12
de agosto de 2019 – TO - LUNES DE LA XIX SEMANA
Los hijos
están exentos de los impuestos
Lectura
del libro del Deuteronomio 10, 12-22
Moisés
habló al pueblo diciendo:
Y
ahora, Israel, esto es lo único que te pide el Señor, tu Dios: que lo temas y sigas
todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y
con toda tu alma, observando sus mandamientos y sus preceptos, que hoy te
prescribo para tu bien.
Al
Señor, tu Dios, pertenecen el cielo y lo más alto del cielo, la tierra y todo
lo que hay en ella. Sin embargo, sólo con tus padres se unió con lazos de amor,
y después de ellos los eligió a ustedes, que son su descendencia,
prefiriéndolos a todos los demás pueblos.
Por
eso, circunciden sus corazones y no persistan en su obstinación, porque el
Señor, su Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios
grande, valeroso y temible, que no hace acepción de personas ni se deja
sobornar. El hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le da
ropa y alimento. También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido
extranjeros en Egipto.
Teme
al Señor, tu Dios, y sírvelo; vive unido a él y jura por su Nombre.
El
es tu gloria y tu Dios, y él realizó en tu favor esas tremendas hazañas de que
fuiste testigo. Porque cuando tus padres bajaron a Egipto, eran apenas setenta
personas, y ahora el Señor te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a)
R. ¡Glorifica
al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica
al Señor, Jerusalén,
alaba
a tu Dios, Sión!
El
reforzó los cerrojos de tus puertas
y
bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
El
asegura la paz en tus fronteras
y
te sacia con lo mejor del trigo.
Envía
su mensaje a la tierra,
su
palabra corre velozmente. R.
Revela
su palabra a Jacob,
sus
preceptos y mandatos a Israel:
a
ningún otro pueblo trató así
ni
le dio a conocer sus mandamientos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27
Mientras
estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará.» Y
ellos quedaron muy apenados.
Al
llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro
y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga,»
respondió.
Cuando
Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón?
¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus
hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños,» Jesús le
dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no
escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que
salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga
por mí y por ti.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Este
pasaje se inscribe dentro del tema más general de la vida del Pueblo en la
Alianza de Dios. Vuelve a recordarse a los oyentes el precepto del temor y amor
al Señor para el bien del hombre. Y se insiste en la realidad de la elección
divina, invitando a “circuncidar el corazón” –expresión que recuerda al profeta
Jeremías (4,4; 9,25-25)-.
Seguidamente,
el Autor sagrado resalta la supremacía del Dios de Israel por encima de los
dioses paganos y destaca el oficio divino de practicar justicia, especialmente
a favor de los más necesitados: el huérfano, la viuda, el extranjero.
La
lectura concluye invitando al hombre a colocarse en el lugar del extranjero,
recordando que tiempo atrás él mismo lo fue en Egipto pero la bondad y la
fuerza del Señor lo sacaron de allí e hicieron de él un pueblo “numeroso como
las estrellas del cielo”.
En
definitiva, meditando las hazañas en favor del Pueblo e imitando el proceder de
Dios –que no hace acepción de personas sino que practica la justicia con
todos-, el hombre rinde el culto agradable al Señor, amándolo y sirviéndolo de
corazón.
***
En
tiempos de Jesús, el impuesto, era propio de los pueblos sometidos más que de
los ciudadanos de derecho, a los que se llamaba hijos. Los que cobraban el
“didracma”, tributo anual para el templo, se acercaron a Pedro y le preguntaron
si Jesús, su maestro, no pagaba el impuesto.
Desde
tiempos de Nehemías, era costumbre que los israelitas mayores de veinte años,
pagaran cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del templo de
Jerusalén: dos dracmas y la ofrenda de los sacrificios.
Jesús
se presenta a sí mismo como un «Hijo de Hombre», como un hombre totalmente
libre, e inmerso en el amor de Dios, pero que no escapa a las exigencias de su
tiempo. Jesús afirmará que es superior al templo y se siente exento de pagar el
impuesto al templo, pero, a pesar de esto, se comporta como un ciudadano, igual
a los demás, un israelita piadoso, cumplidor de sus deberes.
Jesús
inmediatamente imprime un giro decisivo a la cuestión. Los hijos del Reino, los
que aceptaron a Jesús como Hijo del Padre, están libres del impuesto del
templo. Jesús los ha liberado de esta obligación.
Sin
embargo, como quiere evitar una ruptura que exacerbe los conflictos con la
autoridad religiosa, señala un camino para poder cumplir con la obligación.
Invita a Pedro a realizarlo mediante la práctica de su oficio de pescador.
Jesús
utiliza este incidente para demostrar que los que ponen su fe en Él, están
libres de cara a las instituciones judías y que los verdaderos hijos del Reino
serán aquellos que, como los discípulos, se remiten a Él, y por ese motivo
pueden considerarse exentos del pago del impuesto. Sin embargo, para no escandalizar
manda pagar este impuesto.
