11
de agosto de 2019 – TO - DOMINGO XIX
- Ciclo C
La esperanza que mata
el temor
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro de la Sabiduría 18, 5-9
Aquella
noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con
seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.
Tu
pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus
enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos
cubriste de gloria, llamándonos a ti.
Por
eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y
establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían
igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los
cantos de los Padres.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 32, 1 y 12. 18-19. 20.22 (R.:
12b)
R.
¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
Aclamen,
justos, al Señor:
es
propio de los buenos alabarlo.
¡Feliz
la nación cuyo Dios es el Señor,
el
pueblo que él se eligió como herencia!
Los
ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre
los que esperan en su misericordia,
para
librar sus vidas de la muerte
y
sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra
alma espera en el Señor:
él
es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor,
que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme
a la esperanza que tenemos en ti.
Esperaba
aquella ciudad
cuyo
arquitecto y constructor es Dios
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta de los Hebreos 11, 1-2. 8-19
Hermanos:
La
fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las
realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados
dignos de aprobación.
Por
la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a
recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en
la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos
con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También
por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada,
porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y
de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las
estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos
ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las
vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos
en la tierra.
Los
que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran
pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de
regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por
eso, Dios no se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha preparado
una Ciudad.
Por
la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él
ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había
anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció,
porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso
recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 12, 32-48
Jesús
dijo a sus discípulos:
«No
temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan
sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen
un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la
polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén
preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que
esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue
y llame a la puerta.
¡Felices
los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro
que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a
servirlos.
¡Felices
ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo
bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría
perforar las paredes de su casa.
Ustedes
también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos
pensada.»
Pedro
preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El
Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor
pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el
momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado
en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a
golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a
emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y
le hará correr la misma suerte que los infieles.
El
servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas
y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos
severamente.
Al
que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le
reclamará mucho más.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
En
la primera lectura nos encontramos con la noche pascual, que se ha convertido
en el paradigma de un pueblo que siempre ha recurrido a su Dios para que lo
liberara de todas las esclavitudes; que anhela salvación y que encuentra en el
Dios comprometido con la historia la razón de ser de su identidad. Se hace
memoria para actualizar y para “sentir” la misma presencia liberadora de Dios,
porque el pueblo, la comunidad, las personas, siempre pueden estar amenazadas
de esclavitud.
***
La
segunda lectura nos presenta al creyente como un peregrino; está en el mundo
pero no se vincula a él, porque ya ha gustado los bienes invisibles. Así, el
andar de Abraham no lo lleva tan sólo a una ciudad terrestre, ni a una tierra
prometida material, sino a la ciudad invisible que constituye la vida con Dios.
***
Jesús
está abocado a la formación de los discípulos durante el camino a
Jerusalén. Los discípulos tienen miedo porque continúa dominando en ellos la
mentalidad de un Mesías glorioso, más seguro y Jesús les presenta una nueva
perspectiva de la misión que pasa por el sufrimiento. El reino que anuncia
implica un cambio profundo en el modo de pensar y de ir construyendo la vida.
La
primera palabra que en esta situación Jesús les dirige es “no teman”. Los
invita a confiar en el Padre. Jesús nos lanza a la esperanza, nos proyecta más
allá de nuestros miedos.
Los
temores se disipan cuando entendemos que Dios Padre quiere darnos el Reino,
cuando Dios nos dice que todo está en sus manos. Es su cercanía la que
tranquiliza y no la promesa de algo futuro, aunque esto sea una realidad.
El
reino no es algo que se nos dará más tarde, después de la muerte. Se da ahora y
aquí. Esperar una justicia, una verdad, una solidaridad en el más allá
evadiéndonos del compromiso en el más acá no es lo que Jesús anunció y realizó.
Para
vencer al temor hay que perder todo. El que nada tiene, nada teme. Es una
invitación a renunciar a la seguridad de “tener” y asegurarnos en el “ser”.
