9 de febrero de 2018 – TO - Viernes de la V semana
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Lectura del primer libro de los Reyes 1 Re 11,
29-32; 12,19
Un día, salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta
Ajías, de Siló, envuelto en un manto nuevo, se lo encontró en el camino;
estaban los dos solos, en descampado. Ajías agarró su manto nuevo, lo rasgó en
doce trozos y dijo a Jeroboán: “Toma diez trozos, porque así dice el
Señor, Dios de Israel: “Voy a arrancarle el reino a Salomón y voy a darte a ti
diez tribus; lo restante será para él, en consideración a mi siervo David y a
Jerusalén, la ciudad que elegí entre todas las tribus de Israel.”
Así fue como se independizó Israel de la casa de
David hasta hoy.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 80, 10 – 11ab 12 –
13. 14 -15
R: Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz.
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos. R.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por
Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron
que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo
aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que
significa: «Ábrete.» Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y
comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada
a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de
la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a
los mudos.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
A Salomón lo sucede su hijo Roboán. Muy pronto diez
de las tribus del Norte se separan y se van con Jeroboán, uno de los
arquitectos más brillantes del Templo, a quien Salomón había nombrado ministro.
Es muy expresivo el gesto simbólico del profeta Ajías con el manto rasgado en
doce trozos.
Probablemente los motivos concretos de la
separación entre Israel (Norte) y Judá (Sur) fueron de índole política y
económica, junto con la falta de habilidad en el trato con las tribus del
Norte, que en el fondo, seguían fieles a la memoria de Saúl y se sentían
marginadas en relación con las de Judá.
En este libro de los Reyes todo se interpreta como
castigo por el mal que había llegado a hacer al final Salomón: había faltado
gravemente nada menos que al primer mandamiento, adorando a dioses extraños.
Además en su acceso al trono -como también había
sido el caso de David- hubo intrigas y violencias, llegando a eliminar a los
enemigos que se les ponían en el camino.
El salmo de hoy es una invitación a oír también
nosotros, en silencio y con la cabeza inclinada, la queja de Dios: «Yo soy el
Señor Dios tuyo, escucha mi voz… no tendrás un dios extraño… pero mi pueblo no
escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer… ojalá me escuchase mi pueblo y
caminase por mi camino».
***
Jesús dejando de nuevo los confines de Tiro, se fue
por Sidón hacia el lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Todos estos
desplazamientos son significativos. Jesús se encuentra en territorio
extranjero. Este milagro, una vez más será hecho a favor de un pagano, en pleno
país de misión.
El milagro relatado en estos versículos pertenece
al grupo de capítulos del evangelio de Marcos, escritos con la intención de que
el pueblo, llegue a descubrir en Jesús su humanidad y su divinidad. Relata cómo
mientras estaba Jesús en la región del mar de Galilea, le traen un hombre sordo
y tartamudo, pidiéndole que haga algo por él. Jesús lo aparta de la gente, y
después de tocarlo con sus dedos y su saliva, expresión de su humanidad; antes
de curarlo definitivamente, Jesús mira al cielo mostrando que la omnipotencia
divina es la que hará el milagro.
Gestos humanos, corporales, sensibles que
revalorizan la dignidad del cuerpo llevándolo a la calidad de instrumento de
comunicación, expresión de la salvación. La gracia más divina, más espiritual,
pasa por humildes y modestos “signos”. Para el sordomudo, gestos pobres y
naturales fueron extremadamente reveladores de la ternura salvadora de Jesús.
La curación del sordomudo provoca reacciones muy buenas hacia Jesús por parte
de los habitantes de Sidón que llegan a decir que todo lo ha hecho bien.
Somos una unidad, una totalidad: quien actúe sobre
el cuerpo, aunque no se lo proponga está actuando sobre el espíritu, y
viceversa. En Jesús se manifiesta la humanidad divinizada y la divinidad
humanizada. Su cuerpo es instrumento de salvación. Sus sentidos están abiertos
al dolor del otro. Ese cuerpo que se cansa, que siente hambre y dolor, que se
conmueve es un regalo de Dios a los hombres; es la forma visible de la bondad
de Dios.
El cuerpo es creación de Dios, y es el instrumento
indispensable por el que nos hacemos presentes en el mundo, que nos permite
acercarnos a nuestros hermanos, comunicarnos con ellos. El espíritu que lo
invade es lo que puede impulsar al hombre a ser instrumento de salvación para
él mismo y para los otros.