El
“Hijo” pagó el precio del esclavo, para que, los que estaban sometidos a la
esclavitud, desde ese momento fueran hijos. Por eso Jesús, no se deja intimidar
por la actitud de los funcionarios y con una libertad soberana pagará el
impuesto.
La
Iglesia de Cristo, es fundamentalmente libre, porque es hija de su sangre; no
tiene que pagar impuesto a nadie; no debe ninguna adoración ni sumisión alguna,
a ningún tipo de poder. Si bien los hijos del Reino cumpliendo sus responsabilidades
cívicas pagamos nuestros impuestos, el espíritu permanece libre frente a la
política de los reinos de este mundo.
Nos
liga la búsqueda del bien común que se funda en la caridad. Somos, como hijos
de Dios, los testigos del Viviente, del hombre resucitado, y a través de Él
somos invitados a ser los forjadores de la libertad humana en todas sus
expresiones.
Para discernir
¿Sabemos
dar el lugar verdadero a las realidades divinas en la vida cotidiana?
¿Sabemos
dar el lugar verdadero a las realidades cotidianas dentro del plan de Dios?
¿Vivimos
nuestra vida como un testimonio constante de la obra de Dios?
Repitamos a lo largo de este día
Quiero
vivir como tu hijo Señor
Para la lectura espiritual
Liberados
por el Hijo del hombre que se entrega a manos de los hombres
…”Todos
los pueblos, por nuestro Señor Jesucristo, han sido liberados de los poderes
que los habían hecho cautivos. Es él, sí, es él quien nos ha rescatado. Tal
como lo dice el apóstol Pablo: «Nos perdonó todos nuestros pecados. Borró el
protocolo que nos condenaba con sus cláusulas, lo quitó de en medio, clavándolo
en la cruz. Despojándose a sí mismo, arrastró a los poderes del mal en el
cortejo de su triunfo» (Col 2,13-15). Libró a los encadenados y rompió nuestros
lazos, tal como lo había dicho David: «El Señor liberta a los cautivos, el
Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan». Y más
aún: «Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza» (Sl 145,
7-8; 115, 16-17).
Sí,
hemos sido liberados de nuestras cadenas, nosotros que hemos sido llamados por
el Señor para ser congregados por el sacramento del bautismo…; hemos sido
liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre… Así, pues,
amados míos, hemos sido lavados por el agua del bautismo de una vez por todas,
y de una vez por todas somos acogidos en el Reino inmortal. Una vez por todas
«dichosos aquellos que están absueltos de sus culpas, a quienes han sepultado
sus pecados» (Sl 31,1; Rm 4,7). Mantened con valentía lo que habéis recibido,
conservadlo para vuestra dicha, no pequéis más. Desde ahora guardaos puros e
irreprochables para el día del Señor”…
San Paciano de Barcelona (?- hacia 390), obispo
Homilía sobre el
bautismo, 7
Para rezar
ORACIÓN
A LA DIVINA PROVIDENCIA
Dios
y Señor Nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
cuya Providencia no se equivoca en todo lo que dispone,
y nada acontece que no lo ordene,
rendidamente te pedimos y suplicamos
que apartes de nosotros todo lo que nos pueda separar de Ti,
y nos concedas todo lo que nos conviene.
Haz que en toda nuestra vida busquemos primeramente tu Reino
y que seamos justos en todo;
que no nos falte el trabajo,
el techo bajo el cual nos cobijamos,
ni el pan de cada día.
Ayúdanos en las enfermedades y líbranos de la miseria;
que ningún mal nos domine.
Sálvanos del pecado, el mayor de todos los males,
y que siempre estemos preparados esperanzadamente a la muerte.
Por tu Misericordia, Señor y Dios Nuestro,
haz que vivamos siempre en tu Gracia.
Así seremos dignos de adorar tu amable Providencia
en la eterna bienaventuranza. Amén.
cuya Providencia no se equivoca en todo lo que dispone,
y nada acontece que no lo ordene,
rendidamente te pedimos y suplicamos
que apartes de nosotros todo lo que nos pueda separar de Ti,
y nos concedas todo lo que nos conviene.
Haz que en toda nuestra vida busquemos primeramente tu Reino
y que seamos justos en todo;
que no nos falte el trabajo,
el techo bajo el cual nos cobijamos,
ni el pan de cada día.
Ayúdanos en las enfermedades y líbranos de la miseria;
que ningún mal nos domine.
Sálvanos del pecado, el mayor de todos los males,
y que siempre estemos preparados esperanzadamente a la muerte.
Por tu Misericordia, Señor y Dios Nuestro,
haz que vivamos siempre en tu Gracia.
Así seremos dignos de adorar tu amable Providencia
en la eterna bienaventuranza. Amén.
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