La
invitación a renunciar a la riqueza no es para acumular méritos para el cielo,
sino para ser coherentes con el proyecto del reino, para estar más libres a la
hora de comprometernos con las realidades de este mundo desde el proyecto salvador
de Dios.
El
corazón, en la Biblia, es el centro de las decisiones del ser humano, no solo
de los afectos, sino de toda decisión. Buscar cuál es nuestro tesoro es una
llamada a reconocer dónde está el punto de atracción hacia el cual tienden
nuestras aspiraciones más profundas.
La
opción por el Reino requiere que los discípulos una actitud vigilante; vigilancia
activa y no mera contemplación.
Vigilar
significa no distraerse, no amodorrarse, no «instalarse» satisfechos con lo ya
conseguido. Vigilar es vivir despiertos, en tensión. No con angustia, pero sí
con seriedad, dando importancia a lo que la tiene.
Vigilar
es desarraigo y éxodo permanente hacia el reino de Dios. Para vigilar así hace
falta ser pobre, hacerse pobre, y tener una promesa por delante.
Aunque
necesitamos de bienes para vivir, éstos no son la fuente de la vida ni está en
ellos la clave o el secreto para ser persona. Sólo el que ama y vive
solidariamente y en apertura a los demás, dándose a Dios y al prójimo, tiene
vida auténtica y, en definitiva, es feliz, porque entiende la vida con
sabiduría.
La
pobreza evangélica voluntaria no es tanto un programa de justicia social ni
tampoco una práctica ascética, a pesar de que no se excluyen estos valores, es
un acto de fe y de amor. Es apostar a las bienaventuranzas evangélicas cómo
código de vida.
No
somos dueños absolutos de nuestra vida, sino sólo administradores de ella. La
hemos recibido de Dios y hemos de emplearla al servicio de su reino, que se
concreta en servicio a toda la comunidad. De ahí la responsabilidad histórica
de cada hombre.
Aquellos
que saben que la vida no es un tour, valoran estas palabras de Jesús como una
recomendación para que no perdamos la alegría de servir, para que no perdamos
la senda. Sin temores, abiertos a la esperanza, pobremente y con vigilancia, no
solo haremos un mundo mejor que el que hemos recibido, un mundo que sea casa de
Dios, sino que también estaremos seguros de que cuando el Señor nos encuentre
seremos tratados como verdaderos y fieles servidores.
Para discernir
¿Cuáles
son las cosas o situaciones que me producen temor?
¿Cuáles
son mis esperanzas?
¿Dónde
tengo puesto mi corazón?
Repitamos a lo largo de este día
Ayúdame
a tener el corazón preparado
Para la lectura espiritual
“La
historia de la humanidad transcurre bajo la mirada compasiva de Dios a la que
nunca abandona. También a este mundo nuestro, Dios ha amado tanto que nos ha
enviado a su Hijo. El anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los
pecadores. Por esto nosotros como discípulos de Jesús y misioneros queremos y
debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros
pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre,
que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña
en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de
todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la
humanidad y no profetas de desventuras.” (Aparecida 29)
“La
Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus
actitudes (cf. Mt 9, 35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente
hasta la muerte de cruz (cf. Fil 2, 8); siendo rico, eligió ser pobre por
nosotros (cf. 2 Cor 8, 9), enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de
discípulos y misioneros. En el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser
pobres siguiendo a Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar el
Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el
dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ). En la generosidad de
los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los
apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio.” (Aparecida 30)
Para rezar
La
pobreza evangélica
Dios
no puede derramar algo
donde
ya está todo lleno de otras cosas.
Jesús
lo dijo: “No se puede servir a dos señores”,
refiriéndose
a Dios y al dinero.
La pobreza, el desprendimiento de todo lo que nos ata
La pobreza, el desprendimiento de todo lo que nos ata
y
nos aleja de Dios, sea o no material,
nos
deja “vacíos”, para que Dios pueda entrar
plenamente
en nuestro corazón.
Las cosas deben ser siempre un medio,
Las cosas deben ser siempre un medio,
nunca
un fin en sí mismas
Teresa
de Calcuta
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.