17 de mayo de 2018 - Jueves
de la semana VII de Pascua
…Que sean perfectamente uno…
Lectura de los Hechos de los apóstoles 22,
30; 23, 6-11
Queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban
los judíos, el tribuno le hizo sacar las cadenas, y convocando a los sumos
sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo comparecer a Pablo delante de ellos.
Pablo, sabiendo que había dos partidos, el de los
saduceos y el de los fariseos, exclamó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy
fariseo, hijo de fariseos, y ahora me están juzgando a causa de nuestra
esperanza en la resurrección de los muertos.»
Apenas pronunció estas palabras, surgió una disputa
entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos niegan
la resurrección y la existencia de los ángeles y de los espíritus; los
fariseos, por el contrario, admiten una y otra cosas.
Se produjo un griterío, y algunos escribas del
partido de los fariseos se pusieron de pie y protestaron enérgicamente:
«Nosotros no encontramos nada de malo en este hombre. ¿Y si le hubiera hablado
algún espíritu o un ángel…?»
Como la disputa se hacía cada vez más violenta, el
tribuno, temiendo por la integridad de Pablo, mandó descender a los soldados
para que lo sacaran de allí y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
A la mañana siguiente, el Señor se apareció a Pablo
y le dijo: «Animo, así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, también
tendrás que darlo en Roma.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 15, 1-2a y 5. 7-8.
9-10. 11 (R.: 1)
R. Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 17, 1b. 20-26
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino
también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno:
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que
sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean
perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé
cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo
donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me
amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te
conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y
se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en
ellos, y yo también esté en ellos.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
En Pentecostés, del año 57, Pablo ha llegado a
Jerusalén. Los hermanos le anuncian que algunos judíos lo acusan de “incitar” a
la traición de las tradiciones de Moisés, abandonando la circuncisión y otros
ritos heredados. Estaba orando en el Templo de Jerusalén cuando es perseguido,
a los gritos, acusado de enseñar “contra el pueblo, contra la ley y contra este
lugar santo”. La policía romana interviene y conduce a Pablo a la fortaleza.
Esta vez su cautiverio durará varios años, en Jerusalén, en Cesarea, capital
romana de Palestina y después en Roma.
El oficial romano, queriendo saber con certeza de
qué lo acusaban los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó al Gran
Consejo e hizo que Pablo compareciera ante ellos.
Es una cuestión entre las dos grandes corrientes
religiosas de la época: el partido de los Saduceos que no cree en la
resurrección y el partido de los Fariseos que cree en ella. La astucia de Pablo
lo va a salvar cuando provoca una discusión entre estos dos grupos a tal punto
que se olvidan de él.
Como la pelea iba creciendo, el oficial romano
temiendo que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó a la tropa que lo llevase
de nuevo a la fortaleza.
Pablo apela al César como ciudadano romano, e
invoca su derecho de ser juzgado en Roma. De noche oye en visión la voz del
Señor que le da ánimo, para que dé testimonio a favor suyo en Roma.
***
Esta es la última plegaria de Jesús antes de entrar
en su Pasión: es la intención principal por la que ofrecerá el sacrificio de su
vida, es su testamento.
Jesús agrandando el horizonte de su comunidad a
aquellos que vendrán, ora por la comunidad futura. Su obra debe continuar y el
mensaje del Padre y su mensaje, tendrá que ser también el de los discípulos.
Este mensaje no puede ser una doctrina aprendida ni una ley externa a la que se
está obligado.
Ruega por sus discípulos y por cuantos creerán en
Él por su palabra. Pide para que los que lo siguen y los que lo seguirán en el
futuro sean “uno”, como el Padre está en Él, y Él en el Padre, para que el
mundo crea que el Padre lo ha enviado.
El amor no se puede proponer si no se vive; si no
se comunica como experiencia propia. El mensaje vivido es lo que produce la
adhesión a Jesús. El mensaje no es una teoría sobre el amor, sino el anuncio de
la vida y muerte de Jesús como expresión de su amor y del amor del Padre.
Jesús pide la unidad como distintivo de la
comunidad de fe. El modelo es siempre el amor y la unidad, que existe entre
Jesús y el Padre. El amor de los cristianos tiene por modelo el amor mismo de
Dios.
La comunión de los hombres con Dios se evidencia a
través de las obras que revelan su amor y será la prueba convincente de la
misión divina de Jesús. No se convence con palabras, sino con hechos.
Cuando Jesús pide la unidad, ratifica el supremo
mandato: “ámense unos a otros como yo los amo, en esto los reconocerán como mis
discípulos”. Es un mandato y un anuncio. Promete el don de su Espíritu porque
nadie puede amar con su amor sino le es dado.
Esta unidad es la cumbre del evangelio, es la
“buena nueva”: el amor mismo de Dios, el amor trinitario es dado a los que
creen. Es ese amor perfecto que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, lo
que está trabajando en el corazón de la humanidad cuando busca, desde y por la
unidad, nuevos caminos para la justicia, la paz y el amor.
Para
discernir
¿Dónde pongo el acento de mi fe?
¿Cuál es mi esfuerzo más grande?
¿Cuáles son mis argumentos de credibilidad?
¿Cómo expreso este llamado a la unidad?
La unidad ¿es unidad conmigo o unidad en el Señor?
Repitamos a
lo largo de este día
…Estemos unidos para que el mundo crea…
Para la
lectura espiritual
…No hay que olvidar que el Señor pidió al Padre la
unidad de los discípulos para que den testimonio de su misión y que el mundo
pueda creer que el padre le ha enviado. Se puede decir que el movimiento
ecuménico se inició, en un sentido, a partir de la experiencia negativa de
aquellos que, anunciando el evangelio único, se sabían cada uno miembro de su
Iglesia particular o de su comunidad eclesial particular. Esta gran
contradicción quedaba manifiesta ante aquellos que escuchaban el mensaje de
salvación y en ello encontraban un obstáculo para acoger el anuncio evangélico.
Esta grave dificultad, desgraciadamente, no está
superada. Es verdad que no estamos en plena comunión. Y no obstante, a pesar de
las divisiones, estamos dispuestos a recorrer el camino de la plena unión, de
la unión que caracterizaba la Iglesia apostólica en sus inicios y que nosotros
buscamos sinceramente. Guiada por la fe, nuestra oración común lo testimonia.
En la oración, nos reunimos en el nombre de Cristo que es uno. Él es nuestra
unión…
San Juan Pablo II
Para rezar
Danos Señor un corazón de carne
Danos Señor un corazón de carne,
para que como Tú, nos conmovamos
ante el dolor del prójimo más próximo.
Recrea en nosotros entrañas de misericordia,
para que inflamados en tu amor
seamos testigos y testimonio con nuestras obras,
de tu presencia en el mundo.
Señor, resucítanos hoy,
y regálanos como al hijo de la viuda,
la oportunidad de levantarnos
por sobre nuestras mezquindades y miserias,
y transmitir con el ejemplo, las maravillas que Tú obras.
Te lo pedimos por la intercesión de María Santísima,
a ti, Señor que vives y reinas,
por los siglos de los siglos.
Amén
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