7 de marzo de 2018 – CUARESMA - Miércoles de la semana III
He venido
a dar cumplimiento a la ley
Lectura del libro del
Deuteronomio 4, 1. 5-9
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes
que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y
entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus
padres.
Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios,
el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán
cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en
práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al
oír todas estas leyes, dirán: “¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta
gran nación!”
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus
dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros
siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan
justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar
las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu
corazón un solo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 147, 12-13. 15-16.
19-20 (R.: 12a)
R. ¡Glorifica al Señor,
Jerusalén!
¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;
reparte la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza. R.
Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los
Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no
desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y
la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos
mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor
en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será
considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Moisés exhorta a su pueblo, en vísperas de entrar
en la tierra prometida, a que viva según la voluntad de Dios, que cumpla la
parte que le toca en la Alianza que han firmado con Dios: tienen que vivir
según sus mandamientos. La Alianza se concreta en normas de vida.
Dios se dirige a los hombres como a una persona
amada, llamándolos por su nombre. Era, además, una fórmula ritual: «Escucha,
Israel…». El cumplimiento de los mandamientos de Dios es señal de que el pueblo
permanece fiel a la Alianza. El Deuteronomio, ya apunta el peligro de que el
pueblo se olvide de los hechos salvíficos de Dios y caiga en el legalismo.
Cumplir los mandamientos no otorga ningún derecho ante Dios.
***
En esta vuelta a la “escuela del seguimiento y la
fe” que representa la Cuaresma, hoy Jesús nos asoma al sentido que tienen los
mandamientos de Dios. El mismo libro del Deuteronomio los califica de sabios,
prudentes y justos. No se trata de cargas pesadas para hacer la vida humana
insufrible sino, más bien, de caminos que conducen a la vida: “Así vivirán,
entrarán y tomarán posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus padres, les
va a dar”.
La aparición de Jesús en la vida y la historia del
pueblo de Israel, no debe entenderse como una ruptura brusca y desconectada con
todo el proceso de la salvación que Dios va conduciendo con su mano. Al
contrario, lo que ocurre con Jesús es la plenificación de esa historia. La ley
mosaica cumplió a su modo, la función de pedagogo que preparaba la fe en Jesús.
La Ley es un medio para llegar a Dios, que es el
fin. No puede el medio convertirse en fin porque se trastocan todos los valores.
Eso había ocurrido en el pueblo de Israel y Jesús lo replantea. Es parte de su
misión profética, recuperar la verdadera imagen de Dios para los que la han
desfigurado y proponerla para los que no la conocen.
Jesús, valora la ley como camino de vida, si bien
es consciente de que los mandamientos se han interpretado mal, que se han
pervertido, no quiere anularlos, quiere enseñar a cumplirlos. Confirma con su
vida lo que anuncia solemnemente: ha venido al mundo a hacer realidad la Ley y
lo anunciado por los profetas. No echa por tierra la historia y toda la vida
del pueblo fiel, reconoce el trabajo de las generaciones anteriores y le da
validez. El no parte de cero, como si nada valioso se hubiera hecho hasta el
presente.
Todo lo contenido en la Escritura, se tendrá que
realizar hasta en sus mínimos detalles porque no se trata de observar
simplemente una ley, sino de realizar una promesa, de vivir el proyecto de
Dios. Jesús es la Ley y el programa propuesto por Él, es el único eficaz para
llevar a cabo el designio de Dios anunciado en el Antiguo Testamento.
La misión de Jesús es positiva, no negativa; viene
precisamente a dar cumplimiento a las promesas del reinado de Dios contenidas
en la antigua alianza. En la Ley hay elementos de Reino y en la medida en que
se cumplan esos elementos, se participa en el Reino que Jesús propone.
La plenitud de todo mandamiento es el amor. Sin él,
los preceptos pueden convertirse en barreras e incluso en armas que ponen en
peligro la vida del hombre y de la comunidad. Desde el amor, son cauces que nos
ayudan a realizar lo esencial de la vida humana: amar a Dios y al prójimo y
hacer de este mundo expresión de vida y no de muerte, caminos de libertad y no
de esclavitud.
La ley de Dios es plena, cuando no nos alcanza con
un cumplimiento a medida; hasta acá sí, o hasta acá no; sino cuando rompemos
las barreras y los límites que encapsulan, las grandes posibilidades que Dios
puso en nuestro corazón, que está creado a su medida.
Para
discernir
¿Qué valor le doy al cumplimiento de la ley en mi
vida?
¿Descubro en ella un camino de verdad y plenitud?
¿Descubro que la ley de Dios no es una regla sino
el seguimiento de una persona, Jesucristo?
¿Hago la ley a mi medida o me mido desde la ley?
Repitamos a
lo largo de este día
…Inclino mi corazón a tu ley de amor…
Para la
lectura espiritual
…Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo,
les damos las gracias por pedírnoslo. Si tú deseases, Señor, pedirnos una única
cosa en toda nuestra vida, nos dejarías asombrados, y el haber cumplido una
sola vez tu voluntad sería el gran acontecimiento de nuestro destino. Pero como
cada día, cada hora, cada minuto, pones en nuestras manos tal honor, lo
encontramos tan natural que estamos hastiados, que estamos cansados…
Y, sin embargo, si entendiésemos qué inescrutable
es tu misterio, nos quedaríamos estupefactos al poder conocer esas chispas de
tu voluntad que son nuestros minúsculos deberes. Nos deslumbraría conocer en
esta inmensa tiniebla que nos cubre, las innumerables, precisas y personales
luces de tus deseos. El día que lo entendiésemos, iríamos por la vida como una
especie de profetas, como videntes de tus pequeñas providencias, como agentes
de tus intervenciones. Nada sería mediocre, pues todo sería deseado por ti. Nada
sería demasiado agobiante, pues todo tendría su raíz en ti. Nada sería triste,
pues todo sería querido por ti. Nada sería tedioso, pues todo sería amor por
ti.
Todos estamos predestinados al éxtasis, todos
estamos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones para resurgir hora
tras hora en tu plan. Nunca somos pobres rechazados, sino bienaventurados
llamados; llamados a saber lo que te gusta hacer, llamados a saber lo que
esperas en cada instante de nosotros: personas que necesitas un poco, personas cuyos
gestos echarías de menos si nos negásemos a
hacerlos. El ovillo
de algodón para zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir, el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que soportar…: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena rivera de tu deseo…
hacerlos. El ovillo
de algodón para zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir, el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que soportar…: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena rivera de tu deseo…
M. Delbrél, La alegría de creer, Santander 1997, 135s.
Para rezar
Señor tu palabra es la verdad,
y tu ley es camino de libertad.
Gracias por tu único mandamiento,
que todo lo plenifica porque es amor.
Sabemos que aunque
ardamos de amor hasta morir,
aún no habremos amado lo suficiente,
nunca amamos bastante,
y nuestro amor necesita ser purificado.
Danos un corazón puro y sencillo,
para que, con tu hijo Jesús
vivamos de tu palabra y alcancemos
el gozo de crear un mundo más feliz.
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