20 de marzo de 2018 – CUARESMA - Martes de
la semana I
Pedir para
ser escuchados
Lectura del libro del profeta
Isaías 55, 10-11
Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve
descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin
haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el
pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve
a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo
le encomendé.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 33,
4-5. 6-7. 16-17. 18-19 (R.: 18b)
R. El Señor
libra a los justos de todas sus angustias.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia él y quedarán
resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
R.
Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen
el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
R.
Cuando ellos claman, el Señor los
escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 6, 7-15
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como
hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan
como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les
hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el
Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan
a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Isaías, profeta del consuelo tiene la
profunda seguridad de que el Señor está presente en los sufrimientos de su
pueblo y que un día les ha de devolver su alegría y su patria. Esta
convicción arranca de la palabra del Señor, dada y mantenida de generación
en generación.
El profeta conoce bien la eficacia
callada y profunda del agua y de la nieve: empapar, fecundar, hacer
germinar, dar semilla y pan. La palabra de Dios, del mismo modo que la lluvia y
la nieve hace su obra “empapándonos”, es decir: colmándonos interiormente,
penetrándonos, llegando hasta lo más profundo de nuestro ser, llenando nuestros
vacíos e iluminando nuestras oscuridades.
Cuando abrimos nuestro corazón a la
Palabra que Dios ha pronunciado sobre nosotros, ella nos fecunda y hace dar
fruto.
***
Jesús nos recuerda hoy una dimensión
esencial de toda vida que quiere vivir en profundidad: la oración.
El Evangelio nos habla de nuestra
plegaria, de su verdadero contenido, de cómo debemos comportarnos y de la
interioridad auténtica. Se trata de la actitud que el hombre ha de adoptar en
sus relaciones con Dios.
En el Evangelio nos muestra que el
hombre puede convertirse en terreno fértil para la palabra de Dios cuando
sumerge su vida en la oración y desde ella en el misterio de Dios.
Jesús, además de recomendarnos la
oración nos enseña una manera de realizarla: el «Padrenuestro». La oración es
ponerse ante Dios en relación de hijos. Nos enseña a usar la palabra “Abba” que
es la palabra más familiar de la lengua hebrea. Esta palabra es la que los
niños usan al echarse en brazos de su padre: algo así como “¡papito querido!”
El Padrenuestro se contrapone a las
largas plegarias de los paganos, que basaban su eficacia en las palabras que
pronunciaba el hombre. La oración cristiana, en cambio, recibe su eficacia del
Padre, ya que es una respuesta amorosa que acepta la voluntad salvadora de Dios
sobre uno mismo y sobre la historia.
El Padrenuestro nos educa a una visión
auténtica de nuestra vida porque se fija ante todo en Dios y su reino: Padre…
santificado sea tu nombre… hágase tu voluntad… venga tu Reino. Luego pide para
nosotros: el pan de cada día… el perdón de las ofensas… que no caigamos en la
tentación… que nos libre de mal.
La verdadera oración es modelar el
corazón para la realización de la voluntad de Dios, y trabajar con todas
nuestras fuerzas para que esa voluntad se realice en los hermanos. Y esa
voluntad consiste en que Él sea Padre y que nosotros vivamos entre como
verdaderos hermanos.
Para discernir
¿A dónde apunta mi oración?
¿Quiero descubrir en mi oración la
voluntad de Dios o quiero que Dios haga mi voluntad?
¿Mi corazón clama a Dios en todo tiempo
o sólo en el momento de la necesidad?
¿Mi oración busca el encuentro o es
solamente interesada?
Repitamos a lo largo de
este día
“¡Abba, Padre! Que se haga como quieres
Tú”.
Para la lectura espiritual
…”Líbranos del mal…” El mundo yace en
el mal, y mal no es sólo el caos, ausencia de ser: manifiesta una inteligencia
perversa que, a fuerza de honores sistemáticamente absurdos, quiere hacernos
dudar de Dios y su bondad. En realidad, se trata no de la simple “privación del
bien”, sino del Maligno, del Malvado; no la materia, ni el cuerpo, sino la más
sublime inteligencia encerrada en su propia luz… Es necesario afirmar que Dios
no ha creado el mal, y menos aún lo permite. “El rostro de Dios gotea sangre en
la sombra”, decía León Bloy. Dios siente el mal en su propio rostro, como Jesús
recibió las bofetadas teniendo los ojos vendados. El grito de Job no deja de
clamar, y Raquel sigue llorando sus hijos. Pero la respuesta a Job está ahí: es
la cruz. Es Dios crucificado sobre todo el mal del mundo, pero capaz de hacer
estallar en las tinieblas una inmensa fuerza de resurrección. Pascua es la
transfiguración en el abismo.
Y “líbranos del mal” a nosotros, que
nos avergonzamos de ser cristianos o, por el contrario, hacemos del
cristianismo, de nuestra confesión, un estandarte de superioridad y de
desprecio. Y “líbranos del mal” a nosotros, que hablamos de la deidificación y
con frecuencia somos poco humanos. Y “líbranos del mal” a nosotros, que nos
apresuramos a hablar de amor y ni siquiera sabemos respetarnos mutuamente. Y
“líbrame del mal” a mí, hombre de angustia y tormento, tan a menudo dividido,
tan poco seguro de existir, hombre que se atreve a hablar –junto a la Iglesia:
es mi única excusa del Reino y de su gozo.
O. Clément, El Padre Nuestro, Rezar el Padre
Nuestro, Magnano 1988, 116-119, passim.
Para rezar
Padre
Padre, me pongo en tus manos
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
estoy dispuesto a todo
lo acepto todo
con tal que tu voluntad
se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
no deseo nada más
te confío mi alma
te la doy con todo el amor
de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme
ponerme en tus manos con una infinita confianza
porque eres mi Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.