5 de marzo de 2018


5 de marzo de 2018 – CUARESMA - Lunes de la semana III

Jesús pasando en medio de ellos, siguió su camino

Lectura del segundo libro de los Reyes    5, 1-15

Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel.
En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo entonces a su patrona: « ¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad.»
Naamán fue y le contó a su señor: «La niña del país de Israel ha dicho esto y esto.»
El rey de Arám respondió: «Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel.»
Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala, y presentó al rey de Israel la carta que decía: «Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad.»
Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: « ¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí.»
Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: « ¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»
Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: «Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio.»
Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: «Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?» Y dando media vuelta, se fue muy enojado.
Pero sus servidores se acercaron para decirle: «Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!»
Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio.
Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor.»
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 41, 2. 3; 42, 3. 4 (R.: cf. 41,3) 
R.    Mi alma tiene sed del Dios viviente:
       ¿Cuándo contemplaré el rostro de Dios?

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios. R.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios? R.

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas. R.

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    4, 24-30

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga:
«Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Los sirios tenían fama de poseer secretos mágicos para curar las enfermedades. Damasco era esplendorosa y opulenta, eran bien conocidos sus perfumes y sus aguas refrescantes a pesar de estar al borde del desierto. Naamán, el Sirio, favorito del gobierno del rey es oriundo de esta ciudad y va a Israel buscando la curación de su lepra.
El profeta Eliseo le manda decir que tiene que lavarse siete veces en el Jordán y su carne quedará limpia. Naamán a pesar de su enojo, porque esperaba gestos más espectaculares, es capaz de humillarse y someterse a la palabra del profeta. Se baña en el Jordán y experimenta que lo menos importante es el río y el número de veces que tenía que bañarse. Lo importante era hacer lo que Dios quería y como Dios quiere.
El pagano Naamán sale sano del baño del Jordán purificado de la lepra del cuerpo y sobre todo de la de su corazón incrédulo. Sale creyendo ya en el Dios verdadero.
***
El Evangelio que escuchamos hoy está a continuación de la proclamación que Jesús hace del Año de Gracia para todo el pueblo manifestado en la libertad para los oprimidos, luz para los ciegos y la buena nueva para los pobres. Después de este anuncio los hombres de Nazaret tientan a Dios y quieren utilizar a Jesús pidiéndole que realice los milagros que ha hecho en Cafarnaún.
Jesús no se deja intimidar, y aprovecha para anunciar la salvación universal a través del recuerdo de la viuda y el general que siendo paganos fueron bendecidos por los milagros de Elías y de Eliseo y supieron reconocer la actuación de Dios. Jesús se sitúa en la línea de los profetas que critican que la salvación sea vista como algo exclusivo de los judíos.
Las palabras que Jesús dirige a su pueblo, a pesar de haber sido recibidas en un comienzo con admiración y aplausos, acaban casi en tragedia. Les molesta tanto que Jesús les muestre que no han sabido captar los signos de los tiempos, que lo empujan fuera del pueblo con la intención de despeñarlo. Ya se vislumbra el final del camino: la muerte en la cruz.
Nuestra sociedad no se encuentra lejos de la problemática de los Nazarenos. Seguimos manejando la fantasía del proyecto de una nueva humanidad realizada a base de milagros, sin el esfuerzo que da el convencimiento, sin la conversión y el sacrificio de los propios intereses y como propiedad exclusiva de unos pocos.
Hacer milagros para implantar la justicia, la bondad y el amor solidario en el mundo, no es el camino que Dios ha elegido. La nueva realidad debe nacer, ciertamente con la ayuda de Dios, pero con el asentimiento y el compromiso de todo el hombre y de todos los hombres.
Dios se deja encontrar solamente por los sencillos, aquellos que aún no se han formado juicio alguno sobre Él, aquellos que aún no han convertido a Dios a su imagen y semejanza. Dios no es algo; Él es Alguien siempre original, siempre nuevo, que inesperadamente entra en nuestra vida y rompe esquemas, destruye tranquilidades y nos coloca siempre ante el gran desafío de la fe.
Por eso, acoger a Cristo no es privilegio de una raza o una nación sino de todos los que sepan reconocer los signos, las llamadas de Dios que suelen ser siempre en la vida cotidiana y común de los hombres: una pobre viuda que espera socorro para el hambre y un leproso desahuciado. Y para poder reconocerlo, necesitamos estar sedientos del Dios que da la vida. Estar sedientos de Él es el único modo para encontrar siempre, y en todo momento, a través de las circunstancias, de las personas, de los ambientes, de las dudas, de las caídas, de nuestras debilidades, la salvación de Dios.
Cuaresma es el tiempo favorable para que desde la contemplación de nuestra vida, con sus luces y sombras, pidamos que se agigante nuestro deseo de Dios.

Para discernir

¿Dónde busco a Dios?
¿Qué valor le doy a lo cotidiano como expresión de la voluntad de Dios?
¿Puedo descubrir que Dios me habla a través de acontecimientos y personas?
¿Cuáles? ¿Quiénes?

Repitamos a lo largo de este día

…Envíanos, Señor, tu luz y tu verdad… 

Para la lectura espiritual

…Existe una obediencia a Dios, con frecuencia muy exigente, que consiste sencillamente en obedecer a las situaciones. Cuando se ha visto que, a pesar de todo el esfuerzo y las oraciones, se dan, en nuestra vida, situaciones difíciles, incluso a veces absurdas y, a nuestro parecer, espiritualmente contraproducentes, que no cambian, hay que dejar “de dar coces contra el aguijón” y empezar a ver en tales situaciones la silenciosa pero no menos cierta voluntad de Dios con nosotros. Es preciso, además, dejar todo, para hacer la voluntad de Dios: trabajo, proyectos, relaciones (…]
La conclusión más hermosa de vida de obediencia sería “morir por obediencia”, es decir, morir porque Dios dice a su siervo: “¡Ven!”, y él viene.
La obediencia a Dios en su forma concreta no es asunto exclusivo de los religiosos en la Iglesia, sino que está abierta a todos los bautizados. Los laicos no tienen, en la Iglesia, un superior al que obedecer —por lo menos no en el sentido en que lo tienen los religiosos y clérigos-, pero, en compensación, tienen un “Señor” al que obedecer. Tienen su Palabra. Desde sus más remotas raíces hebreas, la palabra “obedecer” indica la escucha y se refiere a la Palabra de Dios. El camino de la obediencia se abre al que ha decidido vivir “para el Señor”; es una exigencia que se desprende de la verdadera conversión…

R. Cantalamessa, La obediencia, Milán 1986, 59-63, passim.

Para rezar

Señor, que podamos sentir la luz de tu presencia
en el corazón de la vida,
queremos hallarte en lo profundo
de lo cotidiano.
Estás tan cerca que es un error
salir en tu búsqueda, lejos.
Estás presente entre nosotros,
en cada uno, te revelas en todo lo
que nos pasa día a día.
Señor, ya has venido, ya estas viniendo.
Ahora solo nos falta ver.
Sabemos que te estás revelando siempre,
en cada sonrisa, en cada problema.
Ábrenos, Señor, el oído,
como una antena abierta,
para escuchar tu latido,
repetido en cada ser humano,
sobre todos en los más pobres
y oprimidos y sepamos encontrarte.


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