ricos de esta manera y
a su imposibilidad de entrar en el Reino, no por ser ricos, sino porque quien
posee bienes en afectuosa propiedad, tiene poseído por ellos el corazón, que,
según el Evangelio, tiene que estar disponible del todo sólo para Dios.
Lo
que asusta a sus oyentes es que Jesús aplique este dicho a los ricos que quieren
salvarse. Si uno está tan lleno de cosas que no necesita nada más, si se siente
tan satisfecho de sí mismo, y no se puede desprender de su ansia de poseer y de
la idolatría del dinero, le resultará difícil aceptar como programa de vida el
Reino que Dios le propone.
Las
riquezas son buenas en sí, a no ser que se hayan acumulado injustamente. Pero
lo que no es bueno es ser esclavo del dinero y no utilizarlo para lo que Dios
quiere.
Los
discípulos se quedaron sorprendidos por las exigencias de Jesús. Ellos al fin y
al cabo dejaban pocas posesiones y estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero,
lo que Jesús pedía a los ricos era una renuncia a la riqueza, que se
consideraba una bendición de Dios. Los discípulos esperaban una seguridad
futura en el Reino que ellos creían se inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús
les recuerda que al optar por el Reino ya han abandonado las seguridades de
este mundo y se confían plenamente a las manos de Dios.
El
discípulo no puede esperar las seguridades que ofrece este mundo, sino que debe
luchar por el mundo nuevo. En este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres
humanos, con entrañas de misericordia, y darán a cada persona lo justo. Y sobre
todo, los seres humanos disfrutarán de una existencia plena.
Nosotros,
probablemente, no somos ricos en dinero. Pero podemos tener alguna clase de
«posesiones» que nos llenan, que nos pueden hacer autosuficientes y hasta
endurecer nuestra sensibilidad, tanto para con los demás como para con Dios,
porque, en vez de poseer nosotros esos bienes, son ellos los que nos poseen a
nosotros.
El
seguimiento de Jesús que hace el discípulo debe ser gratuito y desinteresado,
sin la preocupación de si llegará a ocupar los tronos para juzgar a las tribus
de Israel, ni de la contabilidad exacta de lo que recibiremos a partir de lo
que hemos abandonado.
El
discípulo sigue a Jesús por amor, porque se siente llamado por El, a colaborar
en la obra de la salvación del mundo. No por ventajas económicas ni humanas, ni
siquiera espirituales, aunque con la seguridad de que Dios gana siempre en
generosidad.
Frecuentemente
nos lamentamos porque pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y no tendrán
recompensa alguna. Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo
nuevo, en el que lo importante, no es la seguridad que proporcionan las cosas,
sino la existencia plena a la que tienen derecho todos los hijos de Dios.
La
situación vivida es solamente una buena ocasión pedagógica para reafirmar una
de las características del auténtico discípulo: la incompatibilidad entre el
servicio a la riqueza y el Reino de Dios. El tema de la pobreza es el contenido
del texto de hoy, en el cual encontramos varias sentencias de Jesús a este
respecto.
La
necesidad de hacerse pequeño para hacer posible la recepción de la gracia del Reino,
es algo imposible de lograr, por medio del esfuerzo humano. Es necesaria la
gracia de Dios, como lo señala Jesús: “humanamente eso es imposible pero para
Dios todo es posible”. La gracia de Dios hace posible vivir en el
desprendimiento total, a pesar de la imposibilidad humana de actuar de ese
modo. Para recibir el Reino es necesario morir a lo propio, o se hace morir el
Reino en la vida propia.
Este
desprendimiento con que el hombre expresa su apertura a la gratuidad, lo
capacita para aceptar el don del Reino, cuyo valor trasciende infinitamente lo
que se ha abandonado.
No
se trata de un título que dé derecho a privilegios, sino del don de Dios al
hombre, que lo capacita al desprendimiento y consiguientemente, a la recepción
de ese don.
De
nuevo Jesús, en el texto evangélico de Mateo, invita a trascender los criterios
fijados en el ámbito de la sociedad comercial. Su llamada a todo hombre es, a
dejarlo todo para recibirlo todo y, esta disponibilidad sólo puede ser creada
en el corazón humano por la revelación del Padre. La comunidad cristiana debe
continuamente volver a descubrir la gracia de Dios si quiere responder
adecuadamente a esta llamada de Jesús.
Para discernir
¿Me
animo a abandonarme en las manos providenciales de Dios?
¿Espero
recompensa por mi entrega?
¿Calculo
lo que realizo y espero devolución proporcional?
Repitamos a lo largo de este día
Dichosos
los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos
Para la lectura espiritual
…”En alemán, el verbo «agradecer» deriva de «pensar». El ángel de la gratitud querría enseñarte a pensar de manera justa y consciente. Si empiezas a pensar, puedes reconocer con gratitud todo lo que se te ha dado en la vida. No te quedes fijado en lo que podría irritarte. No empieces la mañana experimentando rabia de inmediato por el mal tiempo. No te sientas frustrado enseguida porque se te derrama la leche. Hay personas, en efecto, que se hacen la vida difícil porque anotan sólo lo negativo. Cuanto más ven lo negativo, tanto más ven confirmada su experiencia. Su modo de ver pesimista no les permite absorber las pequeñas desventuras de la jornada.
Quien
mira con ojos agradecidos su propia vida estará de acuerdo con lo que ha
sucedido en él mismo. Entonces abre los ojos y puede darse cuenta de que un
ángel de Dios le ha acompañado a lo largo de toda su vida, de que un ángel de
la guarda le ha preservado de algunas desgracias, de que su ángel de la guarda
ha transformado en un precioso tesoro hasta las desventuras. Entonces serás capaz
de mirar con ojos agradecidos la nueva aurora, serás capaz de darte cuenta de
que te has levantado sano y puedes ver salir el sol. Darás las gracias por la
respiración que te anima. Darás las gracias por los dones buenos de la
naturaleza que puedes gozar comiendo. Vivirás de modo más consciente. La
gratitud ensancha el corazón y lo pone alegre”…
Anselm Grün,
Cincuenta ángeles para comenzar el año,
Sígueme,
Salamanca 1999.
Para rezar
Señor
Jesús,
enséñanos a ser generosos,
a servirte como Tú mereces,
a dar sin medida,
a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin descanso,
sin esperar otra recompensa
que saber que hemos cumplido
tu santa voluntad.
enséñanos a ser generosos,
a servirte como Tú mereces,
a dar sin medida,
a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin descanso,
sin esperar otra recompensa
que saber que hemos cumplido
tu santa voluntad.
San
Ignacio de Loyola
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