29 de abril de 2018


29 de abril de 2018 - V DOMINGO DE PASCUA – Ciclo B

El que permanece en mí, y Yo en Él, da mucho fruto

PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles    9, 26-31

Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor.
Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.
La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. 
Palabra de Dios.

SALMO     Sal 21, 26b-27. 28 y 30abcd. 31-32 (R.: 26a) 
Te alabaré, Señor, en la gran asamblea.

Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre! R.

Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.

Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él. R.

Mi alma vivirá para el Señor,
y mis descendientes lo servirán.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan    3, 18-24

Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.
Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó.
El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. 
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan    15, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

La primera lectura presenta las dificultades con que se encontró San Pablo, dos años después de su conversión, cuando intentó incorporarse a la comunidad cristiana de Jerusalén. No le resultará fácil dado que todos recordaban al antiguo perseguidor, y lo miraban con recelo dudando de la sinceridad de la conversión del miembro “nuevo”. Desde el principio, aquella primera comunidad cristiana sintió la tendencia a encerrarse en sí misma, poniendo obstáculos a la incorporación de los que no tenían la misma mentalidad.
***
Juan insiste una vez más en el amor, pero en un amor que no se contenta con hermosas palabras; sino un amor como el de Cristo, que dio la vida por nosotros. Por este amor conocemos si somos o no de la verdad. Si hemos nacido de Dios y somos sus hijos, debemos aceptarnos en nuestras propias debilidades sinceramente, y esforzarnos en superarlas con mayor amor. El amor de Dios es mucho más fuerte que nuestro amor y muestra su grandeza perdonándonos.
Lo verdaderamente decisivo para la salvación, es creer que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios, y cumplir su mandamiento de amor. El que cree en el nombre de Jesucristo acepta y cumple lo que El mismo nos enseñó.
***
Después de haber leído el domingo pasado el evangelio del “Buen Pastor”, que “da su vida por las ovejas”, en este domingo, Jesús nos revela como “toma cuerpo” en nosotros su misterio pascual. Como en otras oportunidades, el maestro de Nazaret, se inspira en la vida cotidiana de los campesinos judíos, para expresar realidades espirituales profundas. Palestina era famosa por sus viñedos y sus higueras, de ahí que los profetas compararan al pueblo hebreo con una vid o con una higuera. Con su cepa robusta y sus mil ramificaciones, la vid expresa de modo elocuente lo que debe ser la comunidad de creyentes.
Jesús dice ahora que “Él es la vid verdadera”, que es Él quien produce finalmente los frutos que Dios ha estado esperando durante muchos siglos. Jesús pone todo el énfasis en el “dar frutos”. Si Él es el sólido fundamento de nuestra vida, somos por naturaleza “de buena cepa”, entonces los frutos deben también ser buenos.
En el contexto de la cena y de su discurso de despedida, donde ha estado instruyendo a sus discípulos sobre su futuro y misión después de su muerte, Jesús cuenta la alegoría de la vid y los sarmientos. El sarmiento tiene que estar constantemente unido a la vid, si no quiere secarse. Un sarmiento seco, no sirve para nada; como las zarzas o los cardos.
Jesús ha afirmado que después de la pascua comprenderán que Él está en el Padre, y ellos en Él, y Él en ellos, y ahora les dice el “cómo”. Esta nueva realidad se alcanza permaneciendo en Él.
Permanecer es insertarse en Jesús, vivir una relación profunda que consiste en “estar” en Él, “habitar” en Él, “fundamentarnos” en Él. Ser discípulo es vivir este “permanecer” en Jesús en todas las circunstancias de la historia, recibiendo y entregando allí la vida del Resucitado. No se trata de una experiencia pasajera, sino de una presencia envolvente, de una realidad penetrante, de una comunión permanente. Estar unido a la vid es recibir su savia y su vida.
Jesús invita a entrar en una sólida relación de amor con Él, que nos lleve a encarnar la dinámica de su vida. Apoyar toda nuestra existencia en su persona de modo que poco a poco nos vaya transformando a imagen suya.
Cualquier intento de vida cristiana prescindiendo de esta unión profunda con Jesús, está destinado al fracaso. Nuestra vida de discípulos, sin Jesús, no tiene identidad, ni misión, ni camino. Sin encuentro vivo y unión con Jesús, nuestra espiritualidad es vacía y nuestra piedad es simple cumplimiento.
Permanecer en Jesús implica por un lado nuestra acción, y por otro lado dejar que Jesús haga en nosotros. No es un vínculo que depende solamente de lo que nosotros podemos hacer, porque corremos el riesgo de caer en un fariseísmo de autosuficiencia espiritual, ni tampoco es una relación en la que se espera que todo baje del cielo, y Dios se encargue de lo que a nosotros nos corresponde. Es un vínculo recíproco en el que nuestra “acción” más importante es dejar a Jesús “hacer”.
Si Cristo es la vid, el Padre es el viñador que quiere que su viña dé frutos. Para eso hace la poda. Podar significa “purificar”, “limpiar”, “retocar”.
La primera obra de Dios Padre es podar la vid, cortando los sarmientos que no producen fruto. Y los buenos sarmientos también reciben la mano cuidadosa del viñador, por eso la segunda obra de Dios Padre es podar los sarmientos buenos para que den todavía más fruto. Y para ello usa su Palabra.
El modo como Dios nos purifica para que demos más, está en las enseñanzas de Jesús que nos confrontan y muchas veces nos enfrenta con el mundo. El “fruto” esperado está relacionado con la “Palabra” sembrada en nosotros, la cual se manifiesta como conversión que hace brotar de dentro de nosotros, una vitalidad renovada que da nuevo sentido, luz y color a todas las cosas, que es autenticidad, amor, paz y gozo. La purificación de la Palabra es una purificación en el amor, que hace resurgir la fuerza de la vida de Jesús en nosotros, de manera que, nuestra existencia tenga la belleza de la vida de Jesús reflejada en nuestros gestos.
La poda es siempre necesaria. Cuando una vid permanece mucho tiempo sin que la poden produce racimos de uvas silvestres, pequeñas y amargas, de mala calidad. Lo mismo sucede con nuestra vida. Vivir es optar continuamente y toda opción implica una renuncia. Alguien que en la vida quiere vivir muchas cosas al mismo tiempo termina disperso, sin tener prioridades. Dejarse podar es tener el valor de tomar decisiones, dejando de lado intereses secundarios, para concentrarse en los importantes. Maduramos en la fe, quitando, podando, todo lo inútil que nos dispersa del objetivo central de la vida, y no nos permite realizarnos de verdad. Es así como se moldea nuestra vida de discípulos, como Jesús se forma en nosotros, como somos hechos hombres nuevos al estilo de Jesús.
En una vida comprometida, amándonos los unos a los otros, como Él nos amó en la Cruz, la oración se vuelve eficaz porque nuestra vida está en sintonía con el querer de Dios. La eficacia de la oración está condicionada al plan de Dios, un plan que conoce quien está en comunión de vida con Jesús. La oración no es una manera de obligar a Dios a que haga lo que queremos, sino pedir que cumpla su promesa. Por eso hay que orar en sintonía con la Palabra.
Jesús concluye diciendo que “la gloria del Padre está en que demos mucho fruto, y seamos sus discípulos”. Dios quiere que brote en nosotros la fuerza de la pascua, que se desarrollen todas las potencialidades de nuestra existencia, y para ello tenemos que permanecer unidos a Jesús.
El testimonio de los discípulos da “gloria” al Padre, es decir, revela al Padre como dador y generador de vida. Por el gozo, el amor, la paz, por su compromiso concreto a favor de la vida en el mundo, que irradian los discípulos, atraen a otros hacia esta hermosa experiencia de Dios. Y en esta fecundidad misionera hace del mundo, la viña que Dios siempre quiso, “el Padre es glorificado”, es decir, es reconocido y acogido por el mundo como Padre generador de vida.
Cuando vivimos en comunión profunda, radical, constante con Jesús, los frutos se ven. De la poda que lleva a una “comunión” progresiva y cada vez más honda con Jesús, brota la fecundidad espiritual y apostólica.
Lo que Jesús pide es que nos sumerjamos en el abandono confiado al Padre, entregándonos incondicionalmente en el servicio y en la misión dando la propia vida.