Hoy Jesús Resucitado sigue curando a la humanidad a
través de su Iglesia. Con los gestos sacramentales: imposición de manos,
bendición, unción con óleo y crisma Jesús sigue actuando. Gestos tomados de la
cultura humana; de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación. Gestos que
siguen cargados de simbología. El evangelio de hoy, es un signo claro para el
cristiano que debe tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para
hablar. Para escuchar a Dios y a los hombres, sin hacerse el sordo: ni a la
Palabra salvadora, ni a la necesidad del hermano.
Para discernir
¿A qué realidades cerré mis oídos?
¿Qué verdades callé por miedo o conveniencia?
¿Experimento la necesidad de ser sanado?
Repitamos a lo largo de este día
…Quiero escucharte Señor…
Para la lectura espiritual
…”« ¿Dónde estás?». Cada vez que Dios plantea una
pregunta de este tipo no es para que el hombre le haga saber algo que él
ignora: lo que quiere es provocar en el hombre una reacción que sólo es posible
suscitar precisamente a través de esa pregunta, a condición de que ésta impacte
en el corazón del hombre y de que éste se deje impactar por ella en el corazón.
Adán se esconde para no tener que dar cuentas, para
huir de la responsabilidad de su propia vida. Así se esconde todo hombre,
porque todo hombre es Adán y se encuentra en la situación de Adán. Para escapar
de la responsabilidad de la vida que hemos vivido, hemos de transformar la
existencia en un mecanismo para escondernos. Precisamente escondiéndose así y
persistiendo siempre en esta tarea «ante el rostro de Dios», se desliza siempre
el hombre, y cada vez de un modo más profundo, hacia la falsedad. De este modo
se crea una nueva situación que, de día en día y de esconderse en esconderse,
se vuelve más y más problemática. Es una situación que podemos caracterizar con
una extrema precisión: el hombre no puede escapar del ojo de Dios, sino que,
intentando esconderse de El, se esconde de sí mismo. Dentro de sí conserva
también algo que le busca, pero a este algo se le hace más difícil cada vez
encontrarle. Y precisamente en esta situación le coge la pregunta de Dios:
quiere turbar al hombre, destruir su mecanismo para esconderse, hacerle ver
adónde le ha llevado un camino equivocado, hacer nacer en él un ardiente deseo
de salir fuera.
En este punto todo depende del hecho de que el
hombre se plantee o no la pregunta. Indudablemente, si la pregunta llegara al
oído, a cualquiera «le temblará el corazón». Ahora bien, el mecanismo le
permite asimismo seguir siendo dueño de esta emoción del corazón. En efecto, la
voz no llega en medio de una tempestad que pone en peligro la vida del hombre;
«es la voz de un silencio semejante a un soplo» (1 Re 19,12), y es fácil
sofocarla. Hasta que no ocurra esto, la vida del hombre no se podrá convertir
en camino. Por muy grande que sea el éxito y el goce de un hombre, por muy
grande que sea su poder y colosal su obra, su vida seguirá sin tener un camino
mientras no haga frente a esta voz. Adán le hizo frente, reconoció que había
caído en una trampa y confesó: «Me he escondido». Aquí empieza el camino del
hombre”…
M. Buber, El camino del hombre, Magnano 1990, pp.
21-23, passim.
Para rezar
Padre alabamos y glorificamos tu nombre,
porque tú eres el Señor.
Gracias por la salud, las fuerzas y energía
para cumplir con las funciones y responsabilidades de cada día.
Gracias por inspirar las ideas creativas
necesarias en nuestro diario vivir.
Gracias por la provisión de los alimentos y
posibilidades para satisfacer nuestras
necesidades básicas.
Dios, estamos agradecidos por todas las bendiciones que nos prodigas, pero reconocemos que necesitamos más alimento espiritual y el valor para enfrentar y vencer las tentaciones y pruebas
cotidianas que se presentan sin ser invitadas a nuestro paso por la vida.
Amado Señor, quédate con nosotros.
Abrázanos y déjate sentir.
En el nombre de Jesús.
Amén.
porque tú eres el Señor.
Gracias por la salud, las fuerzas y energía
para cumplir con las funciones y responsabilidades de cada día.
Gracias por inspirar las ideas creativas
necesarias en nuestro diario vivir.
Gracias por la provisión de los alimentos y
posibilidades para satisfacer nuestras
necesidades básicas.
Dios, estamos agradecidos por todas las bendiciones que nos prodigas, pero reconocemos que necesitamos más alimento espiritual y el valor para enfrentar y vencer las tentaciones y pruebas
cotidianas que se presentan sin ser invitadas a nuestro paso por la vida.
Amado Señor, quédate con nosotros.
Abrázanos y déjate sentir.
En el nombre de Jesús.
Amén.
Virma Pomale
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