Para discernir

¿Qué necesito hacer para que la vida de Jesús se desarrolle en mí verdaderamente?
¿Sobre qué base se edifican mi vida de oración, mi vida comunitaria y mi acción evangelizadora?
¿Qué experiencia de Pascua revelo en mis opciones, gestos y actitudes?

Repetimos a lo largo de este día

Quiero permanecer en Ti, Señor…y dar mucho fruto…

Para la lectura espiritual

«Yo soy la vid y vosotros los sarmientos»

… En el pasaje del Evangelio que nuestro Señor dice que él es la vid y nosotros los sarmientos, habla así en tanto que él es la cabeza de la Iglesia y nosotros somos sus miembros (Ef 5,25), en tanto que «mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5). En efecto, la vid y los sarmientos son de la misma naturaleza; por eso el que era Dios, y por tanto de una naturaleza distinta de la nuestra, se hizo hombre a fin de que, en él, la naturaleza humana fuera como una vid de la que nosotros seríamos los sarmientos…
Decía él a los discípulos: «Permaneced en mí como yo permanezco en vosotros». Ellos no estaban en él de la misma manera que él en ellos. Esta unión recíproca no le reportaba a él ningún provecho; tan sólo ellos sacan provecho. Los sarmientos están estrechamente unidos a la vid pero no le comunican nada, sino que es de ella que los sarmientos reciben su principio de vida. La vid, por el contrario, está unida a los sarmientos para comunicarles su savia vivificante, sin recibir de ellos nada a cambio. Es así como Cristo permanece en sus discípulos…
Si Cristo no hubiera sido un hombre no hubiera podido ser vid; sin embargo, si él no fuera también Dios, no podría proveer de esta gracia a los sarmientos. Porque no se puede vivir sin esta gracia, y porque la muerte está en poder de nuestro libre arbitrio, nuestro Señor añade: «Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden (Jn 15,6). Es por eso que, si la madera de la vid es despreciable cuando no permanece unida a la vid, es tanto más gloriosa cuando permanece en él…

San Agustín (354-430),
obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Juan, 80, 1; 81, 1.3-4; CCL 36, 527-531

Para rezar

Dios quiere que hagamos lo que podamos,
le pidamos lo que no podamos y
Él nos ayudará para que podamos.
Pero si no ponemos lo que podemos,
Dios no suplirá lo que debemos hacer.
Dios pone casi todo, nosotros ponemos casi nada;
pero Dios no pone su «casi todo»
si nosotros no ponemos nuestro «casi nada».
Por eso si unimos nuestra oración a nuestra colaboración,
la fecundidad es segura.
Hagamos siempre lo que Dios quiere
y queramos lo que Dios hace».


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